septiembre 16, 2010

Anecdotario – Influenza Porcina – Parte 2 – 1405 horas

La ambulancia frenó y se me informó que estabamos en el Hospital del Torax, centro estratégico elegido para el control de la epidemia.
- Debemos bajarlo en la camilla Sr.Carlos, es el protocolo.
- Ok.
No tener que caminar no estaba tan mal y además, era parte de “la pelicula”!!

Recién al estar fuera del vehículo, empecé a entender en que me había metido.

Un cordón policial formaba un pasillo de seguridad por donde se transportaba mi camilla y detrás de las rejas que separaban el hospital de la calle a unos 30 metros, el primer ciento de personas y periodistas se agolpaban, mirando curiosos y tapándose sus bocas.

Algunos gritos se escuchaban, no entendía lo que decían, pero no parecían amistosos.
El hospital estaba vacío, salvo el cordón policial, no había un alma en la entrada, algo que me sorprendío en un centro de salud público al mediodía de un Sábado.

Ascensor con guardia hasta el cuarto piso, y al bajar, gente que corría de un lado al otro apartándose frenética de los pasillos, al ritmo de gritos femeninos:
- llévenselo de acá!! Porque lo traen aquí al apestado!!

La película se estaba volviendo de terror, pero mi gusto por las sorpresas se veía satisfecho a raudales, por lo cual, desde el vaivén de la camilla, disfrutaba en primera fila lo que acontecía.

Una sala de aislamiento del cuarto piso fue el final del viaje.
Los paramédicos entregaron aliviados “el paquete” a los médicos locales, que habían perfeccionado aun mas las prendas “anti peste”.

- Entendemos que llego ayer de México, usted se comunicó con el hospital y agradecemos su disposición para que le realicemos los exámenes.

Respondí con una sonrisa a un doctor del cual solo adivinaba que era hombre por su voz y un par de enfermeras que adivinaba eran mujeres por sus curvas.

- debe sacarse su ropa y ponerse esto.

Me saque toda la ropa sin pudor frente al equipo medico, tenia puesto un calzoncillo nuevecito de Intimísimi, uno de esos que siempre compro con Nicole en España, bonito y limpio tal cual mandan las mamás y las buenas costumbres.
Me atavié una nueva bata, ahora sin boquera ni lentes y me solté sobre la cama.

- debemos hacer un examen bastante incomodo.
- Adelante dije.

La enfermera sufrió mas que yo, mientras me metía por la nariz un isopo de unos 20 centímetros, a fin de sacar una muestra de mucosa de la parte posterior de mi garganta.

- se ha portado usted muy bien, dijo la enfermera con una sonrisa picara.
- Es un placer, cuéntenme como sigue esto?
- Pues enviaremos la muestra al laboratorio, pero debemos hacer un mínimo de tres, para confirmar si es o no, fiebre porcina.
- Perfecto, los espero con los resultados y listo para la siguiente muestra.

Mi relax era difícil de entender para el equipo medico que parecía haber sido elegido para protagonizar el Apocalipsis.
Del otro lado de la ventana que daba al pasillo, se agolpaba gente que por alguna misteriosa razón, pensaba que yo no oía en mi aislamiento lo que charlaban.

A sabiendas de que allí estaría al menos aquel día, pero con seguridad el fin de semana, tome el celular y le pedí a Pao que me acercara un libro y mi computador.
Eran días difíciles, de los que empezaban a amontonarse entre nosotros y su pasaje por el hospital no fue menos traumático. Insólitamente ella pensó que yo prefería estar allí el finde y no con ella en casa.

Repitieron la extracción, cada vez con una técnica diferente, pero siempre con el mismo tipo de isopo. Yo me leí todo el libro durante esa tarde y aproveche a poner al día algunos archivos en el computador.

Escuchar el desfile de médicos primero, nurses después y enfermeras finalmente, pasándole los antecedentes al turno de la noche, fue toda una poesía.
Sin levantar mis ojos del libro, degustaba como aplaudían mi responsabilidad y mis calzoncillos.

Tenia varios censores adhesivos en el pecho y estaba conectado a varios aparatos, de esos que hacen “pi….pi….pi”, la película continuaba.
Para cuando llego la noche y después de un libro y la cena, solicite que me apagaran los monitores para poder dormir.
Los chilenos no manejan el “ahorita” pero supongo que eso fue lo que me dijeron desde el otro lado del vidrio. Nadie apareció.
Era la medianoche y yo podía mirarme en tercera persona, desde fuera de la única habitación encendida en el piso cuarto del Hospital del Torax, desentrañando como podía hacer para apagar o cambiar la programación de los monitores.
El pi…pi, estaba bien para el día, pero no me permitiría pegar un ojo en el silencio de la noche.
Obviamente, logre desconectarlo y ninguna alarma sonó en ninguna parte.

Desperté temprano, restituí el servicio de los aparatos, me conecte como buen niño y espere el alta.
El primer llamado al celular fue de Eduardo, mi socio.
- hola buen día, como va? Dije.
- Que paso!!!
- Como que paso? Nada, por?
- Como nada…estas en la portada del Mercurio.
- El que?
- Si, Primer caso de fiebre porcina en Chile, Ismael Carlos Micón, ciudadano uruguayo de 38 años, blablabla….tenés fiebre porcina?
- Que hijos de p….no, obvio que no tengo, pero como llegue algo resfriado el Viernes y salto esta alarma, quise que me hicieran exámenes, estoy en el hospital pero todo esta bien, supongo me voy hoy.
Eduardo me mando por mail la imagen del Mercurio.


Primera plana, foto completa de lado a lado, el marcianito Carlos, entrando en camilla al Hospital del Torax.
- ni me avisaban, me habría arreglado mejor!!!
- Seguro estas bien?
- Si si, de verdad, no tengo ni los síntomas, solo quería estar seguro, te imaginas que contagie a todo chile!!
Las siguientes horas ya era famoso.
La gente se agolpaba detrás del vidrio, yo seguía escuchando los cometarios, mirándolos como quien esta dentro de una burbuja a fin de que se pusieran mas interesantes.

Tenia ganas de demandar a alguien, pero bueno, era casi inevitable que alguien se enteraría. Algún Medico tendría la lengua mas larga o amigos periodistas y la noticia ya estaba impresa.

Me apure a avisar a mis hijos y sus madres, para que no se preocuparan.

Empezaron a llegar las llamadas de los chilenos conocidos, que no dejaban de asombrarse con la noticia.

Para cuando el turno de la mañana llego a hacerme los nuevos exámenes, ya estaba listo para marcharme.
- no puede irse señor Carlos, es una situación de alerta sanitaria global.
- Caballero, yo vine aquí por mi voluntad, si usted me dice que los exámenes dieron positivos, aquí me quedo, sino, tengo cosas que hacer en mi casa.
- Pues en realidad los exámenes dieron negativos, pero tomamos mal las muestras y debemos tomarlas una vez más.
- Adelante.
La enfermera repitió la extracción, sus piernas temblaban más que mis mucosas, pero no dejaba de ser molesto que te metieran el palo…por la nariz.
- cuando estará listo el examen?
- Pues no lo sabemos, hoy es domingo y el laboratorio no trabaja.
- Perdón?
- Entendámonos Doctor, esto es una alerta mundial, usted mismo me lo dijo. Yo estoy aquí desde ayer y por lo que me entere esta mañana habrían detectado algunos otros posibles casos. No es posible que el único laboratorio que hace este examen no trabaje hoy.

Sin decir palabra, asintiendo con la cabeza y dándome la razón con los ojos, única parte que veía del ya intimo profesional, prometió volver.

Una limpiadora llego a la habitación una hora mas tarde.
Se sentía una estrella televisiva ataviada con las prendas que le ponían en la habitación contigua a mi sala.
Limpio el baño, cerro la bolsa de basura del tarro, puso una nueva y empezó a fregar el piso.

No pude contener la risa, cuando para que se ventilara mi habitación y se secara el piso, la pobre mujer abrió de par en par las dos puertas que daban al pasillo.
Seguí riéndome, sin ofender, cuando después de haberse sacado toda la ropa de protección, se dio cuenta que había dejado la bolsa de basura cerrada en la sala y entro, con su ropa normal, pero rapidito, a buscarla.
De haber estado infectado y de ser tan volátil el virus, Santiago ya estaba en estado de peste.

Para el mediodía, tuve que llamar al medico.
Sabia lo que le diría, por suerte, era un hombre lógico y no un burócrata al que le habían regalado un título.
Entro fresco, sin ropa de protección. Tenia el pelo negro, cara típica de este país y una sonrisa tranquilizadora.
- Puede irse señor Carlos, todos los exámenes han dado negativo, tal cual usted pensaba.

Hacia cuatro horas que había aprontado todo, por ende, solo debí tomar mis cosas.
- debo acompañarlo, sino no lo dejaran salir.
- Estupendo!
Al salir, una docena de cámaras montaban guardia en la reja del Hospital.
- por favor sin show doctor.
Me respondió con la misma sonrisa de la mañana.
- muchas gracias le dije, mientras le estrechaba la mano.
- Gracias a usted por colaborar.
Partí a la derecha, al lado opuesto a los periodistas, con las mismas ropas de la mañana anterior, pero sin lentes, ni tunica ni tapaboca.
Tome el primer bus que encontré y cuando me dejo en un lugar conocido de la ciudad, un taxi me llevo sin fama ni película hasta casa donde nadie me esperaba.

3 comentarios:

  1. Definitivamente es un placer leer tus entradas, esta es realmente encantadora.
    arf.

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  2. Me acuerdo de esta anécdota.. al principio nos preocupamos cuando lo contastes, pero luego como ahora, me rei por la exageración de la gente al contar estas cosas sin tener pruebas ni nada por el estilo y porque no habia sido nada.
    No lo sabia tan detallado lo que te paso aquella vez, y ahora me encanto leerlo y me diverti mucho leyendolo.
    Eso de ser famoso por un dia en ti se cumplió, quizas no de la manera que esperabas.
    Excelente descripción de lo sucedido, me lo imagine como si fuera yo el que estaba ahi.

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  3. Jajaja, Nuestras tipicas compras. Esa parte de la historia no la sabia. Seguro qe la mas sorprendente.La verdad es que tu tranquilidad o relax aveces es dificil de comprender, incluso creo que algunas personas mas que a otras.
    Jajaj, quien no se asustaría si un hombre que realmente se hace chequeos cada aprox 6 meses y se cuida bastante, es dificil no procuparse, ya que también no te enteras rapidamente.
    Veo que tu día a día sigue siendo una pelicula.
    Besos.

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