junio 21, 2017

Parábolas - 2 de X - Música & Ruido

Afinas tus sentidos,  acallas tu mente, desconectas el ruidoso exterior y sigues tu instinto hasta encontrar.

¿Lo hiciste? ¿Encontraste al menos una pequeña nota de TU música?
Si tu respuesta es SI, me estas mintiendo o te puedes saltar esta entrada y la que sigue.
Si tu respuesta es NO, eres sincero pero irresponsable, porque como te dije: “Te va la vida en ello, en ello y en nada más”.

En cualquier caso, este es el paso más complejo del camino, como siempre, el primero.

Decidir empezar un camino y en especial uno nuevo, desconocido y opuesto a todo lo que nos han enseñado, es difícil, al punto que la gran mayoría de la humanidad se queda en la primer lectura, se mece en el idealismo onírico de la posibilidad y es arrastrada inmediatamente o unos segundos después en pos de lo que creen estar construyendo como vida.

Por eso, como en cualquier primer paso, de cualquier proyecto, no se puede ser débil, no se puede tener piedad, no se puede ser condescendiente y – muy a pesar de aquellos que se repetirán como puede decir eso si antes de empezar un proyecto debo planearlo, pensarlo muy bien, diagramarlo y asegurarme de todos los recursos que necesitare en cada etapa – para empezar un nuevo proyecto, se necesita no pensar.
Es el arrojo, la valentía, la inconsciencia a veces, esa cuota sana de locura, ese momento de rebelión, hasta el instante de envidia o de genuina gratitud o generosidad el que provoca esa chispa que mueve el primer pie, nunca una decisión tomada de forma racional.

Así que sé cruel contigo, porque yo no seré condescendiente.
Tira por tierra todos los pretextos que tu cabecita ya empezó a trasmitirte para justificarte desde que pregunte “ ¿lo hiciste?”, no te molestes en comentarlos en voz alta, porque no solo no te escucho, sino que no me importan.

Si el oxígeno te llega a los pulmones y tu corazón late 76 veces por minuto, no necesitas nada más, todo lo demás son patrañas.
Así es, lo único que necesitas es estar vivo, porque lo único que te quita la oportunidad prodigiosa que nació contigo es la muerte y eso te puede pasar en este mismo instante, en el próximo renglón o mañana cuando estés viviendo tu pretexto, o lo que podría ser peor, en 50 u 80 años más, cuando estés más frustrado, más triste y más infeliz contigo mismo por no haber pasado por este tiempo de vida con dignidad.

Si logre despertar tu rebeldía, o al menos tu enojo conmigo (porque como cuesta enojarse honestamente con uno mismo – aquello del problema siempre está afuera) tal vez tengas la chispa necesaria para el primero paso, ¿pero primer paso a dónde? ¿A buscar mi música? ¿Y qué es eso? ¿Cómo busco algo que desconozco?

Por eso hoy el título de esta entrada es “Música & Ruido”, porque tu vida, la vida de todos, está repleta y cada vez más saturada de “ruido”. Distractores que sobre-excitan tus sentidos, y que suman billones de “notas” innecesarias, confusas y muchas veces contradictorias, a todo el propio ruido que tu cabecita genera por sí sola, en la búsqueda de cumplir con tu misión en esta tierra, de cabalgar la matriz como crees que nadie lo ha hecho para llegar al éxito.

Es VITAL que logres reconocer el ruido, para poder extraer Tu música y como esto se ha vuelto un manual que bien podría llamarse “espiritualidad para tontos” o “Spirituality for Dummies” (mas marketinero y D-Mode), te voy a tratar de bajar esto a “peras y manzanas”, para que no tengas pretexto alguno de aceptarlo.

He allí el detalle, decidido a iniciar la búsqueda, con tus ser completo alerta para dar el primer paso, no solo debes reconocer detrás de que iras, sino ACEPTARLO.

De nada sirve reconocer la existencia de la codicia, los celos, los vicios, la angustia,  si no aceptamos que somos Codiciosos, celosos, viciosos o estamos angustiados y luego, actuamos en consecuencia. Pregúntense íntimamente si no les pasa a diario, pregúntenle a otros, y verán como la línea virtuosa de reconocer, aceptar, trabajar y disfrutar es tan inquebrantable como difícil de completar.

Si estaremos lejos todavía, que no has reconocido siquiera tu música, perdido en el ruido generado por esa herramienta mal utilizada que llamamos “mente” y el bullicio enloquecedor de todo el exterior que casi siempre, opaca la paz que nos transmite la naturaleza.

Vayamos a su búsqueda.En la entrada previa, usaba el ejemplo de la búsqueda, de ese momento en que nada de lo de siempre funciona y no tienes otra que “Afinar tus sentidos,  acallar tu mente, desconectar el ruidoso exterior y seguir tu instinto hasta encontrar”
Estoy seguro te ha pasado: ¡yo lo deje acá! ¡Yo siempre lo dejo allá! ¡Cualquiera lo pondría en ese lugar! …pero la “cosa” no está, y una vez que agotaste la sinapsis prodigiosa de tu cerebro, te rindes, cierras los ojos, abres los dedos sin siquiera notarlo y dejas que algo te guie hacia un lugar diferente, un lugar exacto.

Un momento, un instante, oscuro, silencioso, vacío de todo lo de todos los días, lleno de ti, lleno de tu música, ese INSTINTO con el que todo humano nació y que lo une a todo el universo.

Después, cuando finalmente encuentras “la cosa” todo es explicable: “aaaaaaaaa claro, es que estaba apurado por ir al baño y entonces la deje allí”, o “mi hermanito chiquito lo agarro y lo cambio de lugar” y te olvidas, se te olvida, te sumerges nuevamente en la vorágine de tu mente y dejas de lado ese poder increíble que acabas de utilizar, o peor aún, se lo asignas a la suerte, a alguna divinidad, algún Ángel, algún santo, una brujeria o cualquier otro ser inexistente que “te guió” hacia lo que buscabas. Nunca a ti mismo, nunca a tu mayor poder interior, ese que usas sin consultar y que olvidas sin investigar, carente de toda curiosidad.

¡Es tan triste!

Es como poder abrazar siempre y solo abrazar cuando el otro desfallece de frió, de temor o de soledad. Es como poder tener sexo a diario y solo hacerlo una vez al mes. Es como ser capaz de correr, pintar, cantar y dejarlo para cuando seas grande o haberlo hecho por última vez cuando eras chico. Es como ser más rápido que una cobra, más fuerte que el hormigón, más potente que cualquier camión y más excitante que cualquier droga y morir sin jamás haberlo vivido.

Allí está el instinto, ese poder que nos hace uno como parte del todo, el que compartimos con toda la vida que nos rodea, que le da un poder muchas veces increíble a los “animales inferiores” (cuando presienten un terremoto o saben quién llega antes de que llegue, solo por citar ejemplos que no puedes obviar) y que hemos tirado al desuso como “animales superiores” en pos de un diferenciador sobre valorado (la mente) que creemos nos hace mejores y nos ha transformado en el mayor depredador del planeta y la pieza más deshonesta y falta de ética natural.

Cuando buscas las llaves, cuando eres capaz de atrapar la copa luego de haberla golpeado sin querer y mucho antes de que caiga al piso, cuando levantas la vista en el momento justo en que algo te golpeará, cuando sales corriendo al sentir un temblor o te agachas cubriendo tu cabeza al sentir una explosión, cuando  levantas algo increíblemente pesado para que no aplaste la mano de tu hijo, cuando frenas el carro en el momento justo y evitas un atropello, cuando cierras los ojos si algo viene hacia tu cabeza, cuando te tapas los oídos al influjo de un ruido estridente, cuando acompañas los labios y la lengua del otro al besar, cuando, cuando, cuando…..todo el tiempo, siempre.

El “cuando” que te hace más fuerte que nunca, más hábil que nunca, más rápido que nunca, mas talentoso que nunca, el “cuando” que te hace superior. El “cuando tu música se encarga de ti y tu no tienes opción de distraerte en pensar o escuchar lo de afuera”.

Eso que se queda en la anécdota, en la librería de lo excepcional y lo increíble, esa respuesta que siempre es la correcta y la más eficiente, eso es lo que tenemos que encontrar, aceptar, aprender a usar y disfrutar.
Cuantas veces te has dicho “si hubiera hecho esto” o “yo sabía que era así”, después de haber cambiado tu reacción inicial por otra pensada, maquinada, planeada y por tanto, plagada de vicio, de errores, de miedos, del calipso de limitaciones que tu cabecita te impone. Vacía de ti, de lo que fluye de tu interior, de lo que eres.

Eh allí “tu música”, todo lo demás, es puro ruido.
¿Y si cada humano bailara su propia música, mucho más a menudo?
¿Y si cada humano perfeccionara su danza?
La vida que compartimos en este planeta seria perfecta y la herramienta que usamos para romper esa perfección, esa cabecita tuya y de cada uno, sería utilizada solo al servicio de nuestro ser, mucho menos veces y con mucha mayor eficiencia.


¡No sería fabuloso si la mayoría de tus respuestas y acciones fueran no solo las más acertadas, sino las exactas, no solo para ti sino para todo el universo!.
Imagina que esto se repitiera por siete billones de seres en el planeta.
La armonía seria total, estaríamos en la exacta sintonía con TODO lo que nos rodea y la mayoría de las preguntas desaparecerían y con ellas todas las diferentes respuestas.
Con ese solo cambio en cada uno, el mundo entero cambiaría.

Tal vez tu no llegues ahí, pero si logras usar tu instinto, liberarlo a la acción, sacarlo del caja de emergencias de la que no tienes llave, un poco más que las veces excepcionales, tu vida, la tuya, será tan diferente, que el camino que leíste imposible en el párrafo anterior, se abrirá vasto pero luminoso frente a tus ojos y el prodigio te llevara en armonía, cada momento, cada día, un poco más allá.


Deja de nadar contra la corriente, haz el esfuerzo supremo de girar tu cuerpo y disfruta como te arrastra, siempre te llevara a tu momento y tu lugar.



junio 10, 2017

Parábolas - 1 de X - Busca tu música interior


PROLOGO: las líneas que siguen no esperan aprobación ni desaprobación, no trato de ser el científico, ni el psicólogo, ni el sociólogo, ni el sexólogo que no soy, solo soy yo. Lo haré más gráfico por si las palabras anteriores no resultan claras y determinantes, esta es mi versión de algo, basado en mi experiencia, digamos por hacerlo entendible para niños y grandes: para mí, los humanos podemos volar y nunca me convencerá de lo contrario,  porque yo,  puedo volar. Podre aprender en la vida que me resta, que además somos capaces de unirnos a cualquier otra materia y transformarnos, podre aprender mucho más, pero hoy sé que podemos volar.
Si usted cree que no podemos,  no está dispuesto a siquiera pensar en esa hipótesis y aún está leyendo, pierde su tiempo, deje de leer ya.


Nos hemos acostumbrado a definir todo a nuestro antojo, y ese antojo es tan voluble como nuestra propia incapacidad de aceptar las cosas por su propio nombre.

Cada momento de vida, cada situación, cada pequeño cambio hace que veamos una misma cosa en una nueva perspectiva, y eso es una de nuestras grandes virtudes como humanos. Pero al igual que otras virtudes, la mal utilizamos, la limitamos, la encajonamos en lo que nos conviene y entonces, la perspectiva que se nos insinúa como real,  es la que mejor suple nuestras falencias, la que mejor oculta nuestra limitaciones y defectos, la que nos queda más cómoda y no, la realmente real.

Por defecto, la propia expresión “realmente real” da para discutir siglos, en todos los lenguajes que hemos chapuceado. Otra discusión que no me interesa tener, porque ya la asumí inútil muchos años atrás. Discusión sobre puntos de vista, en la cual la dimensión elegida por cada uno de los ponentes es la que se basa en sus defectos y vicios resultantes, no en el instinto, la naturaleza o la simpleza universal.

Nos han convencido de que las cosas no son fáciles, de que vivir es complicado y ser feliz una utopía que de todas formas debemos alcanzar. Esto resulta muy conveniente, y ha perseguido satisfacer algún interés superior  en cada una de las etapas de nuestra triste humanidad:  la mayoría de las veces religiosos o económicos (lo político es solo un medio)
La administración del conocimiento se traduce en poder y el establecimiento de la cultura,  en mecanismos de manipulación social. Lograr que alguien crea algo, lo hace dependiente de ese algo. Lograr que muchos crean algo, hace que ese algo pueda manipularlos. Cuando el algo viene del interior, el poder del uno y del todo es inmenso. Cuando el algo viene del exterior, el poder del que definió ese algo, es inmenso. 

Hay dos formas de aprender:  Lo que viene de tu interior se siente, lo que viene de tu exterior, se sabe.

Cuando aprendes a escuchar tu ser, cuando encuentras tu armonía con el todo, cuando actúas en consecuencia;  los resultados son inmediatos, grandiosos, inmedibles y solo dependen de ti. Ni de tu origen racial, ni del color de tu piel, ni de la cultura en que naciste, ni de tu familia, ni de tu condición física, ni de tu coeficiente intelectual y mucho menos de tu situación económica o social. Es un camino virtuoso, de ti hacia el exterior, que desconoce de todas esas fronteras marcadas por todo esto que alguna vez, otro hombre, definió y otros manipularan y re-definirán en su beneficio.

Cuando tomas por norma, axioma indiscutible y por ende transformas en tu realidad, lo que otro haya definido por ti, entras en un camino defectuoso, del exterior hacia ti, que sigue las reglas impuestas por otros y te llegan, según haya sido predefinido.

Antes de recibir nada, el exterior te medirá sin que lo notes y lo que recibas será diferente,  dependiendo de tu condición económica o social, tu coeficiente intelectual, tu condición física, la familia de dónde vienes, la cultura donde naciste, el color de tu piel y obviamente tu origen racial.

¿Lo notas? ¿Eres capaz de notarlo? 
El orden es exactamente al revés.

El gran problema del estado actual de la humanidad, es que ese, el de formarnos,  en una realidad predefinida,  es el camino inicial.

Sin importar el lugar del mundo que habites, en un altísimo porcentaje, somos calificados y “educados”, con el fin de formar en nosotros una realidad, una cuadricula donde nos podamos desarrollar, un espacio medido y limitado en el cual aceptemos participar.

Por resumirlo, no solo nos ponen en nuestro lugar – un lugar no definido por nosotros mismos -  sino que “si somos capaces”, nos dejan muy claro un “plan de carrera”, para dirigir nuestro tiempo de existencia en beneficio del plan original.

Y allí vamos, esforzándonos por cambiar todos estos ingredientes externos: ganar más dinero, escalar en la sociedad (estudiando o creando talentos alternos al intelectual ), preocupados por nuestra apariencia, gritando nuestro apellido o renegando de nuestras familias, mudándonos de países, tiñendo el color de nuestra piel e incluso, negando nuestro riquísimo legado genético.

Una tarea no solo titánica, que en la mayoría de los casos requiere más de una vida, sino inviable y finalmente inútil. 

Se aplaude al que tiene un foco, un plan y la ambición para desviarse lo menos posible de su objetivo (aunque siempre se desviaran), mientras la gran masa se enreda en sus esfuerzos tan temporales como efímeros e intrascendentes, por ordenarse, logrando tal vez alguna mejor posición, en el cuadriculado triste de un microcosmos que es incapaz de ver y mucho menos de aceptar.

En esos microcosmos, el “pan y el circo” que el Cesar ya había definido claramente -  en sus infinitas variaciones modernas -  permite gobernar. A ti sobre tu grupo, a la comunidad sobre ti, al escalado de gobiernos sobre la comunidad, otros gobiernos sobre tus gobiernos y los grandes intereses sobre estos,  agazapados bajo la herramienta de turno, que usen para manipular.

Seguramente te estas preguntando  - en el mejor de los casos -  ¿qué haces tú Ismael contra eso? 

Soy feliz así y como convencido de que la felicidad no es completa si no se comparte, escribo estas Parábolas que trasmiten mi experiencia para que tú y solo tú, ojalá, pruebes cambiar. Seguramente te estarás preguntando – en el mejor de los casos - ¿Quieres que ponga una bomba en algún lado? ¿Que deje de estudiar o trabajar? ¿Que viva de la contemplación? ¿Que sea orgulloso de mi apellido corriente y el color de mi piel que me condena desde la cuna? Imagino que tienes muchas otras preguntas inútiles, muchas más, que se desprenden de la frustración diaria en la que has vivido desde que te empezaron a educar.

Mi primera reflexión es que no espero nada de ti, nada, ni bueno ni malo. 
Como dice mi prólogo, no me siento con derecho ni con obligación de esperar. 

Tu elijes leer, tu elijes preguntar y solo tú te puedes contestar.

Mi segunda reflexión es que nunca lograras encontrar la respuesta correcta,  si haces las preguntas erradas.
Mantenerse en el status quo, navegar en la matriz, correr en la cinta circular,  escalar en la torre de babel que han diseñado para ti o ir en contra de ella y buscar los medios para abolirla, dañarla o al menos quitarle credibilidad, son dos sentidos de una misma dirección, incorrecta en su esencia.

El camino es reconocerla y aceptarla, para poder dejarla de lado cuando es inútil y utilizarla en tu beneficio cuando sea necesaria, en tu viaje interior, tu viaje único, intransferible y personal: Tu VIDA.

La vida que late en ti desde que te concibieron, la que atrapaste en libertad con tu primer dolorosa inspiración y que desde el vientre, se han encargado de manipular. La llama interna que reina en ti, la sabiduría universal que corre por tus venas, el alma del todo que nos vuelve uno, uno que es parte del todo,  en un cosmos mucho más grande que este planeta que habitamos; mucho más grande que el barrio que conoces, la ciudad que aceptas, el país con el que te identificas, el continente donde compites, la raza que te limita y este punto pequeño de un pequeño sistema solar donde faltos de toda humildad nos sentimos superiores a todo lo demás.

Valora lo único importante, EL TIEMPO y dedícale, con el cuidado del humano lleno de miedos que hay en ti, un pequeño espacio a encontrarte, a reconocer lo que viene de tu interior, como lo harías con una pequeña música que buscas en tu hogar: acallando los ruidos, focalizándote en lo que buscas y explorando hacia allá.

Usare este paralelismo, para que esto deje de sonarte a “idealidad”, para que mis palabras no me lleven al lugar del loco desquiciado, el oportunista que te quiere cagar, el pastor que miente para recolectar, el vago andrajoso y maloliente con dientes negros que se sube al cajón en la vereda en una gran ciudad, convencido de poseer la verdad universal. Para que recuerdes que sigo siendo yo, el Ismael que conoces, el que escribe.


Imagina que esta mañana, tus ojos se abren como siempre, agradeciendo la nueva luz o maldiciendo el despertador que te saca de tus sueños a tu realidad. No importa ahora que tan feliz o infeliz seas, que tan satisfecho o insatisfecho estas, no importa tu sexo, tu color o tu nacionalidad. Este ejercicio solo requiere un oído sano y un rastro mínimo de humanidad.

Recorres la rutina de tus mañanas y detectas una música diferente, pequeña, casi imperceptible, que suena en algún lugar. Supongamos que la ignoras y corres, porque es tiempo de correr en la rueda circular, porque la matriz te aprieta y parece que te dará una oportunidad. Pero al otro día, la musiquita parece volver a sonar, la ignoras y la ignoras, pero la musiquita allí esta.

Un día, un domingo sin compromisos, o el día que alguien te abandono, o cuando no tienes ganas de nada, o cuando un libro te sacude o una peli te hace pensar, vuelves a escuchar la musiquita que llega a ti desde algún lugar. Ese día decides que quieres saber que es aquello que sientes, quieres transformar la musiquita que oyen tus oídos en algo real. Entonces decides actuar.

Apagas la radio y la tele, cierras las ventanas y vuelves a escuchar.

Tienes la certeza de que definitivamente surge de tu casa, pero el chat en el teléfono y las fotos en tu computador, no te dejan concentrar.

Anulas la influencia externa, y vuelves a escuchar.

Te asalta el hambre porque ya es hora de desayuno, vuelve a tu mente la pareja que te abandono, el examen que tienes que rendir, la desidia del desgano y todo eso te distrae.
Pero la musiquita sigue allí y ahora, no solo estas seguro surge dentro de la casa, sino que es constante y sin ruidos externos,  un poco más vivaz.

Instintivamente cierras tus ojos, saboreas en tu boca vacía el sonido que llega a ti, olfateas como un sabueso el rumbo que debes seguir y estiras tus brazos, tus manos, tus dedos y sientes que casi la puedes tocar.

Afinas tus sentidos,  acallas tu mente, desconectas el ruidoso exterior y sigues tu instinto hasta encontrar.

Entonces a ciegas y sin ruidos, caminas el sendero exacto: te vas de tu cuarto y la cocina, de allí al sótano y al canasto de lavar, donde el teléfono de tu pareja, se desconectó de sus auriculares en el sudadero que usa para hacer yoga y la música calma que acompaña las contorciones de su cuerpo, suena opacada en el canasto repleto por lavar.

¿Te parece una historia creíble? 
¿La has vivido en alguna oportunidad?

Tal vez no siguiendo una música, sino buscando un manojo de llaves, un libro, un mail, una fotografía,  un olor desagradable que inunda el hogar.
Cuando ya no recuerdas, cuando ya “pensaste” en todo y no encuentras, "cuando las cosas no están donde deben estar", cuando ya revisaste todos los lugares donde tú dejarías algo, cuando no está ni siquiera en ninguno de los lugares donde cualquiera dejaría algo, ¿no lo has hecho?

¿No afinas tus sentidos,  acallas tu mente, desconectas el ruidoso exterior y sigues tu instinto hasta encontrar?



Esa es mi única respuesta, busca tu música interior, haz el ejercicio, dedícale un tiempo mínimo, falla, putéame, ríete de ti mismo y de mí, y ojala vuelvas a intentar.

Te va la vida en ello, en ello y en nada más.


junio 07, 2017

Miami - El ciclo de la vida

PROLOGO: Todo mensaje tiene infinitas formas de ser enviado, infinitas formas de ser recibido y otras tantas formas de ser interpretado. Si bien la humanidad solo cuenta con 7 billones de almas, cada una interpreta además, según su momento de vida. La mayor parte del tiempo, los mensajes  únicamente iluminan una verdad conocida hasta el hartazgo, pero a veces olvidada en algún rincón de sombras. Ayer leí tres páginas que iluminaban tenuemente desde el reclamo, una de esas grandes verdades y me tente en buscar una llama que los devele con más brillo, con otro brillo, el del reconocimiento, el amor entrañable y la certeza de paz.




Tengo dos en casa.

De a ratos me enloquecen y me dan ganas de despedazarlos con las mismas manos que no dan abasto en caricias, los otros ratos, los más.
Pasan de desorientarme en su búsqueda cuando desaparecen, a desear que desaparezcan  cuando empiezan a importunar. Parecen gozar escondiendo todo aquello que necesitare y seguramente luego no lograran encontrar.

Viven en otro mundo la mitad del tiempo, muchas veces parecen no escuchar. Otras me sorprenden con verdades universales  y otras tantas, me dejan perplejo en charlas por la mitad. Ignoran lo que trato de enseñarles y cuando me miran siento muy dentro que se burlan, que ríen de mí, que me tienen lastima,  como si todo lo supieran, como si fuera yo el inocente, el enrollado, el indefenso, el incapaz.

Difícilmente combinan su ropa y más difícilmente les gusta lo que les proponga que usar. Parece que su vestidor se limitara a las mismas prendas de siempre, las cómodas, las más gastadas, las mismas que se usan para dormir que para tambalear en sus dos piernas...cuando no para gatear;  o revolcarse con ese placer insólito, siempre juntos, ojala por el lugar más sucio de la ciudad.
Odian las medicinas y las inyecciones. Por su bien las disimulo trituradas en azúcar,  disueltas en aquella comida predilecta o  en ese único jugo que les gusta tomar.


A veces los engaño, a veces dejan que me logre engañar.

Se vuelcan la comida encima, se llevan cualquier cosa a la boca, tocan lo que no tienen que tocar. Bañarlos es un desafío, que se laven sus pocos dientes y peirnarlos, una batalla campal.  Siempre hay algo que les duele, en especial a la hora de ir a la cama y casi todo se cura con una historia más.

Se aferran a momentos inesperados, a detalles pequeños, a cosas inservibles que adoran coleccionar. A la música repetitiva, a las historias sin final y a la búsqueda involuntaria de un tesoro escondido en aquel programa o película que decenas de veces vuelven a rebobinar.

Se me hace cada vez más difícil entrar en sus grupos, entender sus bromas o jugar sus juegos en los que me creí experto y audaz;  pero no puedo evitar apretujarlos y llenarlos de mimos en sus pequeños fracasos o sus enormes victorias.

Se ríen de las monadas más tontas y lloran sin que su razón pueda adivinar. Se orinan en la cama, en el comedor, en el coche, ¡en cualquier lugar!  y me pierdo en la tristeza picara y avergonzada de sus ojos, que ruegan por esa ayuda que jamás lograre negar. Sus lágrimas y sus carcajadas, son el espejo más honesto, el aire que oxigena mis venas,  la excusa del abrazo y el premio más valioso que me pueden entregar.

Tengo dos en casa.

Mi hijo y mi papá.


Que mágico el ciclo de la vida que nos devuelve a un mismo lugar.

Que sabia la naturaleza que no hemos logrado vencer aun como humanidad.
Que fortuna saber que si logramos esquivar todas las trampas, llegaremos nuevamente, inexorablemente, a la etapa de la felicidad.


Que bendición aprender, que bendición enseñar, que bendición ser Hijo y que bendición ser Papá.