julio 23, 2014

Desde el Aire - Las tres razas


Un ruido metálico indica que la traba se ha deslizado y solo me queda esperar el tiempo suficiente para que se mire al espejo, piense que debería lavarse las manos y no lo haga, acomode su ropa ajada, peine inútilmente su cabello y ojalá, salga pronto.
 
Nos cruzamos en la puerta de este baño, esa puerta que como pocas,  es siempre de ida y vuelta.
Una puerta que se abre con uno de un lado y otro del otro y se cierra con ambos del lado opuesto.
Es como un espejo,  simula un espejo que nos deglute y nos vuelve a materializar del otro lado.
Un pasaje entre la fantasía y la realidad, entre la creatividad obligada y omnipotente y la precariedad humana.
 
Porque eso son estos aviones de hoy,  un repositorio de fantasías, un cementerio de realidades y de a ratos, el testigo inmutable de que fantasías y realidad son una experiencia única para cada uno.  Una experiencia única y personal.  Indefinidamente fantástica o atroz.
 
Miro la cabina del 767 de "la nueva American" que me lleva del caliente Miami al nebuloso Heathrow y me parece recordar algunas páginas de esas revistas de ciencia ficción que nunca mire o de las películas que se encargan de mostrarnos el futuro que no sabemos ver en nuestro necio descreimiento.
 
Un show de luces conservador en el techo, propio del espíritu americano  y un cuadradito de fantasía en cada respaldo de asiento, mirando absorto a su víctima, mirando fijamente hasta la última neurona de la mente que maquila detrás de cada par de ojos.
 
Una nueva versión de "la caja boba", que en su tontería ha envuelto generaciones, empleado a miles, masticado y escupido millones y crecido como nada ha crecido en este cacho de universo conocido como la Tierra.
 
Allí están, las tres clases de humanos;  envueltos en un cilindro de metal, esclavizados por unas horas, cercenados en sus libertades, obligados a permanecer en un sillón que nunca elegirían y amarados por un cinturón de seguridad para evitar la posible tragedia de la que de todas formas – si ocurriera -  jamás se salvarán.
 
Triste apología y al mismo tiempo sátira, del terrorismo que maneja nuestro mundo actual.
 
Sensación artificial de seguridad que nos lleva a tomar los riesgos más extremos al costo más conveniente para una empresa más del capitalismo liberal, mientras allá afuera, la mayoría evita la soledad, piensa un millón de veces que hacer o decir, no abraza a sus hijos y no dice te amo, por temor a algún miedo fabricado por su propia mente, que no necesita 30000 pies de altura para estar justificado.
 
Y en el medio de la farsa, el hombre.
 
El ser humano.
Eternamente inmune a todo lo que hacemos día a día para autodestruirnos.
El ser, que nos sorprende encarcelados en esa libertad segura que pudimos comprar y se aprovecha de nosotros.
 
Y allá van,  las tres razas multicolores que definen, personalizan y al final, implacablemente unifican al ser humano.
 
Están los que se duermen.
Los que no dan opción, los conservadores, los que tienen en sus sueños el escape supremo a la realidad.
Mejor así, un sueño, íntimo, silencioso, secreto.
Que nadie se entere que soñaron, que ojalá ni siquiera lo recuerden en la mañana para que el sueño sea sueño y no tortura. Tortura porque jamás tendrán la valentía para volverlos plan. Porque jamás tendrán la fortaleza de hacerlos realidad y por tanto, se volverán repetitivos, hasta que sean tan absurdos y aburridos como su vida misma.
 
Están los que miran.
Los que se dejan atrapar por la caja boba.
Los que se escapan de la realidad para vivir la vida de otros, llorar los llantos de otros y reír sus sonrisas.
Los que se vuelven millonarios o invencibles jugando juegos .
Los que matan y roban como jamás su moral los dejaría en su engañosa realidad.
Los que coleccionan imágenes vividas por los ojos de otros, por no poder abrir los ojos para ver las suyas propias.
Ellos, los que miran, están mejor.
Aquello que ven, aquello que juegan, aquello que sienten y les crispa la piel, se desarrolla generalmente en un entorno parecido a su vida y tiene un hilo humano, un devenir imitable y a veces hasta predecible. Regala por ello, una oportunidad más cierta de llevarlo a la realidad, aunque se queden mirando y no lo hagan.
 
Y por último están los que hacen.
Los pocos entre estos 300 asientos,  que siguen viviendo.
Los que no suspenden su vida las ocho horas de este vuelo.
Los que no se deja apresar por un fuselaje congelado por fuera y tibio por dentro.
Los que rompen las reglas que no se han podido controlar, esas que no tienen cartelito de castigo o anuncio de seguridad. Esas que ni se prohíben, porque sería aceptar que existen y eso, eso es mucho más peligroso.
 
Y allí están los que viven.
Develando misterios en charlas entretenidas, reconociendo al extraño de al lado con la bendición de la intimidad que solo un vuelo puede dar.
Utilizando el pretexto de la vulnerabilidad para besar como nunca, para acariciar sin vergüenza, para rozar desafiante, para suspirar sonrisas cobijadas en falsa moral...para no alertar a los otros. A los otros dos grupos que niegan su realidad.
 
Allí van, las tres partes de esta humanidad, que bajarán del avión ambivalentes, irónicos, disfrazados para seguir siendo diferente pilar de este mundo.
De este mundo que tiene a tanta gente apesadumbrada en sus pesadillas. Tantos otros viviendo vidas ajenas y tan pocos “chupándole el tuétano a la vida”.
Pocos hábiles manipuladores de la cultura; ávidos respiradores,  consumidores de aire mutado en energía vital;  exagerados artesanos de la sensiblería que rebosa matices desde lo más sutil a lo más grotesco...en este mundo donde de todas formas, pasaran desapercibidos para el premio inútil y la gloria efímera.
 
El segundo después de tirar de la cisterna me encuentro frente a frente en el espejo y todo lo que escribí en ese instante mundano me observa interrogante.
Me pregunta: y tú? De que grupo sos?
Me miro viejo, me arreglo el pelo que no se arregla, me acomodo la ropa que vuelve a la inercia de su arruga, sonrió para convencerme que por solo preguntar ya soy mejor que muchos… y encaro la puerta, la puerta espejo para que me degluta y me materialice del otro lado.
 
Un ruido metálico indica que la traba de ha deslizado
El portal mágico de este baño de  Boing 777 se vuelve a activar.
Uno que entra para enfrentarse con su vida o excepcionalmente para seguirla.
Otro que sale, con más preguntas de las que se llevan a un diminuto baño de avión, con algunas viejas certezas y con la urgencia de tomar ese teléfono que no debe encender, para escribir todo aquello que no debió pensar, en las horas cómplices en las que un avión, un vuelo de 8 horas entre dos continentes, nos regala un pretexto perfecto para hacer solo aquello que más nos hace feliz, vivir.
 

6 comentarios:

  1. Los aviones son excitantes. Compartir con lo que el destino te pone al lado es fascinante, sea una buena conversación, intercambio de culturas, cenar en compañia o roces que la probabilidad que dure solo las horas de vuelo son altísimas.
    Gracias a Dios, estoy en los que viven.

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  2. Al leer recordé aquellos días en que me " quebraba la cabeza" tratando de entender tu vida que me parecía tan distinta. / Gaby

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  3. "El portal mágico de este baño de Boing 777 se vuelve a activar"...podria dar pie tambien para algo seductor y hasta morboso..."nos regala un pretexto perfecto para hacer solo aquello que mas nos hace feliz...sentir"

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  4. No fue la ocasión, pero alguna historia de vuelo ha rondado las paginas de Jack varios años atrás. Gracias siempre, a todos, por llegar con sus comentarios, sin importar el contenido.

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  5. Gracias a ti por regresar a lo que te apasiona y yo tanto que disfruto leerte. Siempre se saca cosas valiosas del contenido. Esa historia de Jack es una de las cosas mas sensuales que he leído.

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  6. Muy bueno, y si me identifico con una de las 3 razas
    Erica

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