Hace cinco días,
se detuvo el tiempo.
Ni una brisa ha
sustiuído el viento, crecen inmóviles los árboles a mi alrededor, siempre imperceptibles.
Un calor raro
flota entre el cielo abierto y el campo sin pulsaciones, que falto de lluvias,
se tiñe multicolor entre ocres y verdes.
Solo una mulita
antes de ayer, un zorro anoche y el brillo verde de la avena naciente de la
siembra tardía, me indican que no estoy solo.
Hace cinco días,
se detuvo el tiempo.
Lo he sentido
dentro de mí, el cuerpo esta vacío, el vino solo engaña de a ratos a esta mente
que impaciente se dedica a buscar. Lucha por encontrar una razón, un motivo, una
promesa de futuro: un porque estoy aquí ahora.
Es que cuando el
tiempo se para, el ahora es lo único que existe, como siempre, más que siempre
y es inevitable, mirarme desde fuera, tratar de reconocerme sin espejos y
hacerme la pregunta.
Acompaño al
tiempo en mis actos.
Me siento libre y
al mismo tiempo, varado.
Me siento feliz de que sea entre el cielo y el campo.
Me siento libre y al mismo tiempo, varado.
Me siento feliz de que sea entre el cielo y el campo.
Me siento libre y al mismo tiempo, varado.
Me llevo cinco
días darme cuenta, aún cuando voy y vengo entre el horizonte infinito y la
computadora, buscando en ambos lugares la respuesta.
Cinco días para
recordar las únicas tres cosas que exhalaron vida: una mulita y un zorro
nocturnos y la avena infinita que comienza a verdear. Y yo, que no termino de
estar seguro si exhalo vida, o es el solo acto reflejo de inspirar y expirar,
que mantiene viva la pregunta: porque estoy aquí ahora.
Una respuesta,
una llave que abra la puerta correcta, para alinear mis células en estos días
calmos y trascender cuando el tiempo
todopoderoso decida seguir su curso... si lo decide.
Tiempos difíciles corren para el mundo, tiempo de detenerse, suerte de tener un lugar donde estar, sabiendo que pronto podremos abrazar y besar.
ResponderEliminarAmo leerte
Un beso grande un beso inmenso