enero 25, 2011

Punta del Este - Dios...ayer - 0030 horas

Sus ojos me miraban con el brillo de siempre y todo su ser me escuchaba, me indagaba, me sentía, con seis sentidos.

Había un banco de madera despareja, carcomido por termitas bohemias de primera clase solo como decoración.
Había una mesa inventada y firme, que una vez había sido celosía, de alguna ventana de casona de clase; impecable sin ni una maderita fuera de lugar.
A mi me toco la mesa, con la celosía que me dejaba ver un piso rustico de madera, que impedía mi caída de un par de metros hasta el suelo.

Un viento fresco de tarde de verano, se empapaba en el aroma de los pinos marítimos y los eucaliptos que enredados en arena dejaban pasar la sal del mar.

Fuera, todo era armonía, por dentro, una mezcolanza oscura.
Muchos días de cerebro habían empozado desechos en el corazón y cada nueva gota, parecía remover la inmundicia generando peor hedor.

Me escuchaba y sonreía, emanando luz por cada poro, como si mi catarsis involuntaria fuera otra de mis buenas historias.
Preguntaba y se disculpaba, sin saber que yo iba liberándome de mis propios pensamientos al contestarle, de mis pensamientos y de tantas otras cosas que llenaban mi boca inesperadamente.

Al momento del resumen, volví a repetir ante mi sorprendida mirada, que estaba listo para morir.
- Siento que ya todo se hizo y que lo que queda es volver a hacer lo mismo….y ya no tengo ganas.
- Ya no quiero repetir nada.
- No porque todo haya salido perfecto.
- Tampoco porque haya sido de terror.
- Simplemente porque ya no quiero repetir y no me sale hacer cosas nuevas.

Siguió sonriendo e iluminándome con su mirada, por las siguientes dos horas.
Tomo una caja y me hizo tomar uno a uno, sendos frasquitos oscuros, al tiempo que un péndulo tan casero como seguramente especial, giraba en diferentes direcciones sobre mi rodilla.

- Recíbelo como mi regalo de cumpleaños - me dijo y no pude obviar recordar a otras personas especiales que han querido regalarme una mejor segunda mitad de mi vida.

Sonreí mientras escuchaba las instrucciones de cómo ingerir aquellas flores.
Antes de que huyera, puso en mis manos un DVD y me recomendó verlo.

- Los mejores maestros son los que jamás han hablado. Vive como los árboles, con raíces profundas y un tronco recto; canaliza toda la luz del sol hacia la tierra y oxigena tu alrededor para otros seres.
- Hoy me queda el sabor de no haberte podido ayudar lo suficiente, pero siento muy fuerte que nuestra relación ha crecido!

Sabido es que eso que asignamos a dios esta en todo.
Ayer, llegaba de dar una vuelta en bici y me esperaba, con sudadera húmeda, ojos y sonrisa brillantes, para iluminar mi día.

enero 19, 2011

Un trío animal - Jack el Inescrupuloso

El horizonte de la mansión Mickelson se enjoyaba de oro crepuscular.
La alcancía de atardeceres de Jack se ganaba un sol más, lejos de casa.

Un ladrido tan potente como inesperado, hizo que Jack se volcara de cuclillas a toda velocidad, para encontrarse con una bestia totalmente negra, con cara de perro y cuerpo de ternero, mirándolo fijamente a la distancia en que los alientos se confunden.
Sin distraer su mirada de los ojos del can que lo observaba imnóticamente, pudo detectar una figura pequeña que se acercaba por detrás.

- Blacky, no hostigues a ese caballero

La figura se detuvo y el enorme perro giro toda su animalidad frente al controlado Jack, pegándole fuertemente con su cola al pasar.

- ¿Perdón? ¿Buenas noches, puedo ayudarla?
- Mi nombre es Anga, la Doctora Anga Priario y estoy en busca de Chester

La voz algo chillona de la pequeña dama volvió a cortar el encanto del atardecer.

- Jack, Jack Winwar doctora, Chester debe estar dentro, en alguna parte, si gusta la acompaño en su búsqueda.

Al ponerse de pie, el tamaño de la mujer se hacia mas minúsculo aún y el del perro confirmaba la visión inicial. Era una bestia desproporcionadamente grande y se movía en total armonía con su ama.

Jack camino y observo en silencio, dejando atrás los encantos de otro atardecer y dispuesto a desprenderse con la misma premura de las visitas en manos de su amigo.
La cena sobrevino y a la mesa serian tres, mas el muy cercano can, que no se separaba un segundo de la Dra. Priario.

Jack que gustaba de ser observador como ingrediente imprescindible de su siempre fluida crítica, se vió sorprendido por las grandes patas del animal y sus peculiarmente limadas uñas.

Blacky, como lo llamaban, era una especie de Gran Danés, con menos huesos a la vista y cabeza de Mastín Napolitano o Fila Brasileño.
Su tamaño en dos patas casi doblaba en altura a la distinguida dama; ambos (el perro y la dama) tenían el pelo azabache y parecían haber sincronizado su energía en cada movimiento.

El vino impuso un impass de relax al trío, que había recaído en más de una oportunidad hacia la critica de algunas costumbres no muy higiénicas del dueño de casa.
Esto jamás ofendía a Chester, auto reconocido y orgulloso cochino en algunas prácticas, lo cual agregaba bromas de Jack al respecto y repugnaba a la doctora sobremanera.
Así como Chester se enorgullecía de sus sandeces, Jack lo hacía del contenido sexual de sus pensamientos y algo le impedía dejar pasar el detalle de las uñas de Blacky, que denunciaba, para su mente perversa, una sincronización extendida de éste con su dueña.

La Dra.Priario era una flor de larga cosecha en el jardín de Chester, por lo cual dos cosas estaban claras: la fama de Jack ya había llegado a sus oídos y Jack sabia que a Chester no le molestarían sus futuros comentarios hacia la dama.

Aprovechando el asco flotante en el aire, que contrarrestaba todo el placer que una buena cena podía brindar; atentos a la presencia del perro a la mesa y a fin de ahorrar camino hacia su indagación, Jack eligió un viejo chiste de muy mal gusto para entrar en tema.

- Allá en la campiña de uno de esos tantos países que he conocido en la lejana Latinoamérica, se dice que los hombres de campo, acostumbran tener sexo con animales, algo así como Zoofilia se llama ¿verdad?

Chester confirmó el término y el lado derecho de su cara esbozo una sonrisa pícara que Jack entendió inmediatamente como un – adelante!.

- Parece que en sus días de zafra, en arrozales, yerra, trigo o monte, los hombres cortaban sus meses de “sequedad sexual” con algunos animalejos de granja disponibles.

Sin nauseas a la vista, la cara de la Dra.Priario se transformaba en un gesto petrificado que incluía dos ojos oscuros y muy profundos que no se separaban un segundo de los de Jack.

- A propósito de esos tiempos lejanos, donde el ser humano aun no gozaba de nuestro nivel de civilización y glamour, me viene a la mente uno de esos chistes clásicos de aquellas tierras!

- Vamos mi amigo, deléitanos! – azuzó Chester sin mirar ni por un segundo a la damisela.

- Estaban cuatro gauchos – así se llama esta gente por aquellas tierras, gaucho - una noche fría en un galpón, acompañando sus horas previas al sueño con Caña, cuando comenzaron a recordar experiencias y anécdotas, a fin de dar calor a otras partes de su cuerpo…

Jack busco utilizar palabras a la altura de los invitados a la mansión en el comienzo del chiste, ya que tenia muy claro que para la siguiente parte, no había sinónimos delicados que acompañaran el sentir del cuento.
Imitando un tono desconocido para la Srta.Priario, que aclaro era de uso habitual en aquellos casi neardentales zoofílicos, continuó el cuento con expresa crueldad:

- Gaucho 1 – Escushidiiiiiiiiisa la Oveja!! – expreso con gracia, al tiempo que las manos de Jack parecían tomar algo frente a él con fuerza y arrastrarlo hacia su ingle.

- Gaucho 2 – Perseguidoooooooora la chancha!! – cambio de voz, mientras acompañando el sentido Jack miraba hacia atrás quebrando la cintura hacia delante.

- Gaucho 3 – Calentiiiiiiiita la Yegua!! – expreso con una tercera voz altisonante, acompañando con un movimiento lateral de caderas y unos brazos en forma de jarro.

- Gaucho 4 – Seco el culo e perro!!!

Chester exploto en una carcajada que Jack acompaño con la misma sonrisa que traía durante el chiste, al tiempo que los ojos de la doctora parecían salirse de su órbita y su cuerpo inmóvil era incapaz de expresar todo lo que por dentro la procesión llevaba.
Black exploto en ladridos saliendo de debajo de la mesa, al influjo de las risotadas y la segura secreción de feromonas de odio que su ama era impotente de contener.

- Es un chiste muy cruel – dijo Jack sacudiendo la cabeza, mientras Chester se limpiaba las lágrimas.
- La verdad es que los detalles sobre las ovejas, chanchas y yeguas son muy interesantes, pero lo del perro, eso no se vale.
- Puedo asegurarle que los detalles no me interesan Sr.Winwar!!!
- Pero hay mucho de cultura en ello Dra.Priario, permítame iluminarla….
- Definitivamente no!! – dijo Anga Priario al tiempo que de un salto se ponía de pie y mirando con desdén a Chester que exageraba su indiferencia, le dijo:
- Te espero arriba!!

Chester no pudo menos que sorprenderse con la invitación; la Doctora jamás había subido a su alcoba en mucho tiempo de corteses atenciones y hoy, tras un cuento asqueroso y fuera de lugar de Jack, la dama contorneaba sus pocos kilos en la escalera.

- mmm, que fresco esta aquí arriba, que buen aire corre – dejo escapar la damisela desde el segundo piso.
- Espero no desilusionarla profundamente, pero ese es MI dormitorio - le dijo Jack conteniendo la risa – Siga subiendo, el aire mejora a cada paso!
- Hummm – dando media vuelta con el mentón muy en alto, la doctora Priario dejo sonar fuerte sus zapatos en el siguiente tramo de la escalera.

- Fue mucho? – pregunto Jack a su amigo con un guiño de ojo.

- No mi amigo, estuvo muy bien, nunca se me habría ocurrido esa táctica para llevarla por fin a mi cama!! Espero no me pida sexo animal!! O me termine limando las uñas a mi también.

enero 17, 2011

El poder de la discreción - Jack el Inescrupuloso

Chester Mickelson festejaba sus 46 años, eso significaba para Jack,  un ticket directo a Brest, en la Bretaña Francesa.
Había 4 fechas que cada año lo llevaban a acudir sin demora a diferentes partes del globo y esta era una de las primeras. Hacía casi 25 años que repetía ese clásico.

Siendo un hombre totalmente exento de rutinas, le gustaba abrazarse de esas pocas cosas que lo acercaban en cierta forma a las costumbres humanas, aunque en realidad, por su excentricidad, el contenido embebido en ellas y la religiosidad auténtica con la que los cumplía, volvía a separarle de la manada.

Cada fin de Marzo se fumaba unas pitadas de habano Don Juan en honor a un amigo que tal vez lo haría en silencio y al mismo tiempo allá por Miami.
Cada fin de Setiembre disfrutaba de su pipa grabada con la leyenda “para mi único amor”.
Cada fin de Mayo recordaba los días mozos que lo unieron a la primera mujer que amó y cada fin de Abril entregaba a la distancia una sonrisa a la segunda mujer de su vida.

Las reuniones de Chester se llevaban un premio especial.
Cada año traía a la misma gente a su casa, como resucitados de diferentes partes del planeta. Gente que no se hablaba en todo el año, acudía sin invitación previa, sin horario preestablecido y por supuesto, sin regalo.

A la muchedumbre conocida que se iba envejeciendo al paso del tiempo, se sumaban dos o tres extraños, especímenes nuevos, adquisiciones recientes de ese último año, que ante el espasmo que les causaba el arremolinar de recuerdos y situaciones imposibles de adivinar entre los viejos amigos, trataba de mantener su posición de presente y defender su espacio ganado.

Para Jack era como pasearse por un escaparate de su pasado, agregando experiencia para próximos eventos y disfrutando del poder de la discreción, que encontraba en aquellas fiestas, su más indudable confirmación.

Rostilasia, si, la que recordaran por la historia del pelo en sus pezones, era una de las “convidadas de piedra" a esta reunión. Ahora con su pareja regordeta y su novedad de parturienta potencial.
Su sonrisa de siempre, cómplice y agradecida, era recibida y devuelta por Jack con real pureza.


También llegaría Madame Trousand, una psíquica con dotes de bruja y pelo locamente rizado de color muy negro, compañera de terapias del dueño de casa.
Con ella, Jack recordaba haber tenido las sesiones de sexo más risueñas jamás vividas.
Había sido asombroso extender juegos alrededor de toda la habitación, sin parar de hablar y sin parar de reír.
Jack jamás entendería como en esa situación, había podido mantener una erección de aquellas dimensiones;  y Madame Trousand que se encargaba de esquivar aquello que le gustaba por defecto profesional, sonreía con ojos picaros y chispeantes cada vez que Jack con desvergüenza total la miraba o le insinuaba descaradamente una invitación a repetir las lúdicas, risueñas y terapéuticas prácticas.


No faltaría sin duda Jean Marie De Treviant; una especie de desatinada diosa hindú, que parecía empeñar sus días en desmejorar su apariencia con ropas de tercera mano y en guerra declarada contra todo maquillaje o bijouterie existente.
Con ella, en total secreto, por años practicaron una especie de sexo tántrico, sin penetración ni contactos púbicos, donde las caricias, el roce de los cuerpos y las palabras dichas y murmuradas, constituían el arte orgásmico que llevaban a aquella mujer a su climax.


Veronique tampoco faltó.
Años atrás llegó como una de las nuevas amistades, de visita con una amiga Australiana que estaba de paso por la ciudad.
Traían en sus manos un Didgeridoo, larguísimo instrumento nativo de la isla continente, que destilaba graves y misteriosos sonidos al ser soplado místicamente.
A oscuras, mientras la australiana danzaba movimientos ancestrales en el improvisado escenario del comedor de la casa de Chester, Veronique soplaba el Didgeridoo con pasión.

Solo verla con su chalina azul brillante y aquel instrumento tan grande en su boca, fue para Jack conmovedor, al punto que no pudo evitar invitarla a dormir esa noche en su cama.
Solo durmieron, y ninguno de ambos pudo creerlo al despertar al día siguiente.
El crepúsculo de entonces los llevo a caminar por el Faro de Trezien , disfrutando como las figuras de los barcos se dibujaban en la hermosa puesta de sol.
Hasta allí llego su asombro, y en las mismas rocas, cuando ya el sol no tenía un espectáculo para entregarles, se participaron de los milagros que guardaban desde la noche anterior.

Todas estaban allí, ninguna sabia de la otra, ninguna esperaba quedarse esa noche.

Una nueva amistad llegaría y tenía por esos días el sitio reservado.
Era una francesita de nombre Cloe, que traía a Jack arrastrándose por el camino de los desvalidos con su cuerpo joven, como casita de muñecas, listo para jugar con todo en su lugar.
Su pelo lacio rubio, enmarcaba su cara delicada, su nariz perfecta y sus ojos azul claro.
Su cuerpo que parecía a estrenar, se convertía en una fiera incontrolable en la intimidad.

Todo daba a entender, que en sus cortos años, no habría podido aprender todo lo que bien sabía disfrutar.
Cloe llego con una amiga, que al venir desde lejos, compartiría esa noche con ellos.

La fiesta avanzó, los amigotes de siempre fueron cayendo de a uno y marcharon, con excepción del mastodonte John Paxton, que como cada año, quedo tirado al costado de un balde con sus inmundicias, en el patio trasero.

Jack refresco el abrazo a su pasado un año mas; sonrió y vivió por instantes el cruce de miradas llenas de pasión y respeto que cada una de las asistentes le regalaba.

Al final, en el living pequeño de la planta inferior, solo quedaban 6 personas.
Jack, Chester, su novia, Cloe, su amiga y dos viejos vagos, allegados de la infancia de Chester, que desconocían las reglas de la casa...al menos esas que regían los últimos 20 años.

La lascivia babeaba los sillones, los vagos entibiaban sus ganas de llevarse las joyas de la noche. Chester estaba con su novia y Jack era siempre presentado como aquel entrañable amigo que llega muy de vez en cuando y no falta a ningún cumpleaños.
Era seguro que las dos princesas estaban disponibles y los vagos confiaban en que el mucho alcohol que habían vertido por sus vírgenes cuerpos les jugaría a favor.


Jack había visto esa película muchas veces, mantenía la distancia y dejaba que las chicas juguetearan con los pichones, como lo hacen dos expertas gatas, con dos míseros ratones.
Cuando todo estuvo listo, y solo quedaba que los roedores mordieran el queso y se tiraran al agua, Jack les ahorro el golpe.

Tranquilamente subió las escaleras hasta la segunda planta donde estaba su habitación y a través del balcón interior que daba al espacioso living, cometió un acto tan natural como demoníaco:

- Chicas, hora de ir a la cama.

Cloe y su amiga sonrieron con sus caritas mirando al cielo, mientras los vagos trataban de manejar sus gestos alcohólicos y descolocados.
Con la misma sensualidad que habían filtreado con los ratoncitos, se levantaron rápidamente y repartieron besos y sonrisas, deseándoles las buenas noches.


Jack contuvo las carcajadas que le ardían por dentro, mientras los ojos desconcertados de los vagos veían las dos figuras contornearse de camino a la escalera.
No los volvió a mirar cuando cerro la puerta tras de ellas.


Chester no pudo menos que consolar a sus amigos de la niñez explicándoles que todo estaba maquiavelicamente preparado desde hacia mucho, aun cuando nadie en la fiesta podría haberlo adivinado.
Consuelo que no alcanzó, pero que al menos trajo a tierra un evento novelesco, que por un momento, les había partido su cabeza…y su corazón.




enero 16, 2011

Una experiencia en Rojo y Café - Jack el Inescrupuloso

La mañana amanecía cálida y con ojos cansados de vivir las calles de Ciudad de México, donde la raza y el tráfico se “hacen bola” y vuelven insoportables.
Era una mañana feliz, Jack se embarcaría en un vuelo de Taca con escala en San José de Costa Rica y destino final San Salvador.

En el semblante del viajante constructor de hogares, se mezclaba la euforia madura de abandonar una vez mas esa ciudad que tanto lo veía de visita, con el desánimo de estar a mitad de semana, mitad de viajes, de esos que lo llevaban dos días a cada país cuando se trataba de trotar América Central y el Caribe.

Un Airbus 319 pequeño, auguraba una muchedumbre ruidosa viajando entre tres países del tercer mundo, muchos bolsos multicolores, olores penetrantes y desorden al abordaje.
Viajaba en pasillo a la mitad del avión, líneas de tres asientos a ambos lados, sin mayores pretensiones para un vuelo de 2 horas, que nunca llegaría a inquietarlo.
A su lado, llego una mujer de cuerpo trabajado, por las manos de muchos hombres en sus cortos treinta y algo de años, con su pelo lacio hasta la cintura, pantalones de los que parecen ser parte de una masturbación contínua y algunos bultos no deseados contenidos por ajustadas prendas negras.

En el pasillo de enfrente, una anciana de unos 70 años, con cara de abuelita simpática y dicharachera y en el asiento del medio de esa misma fila, iba ella, “Mamuasel Ivette”, una niña de 22 años, piel naturalmente tostada por el sol, ojos y boca nativos y una figura estilizada pero no abusiva, que bien se escondía bajo un par de jeans sueltos y una blusita de “nena de mamá y papá”.
Ella lo miró antes de tomar asiento, y el ya sabia que probaría un nuevo color de piel muy pronto.

Ambas viajaban juntas, ambas pasajeras de asiento del medio, lo cual significaba una mezcla de tutora y aprendiz para los ojos experientes de Jack.

La voluptuosa era la típica lengua larga, en la buena acepción de la palabra. De aquellas que hablan hasta por lo codos y que al influjo del buen compañero de viaje, contaba su historia como si dos horas de vuelo, no fueran a ser suficientes. Una historia tan repetida que seguramente para ella, tenia un gran contenido de verdad, pero que Jack solo siguió con recortado interés y creyó para comodidad de su acompañante, parte importante de la estrategia para llegar a los ojos ticos que “como sin querer” lo miraban desde enfrente.

Con una hora de vuelo, la “coiffeur” que tenía un alemanzote rico esperándola en su casa de campo de las afueras de San José, ya estaba lista para entregarse a los brazos del forastero, pero Jack, fue muy claro en su interés por la otra niña.
Habilidosa y complaciente, la mujer de amplia charla, empezó a incitar el ánimo de aquella, que se mostraba falsamente tímida, mientras la abuelita que sin querer estaba al medio del show, miraba a un lado y otro y sonreía sonrojada.

- ella quiere que yo me quede en San José, pero yo solo haría eso si tu me lo pides.

Dijo Jack, en medio del avión atestado de gente.
La abuelita codeo a la niña y en esos gestos inigualablemente espontáneos le abrió los ojos como diciéndole, “dale nena, aprovecha”.
Ella sonrió con sus labios gruesos, miro con sus ojos oscuros grandes y profundos e hizo algunos gestos como restándole importancia a la situación.

El vuelo siguió, los comentarios cruzados se pusieron mas participativos y Jack mantuvo su “franqueza directa al mentón” hasta el momento de aterrizar.
Tenerla pegada a su cuerpo, ayudarla a descargar sus muchos paquetes del portaequipajes y rozar su pelo rizado, largo y azabache, terminaron de confirmarle a Jack, lo que el futuro que tenia deparado.

El pasaría a su puerta, en tránsito hacia San Salvador, ella, debía salir por migraciones para llegar a su hogar.
Caminaron unos 30 metros uno al lado del otro, casi sin hablar, desde la manga a la puerta de salida.
Se enfrentaron, Jack la tomo de la cintura perfecta, rozando su piel que se extendía cada vez mas entre la blusa y el jeans sin cinturón, al tiempo que ella se ponía de punta de pies, para mirada mediante, besarlo como si lo amara de toda su vida.

Paso un tiempo hasta que Jack voló a San Jose en su búsqueda.

El hotel de turno era una preciosa casa Inglesa del siglo XVIII, objeto de una remodelación prolija y destino de un ambiente tan afable como distinguido.
Los huéspedes mediaban los 60 años y la tardecita se poblaba de gente refinada que venia a tomar el té, buscando en su restaurante del patio interior, un pedacito de alguna Colonia Británica en algún tropical país africano.

Ivette llego a la noche, impresionante, escandalosa, con unos jeans que asimilaban su piel, unas largas botas hasta la rodilla y una chaqueta tan roja y brillante como el lápiz labial que contrastaba sus dientes impecables en su rostro de sabroso color café.
Era obvio que no pasaría desapercibida.
Una delicada mesa del restaurante fue servida por dos y tres mozos, que ya habían charlado con Jack en sus pasajes previos por el bar y que ahora, entre envidia y admiración, lo miraban con ojos chispeantes, adivinando lo que aquella noche alguna habitación de la vieja mansión viviría.  

Ella comió poco y tomo menos, pronto lo miro con sus cortos años y su larga experiencia y le dijo:
- no me mostraras tu habitación?
No eran mas de las 9 de la noche, algo temprano para invadir aquel espacio de los ruidos de batalla, pero ambos se lo merecían, habían esperado bastante desde su despedida en el aeropuerto y los poros eran pequeños para todo lo que exhalaban sus cuerpos.

La habitación, era como el hotel, un pequeño altillo, decorado dos siglos atrás, con muchos almohadones, cuadritos enternecedores y un desplegar de sabanas, colchas, edredón y pie de cama, cada cual mas blanco o brillante.
Ella, estaba en medio de su período, pero ninguno de los dos podían preverlo, ni soportarían limitaciones.

Jack fue Drácula por un rato, ella fue Gatúbela toda la noche, el cuerpo desnudo en la penunbra, la piel suave y sedosa, la cintura corvada y los muslos fuertes y apretados al influjo del viboreante éxtasis.

La batalla duro hasta que todo el hotel dormía.

Jack descanso como un ángel, viendo a aquella niña dormir a su lado, con sus labios carnosos ya sin rouge, con su pelo desplegado en las almohadas que habían quedado sobre la cama, con su piel aun caliente y siempre tan tan tan suave y sedosa.

Era la primera vez que se acercaba a algo así.
Ella probó que no era aprendiz de coiffeur, ni modelo de ropa interior como le había comentado al enviarle algunas fotos sofocantes entre ambos encuentros.
Se movía tal cual era de esperar y aun mejor, no había queja posible y ahora dormía con la mas merecida paz, marcando la sabana con sus curvas perfectas.

La cama era la muestra inequívoca de una matanza, las manchas rojas habían traspasado todos los niveles desde el pie de cama hasta el colchón. Dedos enloquecidos adornaban las almohadas y los bordes de la cama.
Todo cuanto estaba esparcido en la habitación era fiel testigo de una noche vivida entre dos cuerpos que ignoraron su entorno por completo.
Alguna distinguida mucama, se encargaría del desastre mientras Jack trabajaba y talvez, algún alto cargo aparecería en su cuenta al momento del check out.
Que importaba.

Ella no quiso quedarse a desayunar, se subió el cierre de su chamarra roja hasta el mentón, para que no se viera su top de encaje escotado, que la noche anterior había escandalizado a todo el hotel.

El la acompaño a la puerta, donde un taxi podría devolverla a casa.
Atino a preguntar:
- ¿te ayudo con el taxi?
- Si por favor, mi casa es lejos, muy lejos de aquí.
- Cárguelo a mi cuenta por favor!! Le dijo Jack al taxista que trataba de no mirar lo mejor de aquel amanecer.

Ella lo beso en la escalera y pregunto sabiendo la mentira que el respondería:
- Me volverás a llamar?
- Por supuesto – dijo Jack – mientras solo aquella imagen divina y el recuerdo de una noche que todavía llevaba en el olor de su piel, le permitía dudar del seguro futuro.

- Por favor, llévela con cuidado y déjela en su hogar.
- Si señor, así será, este usted tranquilo.
Ella le regalo su última mirada desde el asiento trasero, el su última sonrisa desde el pie de la escalera, jamás se volverían a ver.

enero 14, 2011

Santiago de Chile - Hijo de Oosaala - 1630 horas

Cuan difícil de adivinar son aquellas cosas a las que nos aferramos como verdades axiomáticas de nuestro existir. Cuándo y de dónde llegaran, porque las captaremos con especial atención y porque las guardaremos mas allá de nuestra consciencia.

Hambriento de probar todos los sabores del infinito universo, he viajado física y espiritualmente por todos los caminos que he podido, seguro de no haber sido el más intrépido, encontrando regocijo en que aún queda tiempo y la búsqueda se mantiene intacta, animada y frontal.

Sin embargo, muchas trivialidades, vividas al pasar, se han empozado en lo mas oscuro y a su vez lo mas claro de mí, dándole sentido a tantas cosas que nos cuesta explicar del descuerdo constante entre lo que uno es, lo que piensa que es, lo que quiere ser y lo que muestra que es.

- “La diferencia entre lo que eres y lo que quieres ser, esta en leer” diagnosticaba cabalmente un test del tipo “Cosmopolitan” que pululaba en la web naciente hace muchos años.

Obviamente no me lo creí, pero me hizo reconocer mis ansias encadenadas de encontrar en la lectura el tiempo y el tiempo para la lectura, sin lo cual hoy sería menos sabio de lo que soy (si es posible) y seguramente menos “escribidor”.

- “ Para ti, todas las mujeres son iguales, todas entran en un mismo lugar del catálogo, es igual una madre, una hija, una amiga, una amante o una extraña” parecía determinar claramente, la posición en que los astros se encontraban al momento de mi nacimiento en aquella carta astral que alguna vez diagramaron para mi.

Por loco que parezca, ese dios en el que muchos creen y yo no paro de buscar dentro y fuera de mi, sin arriesgarme a las cosas mas simples como el “aceptar”, es fiel testigo de que este designio astral, ha demostrado con creces ser muy cierto. En las buenas, y en las malas.

- ¿Cuándo fue la ultima vez que te sentiste “protegido”? me pregunto Adrián una tarde de terapia.

Inmediatamente sentí dos cosas; que el había estado pensando mucho en esa pregunta para armarla de la manera más clara y sencilla aquella sección y que jamás había sentido y talvez siga virgen en ello, la sensación de protección.
Desconocida emoción base de la vida de tanta gente, sobretodo aquella que busca la “seguridad”, otro concepto totalmente inexistente para mí.

Sentirse protegido, se fue de la mano de muchas sesiones con la “imposibilidad de pedir”, con la “necesidad de empujar”, con la “no aceptación de reglas mas allá del sentido común” y con la búsqueda innata y por ende inevitable de “romper paradigmas”.
Únicas explicaciones válidas para esta vida poco lineal, en la que sigue costando relacionar al Ismael de hoy, con el niño que fuí.

- “Tu eres hijo de ÒÒṣáàlà” (Oxalá, Obatalá y Ochalá) me decía entre velas y bucios una devota Yoruba, “ el orishá (orichá, orisá) mas viejo, el que marcha encorbado apoyandose en un bastón. A ti las cosas te cuestan más que a otros, pero nada impedirá que las hagas”.

En mi falta de fé y mi apetito voraz por conocer como encuentran ese camino otras almas, hace muchos años ya, la magia del Candomblé supo atraparme entre libros y danzas, como fiel espectador analítico y emocional.

Nunca me he permitido entregarme a ninguna doctrina. Lucha muy mía que enfrenta una posible incapacidad con esa explicación que para todo aplica, de que nada me ha seducido lo suficiente como para dejar de buscar.

Mi pasado era testigo de que el designio era mas que cierto, y que aunque siempre me había preocupado especialmente por la rectitud de mi espalda y el bastón aun no era protagonista de mi vida, yo acostumbraba tomar caminos mas escabrosos.
Hoy la aceptación es tal, que capitalizo esos tiempos de asumida lentitud, en la organización total de mi camino, logrando esperar menos y aceptando mas.

Di por sentado entonces que costar, siempre va a costar y que esperar milagros no es camino para este agnóstico buscador de fé.
Entonces definí una vida de muchos mundos, cada uno habitado por muchas personas diferentes y pocos repetidos, donde la diferencia fundamental la marca el piso, el piso al que puedes caer y donde la única similitud soy yo, el puñado de almas que amo y un techo indefinido donde no hay que llegar.
Y como trapecista que mueve su red insistentemente - no puedo decir sube porque seria asumir algo que desconozco – he ido pasando de un mundo a otro, arrimando un piso cada vez mas cómodo sin mirar para abajo.

Ahora que lo escribo, en esa riqueza que solo agrega el poner en papel lo que revolotea en nuestro ser, encuentro una increíble similitud con el “Super Mario”, que salta de escalón en escalón, de tubo en tubo, de flor en flor, en un universo sin arriba ni abajo, donde solo un camino lo lleva a pasar al siguiente nivel si es tan hábil como para esquivar todos los obstáculos y donde los niveles significan “logros”, a tal punto infinitos, que si agotas el juego, siempre puedes optar por comprar mas o empezar de nuevo a enfrentar los retos, con algo mas de experiencia.

enero 13, 2011

Monte Carlo Four Party - Jack el Inescrupuloso

Su predilección por los paraísos cercanos al mar y su contínua búsqueda de construir hogares lo habían premiado con la oportunidad de escuchar los caprichos de un acaudalado cliente en la exclusiva Monte Carlo.

Los “mimos” reclamados originalmente por el prominente propietario y el control estricto de una obra que podría transformarse en uno de sus iconos creativos, lo llevo a pasar una temporada, por supuesto primaveral, en la vieja Europa.

Montó su estudio, contrato el equipo necesario y trabo sociedad de talento con una constructora local que se distinguía a la altura de seguir sus pasos.

Llegaba el verano y la obra estaba lista a estrenarse.
Los dueños soñaban con ojos abiertos su próxima vida y el lazo entre Jack y la empresa constructora había explorado los más íntimos y beneplácitos espacios.
Un par de semanas antes de abandonar su cuartel general en las tierras Monaguescas, decidió que no había mejor oportunidad para celebrar la magnifica obra y el esplendido relacionamiento que la había hecho posible.

Todos estuvieron invitados, unas 40 personas llegaron a rodear la piscina del pequeño palacete de turno, una tarde de Julio a pleno sol, con una vista afortunada del Mediterráneo que lucia casi transparente al influjo del sol del mediodía.
Como en todas sus fiestas, nada falto y los asistentes llegaron bajo insistencia del anfitrión, acompañados de sus familias, esposas, hijos y algunos, hasta amigos.

No había limitaciones para la celebración, dentro de las reglas sobreentendidas cuando se incluían niños y la limitación natural aunque difícil de entender en el ambiente, de jamás incluir drogas.
Jack no las necesitaba y aunque respetaba los gustos de quienes podían rodearlo eventualmente, delimitaba muy bien su ambiente.

La fiesta se extendió con sus etapas hasta la noche y de a poco, las personas fueron partiendo, como piezas de ajedrez movidas por algún maestro invisible.
Despidiéndo sonrisas, Jack empezó a notar las miradas inquisitivas y los movimientos esquivos y disimulados de algunos de sus invitados, que trataban de adivinar un plan nunca organizado.
Marie, Constant y Deborah, rondaban la casa, simulando distracción y acompañando a los asistentes desde diferentes puertas, como si ellas fueran las próximas en salir.

Las tres damas eran parte del equipo de la empresa constructora.
Las tres damas eran amigas muy cercanas.
Las tres damas habían compartido sendas tardes, noches y mañanas con Jack en aquella primavera.
Las tres damas ignoraban la condición de las otras.

Muchos pensaran que existía una confabulación natural entre las féminas, que se divertían a escondidas contándose sus andanzas con el extranjero que tenia fecha de caducidad (boleto de vuelta), muchos seguro imaginan que se trataba no mas de unas “canitas al aire” que habían coincidido en cabeza y tiempo.
Pero lo cierto y confirmado por acumulación, era que Jack era tan discreto y generaba tanta intimidad en sus vínculos, que este tipo de circunstancias, eran totalmente posibles.

Jack no tenia plan, las damas no tenían otro mas que su asunción natural de que el caballero querría que se quedaran y cada una por un buen rato, contuvo su asombro de ver como las otras dos no se marchaban, hasta que los 4 estuvieron juntos en el living.

Fue mas fácil para Jack adivinar como el universo había alineado tantas expectativas e improvisando la calma que no del todo sentía, con su habitual caballerosidad y algunas ideas que empezaban a latir en su mente y un poco mas abajo. Construyó un ambiente compartido, donde todo parecía empezar: la oportunidad de conquistar a tres damas bonitas que casualmente adornaban su living luego de una buena fiesta veraniega, mientras la luz del atardecer enjoyaba el Mediterráneo y cuando ya no habían niños.

Cada damicela entendió el mensaje nunca dicho y actuó en consecuencia. Un aire de romance endulzaba el ambiente y ahora que el alcohol podía acompañar el desafío y la música cambiar su armonía, Jack ensayaba sus capacidades y construía nuevas.
Era algo totalmente desconocido, “volver a enamorar” a alguien que ya había compartido su cama y mucho mas nuevo, hacerlo con tres personas al mismo tiempo, que además, vivían sus propias realidades y necesitaban de alguna forma, mantener intacta aquella discreción original.

Un espíritu lúdico logro misturar la participación, una risa continua se adueño de la habitación y desafíos enunciados como “por primera vez” marcaron la mecánica de un conocerse mas allá de lo profesional, para 4 almas que experimentaban y disfrutaban su intimidad desde hacía algún tiempo.

El gran jacuzzi de la tercer planta, preparado diabólicamente para cuatro personas por algún otro arquitecto visionario, sirvió de segundo capitulo para el juego y la amplia cama del dormitorio principal fue el campo de batalla que concreto un encuentro desvergonzado, envuelto en una magia inesperada, hechizo de bebidas espirituosas, burbujas y vapores, manipuladas vaya a saber si por hadas o por brujas.

Podría describirles con erotismo y detalle como disfrutaron su sexo, entre los cuatro. Como ni el alcohol ni el asombro pudieron minimizar el cúmulo de sensaciones inferidas por 40 dedos embarcados en un juego sudoroso. Podría detallarles como cuatro bocas no eran suficientes para saciar esa sed animal que los envolvía. Pero esto no era una noche profesional, no era una partuza buscada y planeada, solo era el escenario espontáneo de cuatro cuerpos libres.

Cuatro cuerpos naturales, cuatro almas mundanas, cuatro corazones privados por un rato de su moralidad, cuatro mentes comunes que abandonaban sus estereotipos y se dejaban llevar mano a mano, suspiro por suspiro, roce a roce en una danza desconocida.

Jack despertó a la mañana siguiente solo en su cama, entre los restos de sabanas revueltas y almohadas desperdigadas por toda la habitación.
Su cuerpo sin ropa despedía aún el aroma mezclado de la batalla.
Un silencio total inundaba la casa.

Vistió liviano y salio al living de la segunda planta, silenciando sus pies por la alfombra, sin saber que esperar.
El baño solo tenia su ropa aventada por los rincones, pero las señales de guerra aún mojaban las mamparas, la ventana espejada que daba al jardín y los pisos semi inundados.

Como si de un sequito se tratase, las damas fueron apareciendo de diferentes cuartos, con ojos dormidos y medias ropas, al influjo de los sonidos del desayuno, que el anfitrión preparaba, sin consciencia real de si tendría con quien compartirlo.
El café de Marie, el te de rosas de Constant y el capuchino de Deborah se bebieron sentados por la escalera, el piso y los sillones, sin normas, sin formatos, sin miradas culpables.
Charlaron del proyecto, de los buenos tiempos vividos aquella primavera en la concreción de aquel sueño, de lo bonita que era la casa de Jack, de lo bien que amanecía ese nuevo domingo y de cómo cada una volvería a su propio hogar. A su propia vida.

El sueño de la noche anterior, solo vivía en los restos que lo atestiguaban.
Nadie asumió culpas, nadie asumió victorias, nadie asumió nada.
Cada una marcho llevándose consigo el siempre bien recibido largo abrazo de Jack, que las acercaba a su corazón, que las hacia latir un par de veces mas por segundo.
Solo las sonrisas cómplices, y las yemas de los dedos que se apretan mas de lo habitual la espalda, transmitieron mas de lo nunca acordado, pero fielmente demostrado.

Jack las volvió a ver, por separado hasta su partida.
Nunca hubo comentario del momento.
Ellas siguieron trabajando juntas, por varios años más.
Cada una siguió su vida, con sus compañeros de ruta sociales, con sus hijos algunas, con sus aventuras otras.

Muchos pensaran que las orejas de Jack ardieron los días siguientes en charlas femeninas, llenas de frivolidad y sexo.
Jack, que conoce ese lenguaje por acumulación, lo vive diferente y sigue disfrutando del secreto y la complicidad que lo une a esas damas, por separado, cada vez que el aire de la primavera lo lleva al Principado.

Cuatro almas, son dueñas de una sonrisa única, cuando recuerdan casi dudando si fue realidad, una noche de Julio, cuando el Mediterráneo y varios Martinis, se llevaron sus moralidades y les dejaron vivir un momento irrepetible.

enero 12, 2011

¿Hilo dental o asado con cuero? - Jack el Inescrupuloso

La casa de Chester Mickelson era el pivot habitual de los viajes de Jack por la Bretaña.
Gran amigo, conversador y contestatario, Chester era un bohemio llevado a la intelectualidad, que manejaba un ramillete de amigos de las mas surtidas y a veces, dudosas calañas.

Por esos días, Jack y Chester vagaban de flor en flor, en una de las tantas exuberancias primaverales de dos ya un poco maduros picaflores.
Chester había localizado una margarita de corta edad, que las hacia de aeromoza o al menos eran sus planes, en una pequeña aerolínea local y Jack llegaba como siempre con los ojos abiertos, las manos tibias y la lengua larga a la mansión Mickelson, para atender todo requerimiento que se presentara.

En aquel momento y desde hacia ya tiempo, Chester compartía uno de sus dormitorios con una room mate, de nombre Rostilacia. La chica era “un amigo”, no solo porque atestiguaba con total discreción los excesos de los dos caballeros y otras visitas aún mas promiscuas del lugar, sino porque era tan bonita como su nombre.
Inmirable la buena de Rostilacia, era tan buena gente, como fea.

Su cuerpo aunque flaco, muy flaco, parecía moldeado por un orfebre ciego y manco. Los pocos bultos estaban mal acomodados y la ropa que se empeñaba en lucir no mejoraba en nada su aspecto natural.
Para colmo, su cara triangular, con grandes ojos salientes, pequeñísima boca y larga nariz, estaba adornada tétricamente por una masa deforme de algo que podía ser cabello, pero mas se parecía a las esponjas de aluminio viejas que las mamas usaban para dejar brillantes las ollas.

Pero era buena gente la Rostilacia y muy intelectual.
Si no la mirabas, podías tener charlas de varios minutos con ella.

La historia dejaba entrever que alguna vez había tenido pretendiente, pero nunca se le había conocido uno, al menos en los últimos 25 años.
Tanto Jack como Chester, la respetaban totalmente (totalmente intocable) y sentían ese tipo de cariño que se siente habitualmente por los perritos desprotegidos en la calle, pero en la respetuosa versión humana.

La terraza que daba al fondo del dormitorio de Chester, tenia una muy descolorida hamaca, de las que te hacen sentir que estás en la playa mientras reposes al sol con los ojos cerrados y los oídos tapados.
Esa noche, como tantas de la primavera, talvez por ser el único lugar al aire libre de la casa o quizás por estar a unos pasos de la cama, fue el escenario de una charla remojada en cerveza.

Cuatro fueron los invitados a la partuza: Chester como locatario, su pronovia azafata, Jack como invitado de honor y si, adivinaron, Rostilacia como el invitado de piedra.
Jack habia masticado un caramelito la noche anterior, por lo cual su apetito estaba bastante saciado y no tenia planes para esa noche.
Chester y la azafata "calentaban el agua", dado que aun no habían tenido su encuentro cercano y Rostilacia, bueno, Rostilacia estaba en su casa.

La cerveza fluyó, la azafata resultaba cada vez más tonta aunque deleitaba la vista y Jack propuso los temas delicados y peligrosos que con cierto ánimo y nivel de sonrisa automática encima, acostumbraba plantear para caldear el ambiente.
Las varias preguntas sexuales se multiplicaron, con respuestas sagaces y provocativas por todos los bandos, cuando Rostilacia congelo el ambiente denunciando a gritos sus 3 años de sequedad sexual.

- 3 años!! Pregunto Jack, sin contener la risa que la cerveza excusaba.

Tomar en serio este tipo de afirmaciones, significaba mandar al diablo la fiesta y empezar con las condolencias y el llanto, por lo cual Jack animó aun mas el momento y obtuvo rápidamente la complicidad de Chester y su azafata, que en medio del asombro, reían y preguntaban mas profundamente sobre el asunto.
Entrar en detalles de que había pasado tres años atrás era algo morboso y preguntar cuanto tiempo antes había tenido otra experiencia, parecía perverso, así que Jack prefirió centrarse en el presente.

El Inescrupuloso era conocido por varias cosas: un mujeriego de clase, caballero y muy discreto; un excelente animador de fiestas; un culto interlocutor y flagrante humorista sarcástico y un excelente amigo, bueno de corazón y generoso de alma.

Pues todo eso se conjugo con las cervezas, la noche primaveral, la inactividad sexual de Rostilacia y se fundió en una expresión inesperada en los labios de Jack:

- Esta noche, yo te voy a hacer el favor y vamos a romper la racha!!!

Enunciado el reto, la azafata echo a reír como si de una broma se tratara, Chester palideció y se quedo mudo a sabiendas de que su amigo no hablaba en broma y Rostilacia se retorció en un – no no, estas loco vos!! Que ni ella se creía, mientras ya miraba diferente al visitante que tantas veces había llegado totalmente ausente por aquellas tierras.

La noche siguió un poco mas, Jack no ahondo en el tema pero la amenaza estaba echada y la promesa hecha; solo se preocupo de consumir el suficiente alcohol para agarrar valor y nublar un poco mas la vista.
La azafata seguía perfeccionando su idiotez y la noche de Chester se visualizaba sola, aburrida y sin ni un atisbo de sexo en el horizonte.

Cuando ya todo estuvo pronto, y Jack ya había alimentado sus pupilas lo suficiente con la pretendienta del amigo - obvio sin escucharla - se paró y le dijo a Rostilacia:
- Ok, vamos, te toca.
- No, tu estas loco, supongo que es broma verdad? Decía la damicela con un ínfimo convencimiento, solo para no parecer puta y marchar calladita a la pieza.
- Para nada, hoy romperemos tu hechizo, ya veras como tu vida cambia a partir de mañana.
Palabras más, palabras menos, Jack marchó con su espécimen a la habitación.
A la de ella, que Jack no conocía por dentro y que no contribuyó nada con las fantasías que el caballero necesitaba hacerse para encarar aquella empresa monumental.

Los muebles eran mínimos, el desorden máximo y contra una pared, había tirada una colchoneta de unos 5 cm de espesor, gastada y demasiado corta para ser cama.
Allí mismo, sin pensarlo demasiado y sin reparar en lo rápido que ella se sacaba la ropa, tiro a Rostilacia al camastro. Si lo iba a hacer, tenia que ser bastante rápido para no llegar a un estado de consciencia que le provocara vómitos o cosas similares.

Caballero como era, tampoco se trataba de una violación.
El se había dispuesto a despertar esa femineidad de la que Rostilacia carecía y su objetivo era que la niña saliera al mundo al otro día, con una nueva cara y una actitud que pudiera contrarrestar su apariencia.
Aprovecho los ojos que generalmente se cierran para sentir mejor, a fin de besarla sin tener que chocar contra su mirada de sapo. Una boca húmeda y deseosa, es mas o menos aceptable siempre, o al menos despierta curiosidad, por lo cual la primera etapa no se hacia demasiado pesada.

Sus manos ya tanteaban un poco mas abajo, tratando de identificar los bultos contra el mapa de una anatomía femenina normal que tenía bien grabado en su cabeza.
Pronto reconoció algo que podían ser sus pechos, en tamaño reducido y necesitados de mucho soplar. Se encamino allí con su boca bien entrenada.
Empezó por la derecha tratando de localizar algo duro, que posiblemente fuera el pezón y de pronto sintió un tirón.

No era su pierna, ni su cuello, ni su estomago lleno de cerveza, algo se había trancado entre su incisivo izquierdo y su incisivo lateral!!
Con todo cuidado evitando la alarma, alejo su cabeza de los pechos, pero el tirón se sostenía. A unos 12 o 15 centímetros libero su mandíbula y debió abrir los ojos.

Eran pelos, si señor, pelos.
De un largo extraordinario, poblaban el arco del pezón irregularmente y se enredaban en sus dientes chocando con su lengua.

Jack contuvo las nauseas y como solo él podía hacerlo en aquel momento pensó: esta bien, mejor así, esto completa una asquerosa historia de terror.
Rostilacia no había notado nada de aquel evento que si bien duro pocos segundos, significaron una repugnante eternidad para Jack.
Sus manos ya estaban haciendo de las suyas entre las piernas y la pobre mujer se desvanecía en sensaciones nuevas o talvez desconocidas, al menos con los dedos de otra persona.

Sin poder sacarse la imagen de la retina nuevamente cerrada, Jack continuó su labor casi sacerdotal, hasta el momento de la penetración.
Afortunadamente, todo contribuyo a que Rostilacia amontonara orgasmos muy rápidamente, por lo cual el sacrificio no fue mayor.

Nadie charlo al otro día de lo acontecido la noche previa.
Rostilacia se mudo unos meses después a la casa de su novio, un alto y atlético, inexplicablemente guapo ciudadano con el cual mantuvo una relación larga y sonriente de 3 años.
Hoy, se caso con un taponcito un poco menos mirable, pero igualmente sobresaliente como pareja de la roommate y esta esperando un bebe, que todos esperan se parezca mucho a los abuelos (aun cuando nadie los conoce).

Muchas fueron las veces que Jack retorno a la casa de Chester, muchas las que compartió charlas, comidas y bebidas con Rostilacia, con la misma inocencia que lo había hecho siempre.
Nunca hubo un comentario, jamás una mención, solo una sonrisa franca al momento del abrazo de saludo, que Jack siempre interpreto como un: Gracias, cambiaste mi vida.

enero 11, 2011

Santiago de Chile – El misterio de la libélula – 0011 horas


Un sonido muy similar a un goteo invadía el baño, pero ninguna llave estaba perdiendo.
La búsqueda terminó en el aletear agónico de una libélula, que recostada sobre el piso frío y oscuro, se desprendía de su capacidad de volar.

Vivir en la montaña me ha enseñado, lenta, involuntaria e inexorablemente, a entender mejor las diferentes vidas de lo que me rodea y por ende, a aceptarlas y acostumbrarme a verlas pasar a mi alrededor.
Todo tipo de insectos, lagartijas, culebras, pájaros y arañas, son parte constante del escenario; y solo cuando alguien extraño llega abanicando sus manos o sorprendiéndose con su paso, soy capaz de distinguir como se han hecho también, parte de mi vida.

Comprender que muchos de esos seres tienen vidas tan efímeras en tiempo, sin que ello les quite la magia de la existencia; me permite sorprenderme continuamente en el cuidado de no ser un intruso a su paso, aún cuando invadan mis espacios m
ás íntimos.

Ignorante de la esencia de su ser, absorto en el batir nervioso y aparentemente sin ritmo de sus seis patas y cuatro alas, me deje llevar en la búsqueda de adivinar que sienten si sintieran, que piensan si pensaran, que buscan si buscaran, las libélulas en su momento de agonía.
Sin encontrar respuestas dentro de mi sentir, pensar y buscar, cerré los ojos para concentrar mis otros sentidos detrás de aquellos sonidos que mi mente veía como desesperados manotazos a la vida que se esfumaba.
 
Entonces, la conexión etérea del ser que nos hace universo,  se manifestó.

Un pavor desconcertante me invadió al tratar de descifrar los miles de cuadros que mis ojos podían ver. Un quiebre indoloro pero desesperante dio vuelta mis hombros hacia atrás. Mis brazos se encogieron hasta los codos y de ellos, dos nuevas manos abiertas en nervaduras surgían a la vida, al tiempo que mis dedos, los viejos y los nuevos,  comenzaron a estirarse.
Mis clavículas se proyectaron adelante en lungos brazos articulados y en medio de una metamorfosis que mis ojos me impedían focalizar, cuatro extremidades más se abrían paso desde mi abdomen.
Inmerso en un pánico claustrofóbico mis piernas se fundían inmovilizadas en una especie de escamada cola.

No era capaz de sentir dolor alguno, pero un terror incontrolable se apoderaba de mí ante tal transformación, mientras el sonido omnipresente del goteo,  obligaba a mis pupilas multiplicadas a ver como una piel ámbar y brillante recubría lo que habían sido mis dedos y le regalaba dos grandes alas y dos mas pequeñas a mi espalda.

Mi mente aún humana luchaba por entender lo que ocurría, maravillosamente sorprendida por la capacidad desconocida de tan vivida posesión, tenebrosamente dispuesta a empezar a vivir el momento de agonía que suponía tomar aquel cuerpo.

Cuando dejé de luchar con la caparazón que me envolvía y las extensiones que me proyectaban, todo aquello que asignamos emocionalmente al estómago, el corazón y la cabeza, se conjugo en un punto de luz exactamente al centro de mis nuevas patas superiores y una calma inmensa inundo mi nuevo ser, incapaz de sentir ya con los cinco sentidos.

Entonces solo me sentí ella, una libélula.

Gocé del movimiento rítmico casi incontrolado de mis extremidades, mientras una corriente de energía clara y liberadora fluía desde mi cabeza hacia la punta de lo que en algún momento habían sido mis pies;  empujada por las ondas que mis nuevas alas generaban a mi alrededor.

Una paz increíble recorría el cuerpo extraño al cual ya me había acostumbrado y todo parecía un festejo, una danza perfectamente orquestada, que solo se alimentaba del brillante aire exterior para acrecentar el flujo interno que las alas impulsaban.

A mi alrededor todo era desconocido.
Mis nuevos ojos jamás habrían podido encontrar el baño que mi mente tampoco buscaba. Mi nuevo cuerpo era incapaz de sentir el frío del oscuro piso.
Todo yo, parecía ser sostenido por vientos cruzados iluminados por pequeñas estelas blancas y azules, que seguían mi pataleo vibrante o tal vez, le ponían ritmo.
Liviano, volátil, un simple conductor de lo que todo rodea; una parte mas del universo, gobernando todo cuanto pasaba a mi alrededor al ser totalmente poseído por ello.

Cortos años bajo el agua como ninfa y larva, eran devueltos al cosmos,  pocos meses después de haber aprendido a volar, en una vida tan excitante como pocos humanos podríamos vivir.

Una punzada corrió de mi hombro izquierdo hasta mi mano recordándome esa tendinitis que me castiga hace dos años; un retorcijón doblo mi abdomen y la luz de la ventana daño mis pupilas que se resistían a volver a la realidad.
Volví a ver mi ropa interior en los tobillos, delante del retrete.
Mis oídos escuchaban gotear.
Una libélula que se había salvado de mi pie y nuestros insecticidas, experimentaba otra etapa de su metamorfosis en la esquina de mi baño,  frío y oscuro.
 
 

enero 10, 2011

Santiago de Chile – Las visitas de esta mañana – 0817 horas

El ruido lejano de trastes lavándose intentaba cortar mi sueño, resistente esta mañana.
Sabia que solo tu tenias la llave que habría mi puerta, pero por algún momento pensé que Mamá había decidido visitarme, quien sabe para decirme qué cosa que debía saber y solo ella podría explicarme.

Sentí tus pasos acercarse por la habitación vacía y el pasillo, hasta que en lucha contra mis parpados que no lograba abrir escuche:
- tienes lo que quieres, tu lo decidiste todo, ya … y la voz se me esfumó en la misma nebulosa que mis ojos intentaban ver desesperadamente.

Te tiraste a los pies de la cama, una cama que no era la mía de hoy y entonces recién pude enfocar mis pupilas.

Traías una malla de baño naranja o rosada, casi fluorescente, solo visible en sus tiras que sobresalían debajo de una ropa vieja totalmente negra, como tu cabello largo, que desordenado, completaba tu cara triste y pálida.
Te veías como siempre, tu silueta deliciosa le restaba importancia al luto y mis ojos lagañosos se perdían en las tiras del traje de baño que con su brillo, evitaban que viera los tuyos.

No sabia que hacías aquí, tampoco tu lo sabías.
Me gustaba pensar que tendríamos una charla muy muy larga, que lloraríamos juntos, que discutiríamos sin pelear y que talvez nos salvaríamos el uno al otro al final de la mañana.

Tú saliste a esperarme fuera, pero no era aquí.
Te sentaste en el pasto a la salida de mi casa de niño del Barrio de las Ranas, allí donde espere toda la mañana a mi padre cuando niño, para evitar el castigo de quien sabe que travesura tempranera, dibujando arabescos en el pedregullo, soportando la vergüenza de mi cuerpo semidesnudo y mi cara semidormida, expuesto a la entrada y luego, a la salida de los chicos del barrio en su día de escuela.

Yo me apure a preparar un mate y recién ahora recapacito en que jamás tomaste conmigo.
Se hacia difícil de lavar, tan difícil, que el agujero de arriba se agrandaba desproporcionadamente al raspar de la bombilla y un nuevo agujero se hacia para mi desesperada sorpresa en la parte de abajo.
Pero esos agujeros increíblemente no se comunicaban.

Parado en la cocina, tratando de entender si ese tiempo de limpieza prolongado mas allá de lo necesario en una tarea innecesaria, seria el mensaje de que en realidad, no deberías estar allí, tuve miedo de que te hubieras marchado.
Salí corriendo a la puerta, para comprobar que así era, que ya no estabas, y que no solo ya no tenía mate, sino tampoco con quien tomarlo.

Entonces lo ví a él.

Traía esas gafas gruesas que siempre escondieron su semblante espigado de hombre bueno. La entrada de la casita de la calle Loustane se transformo en HidePark en Agosto y me deje llevar en su compañía bajando por la ladera de pastos cortos que conduce a Kensington Palace.
Repitiendo el camino que busque disfrutar en mi huída meses atrás, hablamos pausado, cuando aun la imagen de tu cara triste y tus ropas negras impregnaba mis pupilas por despertar.
- tu ya lo sabes - me dijo. Ella tendrá un bebé pronto, ya lo has visto antes en tus sueños despierto por la playa. Ella tendrá un bebé y allí depositara todo su amor.

Aunque no sonaba así, sus palabras me hacían sentir que se trataba de nuestro amor, aquel que compartimos; y a sabiendas de que él conocía mi sueño de días atrás, me sentí feliz por un momento de confirmarlo. Tú tendrías tu bebé y podrías entregar todo tu ser a alguien sin capacidad de juzgar.

Finalmente abrí los ojos.
El sol empezaba a iluminar lentamente la montaña de enfrente, apenas pasaban las 7:30 de este lunes en que planeo empezar mi año y un sabor amargo gobierna mi boca.
No pude evitar que las lagañas se volvieran un par de lágrimas cortas y en mi pecho, parece estarse extinguiendo un fuego que durante el sueño, o talvez antes, agitó mi corazón y desbordó mi vientre.

enero 09, 2011

El calor de a bordo - Jack, El Inescrupuloso

Los viajes entre Europa y Latinoamérica se hacían repetitivos y a veces, hasta aburridos.
El vuelo de esa medianoche, lo llevaría de Barcelona a Montevideo, pasando por Buenos Aires, en una mala elección de Aerolíneas Argentinas.

Jack estaba desde las 10 PM en el aeropuerto, sin Sala Vip por la aerolínea que operaba y la espera se estaba haciendo un poco mas que incómoda.
Para completarlo, la sala estaba llena de Argentinos, de los no lindos de ver y vivir cansados a la noche, que o se iban huyendo de la vieja Europa que despedía de mala gana a los inmigrantes o habían gastado ya sus pocos euros ahorrados en un viaje a ver sus parientes ilegales.

Cuando ya la urgencia de alinearse a los empujones para pasar la puerta de embarque había alborotado a los dos centenas de indeseables pasajeros, ella pasó por frente a Jack.

Vestía pantalones de vestir bien planchados, reminiscentes de los Oxford abajo, bien ajustados a unas nalgas perfectas arriba.
Una blusa liviana y una pañoleta al tono que se enredaba en su delicado cuello, enmarcado en un pelo exageradamente rubio y exageradamente lacio.
No era una niña precisamente y su cara de loca develaba que sin duda era compatriota del resto de los pasajeros.
Pero tenía unos preciosos ojos grandes y negros.

Entre nerviosas idas y vueltas, solo de pasada reparo en Jack, que esperaba tranquilamente que el torbellino terminase, para pararse y disponerse a entrar a la manga.
Pero Jack la vio, todo el tiempo.

Mucho mas tarde que ella llegó a su asiento de pasillo en el 747. Viajaba en turista, por la misma razón que había tenido que esperar en la sala común y si bien su costumbre de no ir en ventanilla se había respetado, estaba en la línea del medio, dos hileras delante de los baños que se disponían al centro de la aeronave y la puerta de emergencia que estaba enfrente a estos.

Empezado el vuelo, y dispuesto a otra noche en vela, Jack fue atropellado en su hombro.
Cuando vió a su victimaria, entendió que desde la potencia hasta la necesidad del rose, habían sido intencionales.

Paso y volvió, y lo miro y siguió hacia atrás.

Cuando Jack volvió la cabeza, varios segundos después, ya que nunca fue de caballero girar inmediatamente a mirar una mujer y además, no era necesario, sabia exactamente lo que había para ver; ella estaba en la ventanilla, parada frente a su asiento, mirando insistentemente, unas 4 filas atrás del baño.

Hay muchas cosas que Jack no sabia, pero los aviones y los aeropuertos eran más su casa que las que tenían sus muebles y guardaban su ropa. Ahí, nadie podía descubrirle nada.
Había aprendido y aplicado también muchas veces, que las reacciones inmediatas, son de una efectividad incalculable.

Se paro, fue al baño y efectivamente cuando salio, ella estaba justo en frente, en la plataforma que dejaba libre la salida de emergencia.
- como te llamas?
- Romina.
- Jack, mucho gusto, le dijo, mientras la tomaba de la cintura y llevado por el mensaje inequívoco de sus ojos, la besaba como si estuvieran en su luna de miel.
El 747 tenía una hilera de tres asientos corridos a ambos lados contra el fuselaje y otra de 5 asientos al medio.
Ella estaba sentada en la ventanilla, el asiento del medio estaba libre y en el pasillo, viajaba un hombre grande y ancho, de apariencia mexicana.
Luego de varios besos de esos que se dan durante la adolescencia en el zaguán, el definió ir a sentarse con ella, ya que en su fila, no había lugar para ambos.
Ambos estaban embelezados y al mismo tiempo asombrados.
El “a mi nunca me había pasado algo así” era habitualmente un poco mentira, pero esa noche un mucho verdad.
La conexión había sido demasiado fuerte e inmediata, el atrevimiento de ambos casi profesional y preparado; y todo lo que siguió fue tan inconscientemente realizado, que ninguno de los dos podría dudar del otro.
Aún cuando ella hubiera sido una puta, que bien supo Jack luego que no lo era, y Jack hubiera resultado un Chippendale de alta gama, esa noche de avión habría sido difícil de explicar.

Tuvieron unas 9 horas de vuelo, tuvieron unas 9 horas de sexo en todos sus formatos y variaciones.
El pobre hombre que viajaba en el pasillo, tomo una posición "de coté", dándole la espalda a los amantes y mientras trataba de ignorar los gemidos, servia de pared para que los pasajeros de la fila de enfrente no pudieran ver muchos detalles.
Las veces que yo he viajado en avión durante la noche, miro el interior en penumbra, y no puedo imaginar como Jack y Romina, sintieron en algún momento, que nadie los estaba viendo!!
No hay una sola vez que no sonría al recordarlo.

Entre pequeñas presentaciones y poco detalladas historias de cada uno, los labios y la lengua dieron paso a las manos, que pronto empezaron a levantar y bajar ropa.
Muy rápido los dedos de ambos estaban húmedos, como el resto de sus cuerpos y sin poder pedir que subieran el aire acondicionado.

La cena les dio un respiro para mirarse con más detalle y charlar sobre cosas triviales.

Faltaban mas de 6 horas de viaje y ya se habían sudado más de 2, cuando sobrevino el sexo oral.
No solo Romina succionó maravillosamente el pene de Jack que sobresalía de su bragueta desarmada, sino que hasta Jack pudo pasear su lengua por el pubis de la porteña, que resulto una afamada ex bailarina, cosa que explicaba totalmente su cuerpo y su elasticidad.
El sueño de muchos, ayudo a que no todos notaran cuando pasaron al baño.

El tamaño del recinto no era problema, Romina podría haberlo hecho en una caja de zapatos; el problema era tener que ocupar una mano de cada uno en callar la boca del otro, evitando las correspondientes ganas de morderse que ambos se proferían.

El polvo en vuelo no calmo las hormonas.
Una vez en sus asientos, con el hombre gordo otra vez de espaldas intentando dormir, la función tomo el mismo color que después de la cena.

No hubo tiempo de dormir, ya no pudieron volver al baño porque repetir la acción, significaba no solo volver a molestar al pobre ser humano que debió sufrirlos todo el vuelo a escasos centímetros, sino también, exponerse claramente al resto de la gente que los rodeaba y era víctima – aunque mas remota (como 1 metro) – del fogoso encuentro.
Lo intentaron en el mismo asiento con la siempre bien afamada “cucharita”, pero los movimientos rítmicos imprescindibles, habrían sido un descaro mayúsculo. Pero lo intentaron.

Pasado el desayuno y ya con luz natural dentro de la cabina, sus rostros eran una poesía.
Dos adolescentes avejentados, que se habían tácitamente matado franeleando por 8 horas y se miraban como si se amaran profundamente, con ese tono de enamoramiento que solo las calenturas más soberbias pueden dar a una cara.

El debía seguir a Montevideo, pero la acompaño hasta migraciones en Buenos Aires.
Se despidieron como si se fueran a ver muy pronto, se prometieron lo prometible, mientras trataban infructuosamente arreglarse la ropa y quitarse el tremendo dolor abdominal fruto de la masacre vivida.
Ella paso a migraciones, el subió la escalera y espero su vuelo a Montevideo con una sonrisa incrédula.

Se volvieron a ver en Madrid muchos meses después, una sola vez.
Ella quería tenerlo para toda la vida, el estaba de paso y seguiría volando.
No hubo un beso y mucho menos sexo, esa fue la última vez que Jack vio la hermosa cola de Romina, alejarse con una nueva pañoleta volando al viento.

enero 07, 2011

La loba de Rómulo y Remo - Jack, el Inescrupuloso

Corrían los últimos años de la década prodigiosa, la música iba perdiendo su magia, la moda no terminaba de desvincularse de la personalidad de los ´80s y Jack elegía la orientación hacia las artes, la creación, la arquitectura, la belleza.

Sufriendo el típico desgarre adolescente, cuando las nenas de tu edad para abajo no aceptan sexo por sexo y las mas grandes te ven como “pendejo”, el pequeño Jack enjuagaba sus lagrimas en los temas de radio, ganándose la vida en una cabina nocturna, poniendo música ordenada por un director de mal gusto y tratando de seducir viejas con voz impostada de 10 a 12 de la noche.

La radio del pueblo estaba sobre el cine y a pocos metros de él estaba la cabina de proyección. Dos grandes proyectores de 35mm se sorteaban los “tachos” de película, que para ese entonces venían en varios rollos.

El operador de cine era un conocido diariero de cuando Jack era niño, hacia 10 años atrás. Un hombre bajo, semi-pelado, de dentadura poco poblada, que mezclaba aun su empleo matutino de reparto de periódicos, con el nocturno de proyección de películas de poca monta, en su mayoría pornográficas, desde una oscura y pequeña habitación con fuerte olor a algo similar a Ether, con lo cual pegaba desprolijamente las películas que se le cortaban en el giro de los viejos aparatos.

Jack no recordaba el nombre, pero tenia una novia de visita habitual.
Era una veinteañera mal mantenida, que algún día había sido una hermosa niña según lo que atestiguaban sus ojos azules y su cara bonita, pero que hoy cargaba mas kilos de los que merecía desde sus cachetes (los de la cara) hacia abajo.

Mantenía de todas formas su gracia y el oficio de los últimos años alegrando veteranos destartalados, era suficiente para que las noches de trasmisión fueran diferentes si ella llegaba a la compañía de su “noviecito” .

Jack vivía una adolescencia efervescente, como la de todos ustedes y su “novia formal” era intocable, por lo cual se ganaba sus ratos de sexo furtivo y siempre discreto, con señoritas de mayor edad, casadas o solteras; que importa eso cuando la urgencia es la que manda.

Además, casadas mejor pensaba Jack, molestaban menos y jugaban varias fantasías más en cada encuentro. No me vengan ustedes con que no saben de esto.!!!!

La “novia del proyectorista” llegaba a la noche, después de las 9, cuando ya el informativista de la noche se había ido y solo quedaban su novio en la cabina del cine, el pequeño Jack en la cabina de la radio y un par de pajeros (versión de español antiguo errónea de quienes viven masturbándose) en la sala del cine.

Su olfato libidinoso le hacia imposible no detectar aquella carne joven y querendona (la de Jack), un manjar en comparación con el exponente que corría tras las cajas de chapa circulares de las películas.
Fue y vino por semanas entre una y otra cabina, regodeona, con su sonrisa de malicia; mientras Jack se derretía en sus fantasías, pero se congelaba cuando la veía con los ojos de mirar.
Es que había que aceptar que sabia del arte de seducir, que su erotismo estaba intacto, pero su cuerpo, dios mío que había decaído en picada durante muchos años.

Una noche llego la propuesta.
Era tiempo de tener sexo de verdad, no pasando por sus mentes y sus ojos; del que se vive sin ropa y con los ojos cerrados.

Acordaron que a la salida, se encontrarían en la casa de una amiga de ella, para “arrancarse los dientes”.

Esa noche Jack cerro la radio a las 12 en punto, algo de color diferente al rojo movilizo rápidamente sus pies sobre los pedales de la vieja bicicleta Phoenix de doble caño que tenia y camino abajo, por la misma calle de la radio, se dirigió al lugar del encuentro.
Al llegar se encontró con un rancho de adobe (barro y paja) prácticamente abandonado en un barrio de la periferia, ausente al paso de los años.

Era medianoche, no había luz ni Luna, pero ardía por dentro y eso hacia que la luz necesaria saliera por sus propios ojos.
Se acerco a la puerta maltrecha, cruzando una cuneta con agua de baño amontonada a falta de saneamiento, y golpeó.

Una anciana que le hizo acordar a la bruja de Hansell y Gretel o Caperucita Roja, abrió la rechinoza puerta de madera con un candelabro en mano.
La vela chorreada solo iluminaba parte de su cara, lo cual a Jack le pareció aun mas tenebroso que encontrase con el espécimen por completo.

- vengo a ver a “Linda”.

La anciana dejo la puerta abierta y se volvió sobre sus pasos sin hablar, hasta acomodarse en la habitación contigua al lado de un viejo brasero, a unos 50 centímetros de la abertura que alguna vez había sido puerta.
Linda apareció y su sonrisa de entrega, casi hace olvidar a Jack del lugar donde estaba punto de entrar.

La pieza de entrada, que solo tenia aquella abertura ocupada en su totalidad por la anciana y su brasero, exponia una cortina de nylon verde, de quien sabe que año, que colgaba a la derecha de la puerta de entrada, de una caña que atravesaba toda la habitación.
Del otro lado de la cortina que generaba una especie de pasillo entre ambas puertas, había una mesita de luz y una cama de dos plazas. Era todo.

Sobre la mesita, se habían fundido una cantidad incalculable de velas por un espacio inadivinable de años y otras, permanecían prendidas, acompañando algunas estatuillas de santos.
Jack no quiso mirar mucho la cama, sabía que allí se produciría el esperado acto y agradeció que la oscuridad no permitiera ver nada que se moviera sobre ella.
Piojos, garrapatas o incluso insectos, batracios o arácnidos mayores, podían tener su habitat normal en aquella olla de cultivo, donde seguro, no sería su semen el primero en derramarse.
Talvez su semen, sería de lo mas inmaculado que habría recibido aquel camastro.

Jack olvidó todo al momento de recibir sin ropa sobre el no aséptico lugar, el riquísimo sexo oral.
Los ojos permanecían cerrados, y eso en combinación con las sensaciones superiores que subían estallando su ombligo, calentando su garganta y cegando su mente, lograban que el rancho pareciera un paraíso.

“Linda” camino cual animal ardiente sobre el camastro, para parapetarse sobre Jack y tomar control total de su sexo.

En ese momento, la silueta gateando de la mujer, se interpuso en la luz de las velas jadeantes, y la combinación de su estampa con la sombra proyectada sobre la cortina verde, hicieron que Jack recordara inefablemente la estatua de La Loba, aquella que con sus propias mamas, diera vida a Rómulo y Remo.

Es que fueron tantos los rollos colgantes de aquella doncella, que era difícil descifrar a que correspondían.

Bendita visión que exaltó la cultura profunda del estudiante de arte y trajo al presente el rancho, la espantosa cortina y la anciana que atenta desde el otro lado de la abertura, disfrutaba entre mate y mate el sexo con ellos, al calor seco de las brazas encendidas.

Linda se encargo de obtener una rápida eyaculación, Jack no tenia la experiencia suficiente para sostenerse firme ante aquella carne caliente, aunque era incapaz de adivinar que parte de todo aquello hacia contacto con su pene.

Feliz como adolescente que vive una noche de sexo brutal, aunque solo fuera por el ambiente, sus pies se apuraron en pedalear hasta la casa que habitaba con su madre. La consciencia había vuelto con el frío de la noche y un baño general mezclado con alcohol se hacia imprescindible.
Total, limpiaría la inmundicia y dejaría intacta su alma, su sexo logrado y su sonrisa de satisfacción, además de poblar su joven memoria de recuerdos a ser contados algún día por un escritor atrevido.

enero 05, 2011

Reñaca – Un tiempo diferente, empezó – 0021 horas


Muchos gastaran páginas, saliva y dedicación en explicarle a este mundo humano porque cambiar de año no debería ser tan exageradamente ornamentado.
- ¿Que cambia mañana por ser 1 de enero? por ejemplo dirán.
Mismos o diferentes, siempre hay quien no acuerda con eso de las fechas marcadas; con aquello de empezar las dietas o el gimnasio los lunes, dejar de ser infiel el mes que viene, facturar mas en mayo o setiembre, festejar o sufrir mas un 14 de febrero o hacer regalos el día de la madre.

Lo maravilloso del 1 de enero, es que es un nuevo día.
Igualito a todos, grandioso en esencia, que solo depende de nosotros mismos para transformarse en un exclusivo día especial o mejor aún, otro día vivido a pleno en nuestra bamboleante vida.

¿Cuantos dias logramos despertar con ese potencial en las pupilas y moldearlo a placer para irnos a la cama con una sonrisa?

El viejo 2010 de hace 5 días, se fue viviendo cosas diferentes y el 2011 llego continuando esas vivencias.
El 2010 no se llevo nada, porque el tiempo es lo único que pasa mientras nosotros estemos aquí, lo demás, se transforma inevitablemente.

En lo personal, mas allá de las opiniones dispares, las religiones, los ciclos económicos o el hoyo en la capa de ozono, vivir estos días es especial, …en lo personal.
Y este año, estos días se han poblado de vivencias distintas, de un mismo Ismael que vive y hace diferente, más allá de lo que piensa y siente, mucho mas difícil de cambiar.

Este año, por primera vez en mi vida, no hubo árbol de navidad.
Todo lo profundo y mundano que puedan asignar a este símbolo aplica, multiplicado exageradamente, cuando no, en mi caso.

Este año elegí compartirlo por primera vez en mi vida, solo con Anthony, mi hijo mayor.
Cuando yo tenía su edad y el nació, entre sabores dulces y amargos pensaba:
- cuando tenga 20, yo tendré 40 y podremos compartir la vida juntos y muy cercanos!!.
Este año nuevo llego para hacer realidad aquellas viejas memorias y tantas, tantas cosas fueron diferentes a los “fin de año” anteriores.

Este año, por primera vez, no baile en público.
No hubo “antro-disco-club-boliche”, no hubo excesos, no hubo multitudes entusiastas, no hubo…tantas cosas.

Cada 31, a las 12, muchos siguen rituales, muchos rituales, tan variados y diferentes como los sueños.
Cada 31, a las 12, yo expresaba mi deseo para ese año y como todos, creía sinceramente que cada año, esto se cumplía.
A la 1AM del 1 de Enero, me di cuenta que no había seguido mi propio ritual.

Este fin de año, por primera vez, fui capaz de vivir más de un problema ajeno y no asumirlo como mío. Logré dejarlo pasar, dejar que se solucionara o diluyera por si mismo, casi sin intervenir. Logré no dejar entrar el sufrimiento de otros cercanos en mí, logre no sentirme culpable.

Ese pedazo de vida que tuvo el 2010 en el calendario, será siempre un tiempo inolvidable. Lleno de emociones fuertes, las mas, manchadas por una profunda tristeza.

Este tiempo diferente que empezó, lleno de incertidumbres, escaso de control y por ende, amplísimo en posibilidades, me lleva feliz a compartir con vosotros estos malos párrafos.

Ya mejores cuentos, serán mis cuentos, ahora que ya no se me todos los cuentos…