noviembre 29, 2010

Santiago de Chile – TRES – 0219 horas

“Todas la cosas ya fueron dichas, pero como nadie escucha es preciso comenzar de nuevo.”, comenzaba su discurso al recibir el premio Novel de Literatura el Francés André Gide.


Por años he proclamado a los cuatro vientos que la base de una buena vida son las 3C, en orden de importancia: defecar (acto cochino, placentero y desagradable habitualmente definido por otra palabra un poco mas fuerte que empieza con C), copular (acto cochino, placentero y habitualmente agradable definido por otra palabra un poco mas fuerte que tambien empieza con C) y Comer, el delicioso acto de saborear y deglutir alimentos.


Definir el orden es tan sencillo como pensar: ¿que podrias hacer, teniendo necesidad de hacer lo otro?.
O sea, ¿podrias copular con hambre? Yo opino que un buen polvo se disfruta y no se discute hasta en ayuno de 20 dias.
¿Podrias copular si tuvieras urgencia de defecar? Yo opino que es poco probable por caliente que estes.
¿Alguna pregunta?


También divido la gente en tres grupos; una categorización de tantas que se podrían hacer de los grupos humanos.

Los CONOCIDOS, los EXTRAÑOS y los INDIFERENTES.

Los conocidos son ellos, todos ellos;  aquellos que se extienden entre los que amamos y los que odiamos, si es que estos dos extremos, tan cercanos habitualmente, se pueden tomar como tales.
Allí están nuestros padres, nuestros hijos, nuestros amores y nuestros amigos.
También allí, los indeseables, los repudiados y los más acérrimos enemigos.

Los conocidos son protagonistas siempre presentes de nuestra vida, para bien o para mal y sus posiciones dentro de la categoría, cambian tan caprichosamente como cambia nuestra propia posición frente a la misma.

Los extraños son el resto;   todos aquellos que anónimos caminan por la tierra sin participar de nuestra vida. Aquellos de los cuales no sabemos el nombre, no tenemos historia, no provocan emociones o sentimientos y solo influyen, de la misma manera que lo haría cualquier otro animal, roca o automóvil; estando presentes.

Los extraños rara vez son protagonistas y cuando lo son, dejan de pertenecer a esa categoría. Tienen el potencial intacto, siempre pueden sorprendernos y podemos pasar a amarlos u odiarlos de un momento al otro sin mucho tramite.

Por último están los indiferentes.
Ellos ya no cuentan en nuestra vida.
Se han logrado con creces el lugar que ostentan, y simplemente no son.
No tienen la suerte de ser extraños, no llegan a ser ni animal, ni la mas mísera piedra.
Han perdido hasta la capacidad de ser una invensión del hombre.

Solo se les respeta o cataloga, como prueba viviente de que hay gente que merece ganarse ese lugar y tienen como única ventaja, su supervivencia infinita, la capacidad de existir en su lugar de indiferencia, mas allá de su propia muerte, porque su existencia real, depende directamente de lo que dure nuestra vida.

Hasta hace poco, muy poco, yo solo tenia una persona en esa categoría.



“No se hace buena literatura con buenas intenciones ni con buenos sentimientos.”
André Gide

noviembre 26, 2010

Punta del Este – Revalidando valores – 1015 horas

La madrugada del 6 de Junio de 1997 “llovía a cantaros”.
El festejo de los jóvenes 23 años de Tania se había extendido en horas, amigos, alcohol y comidas; como siempre, en aquellos tiempos.

Habitábamos “Casablanca”, un complejo de varias casas mediterráneas en Solanas, que acunaba nuestros primeros tiempos juntos y que luego lleno de “espíritus”, nos alejo tras los últimos gemidos de Bruno hacia Pinares.

Era el tercer viaje a “devolver gente” a Maldonado, unos 15 kilómetros de casa y la lluvia arreciaba con fuerza contra el viejo Voslkwagen Gol azul. Por ser el último, ella me acompaño a mi diestra.

Volvíamos ya sin carga, bajando directo a la rambla, para perdernos solos en el festejo privado, cuando al pasar por el mismo lugar transitado ya seis veces, la velocidad no coincidió con el espejo de agua que se había amontonado en una curva y el auto floto libremente varios metros, dirigiéndose peligrosamente hacia un kiosko sobre la acera.

Para cuando las ruegas tocaron el piso, el volante estaba bloqueado a la izquierda y el auto despego hacia ese lado, cruzando el boulevar central y la vía contraria, incrustándose contra el muro de una Carnicería, apretado entre un árbol y una columna.

Todo el interior estaba lleno de la cristalización de las ventanas que habían sido arrasadas a los costados y Tania estaba inconsciente. La mire, no parecía tener daños y brillaba mágicamente con los trozos de cristal a su alrededor.
- Tani, estas bien? Despierta!! - Le decía mientras con cuidado clínico le acariciaba la cara.
De a poco fue tomando consciencia; era solo la mezcla del susto, el alcohol y la cuota natural de sueño.

El celador de la Carnicería salio al influjo del tremendo golpe que dio por tierra con el muro, baje del auto, note como toda la trompa se había recogido hasta el parabrisas y los costados habían sido “rebajados” por ambos lados.
El hombre, con cara y voz de susto pregunto:

- ¿quiere que llame a una ambulancia?
- No por favor, podría llamar un taxi – le pedí yo muy atentamente.

Con la cara descolocada el hombre cumplió mi pedido, nos entregue al taxista que atónito miraba el estado del coche entre los vidrios mojados y me dirigí a casa para descansar, no sin antes, desde Casablanca, llamar a la Policía y denunciar el accidente.

Muy temprano mi suegra nos despertó alarmada al cruzar los pedazos de nuestro auto estacionado frente a la Plaza, la Comisaría y la Iglesia, como en todo pueblo.

Seguro el carnicero aún se pregunta como reaccioné así y debe tener charlas imaginarias con el taxista y los policías que fueron a desencajar el auto de la vereda, analizando como este sujeto se fue a dormir, para al otro día, mucho mas tranquilo y despejado, tomar el otro auto y hacer los trámites pertinentes.

Ayer fue día mensual de terapia. Como estoy tan sano, las tengo así, concentradas. Así que habiendo despertado temprano, me apreste a marchar sin mucho tema hacia el consultorio.

Al salir a la puerta, mi auto no estaba.

A la medianoche lo habíamos dejado allí, casi donde siempre y la llave estaba en mi mano; …pero el auto no estaba.
Me acerque a la ventana de mi cuarto donde el flaco retozaba su modorra y le grite:

- Nando, ¿dejamos el auto aquí verdad?
- ¿Si, por? Respondió refregando las lagañas.
- No está, parece que los muchachos se lo llevaron (muchachos=ladrones).

Rápidamente bajo la escalera, solo para cerciorarse de la rareza, mientras yo entraba a llamar un taxi que me llevara en tiempo y forma a mi encuentro mensual programado.

Habiendo llegado a terapia con 8 minutos de antelación, al menos tenia un tema para comentar, tema que al ser tomado con toda naturalidad y ante mi presencia inexpugnable allí, no permitió a Ricardo esconder su asombro.

- Al salir, iré a la seccional 5ta y hago la denuncia, listo.

No centramos afortunadamente la charla en ello, o la cita mensual habría sido un rotundo fracaso, pero de todas formas, me sentí orgulloso y feliz, de revalidar que frente a estas cosas, reacciono tal cual imaginaría reaccionar.

Toda mi semana cambiaría y ya estaba ordenada prácticamente para que funcionara.
Hasta un atisbo de agradecimiento hacia los ladrones sonreía en mí, por dar solución inmediata a la problemática aduanal de mi vehículo.
El destino estaba moviendo sus hilos y seguramente ahorrándome algún mal momento, a cambio de aquello, simple de manejar.

Finalmente solo fue estupidez humana, que esforzada suele impactar fugazmente el futuro cercano de la gente.

A la oficial de la 5ta, se le ocurrió llamar a Autoparque (la empresa de fiscalización de estacionamiento de Montevideo) y resulta que un vecino que hace 15 años vive pegado a casa y ha visto mi coche estacionado por mas de dos años allí, tuvo la ocurrente idea mañanera de denunciar mi auto por estar frente a su entrada de garage; entrada a la que nunca hemos visto entrar ni salir ningún coche y que carece por desuso e inexistencia real de toda señalización.

Así que al costo de 100 dólares, algunos taxis, una hora de mi vida y felíz porque de haber reaccionado de otra forma habría agravado seriamente mi sistema gástrico, no tuve mas que ir a retirar mi auto al estacionamiento municipal, para volver a reestructurar mi semana.

Muchas veces me ha pasado algo parecido, pero como siempre, que buenas son las confirmaciones, de lo malo y de lo bueno.




EPILOGO: Esto lo escribí el pasado miércoles ya en Punta. Hoy viernes, volví a Montevideo, directo al Teatro Solís. Luego de una hora dentro, al volver a mi coche, encontré que: o se había convertido en un Tico Azul lleno de calcos o se lo habían llevado nuevamente. Lleno de disgusto, con mi sistema gástrico trastocado, de traje y corbata en uno de los mediodías mas calurosos de este 2010 hasta ahora, marche a ver a los amigos de Autoparque, allí estaba. Hay que estar muy sano!!!

noviembre 25, 2010

Punta del Este - EL día - 2334 horas

Como desde que era bebé, me despertó el cambio de respiración que lo impulso a salirse de la cama en dirección al baño cuando todavía no amanecía. Seguía durmiendo, como tantos otros viajes sonámbulos por la casa, masticando murmullos inentendibles.

Tras unos segundos de silencio, imaginándomelo parado en medio del pasillo oscuro, mirando con ojos abiertos que no ven, hacia todos lados, le dije:

- vuelve a la cama mi amor.

Sus pasos pesados al mejor estilo “totito” desandaron el camino hecho y se metió bajo las cobijas para dormir un par de horas más.
Fue la primera acción fuera de sueño, o más o menos fuera de sueño, de Michel en sus 11 años.

Es 24 de noviembre, su día, nuestro día y un día que brilla como siempre.
Me “llena la boca” decir que todos mis hijos nacieron el mismo día que yo, un 24, aunque acepto también, que hice caminar tanto a Marcia en nuestros tempranos 20 años para que Anthony no llegara en Noche Buena, que finalmente festejará sus 19 años el próximo 22 de Diciembre.
Igual es del 24 y que?

Llegar a este día es como empezar un ciclo, es como dicen “el primer día feliz de muchos!!” y así se vive.
En especial este año, cuando lo esperan especialmente a él, una lluvia de buenos momentos, con su cumple, el fin del año escolar y todo lo que ello conlleva, la llegada de su hermano, el ansiado viaje a Disney, la navidad, el año nuevo, reyes, el verano y la playa, las largas vacaciones.
Especialmente a él, que se merece cada uno de esos momentos, todos los que por si solo construye y los que nosotros podamos ayudarlo a vivir.

Me encanto verlo con su nueva melena, feliz llegando al colegio muy temprano. Retirarlo con la misma cara de felicidad a la tarde y verlo moverse entre sus amigos pre-adolescentes y sus compañeritas de clase pro-enamoradas, jugando juegos diferentes a los de otros años. Creciendo.

El día se hizo muy largo, como los tres deseos que pidió de a uno, con los ojos muy apretados, al ritmo de los que soplo en tres tramos las velitas de su torta este año, decorada con corcheas, negras y pentagramas.

- Quiero ser cantante!! - Me dijo hace dos días y no pude evitar traer a mi mente a Anthony y sus ganas de ser DJ.

Después de un baño reparador, haciendo tiempo para no acostarse con el pelo mojado y así arruinar el peinado para mañana (el despeinado mas bien), se recostó a mi, en el sillón donde escribo y lo vencieron los sueños con los cuales terminará este día, tan especial, para todos.

noviembre 24, 2010

Santiago de Chile - La letra con sangre, entra - 1419 horas

PROLOGO: esta entrada la escribi allá, en el lejanísimo último día de Setiembre. La publiqué y la despubliqué inmediatamente, porque para ese entonces, seguramente nada sumaba. Talvez hoy sea de mas fresca lectura y cada uno de nosotros podamos extraer la enseñanza que nos trata de dejar, ante la realidad que se proyecta cuando al ver nuestra propia sangre, emprendemos los caminos que rodeados de flores, no supimos tomar.

EPILOGO: Un error lo comete cualquiera, solo lo repite "n" veces un pelotudo. Volvi a equivocarme, no hubo sangre alguna y siguen sin verse las flores....entre tantas cosas. Seguira la entrada guardada en el cajón, por si algun día, los ojos ven y la letra, entra.

noviembre 23, 2010

Santiago de Chile – la domesticación chilena – 2126 horas

Corría el año 2006 cuando Andrea y Enrique me invitaron a tomar mi primer “once”

“la Once” como le llaman aquí en Chile a nuestra clásica merienda, pero más ceremonial, sentados a la mesa esquivando la cena, completando el té obligado con todo arte de panes y masas, rellenos o rebozados por cuanta mejor variedad de mantequillas y mermeladas sea posible. A veces y dependiendo de los invitados, “enchulada” por otros manjares.

Nadie supo en estos primeros cuatro años en Santiago, contestarme porqué se llama “la Once”.

Ni siquiera “el once”, poniéndole correcto artículo al número, aun cuando se celebre a las 5 de la tarde, cual la mas inglesa tradición (que ya sabemos traen en la sangre al manejar los chilenos!!)

Parece asombroso que desconozcan el significado de algo que celebran a diario, pero me inclino por pensar que yo no supe preguntar o más bien, que no pregunte a las personas adecuadas dentro del ramillete de las más variadas clases sociales en que participaba.

Una tarde, hace muy poco, recibí “otra” gente en la cabaña y como si de una simple definición se tratara, me relataron de donde salía aquello de “la Once”, mientras el té y las facturas poblaban la mesa de mi terraza.

Resulto que los años de sequía espirituosa, esos que todos los países han tenido cuando acercar los labios al beso pacificador del alcohol está prohibido, nació la tan mentada expresión.

Abrumados por los controles, sosegados a los dictámenes de alguien advenido superior que alejaba sus papilas del reconfortante líquido que tantas veces rejuvenece almas o es simple sustento de vidas mendigas, la gente, el pueblo, a la salida de sus trabajos, incluyo en su lenguaje poco católico y siempre adaptable la expresión “vayamos a tomar la once”.

Al salir de la mina o los salares, al buscar la sonrisa que no se puede encontrar en las manos curtidas y el corazón subyugado, “la Once” tomaba protagonismo.

Eran las 5 de la tarde y la tradición indicaba servir un Té, por tanto, increíblemente aún hoy, un siglo después, en muchos lugares “la once” se sigue sirviendo en delicadas tacitas de porcelana, como para brindarle el respeto y la importancia que por esos días tenía en su vidas, en las vidas de su familia, la de su pueblo y por extensión, la de toda una región.

A G U A R D I E N T E, mejor conocida como “la Once” por sus 11 letras.

Vilipendiada, prohibida, buscada con ansia y bebida a escondidas para dar sentido al sacrificio de cada día; hoy, se confunde entre “tesitos” y panes finos o brutos (dependiendo de la casa), escondida tras la ignorancia de los mas rascas y los más cultos, fiel testigo de la domesticación que en tantos y tantos aspectos, los chilenos han sufrido y atesoran, porque si.

Santiago de Chile – La leyenda de la Atlántida – 2040 horas

Cuenta la leyenda que 9000 años AC, una isla prometida a Poseidón, dió vida a un primer humano Evenor,  padre de Clito, la cual enamoró al dios y le dio 10 hijos. Atlas, el mayor, fue proclamado el guía de aquella tierra y gobernaría junto a sus 9 hermanos, los 10 estados en que se dividió.

En honor a su primogénito, Poseidón nombró Atlántida aquella isla, Atlántico el Océano que la bañaba y Atlantes resultaron ser, quienes desde los diálogos de Platón hasta nuestros días, han sido inspiradores de la mística perfección que identifico a su antiquísima sociedad y a su trágica y misteriosa desaparición.

Una tan perfecta sociedad que ha provocado el ensayo y la búsqueda de muchísimas otras sociedades modernas en los últimos 3000 años. Desde aquellos que atentos a la ciencia y la antropología han seguido los rastros de su legado, hasta los estudiosos Arios de la casta Nazi que buscaron en los Atlantes, a sus antepasados superiores.

Los diálogos de Platón se truncaron, y la humanidad a falta de conocer la decisión de la junta de Dioses liderada por Zeus, ha otorgado muerte gloriosa a los Atlantes bajo el mar, sepultando en la tumba accesible y misteriosa de las aguas, la perfección de su orden, la armonía de su existir y las maravillas extraordinarias de su apogéo.

Se dice que los Atlantes traicionaron su tradición y dominados por su soberbia, extendieron su imperio más allá de Africa, Medio Oriente y Europa, siendo vencidos por los Griegos y condenados finalmente por sus dioses. Algunos autores hasta le otorgan poderío sobre la futura América y dan luz al primer ser humano en aquellas tierras, base de toda especie.

Grandiosa y avanzada, paradigmática para su momento, fuera de lo natural por sus logros, envidiable por su armonía, la Atlántida es poseedora de una magia encantadora, fuente de inspiración e icono de perfección aspirado, buscado y presente hasta nuestros días.

Caprichosamente, hace cuatro años comencé a forjar mi “Atlántida”, con mis limitaciones humanas exentas de un Rey de los Mares. Una sociedad pequeña, una sociedad de dos, que se construyera sobre las bases de una armonía envidiable, una paz vivida con pasión, una realidad paradigmática para los tiempos que se viven.

Tal vez repetí el mismo error de los Atlantes, tal vez me deje llevar por la soberbia y no me conformé por lo que había cultivado. Verdad o no, ya sea porque alguno de los dioses modernos nos condenaron o porque simplemente no teníamos una verdadera sociedad, donde al menos dos vivan y luchen por los mismos ideales, mi Atlántida a desaparecido.

Si la sepultaron las aguas, la vi sucumbir lentamente en tiempos humanos, durante más de un año, hasta que ya no se pudo respirar. Hoy, es leyenda. Aun respetando las distancias inconmensurables entre la tierra de los Atlantes y mi simple hogar; con qué facilidad se esfuma aquello que parece “tocado por un dios”!! y qué pronto, se confunde en la brumosa leyenda, donde ya es difícil definir o recordar, si fue tan perfecto o siquiera, si existió.

Huérfano de Platón, bajando de miles de años a míseros días, sin grandes estudiosos que se obsesionen en la búsqueda de su apogeo y desaparición, mi Atlántida, nuestra Atlántida, seguramente ocupa hoy pocas cabezas y rostros tristes por cortos instantes. Rostros que simplemente aceptan ese icono que se rompió, ese paradigma incomodo que colapsó, para que la perfección, siga sonando a leyenda y cuentos de hadas, y sus propias vidas puedan resignarse a flote.

A flote dentro de lo natural, eso a lo que atentábamos con una sonrisa cada vez que se cruzaban nuestras miradas, nuestros cuerpos bailaban o nuestras almas volaban, soñaba yo, juntas.

noviembre 20, 2010

Santiago de Chile - El mismo amor, la misma lluvia - 0030 horas

Hoy me voy a la cama con tantas sensaciones encontradas…

Ya se que me han pedido hasta el hartazgo que deje de ser autobiográfico, pero de que más se puede escribir a diario, no siendo escritor (como yo) si no es de la propia vida.

Unos lo hacen en menos de 140 letras por Twitter, otros expresan sus emociones de la forma mas indeterminada posible por Facebook a fin de que cualquiera que las lea puede pensar “eso lo puso para mi” y entonces logran una felicidad multitudinaria y que la madeja se siga enredando.
Otros lo hacen mejor escribiendo libros y cautivando lectores que además de brindarle reconocimiento, paga sus cuentas.
Yo, elegí este medio, ni tan largo, ni tan corto, este medio que se puede interpretar de tantas maneras.

Podría decir que es mas comprometido, mas espontáneo y auténtico. 

Que obliga a volcar más que un simple: “fui al baño, vuelvo en 5” o "A nuestro amor le hace falta tóner no anda la Xerox de nuestra pasión" ,o el inefable de Juan, rescatado de la canción “quemando tus recuerdos” de Extremoduro: “Voy a empaparme en gasolina una vez mas, voy a rasparme a ver si prendo... Y recorrer de punta a punta la ciudad quemando nuestros malos sueños” (fantástico).

Esto es ver la mitad del vaso lleno!!
Porque sin duda la deprimente autobiografía, el autobombo intrínseco, el festejo de la propia vida elegida, tiene muchas lecturas no tan “bellas”.

Pero no importa, hoy me voy a la cama con tantas sensaciones encontradas….

Es viernes a la noche, elegí descansar y me aplaudieron. Me encerré en mi cuarto de huéspedes para mirar una peli, la cual como siempre elegí mal: El mismo amor, la misma lluvia; para variar de Darin y Villamil.

Dos cosas rescatables, lo que Laura le dice a Jorge luego de comunicarle que ya no esperara a su antiguo novio y quiere empezar algo con el:


- Quiero pedirte algo? Puedo contar con vos?
- Si, pedime lo que quieras
- No, no eso, si puedo contar con vos.
- Por supuesto
- vos no me falles y yo no te voy a fallar nunca.

Que simple, que verdad: "vos no me falles y yo no te voy a fallar nunca", compromiso inexpugnable.

Un nick dice: “dejo todo por un beso tuyo”, un mail : “Por mi parte te voy a adorar toda la vida…”, algunas mentes conectadas al corazón piensan en el amor y tal vez extrañen y yo..., este viernes yo he elegido mi cuarto de huéspedes para mirar una película que tiene como slogan: "Ella es la mujer que el siempre espero. El es el amor de su vida. Muy lindo, pero que alguien se los diga por favor!!"

Mañana es Sábado, día de limpieza.
La cabaña es un desastre, más a mis ojos,  y temprano llegara una señora a ayudarme. Algo que nunca ha pasado, nunca resistí ver a mi madre limpiando mis mugres y es a ella a quien pongo en el rostro de cualquier “nana”.

Trataré de contenerme para no limpiar todo antes de que llegue!!
Mañana también conoceré nuevos amigos, talvéz amigos algún día. Gente diferente a la que pobló mis tiempos estos últimos años en Chile. Esa gente que ya no esta.
Es tan fácil para mi relacionarme, pero tengo tanto miedo de mañana…


No les conté la segunda cosa rescatable de la peli.
La primera vez que Laura y Jorge hacen el amor, escena siguiente a la del juramento, ella al borde del orgasmo le pide enloquecidamente que la mire:

- mirame…mirame a los ojos!!!

Para solo al encontrar sus ojos, dejar explotar su placer entre sollozos y sonrisas al tiempo de un: Ay mi amor.

Una peli simple y jodida, como la vida que nos empeñamos en complicar

B O L U D O




Le conviene ver el trailer

noviembre 16, 2010

Santiago de Chile – todo es tan real, pero nada es normal – 0059 horas

Ky Restobar
La noche del Sábado los deslumbro en Ky y los llevo de paso a tomar un Zanzibar en la terraza de “Borde Río”

Zanzibar - Borde Río
Se acostaron con la cámara de fotos al lado, para registrar con honestidad a la mañana,  lo primero que vieran sus ojos y nunca, nunca, nunca jamás olvidarlo.

Sin apuros todo estuvo listo a las 10AM para emprender la travesía al poniente y mate en mano, disfrutar algo más de lo que Chile tiene para brindar.

El itinerario era una sorpresa, hasta para mí.
Sabía que ellos debían pisar varios lugares y probar múltiples sabores, pero me sentía libre de improvisar lo que fuera en cualquier momento.

El Sábado había terminado como un día vivido a tope, muchas veces tan poco habitual para la gente, esa gente, esa que esta allá afuera, la gente que no es Ismael dijera yo para que se rían y me miren con la humana cara que busca locura.
Todo era motivo de foto, cargábamos dos cámaras y completábamos no menos de 300 al día. En la radio sonaba Victor y Leo y el tema 3 en su estribillo, parecía ser la mejor forma de definir como se vivía el fin de semana (…todo es tan real, pero nada es normal)

La luz del sol entre las ramas tupidas, el polvo como único habitante del aire, el ambiente rosa generalizado que inunda toda la vista. Una entrada poco mejorable, como preámbulo de ese paraíso esotérico que solo algunos tienen la suerte de vivir.

La bruma del Pacífico antes del mediodía nos recibió en la playa de siempre, mientras las olas enormes de un verde transparente como ninguno se estrellaban en su lucha o su danza con los peñones de la orilla.

El caminar maravillado hasta la “poza de los erizos”, los recuerdos y cuentos de tantas tardes vividas allí, dentro y fuera del agua congelada, enredado en “cochayullos”, respirando hondo para no quedarse como parte del mar, consumido, atrapado, feliz, en el congelado Pacífico.

Una sorpresa tras otra en las flores y las tunas costeras, vistas de cerca y de lejos en los acantilados.


La bruma nos recibió y el sol abierto nos despidió del rápido pasaje, cuando mediaba un Domingo que prometía ser etéreo, donde tanta cosa nueva se abría a los ojos de dos uruguayos, tanto recuerdo y vida pasaban por mis labios y tanto mas arremolinaba mi cabeza sin llegar a salir.

A 10 kilómetros más, estaba Quintay, con su caleta de pescadores y su playa grande; para allá marchamos, refrescando los labios con la primer “mamadera” de vodka.
Esas ya viejas cantimploras de Danka (botellas de aluminio y plástico que la vodka danesa me ha regalado con los años para preparar los “traguitos” de viaje que tantos amigos han bendecido).

En el medio de la empinada bajada a Quintay, que quienes recuerden honraran reconocer, el neumático de atrás, lado del pasajero, ya no quiso seguir.
Segundo neumático en dos días, y yo empezaba a buscarle el sentido, que siempre existe,  a aquello que estaba ocurriendo.

Podría escribir 20 páginas más, solo contando las 5 horas que nos llevo cambiar ese neumático, si, 5 horas, toda la tarde.
Para muchos simplemente bastara con que les diga que fue una simple experiencia al mejor estilo Ismael.
Prefiero disfrazar la fatalidad exagerada, con sonrisas amables, describiendo lo que la experiencia nos dejo, las caras que compartimos, los sentíres que cultivamos y los que nos llevamos en el corazón.

Fueron más, pero rescato tres personas además de nosotros mismos en esta tarde de Domingo.

Don Gilbert, con respeto autonombrado Gilberto para hacer honor a Chile y quitar “glamour” a su verdadero nombre enunciado en carrasposo francés. Un digno habitante del Cannes de alfombra roja, venido a cuidacoches en Quintay.

Medio metro más alto que la media chilena, largo pelo rubio con cola de caballo, teñido en blanco con los años y rostro bronceado con el aire salado de la caleta.
Un jeans ochentero, una remera polo celestita, una de esas “cananas” para llenar de papeles en la cintura, lentes de surfista en los ojos e intelectuales espijuelos sin armazón por sobre la frente.

Un caballero con aire de experto, bien dispuesto y pertrechado de esa paciencia que los años y seguramente el largo viaje de la alfombra roja a la arena hedionda a pescado proveen a las almas buenas.

Su lugarteniente, su pareja, su “Robin”, su “Sancho Panza”, era la versión chilena de Quasimodo. Tan rebosante de fealdad como de ternura.
Alcanzando apenas la media altura, con largos cabellos oscuros, ojos y labios desproporcionados y vestido como bebe que recién empieza a caminar, Quasimodo (dicho con todo cariño y mas gratitud – nunca supe su nombre) repetía en un lenguaje muy limitado y monosontante las ordenes que su “Don quijote” le impartía.

- No hay lugar abajo!! Esta completo!!!

- Estos chilenos, no aprenden – aclaraba Gilbert - uno les dice que no hay lugar, que estacionen aquí y no, deben ir hasta allá, dar la vuelta en un lugar sin espacio, perder media hora y volver después preguntando..”¿donde puedo estacionar?!”. Ya me he acostumbrado.

La descarga de paciencia de Gilbert explicaba porque, los tres enormes carteles que anunciaban la entrada al estacionamiento, miraban hacia la playa y no hacia la ruta de llegada!! Increíble, pero así de cierto. No surtían ningún efecto, al igual que aquellos dos personajes bien intencionados tratando de evitar un bajada peligrosa y una subida que ponía a prueba cualquier motor.

Eran mas necesarios al regreso de la trabajosa estupidez.

El tercer participante se llama Aldo, sobrino de Waldo, el gomero del pueblo de pescadores.
Llego con su gato hidráulico colgando de una mano y un par de fierros en la otra, en un esfuerzo que parecía mínimo ante el desafío de movilizar toda su humanidad.
Un hombre grueso, cilíndrico por decirlo de una forma muy descriptiva.

¡Es que todo su cuerpo tenía el mismo ancho y tono redondeado, desde la cabeza hasta los pies!

Todo él parecía hinchado, como globito muy duro recién inflado para la fiesta.

Aldo debería tener ojos debajo de las sus parpados y seguramente se habrían visto dulces. Carecía totalmente de cintura y su cara era varias veces más grande que la de cualquiera.
Trabajaba acostado, tácitamente, siempre tirado en el piso de coté, posición en la que hacia todo, todo, todo lo que se le ocurría, obviamente a un ritmo enloquecedoramente lento, de Quintay, de Aldo; pero trabajaba.

La odisea Ismaelita que nos robo cinco horas, se llevo el neumático a girones y la llanta con un “buraco” de 4 centímetros de diámetro horadado con sudor.


Cambiar la rueda en medio de la bajada era un reto interesante, pero sacar la última de las cinco tuercas de la rueda, fue sencillamente imposible.
Por alguna razón superior, de esas que solo puedes atribuir al destino o al todo poderoso tratando de enseñarte una lección, la forma completa de la tuerca se barrió en el primer intento, con lo cual, toda opción convencional quedo anulada.

Estaba solo en la tarea, con un martillo aportado por Gilbert y tres destornilladores que completaban toda mi herramienta, los cuales a golpes rápidos hice tiras, tratando de girar la famosa tuerca, que se despedazaba cual si de plomo fuera.
Para cuando Aldo llego con su gato y su llave cruz, totalmente inútiles, ya éramos dos los apostados a golpes contra la pequeña pieza que de a poco, desaparecía, pero jamás giraba.

Hubo que llevar el jeep de arrastro con la goma desecha un kilómetro cuesta arriba hasta los aposentos de Aldo, a fin de continuar la talacha.
Cortafierros, varias “macetas” (martillos pesados de gomero) y una decena de mechas (brocas?) partidas al empuje de un par de talados, lograron al pasar de las horas, bajo la fresca sombra de los “transparentes”, destrozar, tácitamente, la llanta y liberar el neumático averiado.

Cuando finalmente salió y limamos el maltrecho perno que quedara adosado a la masa, la postura del repuesto en su lugar nos jugo una nueva pasada, llena de graciosa incredulidad.

Mientras Aldo yacía tirado bajo la camioneta, manejando su gato y yo trataba de colocar la auxiliar en su sitio, descubrimos que el gato ya no subía mas y nos faltaban unos dos milímetros para poder poner la rueda.
En un último acto de extrema voluntad y actitud, un nuevo gato fue traído, una barra de madera acomodada para lograr la altura deseada y finalmente la rueda fue colocada en su lugar con una tuerca menos, entre los restos taladrados de lo que fuera una llanta de aleación.

Las herramientas de todo Quintay participaron en la empresa.
Valparaíso nos vió pasar por sus “ascensores sobre rieles”, Viña nos regalo fotos de su Reloj de Flores, su Casino y sus playas y Reñaca nos obsequio el atardecer en que nos devoramos sendas empanadas fritas de macha, camarón, centolla y jaiba con queso, enjuagadas en cerveza.

Durante toda la tarde, nos preguntamos porque había pasado aquello del neumático y así, tan desproporcionadamente catastrófico.
Resumo que nos regalo a todos una experiencia imposible de vivir en otras circunstancias.

Recibir una sonrisa de sorpresa, un agradecimiento, una carita feliz y hasta un reconocimiento al fin de un día vivido a full, en medio de un paraíso desconocido es sumamente fácil.
Pero lo vivido en la adversidad; eso es aún mas auténtico e impagable.

Salir a buscar un gomero a un kilómetro a la redonda y mucho mas arrancar a Aldo de la comodidad de su Domingo de gomería cerrada hasta nuestra fatalidad, no tiene precio.

Las seis subidas de ida y vuelta entre Aldo y Gilbert caminadas, para recobrar la heladerita con bebidas espirituosas que olvidamos en el arrastre de la camioneta al taller o para buscar en la casa de algún desconocido otro taladro y un nuevo destornillador a destrozar, que nos ayudara con la empresa inusitadamente imposible de sacar una tuerca, también es impagable.

La pesada voluntad de Aldo que jamás dio por muerto el esfuerzo y que lleno de ternura, desde su posición fetal contínua frente a la rueda, se bajaba cuidadosamente la polo naranja para que no se expusiera su dura guata cervecera, daban ganas de dejar escapar una lágrima.

El “no es nada amigo, déme lo que usted quiera” una vez terminada la lucha de 5 horas por liberar mi rueda, ese Domingo soleado y tranquilo en medio de una playa de pescadores que fuimos a profanar.

La entrega cuidadosa de la heladera perdida y la no aceptación de propinas por parte de Gilbert y Quasimodo que solo se permitieron brindar con una de nuestras cervezas la tarea cumplida.

- No por favor!! – me dijo alejando los billetes – La próxima vez que venga, solo estaciónese aquí!!, ya tendrá usted mucho que gastar en una nueva rueda.

La sonrisa franca recogida de cada uno de ellos y sembrada en gratitud infinita por nosotros.

El humor, la actitud, la voluntad de mis visitas, inalterable, exentas de toda protesta o mal momento, inspirando sonrisas, compartiendo lo inusual del momento, del lugar y de la gente.

Al volver a la cabaña, les preparare un jacuzzi bien caliente y les done mi dormitorio de ensueño para que pasaran su noche.
No tenia porque, pero seguía de alguna forma disculpándome por esa tarde “ganada” en Quintay.

Metidos dentro de las burbujas, casi en “cocción” por la temperatura del agua, con la sonrisa general del santuario, ablandando los músculos de un día arrasador, me decían:

- Si crees que por este cambio de neumático de hoy, nos hemos ahorrado un solo minuto de terapia al volver a Uruguay, estas totalmente equivocado.

noviembre 15, 2010

Santiago de Chile – Viviendo un regalo – 0018 horas

- A ver nubecitas, se me corren por favor? – sonó la voz de mi invitada que montada en malla de baño, me miraba desde la reposera en mi terraza, como diciéndome:

- me haces el favor y me corres la nube!!!

El Sábado había sido largo para las 3 de la tarde y a esa altura, el síndrome del paraíso ya afectaba todos sus parámetros de vida.

Ha sido un fin de semana intenso.
Recibí a una pareja de amigos en mi cabaña y resulta difícil resumirles cada minuto vivido a fondo.
Es que HQEMS (hay que estar muy sano para los remolones que no leen todas entradas) para vivir mi vida.
O muy enfermo.

Llegaron tarde el viernes y pude entender porque tan pocas veces he sido recibido en un aeropuerto. Las esperas son desesperantes, en especial para un habitante como yo, que no solo no gusta de esperar, sino que además, demora la mitad que un ser normal en abandonar un vuelo.

La noche no dio más que para contener la sorpresa.
Las fotos vistas resultaron inútiles, los ojos eran grandes, los poros también; las bocas misturaban entre suspiros y palabras cortadas, algún silencio intermitente al tiempo que se perdían en un nuevo detalle del lugar.

Dos o tres, tal vez cuatro tragos, sirvieron para encontrar los momentos de éxtasis en la oscuridad del Santuario, mientras un asado apurado y unos tomates pelados, mataban el hambre que Pluna había propinado en el “larguísimo viaje” (dios se apiade de ellos) de dos horas desde Montevideo.

Un último rato “cuanto, cuanto” para disfrutar la media luz de las flores azules colgantes del dormitorio de visita y echar un vistazo a los 4 faroles encendidos que hacen de veladores a los lados de mi cama. 

El sueño se apodero de nosotros.

Los cuentos del desayuno sabatino dejaron entrever un inusitado pesar por haber mirado durante casi una hora, como evolucionaba el sol sobre la montaña de enfrente, sin poder volver a dormir, sin poder levantarse, sin poder siquiera tomar consciencia de que lo habitual, es que el brillo del sol moleste a esas horas de la madrugada (7am?)

- Lo peor mi amigo, es que mañana amanecerá igual... y pasado; y uno no puede acostarse y despertar sin pensar ¡ será que aguantare otro amanecer como el de hoy!, ¡ ¿es justo?!

Compartido con café, algún pan de pita abierto al medio con bondiola y queso crema, el mate que calentaba su agua para mas tarde y una fuente de fruta fresca cortada para evitar la fatiga mañanera, definimos que el Sábado sería “de entre casa” y el Domingo, visitaríamos la costa.


Camino de entrada a Casa
Hubo tiempo de bajar al mediodía a buscar mi neumático de repuesto, que la tarde anterior debí dejar a reparar de camino al aeropuerto, cuando inusitadamente, después de casi 8 meses sin roturas, uno de los “trepadores de la montaña”, entre muchas idas y vueltas, había solicitado maquillaje urgente.La subida por el “Camino al Cajón”, tan significativo como su propio nombre, regaló la posibilidad de pasar a visitar a Marta, una chilenita “redondita” que con vagancia de buena cocinera, moldea panes y empanadas en su horno de barro a medio camino de casa.

Marta sonríe, besa con excepción, abraza picarona la carne que se le regala con sincera simpatía (la mía poh), cada vez que paso por allí.
Tal vez para ella – y esto lo digo con toda humildad – se le vuelven realidad las telenovelas que ve en sus tardes, cuando entre tanto tiradero en el rancho de chapa que medio protege su trabajo, aparezco yo con mi sonrisa grande y boca dicharachera a buscar lo que han moldeado sus manos.
Cruce del Rio
Hacer la cola para entrar al Santuario (oficialmente el cerro de frente a casa) se vive con orgullo, sabiendo que no tenemos porque hacerlo, conociendo que con apretar el botón azul del control remoto, un portón sorpresivo se abrirá al costado del río y podremos trepar a un lugar aún mejor. 
Pero hoy esperamos.

Tenemos empanadas y las caras ya se desfiguraron disfrutando por primera vez de un Capel Ice, mezcla dulzona de 7 grados, con pisco y agua mineral mandarín.
El plan es conocer el santuario antes de volver a subir a casa.

Nada decepciona, el camino del otro lado del paraíso solo confirma lo excepcional de la cabaña. Miles de fotos se tiran, muchos mas comentarios se mezclan allí, entre los mortales que siempre veo de arriba, seguramente pensando en malas palabras sobre la figura que se regodea, liviana de ropas en la terraza.

- Mirá, allá estuvimos tomando mate hace un rato!!

La cabaña de cerca y de lejos...
El sendero nos lleva al valle donde el río que pasa a los pies de la casa, se abre en tres, para regalar espacios abiertos bien acondicionados a cientos de citadinos que vienen a refugiarse en la naturaleza este mediodía sabatino.
Un camino prohibido al acceso de autos, permite al jeep trepar los cerros en aventurera marcha, entre cactus gigantes y dedales de oro multicolores al influjo del sol de noviembre.

La referencia clara es siempre la misma:

- ¿donde está la cabaña? ¿de aquí se ve?

y la sorpresa también, retratándola desde cada curva, sola, omnipresente, afortunada, en la ladera de un cerro que inmenso, revela su inaccesibilidad y magia.


A los 15kmts de subida, una ladera límpia donde los desesperados motoqueros vienen a vivir su libertad en dos ruedas, sirve para el pic-nic. Disfrutar las empanadas de pino y las pocas botellas de Capel Ice que han sobrevivido la subida.
Postre sorpresa, los inefables “Mazapanchito”, invento chileno de alfajor de mazapan, relleno de dulce de leche y bañado de chocolate, que roza fuertemente lo pecaminoso.


Fotos aquí, fotos allá y el retorno se vuelve ansioso por llegar a la cabaña, a nuestra cabaña, que ya no es mía, que se han apropiado en ese devenir de cosas “anormales” que forman la vida de este extraño ser que conocen quizás, a medias.

Un late Harvest Ambosía calmó la falta de Capel Ice, tomado bien frappé al influjo del sol sobre nuestra ladera.

Cuando las caras ya estaban suficientemente extasiadas por las empanadas manoseadas magistralmente por Marta, el Pisco recién inaugurado, el Santuario recién conocido, los mazapancitos pecaminosos y el sol respirado con placer, me levante de la “cómoda” de madera rustica que viste la terraza y dije:

- necesito algo mas, me falta algo!!!

Las caras me miraron como diciendo:

- se ha vuelto loco!! Que le pasa a este pedazo de imbécil, que más puede pedir.

Me dirigí adentro en silencio y volví con mi puño cerrado a la cómoda que hacia de banca y que luego le ganaría un desafío de comodidad a la reposera como camastro mas adecuado.

Sus miradas insistían en conocer hacia donde había apuntado mi locura.
¿Que mas se podía necesitar o siquiera desear en aquel momento?
Lleve mi mano a la boca y practiqué esa cara de satisfacción demasiado natural que hasta quienes me desconocen, saben que es real.

- ¿que es? ¿ QUE ES? Yo quiero!!
- Nada, si yo estoy loco, ¿nada mas se puede pedir verdad? No es nada.

Al punto de ese llanto que nunca llegará a ser real, pero que no carece en nada de la desesperación pura de la ansiedad, los dos me urgieron revelar lo que traía en mis manos.

- cierren los ojos – les dije
- ¿que son? ¿Almendras?, pero no saben solo a almendras.
- Almendras ahumadas.
- Son fantásticas, quiero mas!
- No era que no se podía pedir nada mas…
- Es que….pero yo quiero mas…

Mi mano se abrió levemente y dejar caer 5 o 6 piezas en su mano.
Apuraba la primera cuando le dije:

- son mejores con el vino!
- Pero, es que…
- ¿Aprenderás a aceptar que sé lo que te digo? Bebe un sorbo de tu vino y remoja la almendra.
- Uhmmmm

Siguiendo el ritual aprendido, conteniendo el asombro y el placer de las pocas horas vividas, maldiciendo con palabras dulces el estar viviendo aquello y tener que volver a casa allá en la lejana Montevideo; de mi vida real a sus vidas reales, se descontroló de pronto sobre la reposera y dijo:

- A ver nubecitas, se me corren por favor? - y mirándome pareció decir- me haces el favor y me corres la nube!!!

Como si yo pudiera!.
Sabedor de que pasarían muy rápido, moví mi mano derecha como quien limpia una telaraña flotante y las nubes se abrieron, el sol volvió a “pelliscarlos” y yo sentí muy dentro de mi, que realmente, al contraponerla contra otras vidas, la mía, era por estos días, un hermoso regalo.



noviembre 12, 2010

Anécdotas – La bella inconsciencia – 0932 horas

De chico, miraba con asombro como su padre cruzaba las piernas, mientras se sentaba sobre su pie y jugaba “caballito”.

De joven, lo intento un centenar de veces, sin éxito.

Es que Jack, afortunado en general de salud y físico, carecía de una flexibilidad básica, y pruebas como sentarse en el piso o cruzar las piernas a la altura de las rodillas, eran simplemente….imposibles.

Pasados los 30, cuando sorpresivamente sus capacidades con una pelota de futbol mostraban un tardío retoño, su cuerpo se amoldó mejor a esas proésas y era habitual encontrarlo tranquilamente sentado de piernas cruzadas, en el asiento pasillo de la salida de emergencia de sus acostumbrados vuelos, leyendo la revista de “a bordo” o el diario que aprovechaba esos momentos de espera, para capturarlo.

Ella pasó y lo vió, el vió que ella lo había visto.
Era la clásica rubia del “tipo de todos”, que solo por eso ya no era “del tipo” de Jack.
Pero ella lo vió, y el se dió cuenta.

Su distracción momentánea fue mas notable porque venía de charla - con su acento y forma de hablar tan “chilensis - con un grupo de lo que claramente se veía eran compañeros de trabajo.
La capacidad de seguir la charla en forma normal cuando algo te llama mucho la atención, no era una de las virtudes de la rubia y la capacidad de captar esas cosas eran parte innata de Jack.

El vivía días tranquilos, donde “dejar pasar” esos eventos, era natural, así que solo sonrió recordando las calzas negras, llenas de cortes horizontales “cuasi flaytes” que habían pasado a centímetros de sus ojos y una camiseta larga para camiseta y corta para vestido que permitía que uno se perdiera en sus curvas.

El asiento siempre solicitado, había sido mal asignado.
Jack viajaba siempre en línea de emergencia, pero odiaba la que esta detrás de los baños, porque resultaba por varios motivos muy incomoda. Esa le había tocado y ya había alertado a la azafata sobre su afán de cambiarse a otro pasillo, donde fuera.

El vuelo terminó su abordaje trabajoso, como todos, y la azafata, bien dispuesta, acudió a la fila de Jack:

- caballero, tiene la fila 23 libre, puede cambiarse cuando guste.
- Ok, muchisimas gracias!!

Tomo sus pocas “cacharpas” y partió unas 5 filas atrás, para acomodarse lo mejor posible ante un vuelo de casi 9 horas.

Instintivamente, eligió el pasillo de la línea de 3 del medio, puso el equipaje en su lugar y al sentarse, recién se percato que en la fila 24, pasillo de la línea de dos a su derecha, viajaba la niña que 15 minutos atrás había interrumpido su lectura.

Jack era bueno reaccionando automáticamente a toda situación, pero esos días tranquilos frenaron su lengua del pensamiento arrebatador que llenaba su boca.

- Este viaje será insano, no puedo viajar con “eso” en el asiento de enfrente y peor, atrás – Pensó.

Así que asumiendo sus genes femeninos, actuó como nena indecisa, tomó nuevamente sus cosas y se cambio para el 23J, justo enfrente, pasillo de la línea de dos, exactamente delante de la nena rubia.
Los asientos son gruesos, pero Jack sentía que los ojos de atrás le comían la nuca y por entremedio de ambas butacas flotaba un “aire especial” que se tornaba insoportable.
Trato de relajarse, asumir que no podía enfrentar el viaje largo con esta sensación y buscar el sueño, que hasta en situaciones normales le era esquivo.

La rubia “sabia jugar o improvisaba muy bien”, así que pronto switcheo su asiento de pasillo por el de ventanilla, lo cual hizo la situación aún mas intolerable.
Tenerla “respirando en la nuca” era incomodo, sentirla en el rabillo del ojo todo el tiempo, mucho peor.

Hay tres tiempos para decir las cosas correctas y lograr los resultados correctos.
Primero, el instintivo, inmediato y auténtico, que deja salir los pensamientos sin filtro. En boca de un experto, receta segura para el suceso.
Segundo, unos minutos después, cuando no hayas mirado más de dos veces a tu interlocutor. Pierde el poder inmenso de la sorpresa y ese carácter inesperado que siempre despierta sonrisa; asume un valor de “repensado” y puede abrir una charla con buenas posibilidades.
Tercero, la boludez dicha una vez que la otra persona ya asumió que eres un pelotudo incapaz de decidirte a encararla. Boludez que tiene que remontar un sin número de muros internos ya levantados y que solo si eres muy talentoso, te deja alguna opción de acercamiento. Generalmente, confirma que eres un boludo monumental.

Jack era experto en el “primero”, pero ya había dejado pasar la opción.
Los minutos corrían en su contra, porque era ineludible que en algún momento de las próximas 9 horas, la niña o su propio interior, quebrarían su voluntad inapetente.

En el tercer giro de su cabeza hacia atrás, encontró sus ojos aun ávidos.

- Jack, …realmente va a ser muy difícil viajar contigo ahí atrás!!.
- Alison - contesto ella con una sonrisa.

La magia estaba en el aire, pero como la comunicación fue en “segundo tiempo” y ella no podía ocultar un cierto nerviosismo, se limitaron a miradas y gestos hasta la llegada de la cena.

- ¿Cenamos juntos?
- Si poh, pero tengo un lío de cosas aquí atrás!!

Mientras Jack tomaba su bandeja y pasaba a la fila trasera, Alison tiro nerviosamente al piso, todo lo que (como buena mujer y “rucia”) llevaba en el asiento de acompañante.

Mediaron en la cena, las típicas presentaciones, donde todos se aprestan a “encantar” al otro y Jack siempre se esforzaba por “desencantar” de entrada, en especial por aquellos días.

La comunicación seguía dura, pero era fácil notar que no era así porque lo quisieran, Jack no era natural y algo no permitía que ella lo fuera.
Terminada la cena, él volvió a sus aposentos delante y el avión se preparo para dormir el vuelo.
Ella dijo algo así como:

- No se como me acomodare en estos dos asientos, soy gigante!

De verdad lo era, 1.80 de altura y mucho cuerpo para manejar.

Sus palabras sonaban a “necesito mimos” y Jack siempre podía aportar lo necesario para “un buen dormir”

- párate que te daré tu abrazo y beso de buenas noches, así puedes dormir mejor.

Supongo que ella aún se pregunta como fue que levanto toda su humanidad del asiento y exponiéndose en aquel pasillo semi-oscuro, abrazo a aquel extraño, con uno de esos abrazos cerrados donde se comparte el pecho, y recibió un beso tierno en la mejilla acompañando el deseo de “que sueñes con ángeles”.
Volvió a enredarse nuevamente en los dos asientos y él la arropo con las mantas que se dan abordo.

Habría que preguntarle a Alison que pensó o sintió, dejo a vuestra imaginación la emoción compartida.

Los momentos siguientes los invadió el silencio.
Jack sin girar la cabeza, pasó su brazo derecho entre los asientos, para que ella pudiera tomar su mano y dormir en paz.

Nada de aquello se habló al desayuno, esas cosas son parte de la bella inconsciencia de la vida y de esa libertad inexplicable que se siente frente a algunos extraños.

El no podía, ella no sabia como, ambo querían.
Partieron en transfer separados, con no más que un número de celular cada uno, guardado talvez, para cuando ambos pudieran, supieran y quisieran otra vez.

noviembre 10, 2010

Santiago de Chile – Pensamientos Apocalípticos (¿?) – 0951 horas

Convencido de que nuestra raza ya no es capaz de limpiar por si sola lo que ha ensuciado en su era, espero con certeza, sin pesar a pesar de mi hijos y casi convencido de que me tocara vivirlo, una limpieza que muchos profetas prevén inminente.

Estas últimas semanas, ausente como siempre de los medios noticiosos (televisión, radio o periódico) que desde muy niño estuve seguro solo empeoraban mi convencimiento en el balance de su novedades; mi cabeza enferma se ha visto invadida involuntariamente de pensamientos apocalípticos.

Nada de lo que se ve en las películas, aunque muchas son capaces de mostrar entre líneas, mas allá de agentes externos, lo que nuestra raza es capaz de hacer en esas circunstancias realmente extremas.

En contrapeso inentendible a mi idea y mi repudio a lo que en su generalidad hemos creado como forma de supervivencia, cargo una íntima esperanza de que los que queden después de la limpieza, sabrán aceptar “el porque” y desde la nada, como solo es posible, crear una nueva vida.


Hace dos semanas, una maestra preescolar Chilena, que nunca recibió mi “tesoro ajeno” del pescador y el MBA, corría al mediodía en su auto particular para llevar a sus casas a los chicos del turno matutino y levantar de sus hogares a los pequeños del turno vespertino. Servicio de “valor agregado”, que alimentaba su corredera y ponía unos míseros pesos mas en sus bolsillos, pocos pesos que bien le venían a los padres de las criaturas.

A las 5 de la tarde el abuelo de Borja de 3 años fue por su nieto como cada día al colegio.

- Su nieto no vino el día de hoy – le anuncio otra parvularia.
- Que raro – comentó el abuelo mientras llamaba a los padres para reclamar el no aviso.
- La miss paso a levantarlo como cada día al mediodía- dijeron los padres.


Vueltas mas, vueltas menos, la maestra de 39 años recordó, que sí había pasado por el menor, recordo “su olvido” y al volver a su auto, luego de 4 horas encerrado al sol, Borja había muerto.
Ustedes como yo podrán imaginar, conjeturar y sufrir mientras leen, todo lo que pudo haber pasado o no, entre las 13 y las 17 horas de aquel día para ese bebé de tres años atado a su asiento, en la parte trasera del auto, olvidado por su maestra.

¿Cómo y porqué? Al final del día, poco importa. Borja murió, de la forma que fuera y no fue la mas bonita.


Hace una semana desperté de mis sueños de cada noche, muy temprano en la paz de mi cabaña. Revise el celular, sin llamadas ni mensajes como es habitual y mande el primero de la mañana, uno de los pocos del día; encendí mi computador portable y puse la música que acompasa mis pensamientos mañaneros, mientras un mate calentaba su agua en la estufa.

Media hora después, aun sentado en mi cama donde convenientemente la señal celular es más fuerte, con la portable en las piernas sin lograr conexión con mi universo, me asalto un pensamiento inusual, de esos que atiendo, extiendo y experimento en carne propia ante mi capacidad de llevarlos a la vida.

El simple detalle de no haber recibido respuesta a mi mensaje SMS, no poder entrar a internet y mirar por la ventana el verde del cerro, me hicieron pensar “¿y si ya hubiera pasado?”



Cuanto demoraría yo en darme cuenta del principio del final allá en la montaña.
¿Empezaría así, seria la anunciada “tormenta solar” la que nos afectaría sin cuerpo ni manos catastróficas, arruinando la tecnología sobre la cual vivimos cada día mas dependientes?

- Talvez el mensaje no había sido contestado porque las señales celulares ya no funcionaban.
- Talvez Internet ya no existía y no era un simple problema de mi módem USB.

HQEMS o muy enfermo para reflexionar sobre estas cosas por problemas tan mundanos o simples, pero nosotros, los obsesivos, somos expertos en ello y yo, quien ve para cada posible historia, todos sus posibles finales y seguramente, todos los mas horrendos primero, entretenía mi mañana tratando de analizar todas las aristas y esforzándome por no tomar el celular y simplemente llamar a alguien para ponerle fin al misterio que seguro solo vivía en mi mente.

Como cuando de niño caminaba con los ojos cerrados o me ataba por ratos largos el brazo derecho, para aprender a sobrevivir si algún día estaba ciego o perdía mi diestra.¿Podía estar aconteciendo aquello? Comencé el checklist de las probabilidades.
Estando en mi cama, en mi cuarto de madera, en mi cabaña en el Santuario de la Naturaleza, era totalmente probable que no notara el Apocalipsis, a no ser que algo arrasara con todo.
No podía asegurar que la energía eléctrica estuviera fluyendo, era temprano, el sol daba luz a mi día y tanto mi portable, como mi celular o mi reproductor de música tenían batería suficiente para ocultármelo hasta ese momento.
Había calentado agua, pero todo funciona a gas en la casa, por lo cual, hasta no terminar mis dos tubos de 45kg, no notaria la afectación solar.

Para mi era obvio que no era real, no lo creía, pero cada vez me hundía mas en mis pensamientos.

¿Que pasaría allá abajo? ¿Ya se habrían dado cuenta? Seria difícil que el caos de los más informados, los más inocentes, incautos o idiotas llegara hasta mi puerta, tan difícil como conseguir rellenar el tanque de mi jeep cuando mi tanque lleno se terminara.
¿Que pasaría cuando bajara? ¿Que valor tendría el dinero? Cuantos se aprovecharían de la avaricia de los demás cambiando papel inservible por las cosas básicas, como todos los días, pero ahora en una situación terminal.

Muchas cosas pude pensar en los minutos que siguieron, sobre mis hijos, sobre mis negocios, sobre mis amigos, mis amores, lo hecho y lo nunca realizado.

¿Lo intentaron alguna vez, séria y profundamente?

Estoy convencido de que si llegas al “pip” del teléfono anunciando el SMS de respuesta o del Outlook mostrando tu primer mail del día en completa paz como yo, es buena prueba de que tu consciencia esta bastante limpia.


Ayer enterraron en Santiago de Chile a una madre y su hija, veterinaria, de 25 años.
Vivían en las afueras de la ciudad, talvez como yo, escapando de esa vida no elegida que la raza propone.
Una jauría de 9 perros, las mataron.
Al ver pelear sus dos mascotas con 9 perros del vecino y alertadas por los antecedentes de la muerte de otras mascotas de la zona a manos de estos y sendas denuncias cursadas a la justicia humana, salieron de su casa a tratar de separarlos.

El padre que había salido a dejar a sus otras dos hijas en el colegio, fue alertado y volvió corriendo, para encontrar a efectivos policiales y forenses, horrorizados por la muerte brutal que los animales habían propinado a las dos mujeres adultas, mientras el vecino miraba a través de la alambrada.

Otra vez dejo a su juicio, imaginación y conclusiones lo que mejor sientan, pero esas dos mujeres, como Borja, ya no están y no se fueron de la manera fácil.

Miles mueren igual, mejor o peor cada día y pueden juzgar de tonta mi revisión de hoy.

Egoístamente, cuando como padre, pienso en esos padres, el de Borja y el de Loreto , lamento profundamente haber recibido aquel SMS y aquel mail, aquella mañana que pudo ser el principio del final.

noviembre 08, 2010

Santiago de Chile - Primavera Nevada - 1347 horas



Eran las 10:30 cuando dejo de nevar.
Copos de 3cm de diametro promedio llenaron por una hora el escenario y la nieve alcanzo unos 12 cm en mi terraza.

 

Las arañas desaparecieron, los temblores y el frio tambien.
Les regalo algunas fotos y videos mas del milagro, que es terrible por su razón, pero mágico en su vivencia.

 

Santiago de Chile - Un toque de Locura (segunda parte - leer primera primero) - 0738 horas


Son las 7.23, aun siento el peso de la araña en mi pelo, pero no la encontré.
Sigue nevando copioso afuera, ya me cercioré de que en Santiago no pasa lo mismo, debí despertar gente para contarles que tiemblo, que casi lloro con mis ojos aún pegajosos; todos me envidian, yo también me envidio, pero casi no lo puedo disfrutar.

Estoy de nuevo en mi cama, un café irlandés me acompaña, ya no se ve hacia fuera, no se si es la nevada u otra nube, que como es habitual, atrapó mi casa.

Me paro y me cercioro, vuelvo a la cama caliente.

Son las dos cosas, la nevada es tupida, pero también hay una nube subiendo por el valle.
Que será de mis pájaros, ellos saben más, pero esto es tan inesperado…
Los caballos en las caballerizas del cerro de enfrente relinchan, nunca los había escuchado.
Mis manos están congeladas, ya prendí la estufa y ya me acabe la batería de la cámara.

¿Qué dírán las noticias que no veré mas tarde?
¿Será para tanto o será que aun estoy soñando?
Ojala los relatos se acerquen a lo que siento ahora.
Debería ser primera plana en todos los informativos, hasta ustedes allá lejos deverían verlo en las noticias.

 
 Si llegan a ver una araña, en su periódico o en su televisor, avísenme, esa es la que me cayo en la cabeza!!
Si ríanse nomás, cabrones, porque a ustedes no los despertó una araña pollito!!

Que locura.

Como se puede amanecer tan loco, tan pirado, tan, tan, tan….no se ve nada hacia fuera, cada vez menos, solo un gris contínuo y chato, sigue nevando a las 7.38 de este Lunes 8 de Noviembre de 2010, aquí, en mi Santuario.

Santiago de Chile - Un toque de locura - 0636 horas

Mi mente insaciable es increíble!!
Estoy soñando, un sueño profundo y largo, muy largo.
Complejo, surrealista, sexual.
Al mismo tiempo pienso: si pudiera despertar y escribirlo, tendría un libro cada mañana, un libro fantástico, un libro increíble, un libro enloquecedor.
Y sigo soñando.

Algo golpea la pared de la cabaña.
Es como si alguien hubiera tirado una piedra pequeña para despertarme.
Como esa trampa que nos juega el subconsciente y que no descubrimos inmediatamente, esa misma piedra golpea mi cabello, no mi cabeza, es como cuando algo liviano te cae encima.
Despierto de mi sueño con el “golpe” y pienso en las dos arañas de unos 6 cm que ví los últimos dos días, una en la puerta del baño y otra en la ventana del dormitorio y entonces me invade ese tipo de terror instantáneo que solo puedes sentir a veces.

Me toco la cabeza, inmediatamente la espalda y me parece tocar algo!!
Sigo hacia abajo no veo nada….me revuelvo en la cama caliente, me saco la polera, reviso las sabanas entre saltos alocados…nada.

Me doy cuenta que es de día, mis ojos hinchados miran la ventana para buscar la marca del sol en la montaña que me deja saber la hora, pero no esta, tiene que ser muy temprano.
Pero no!! Miro de nuevo y desde la ventana se ve diferente fuera…¿que es? ¿que pasa?

Mi montaña verde y primaveral de enfrente esta blanca!!

¿Como puede estar blanca? Es noviembre, s
olo un par de días en invierno estuvo parcialmente blanca, no así.
¿Porque veo tan nublado? Resfriego mis ojos lagañosos.
Miro el reloj, son las 6.36AM de este Lunes.
El peso de la araña aun se siente sobre mi pelo.

Me paro y voy hasta la ventana.
Esta nevando!! Esta ne van do…mucho, no puedo ver claro a través de la precipitación.
De pronto entiendo porqué por segunda vez en mi vida, estas 4 horas que dormí tuve que compartir mi sueño, con mi pensamiento de escritor y con la necesidad imperiosa de estar tapado hasta la cabeza por el frío.
Esta nevando y no puedo creerlo.


 

Corro hasta el living, mi cámara debe estar sobre la estufa.
Saco estas fotos para ustedes, filmo pequeños videos, tomo esta prueba para mí.
Prueba de porque estoy temblando como loco, pero no es de frío, hace frío pero no lo siento, estoy aterrorizado!!

El sueño, el golpe de la araña y ahora esto; no puedo disfrutar solo la espectacularidad de esta primera nevada solo para mi, tengo pensamientos apocalípticos.

Estoy aterrorizado, de verdad y el cuerpo me tiembla de forma descontrolada.
Solo puedo ocupar mi cabeza en este relato, mientras corro de un lado a otro para registrarlo. Mis palabras parecen reporte de guerra, me siento bombardeado por tantas cosas y jadeo sin jadear, tiemblo temblando y me acelero de verdad mientras pienso cada palabra.

Mis flores, las que tomaron mi casa semanas atrás y se habían multiplicado con los días soleados de esta primavera ya próxima a verano, están aplastadas ahora por un manto de nieve.
Podría pensar, cubiertas, o podría pensar como un poeta: mágicamente adornadas por un manto blanco y suave, pero no, pienso aplastadas, arrasadas, porque no debería estar nevando.
La sensación es tan bipolar.
Me sorprendo, abro los ojos mas allá de mis lóbulos, es hermoso, pero el terror no me abandona.

No parece que vaya a terminar pronto, como quedará mi jardín después de esto, después de esta nieve de noviembre.

Que locura!!