octubre 24, 2013

Capadocia - Café Turco.


PROLOGO - Una de las claves para entender mi vida - aunque a esta altura es mucho más fácil simplemente aceptarla -  es reconocer que muchas cosas, terminaron para mí cuando para el resto de mi generación aún no empezaban y por ende ,  la mayoría de esas situaciones de vida fueron realidad en mí,  mucho antes de que mi generación siquiera las soñara.
 
 
Contaba unos envejecidos 14 años cuando decidí abandonar el vicio del café.
 
Llevaba desde hacía algunos años,  un ritmo tan arduo de trabajo, estudio y vida (exactamente en ese orden por aquel entonces) que me había volcado al negro elixir de la insomnia,  en busca de mantenerme despierto.
 
Mi pueblo y mi gente no sabía de vicios mayores, así que solía beberme a toda hora, múltiples vasos del buen café negro bien caliente y bien fuerte. Con eso procuraba evitar parcialmente,  dormirme parado en los ómnibus de ONDA donde para esos tiempos trabajaba, perder un brazo en la Garlopa o la Sierra Circular de la "Carpintería del Gallego Rivas" donde también desarrollaba oficio, roncar en las aulas de mi mejor año de Secundaria donde lucía como estrella de las Matemáticas o desparramarme sobre los pupitres de las clases para adultos en Administración de Empresa que tomaba por la noche en la UTU.
 
Seguramente le debo a aquellos "tragos largos" de café que acompañaba con biscochos, la gastritis que luego acentuarán mis casamientos o los "michelines" que aferrados a mi cintura, me han sacado a flote más de una vez.
 
Así fue que con las primeras agruras y reflujos y sin lograr mantenerme del todo despierto, abandoné el café negro allá por el año 85.
 
Pero no puede negarse que és rico el Café, y si bien siempre he sido estrictamente respetuoso de mis propias elecciones (no TV desde los 17, no hermana menor desde los 21, nunca más hijos desde los 30 y jamás oponerme a la sincronicidad del universo desde los 40), he debido aceptar la presencia global, necesaria y deseable de la tan popular bebida.
 
No quiere decir ello que haya vuelto a tomar, por supuesto qué no!
 
Pero me permito cierta nostalgia que no causa agruras, con respecto al delicioso grano en su estado líquido.
 
Esa nostalgia del café, tiene para mí un aroma y un sabor característico, cargado de emociones, como lo tienen las cosas importantes de esta vida.
 
Y es que ese aroma y ese sabor, tengo tiempo ya de identificarlo intacto en cualquier pequeña taza servida con exquisito "Café Turco Dulce".
 
Para reforzar lo emotivo del vívido recuerdo, este clásico exponente del medio oriente, le agrega esa magia de las mil y una noches, al momento de terminar cuidadosamente el último trago y dejar intacta la borra que volcada en el platillo, adivinará mi futuro próximo con certeza abrumadora.
 
La pregunta es porqué, habiendo dejado de beberlo a los 14 años, el Café Turco despierta en mi tantas ricas sensaciones, aún antes de flotar en su aroma o besar la taza.
 
 
 
Corría el año 78, que siempre recordare irónicamente como "El año Internacional del Niño" ( así nos obligaban a escribirlo cada día antes de la fecha en el cuaderno de Segundo Año en la Escuela 53), cuando mis hombros que el verano anterior solo podían cargar bolsos "vagayeros" llenos de Bombones Garoto;  se atrevieron a pasear todo el verano por la Playa Brava,  6 termos de Café, al tiempo que mis labios voceaban : "Hay Café, Café...dulce, semidulce, amargooooel Café, Café!".
 
Yo hacía mis segundas armas vendiendo en la playa, a la par de mi padre, que como todo lo que hizo en su vida, pasaba de una mejor etapa a una peor, al menos aún digna por aquellos días.
 
Eran tiempos de Argentinos orgullosos.
El trío Videla, Massera & Agosti, les había regalado una Copa del Mundo (Argentina 78) y al mejor estilo del Cesar, se ganaba con el Circo futbolero,  7 años más de gobierno "defacto" y el derecho de embarcarlos en una guerra incomprensible 4 años más tarde contra el Imperio Británico.
 
...Y los Argentinos orgullosos eran el mejor cliente para "el cafecito en la playa". Les quitaba la sed decían, y les permitía hacer de Punta del Este "su provincia" al trasladar a las sombrillas el clásico "Cafetín de Buenos Aires".
El ambiente a la medida!!,  donde todos eran unos macanudos y taitas de primera! (...además de Campeones del Mundo, obvio!).
 
Pero volviendo al Café, fue en aquellos últimos meses de mis 7 años, donde tomo identidad. El tiempo en el que se forjó ese halo mágico que identifica hoy al Café Turco, como MI Café.
 
Un par de vagos amigotes de mi viejo (Carlos Carlos, así se llamaba mi Papá), se habían "ganado" de intrusos en un clásico chalet de la península, con tal nivel de habilidad que solo usufructuaban el garaje, mientras otros igual de vagos, pero más "vivos", disfrutaban el verano de Punta en los ambientes superiores entre sus mugres rejuntadas.
 
Porque no sé, si lo vago lleva a lo inculto y mugriento, o es al revés, o es un himno de un solo tiempo.
 
Allá en el garaje, sin luz y a escondidas;  ayudé a preparar durante aquel verano, el delicioso brebaje que vendíamos "a rolete" (mucho) y que debo aceptar en forma consciente, también bebía yo con encanto.
 
Es que comerse los Garoto el año anterior, tomarse un Helado de los que vendí el siguiente, beberse una Coca Cola para cuando contaba viejos 9 años y ya podía cargar con ellas por la arena,  o simplemente limpiarse el culo con los diarios que vendí entre los 8 y los 12 años por las calles de San Carlos;  representaba un tremendo impacto contra las Ganancias, afectando directamente el Forecast y el ROÍ (retorno de inversión) del negocio.
Pero tomarse 4 o 5 vasitos plásticos de nuestro café durante todo el día en la playa, era un costo aceptable, mucho menor que una Coca Cola o lo que valía ya para aquel entonces mi tiempo de "Desarrollo del Mercado" (o sea aquel rato que perdía saliendo de la playa para chupar agua de alguna canilla).
 
Y algunos se preguntan de dónde sale mi cultura empresarial!!
 
 
Pero volviendo al café y a esa emoción profunda a la que me transporta el aroma y el sabor del Café Turco, los invito a violar conmigo mi discreción y develar 35 años más tarde, el secreto de nuestro éxito aquella temporada.
 
Teníamos como medio de generación de calor un sucio y varias veces soldado "Primus" (antigüedad de bronce que utilizaba kerosene inyectado a bomba a través de un "oído" para generar ignición a través de una boquilla y un sombrero - más datos, hablad con sus abuelos).
Junto al "Primus" se desperdigaban sendas agujas retorcidas, que resultaban una herramienta imprescindible tras las consecutivas y constantes "tapadas de oído". (volver a preguntar a los abuelos).
 
Lo cierto era que allá por las 8 de la mañana, el muy preciado aparato avivaba su hedionda llama azul y amarilla, para calentar por debajo, múltiples latas de aceite de 5 litros, bien tiznadas, que habiendo sido abiertas y posiblemente limpiadas,  se habían perfeccionado funcionalmente con arandelas y haza de alambre dulce, para poder ser sujetas una vez calientes.
 
La técnica, que vine a reconocer muchos años mas tarde en Asia Menor, era hervir el agua en aquellas latas y agregar Café molido del más barato en su justa medida (unos puñados),  acompañando la receta con o sin azúcar (también en su justa medida) dependiendo de que la "línea de producción" estuviese generando Café para los termos de amargo, semidulce o dulce (estos últimos siempre reconocibles por lo pegajoso).
 
Y así tal cual, como el Café Turco, el nuestro estaba listo al volver a hervir, con la única y perdonable diferencia de que la prontitud con la que era bebido (el café turco se bebe inmediatamente) dependía de la hora en la que se nos antojara salir a venderlo y a los Argentinos campeones del mundo comprárnoslo.
 
Pero el aroma y el gusto, eran exactamente iguales que el que disfrutara en la Avenida Istiklal camino a la plaza Taksim en Estambul poco tiempo atrás.
 
Tal vez por vagos, tal vez porque yo solo tenía 7 años o tal vez porque los cabrones ni siquiera se culeaban una gitana;  desperdiciábamos por aquel entonces la mejor parte del negocio, la que explotaría aun más la "grandeza porteña" de aquellos dias!
Desperdiciamos la borra.
Perdíamos la oportunidad de mercado de cobrarles por "adivinarles el futuro".
Es que la economía del conocimiento estaba en pañales allá en Norteamérica. Tal vez fue por eso.
 
El burbujeante Café de la lata de aceite de 5 litros, una vez que hervía, debía ser filtrado para pasar a lo termos y salir a mercado.
Esto gatillaba un nuevo proceso en la "línea de producción" que involucraba un recipiente menor, un embudo y un filtro. Dicho así suena muy obvio y natural, y la verdad que si era natural.
 
En la misma Estación de Gasolina donde conseguimos al principio del verano las latas de 5 litros de aceite para camiones;  nos proveyeron sin costo alguno de un par de latas de 1 litro de aceite para auto y un viejo embudo plástico de combustible que habían descartado.
Por el diámetro de salida, aquel embudo mucho mas grande que los caseros convencionales,  se hacía ideal para cargar tanto los ternos de boca grande como los de boca chica (volver a los abuelos), sin tupirse al momento del filtrado.
Y de filtro, pues de filtro usábamos unos restos rotativos de viejas cortinas.
Si, cortinas.
 
Entre las tantas mugres que convivieron en aquel Garage usurpado, habían tiradas sobre una esquina (la que paso a ser el centro de filtrado), unos cuantos retazos de gruesos cortinados descoloridos, que alguna vez habían sido carísimo accesorio de aquel distinguido chalet.
 
El proceso documentaba que al momento del filtrado, había que escoger - en el mejor orden posible para facilitar la tarea diaria -  algún pedazo de la sucia lona, para ponerla dentro del embudo de combustible y volcar sobre él, la cantidad exacta de café que era tomada con la lata de 1 litro especialmente acondicionada con alambre, desde la hirviente lata de 5 litros (recomiendo que vuelvan a leer el proceso)
 
Por fortuna por aquellas épocas, no se registraban en Uruguay las recetas originales o los secretos industriales,  como se hacía en el Norte con la súper secreta receta de la Coca Cola;  porque de otra forma debimos registrar la de nuestro Café.
 
Yo aún no puedo imaginar si eran los restos de kerosene y tizne en las manos y demás utensilios;  la lata de 1 litro de aceite de auto al sumergirse en la de 5litros para cargar cada termo;  la mugre añejada de aquellos cortinados que filtraban el Café o la buena costra avejentada del embudo de combustible, lo que le daba ese exquisito y adictivo sabor a nuestro Café Turco, "Made in Punta".
 
Me gustaría contarles que omití algunos detalles de mal gusto que podrían resultar asquerosos. Me encantaría asegurarles que la borra filtrada no se amontonaba al costado de los cortinados y que algunos días, los expertos baristas no se ponían creativos y reutilizan la misma porción de cortinado,  explorando nuevos mix de sabores viejos.  Realmente me gustaría asegurarles también,  que alguna vez lavamos las latas y los termos en aquel Garage donde no había una canilla.
 
No puedo hacerlo.
 
Pero lo que sí les aseguro, es que aún hoy,  miro con una complicidad que ellos no entienden,  a los Vendedores de Café que en su derrotero por las playas de Punta,  entonan el mismo cantito de aquellos mis años mozos,  en qué el "café turco" se gano un lugarcito en mi corazón: " Hay café, cafeeeeeé...dulce, semidulce y amsargoooooel Café, Cafeeeeé".