septiembre 29, 2010

Santiago de Chile – El inicio de la ficción – 1342 horas

PROLOGO: Estas primeras 60 entradas del blog y estos dos meses por muchos motivos especiales de comunicación con ustedes, me llevan a dar un paso más en esta cortísima carrerita de escritor que atrevidamente me permito ostentar. Plagada de anécdotas, visión personal y con cero rigurosidad científica, política, económica o histórica, estas entradas iniciales han tratado de mostrarles a Ismael en varias de sus caras.
Otras caras, talvez necesiten de anonimato o escenarios ficticios, por lo cual, trataré desde ahora en adelante, de avivar paulatinamente mi imaginación mas allá de mis recuerdos, para que mis letras no se resuman a mi vida que aunque extensa es limitada y como base además para poder mañana, escribir algunas otras cosas fuera de este blog. Gracias. Siempre.


Corría 2006, el negocio de bienes raíces ingresaba en una incipiente crisis que solo los mas necios se negaban a ver y algunos eruditos anticipaban repercusiones sin precedentes en el mundo financiero.

Jack había levantado su modesta compañía buscando agregarle valor a la construcción de barrios residenciales. Valor más allá del propio de los materiales y la tierra, mas allá de la visión social de los vecinos, mas allá de los indicadores urbanos clásicos.
Le gustaba pensar que construía hogares y que sus compradores los elegían desde mucho mas adentro que sus pupilas y sus bolsillos.
Casas donde una familia pudiera nacer, crecer, multiplicarse y heredarse, como el reloj del abuelo, como el anillo de la mamá, como todo eso que indefectiblemente pasa de alma en alma.

No muy inconscientemente, Jack Warwin construía cada hogar como el suyo propio, como el que no tenia, como el que buscaba en cada departamento o casa de alquiler que paradojicamente habitaba, como el que lo hacia huir de los inevitables hoteles y lo espantaba con la sola idea de un motel de paso.

Era Setiembre y su brújula interna lo llevaba siempre a buscar la primavera.
Con los años, el seguir los vuelos de las aves migratorias, le había granjeado amistades en muchos continentes e instintivamente generado eventos que festejar en cada ciudad que lo recibía.

Viajaba solo, no tan liviano de peso por su obsesivo cuidado de la ropa y su necesidad de tener la prenda adecuada para cada momento. No porque la ocasión lo obligara, no porque alguna etiqueta social pudiera torcer su voluntad, ni siquiera porque el calor o el frío fueran parámetro para el taparrabo de turno. El elegía su ropa como sus casas, desde adentro;  le gustaba sentir lo que se tiraría encima y lo vivía como una extensión de su propia aura.


El Africa revolucionaria de la segunda mitad de siglo XX, había llamado la atención de Max Bloom, quien encontró espacio para sus primeros oficios diplomáticos en tierras de Namibia, llegando de Pretoria tras la ocupación Británica al territorio de la Deutsch-Südwestafrika.
Sus capacidades en el relacionamiento público lo habían adornado de “galantes títulos cancilleriles”, pero ello no era más que el medio de supervivencia para experimentar la pasión de las tribus nativas, disfrutar las dunas interminables del seco desierto de cara al Océano o compartir los gases termales que hacían historia de aquella tierra tan alejada de su Escocia natal.

También le otorgaban convenientemente un cierto poder, muchas veces factor de vida o muerte en enfrentamientos étnicos.
Pero Max no se sentía parte de la partida de conquista del Imperio Británico y había logrado germinar una familia amplia de blancos y morenos, que vivían su casa de embajador como parte armónica de una pequeña sociedad no clasista, muy avanzada para aquellos años.

Hijo de su pasión, entrenado en el saborear de la diversidad, su hijo Alexander había tomado la posta de su experiencia, convirtiéndola en su modo de vida.
Hacía 12 años que había descubierto a una de las tantas Alemanas de familia original, “haciendo dedo” por las calles de Windhoek y desde allí, habían cosechado dos maravillosos críos y algunas pequeñas tierras bajo la capatacía de Negoro, quien en su tiempo comenzó a arar la arena con Max para ver florecer el premio de la dulce comida.


Era 29, 29 de Setiembre y el aire había traído a Jack de visita a Namibia.
Oportunidad de festejar un nuevo aniversario de sus amigos Alexander y Mía.

Mía, era talvez la alemana mas bonita de la ciudad.
Por años se había empecinado en la misión de encontrarle compañía al descarrillado Jack, que no dejaba “títere con cabeza”.
Todos sabían lo que aquel gringo adoraba la sensación de hogar y cuanto soñaba construir su última casa;  la que el mismo ocuparía hasta el final de sus días y legaría a los suyos. Pero también, todos manejaban muy bien el estilo de vida que excusado en su búsqueda contínua de la primavera y con un horizonte de negocios tan amplio como fuera necesario, Jack se jactaba de disfrutar.

La llegada del forastero, se sumaba al festejo de su amor, por lo cual, la oportunidad era propicia hasta lo cósmico para enlazar aquel corazón carente de cimientos y excedido de alas.
La cena estaba prevista, Alexander y Mía invitaron a Frank y Doran, sus amigos locales mas acérrimos y ellos localizarían una pretendiente definitiva para Jack Winwar, el constructor de hogares.

Eran mas de las 10 de la noche cuando Mía, Alexander y Jack emprendieron recorrido hacia Lamu; un “lounge” local donde se disfruta de la mixtura de lo moderno y lo nativo, en memoria de la ciudad mas antigua de los Swahili en Kenia, tal cual la vida propia del Africa de entonces.
La cabeza disecada de una gacela africana los recibió a la llegada y permanecería allí como testigo de la posterior entrada de Frank, Doran y Lasta, la encomendada cita a ciegas.



La noche comenzó entre tragos y música de fondo. El lounge parecía excavado y esculpido en la tierra. Sus bancos y mesas conformaban un piso contínuo donde solo las figuras humanas mostraban un aireado y rítmico movimiento.
Frank y su mujer llegaron mas tarde, sin Lasta, quien había solicitado mayor tiempo de acicalamiento para la ocasión.
Era difícil adivinar las referencias que había recibido, pero el perfil de Jack podía resultar además de interesante, bastante intimidatorio.

Aún no llegaba la medianoche cuando el espacio de baile empezó a poblarse de gente.
Era una pequeña habitación, aun mas enterrada, que lucía un techo lleno de estrellas, inimaginables mientras bajabas las escaleras.
La excavación dejaba un vacío mágico, que permitía ver el cielo de Namibia en todo su esplendor nocturno, carente de la contaminación lumínica de las grandes ciudades, al tiempo que el fresco de la noche desértica hacia soportable la animada danza.
Jack arrastró a la pareja festejada a la pista; tenían vidas muy diferentes y si bien sus 12 años de feliz convivencia eran envidiables, los pies del visitante estaban más acostumbrados a improvisar todo tipo de ritmos.

La sangre se amontonó rápidamente al ritmo de una música que encantaba a la luz de las estrellas, en un espectáculo de danza totalmente inusual en comparación a los “boliches” del primer mundo.
La penumbra solo permitía ver las sombras de los cuerpos, aun cuando los tuvieras muy cerca y el fresco de la noche no alcanzaba a sofocar las siluetas danzantes.
Mía se cansó rápidamente, y aun en el entusiasmo generado, pronto Alexander sucumbió a los ojos de su amor, que pedían volver a la comodidad de la mesa.

En ese momento Jack, sabiéndose prontamente abandonado, giro instintivamente su cuerpo y sus ojos quedaron enganchados de un par de estrellas que no penetraban el ambiente desde arriba.
La sombra oscura de un cabello salvaje, encuadraba dos ojos que parecían haber nacido con él, como si los tuviera a su lado de toda la vida.
Escaso de lenguaje, básico y visceral en su pensamiento, acerco su boca a aquella sombra envolvente y dijo lo primero que se le ocurrió:
- si ellos se van, tu me cuidarías?
Solo una sonrisa iluminó un poco más el lugar; Jack miro a la feliz pareja y les dijo:
- no tienen que soportar el baile, los veo en la mesa, ya tengo quien me cuide.

Desde esa noche y por mucho tiempo, Jack se dedicó a diseñar hogares cada vez más exigentes, cada vez más mágicos, cada vez más propios.
Hogares donde cuidar y guardar aquellos ojos y aquella sonrisa que lo llevaron a cambiar su vida y a luchar sin tregua por sentirse en casa.

Desde el Sábado pasado, Jack llegó a Windhoek como cada primavera a celebrar un nuevo aniversario de Alexander y Mía.
Hoy, habrán pasado cuatro años de aquel encuentro en Lamu y los tres amigos volverán a brindar solos, por los 16 años de felicidad, con un Jack que sin ojos para nuevas estrellas, continúa siguiendo la migración de los pájaros, tratando de renacer en cada primavera.

Santiago de Chile - Me perdí la luna llena - 2030 horas

Pero aun asi, sigo siendo un ganador.
Santiago no me dejo subir a mi santuario al llegar al aeropuerto y he pasado tres dias con los Knezevic.
Mimado, preguntado, compartido y entendido, por una familia grande que siempre se me abre como las flores en primavera.

Jelena quiso armarme una viandita por si no tenia que comer, mis historias del  ´94 compartidas estos días la han marcado, espero, fugazmente.

Ivan supo estar siempre al pie del canon, ayudando por dentro y por fuera.
Con un"cuidate" al marcharse, ofrecio todo de si, una vez mas.

La ciudad luce enjoyada esta noche y el atardecer tiño de un rosa espectacular el indeseable smog, dejando ver la silueta de las montanas al otro lado de la ciudad.

Fueron dias cómodos en el perfecto departamento de Kennedy, pero como añoraba esto.
El rio mezclándose con el "child out" que me compartio Angel en Uruguay, una copa de vino desenfadada y algunas semillas para acompañar el aire fresco de la noche.

Cuando llegué el Sábado, una luna gigante dominaba el cielo.
Son las 8.30 pm y hoy aún no esta.
Varios dias han pasado, ya debió tornarse menguante, pero no pierdo las esperanzas.

Lo bueno de la luna, es que se nos regala completa dos veces al mes, cosa difícil de pedir a muchos otros elementos de este mundo.

septiembre 28, 2010

Santiago de Chile - Aprender a pedir – 1550 horas

El 12 de Setiembre, cuando “volvía a casa” escribía al pasar, sobre la realidad que tres personas queridas habían vivido la noche anterior. Dos de ellas en Santiago, durante un encuentro no deseado, otra en el lejano México.

“Anoche, mucha gente habrá vivido momentos complejos: algunas… simplemente habrán asumido mal algún mensaje que creen haber enviado y confirman con una sonrisa, que nunca llego y que lo que es, simplemente es y seguirá siendo”.

Esa confirmación con una sonrisa fue obtenida tras una llamada telefónica y dado que soy muy afortunado, días después recibí este mail, que me permitieron compartir con vosotros:

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Sent: lunes, 13 de septiembre de 2010 12:44 a.m.
To: Ismael Carlos Micón
Subject: Tu voz...

Escucharla, fue lo mejor de mi semana. Nuestra amistad, ha sido el más maravilloso regalo en la montaña rusa de mi año.

Gracias por responderme. Gracias por escucharme. Gracias por apoyarme. Gracias por perdonar mis millones de defectos y por entender esta mala racha que se acerca a su fin afortunadamente.

Porque creo y confío en el equilibrio del universo, llegará el momento en que algún detalle, por pequeño que sea, te hará sentir tan bien como tú me haces sentir a mí, cuando haces lo que haces, con esa forma tan tuya de ser.

Gracias!!!

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Como dice el subtitulo de este blog que he llamado “ya me se todos los cuentos”, Sea que bucees, vueles o camines, nada evitara que veas tu vida pasar, una y otra vez frente a tus ojos.

Al leer este mail, sobretodo el último párrafo, inmediatamente recordé un cuadrito de arte criticable y texto profundo, que alguien a quien supe amar y que jamás volví a ver, dejara en mí casa antes de marcharse para siempre.

Mi táctica es mirarte, aprender como sos, quererte como sos…
Mi estrategia es que un día cualquiera, no se como ni con que pretexto, al fin me necesites.

En el pasar de los años y ahora, en la reflexión de estos días especiales, es imposible no recordar cuantas veces he recibido el mismo mensaje, escrito, dicho o reflejado en ojos húmedos, de personas a corazón abierto.

Que incapaz he sido de demostrar todo lo que necesito!
Como dentro de tanta rica retórica detallada, he sido incapaz de llegar a la otra persona, incapaz de pedir.
Como esto de parecer autosuficiente, mi exageración previsora y mi experiencia excesiva puede resultar tan contraproducente, tan negativo para todos, especialmente para mí.

Ojala aprenda, ojala tanto esfuerzo surta efecto y sino, que alguna luz me ilumine y encuentre del otro lado, alguien capaz de entender mi defectuosa forma de gritar, de gritar continuamente lo tanto, tanto, tanto que necesito.


septiembre 27, 2010

Anecdotario – La difícil aceptación de las decisiones definitivas –1200 horas

El nacimiento de Michel fue toda una hazaña.
Algunas barreras psicosomáticas hicieron un poco más difícil de lo habitual la búsqueda y profusos tratamientos nos terminaron automatizando el sexo al detalle por meses, hasta llevarnos a la feliz concreción.

Un mediodía de Febrero, después de haber cumplido estrictamente con la copulación recetada, marchamos a Montevideo para que instrumento y asombro mediante, un laboratorio pudiera corroborar que el ejercito de Espermatozoides Carlos, había podido delegar en uno de sus soldados, la fecundación del Ovulo Lavallen.
Desde ese mediodía fuimos padres y por algún motivo con certeza de que seria varón, lo que hizo el embarazo de 9 meses muy muy reales y largos.

Teniendo en brazos la “Opera Prima” de mi existir y contando con el amor de Anthony y Nicole, empecé a sentir que ya no había mas que avanzar en el camino de ser padre.
Cumplí con la patria trayendo uno mas del estándar evolutivo y con el tiempo cada vez me sentí mas satisfecho y orgulloso de haber criado hermanos entrañablemente cercanos, de dos matrimonios diferentes.

Otras tantas cosas influenciaron y aunque el tema ya estaba puesto sobre la mesa antes de mi divorcio con Tania, a todos les costo aceptar mi decisión.

El Urólogo del pueblo, alertado por mis jóvenes 31, se dio por satisfecho con mi explicación de que tenia tres hijos, dos divorcios, una boletera llena de pasajes para andar por el mundo y la firme definición de no darle a Anthony, Nicole y Michel, otro hermano de otra mamá, quien sabe en que latitud.
Firmé todos los documentos de “irreversibilidad” correspondientes y salí del consultorio con orden de coordinación para la Vasectomía.

Era jueves, a las 11AM empezaba a atender la Nurse, que coordinaba las cirugías del Urólogo, quien además, era el único Medico Forense del pueblo, algo que la perspicacia popular podría relacionar de varias maneras a la intervención próxima.
El Dr.Barbieri , era un hombre grande y en su calidad de único Urólogo y Medico Forense, además de Cirujano General, atendía múltiples “dolores” y operaba los Lunes en San Carlos y los Jueves en Maldonado.

Pericias y agenda mediante, la nurse tardo unos minutos en comprender que yo debía operarme la semana próxima sin falta, ya que la siguiente, empezaba mi viaje por el mundo, con Paraguay como primer mercado objetivo.
Si bien eso de mercado objetivo era un término comercial muy apropiado, tenia también algunas significaciones laterales, fruto del “esperma urgente” que creo todo hombre, o al menos yo, experimente explosivamente luego de mi segundo divorcio.
- lunes no tiene lugar en su agenda del Sanatorio San Carlos y el Jueves próximo esta completa la agenda de este Sanatorio.
- Podrá llamar al doctor para ver si “acomodamos” mi operación ambulatoria?
- Hola Dr.Barbieri? si, estoy aquí con el Sr.Carlos que vino a coordinar una Vasectomía. Por lo que veo no tiene lugar la semana próxima pero el Sr.Carlos tiene una cierta urgencia porque se va de viaje la otra semana y quiere viajar “imposibilitado”.
Seguramente Barbieri del otro lado, sin agenda que manejar, consultaba sobre lo que la Nurse tenía en la suya, en la búsqueda gentil, típica de pueblo, de un espacio para mi cirugía. Adivinando el devenir de la charla, me adelante y dije
- y hoy? Hoy es jueves, no tienen espacio hoy para la operación?
- Hoy?
- Si
- Hoy quiere hacerse la Vasectomía? Decía la Nurse, mujer ante todo, manteniendo el tubo del teléfono cerca de su boca.
- Doctor, hoy tenemos lugar, usted esta dispuesto?
Descarto que Barbieri, hombre, acostumbrado a la situación y sin una sola gota de cariño hacia mis capacidades progenitoras, habrá dicho si y a la Nurse le sobrevinieron los impedimentos científicos (ahora que los femeninos y psicológicos ya no tenían cabida).
- Pero usted debe estar en ayunas Sr.Carlos.
- En total ayuno, hoy me levante tarde y vine directo para aquí (obvie los mates de la mañana que podían signficar un NO rotundo por parte de la Nurse)

La llegada al “hospital de día”, donde viviría la hora y media de internación pre-cirugía fue una lucha contra todos los moldes sociales, la negación a los cambios definitivos o irreversibles y el NO fácil a una decisión tomada con buen criterio.
Porque debo comentarles, que no hubo en estos 10 años, un momento en que me sintiera arrepentido de la opción tomada y si los hubo y muchos, en los que agradecí haber pasado a cuchillo.

Aceité el chusmerío de la enfermería y con una sonrisa me apreste a esperar, bata mediante, la llegada del doctor.
La anestesia fue general y entre sueños, mientras todos se centraban en mi pequeño miembro (que me cuesta imaginar el tamaño que tenia para la ocasión) firmé los últimos documentos que los libraban de futuras demandas.

Cuando abrí los ojos eran como las 3 de la tarde y la cara desacomodada de Tania me miraba desde el costado de la cama
- Que hiciste?
- Ya habíamos hablado de esto – le dije con cara de haber tomado una decisión obvia.
Hacia dos meses que nos habíamos separado, el dolor del intríngulis había generado de su lado una solicitud de divorcio inmediata, pero bueno, no dejaba de ser el padre de su único hijo y seguramente sintió que la estaba condenando por lo menos a mediano plazo, a no tener otro y para siempre, a que Michel no tuviera un hermano de la misma sangre.
- que haces acá? Pregunté.
- Vos no tenés familia y el pueblo es chico, fue muy fácil que detectaran que solo podían llamarme a mi por si te morías en el intento!!
- Discúlpame la joda, no quería molestar.
El resto de la charla no la recuerdo, fue más de “caras” que de palabras. Estaba obviamente desconcertada y no terminaba de masticar la situación y sus repercusiones, mientras yo estaba solo preocupado por irme a casa.

Apurado me senté en la cama, para ir al baño a investigar el resultado visible de la intrusión de 5 personas en mi sector púbico.
Léase bien, puse púbico, no público.
Un mareo importante, me hizo aceptar que todavía no podía irme (como decían las enfermeras); el efecto de la anestesia demoraría unas horas en pasar.

Igual llegue al baño cuanto pude y el chequeo bilateral, mas allá de mostrarme unos desprolijos puntos a los lados del susodicho, me dejaba respirar tranquilo.

Cuando dieron las 6PM y la guardia ya estaba por cambiar, me apure a sentirme mejor y tramitar mi salida, no estaba dispuesto a bancarme ese tiempo extra de espera, comunicación y revisión.
- El doctor firmo su alta antes de irse, así que si quiere, puede salir.
- Te llevo a tu casa, me dijo Tania.
- No, no, tengo el auto afuera, hoy vine a coordinar la operación, por ende, si bien no tenía planes de quedarme, puedo marchar solo.
- Seguro?
- Claro que si, esos dos cortes no influirán mi capacidad de manejar, dije con una sonrisa que a nadie le causaba gracia.
Ya en casa, la pregunta persistente e inevitable era si “todo seguiría funcionando”
Venia de una época de poco orgullo y nunca fui el mejor potrillo del corral, pero era lo que tenia y funcionar, funcionaba!!

Como a las 9PM no aguante más y llame a una amiga.
De más esta decir que no era clínicamente recomendado y que me las ingenie para que “mi ratón de laboratorio” (hablo de la amiga, no de mi amiguito – tampoco tanto como llamarlo ratón) no se percatara de los puntos quirúrgicos.

Una vez probada la eficiencia habitual y con una sonrisa muy reconfortante, me preguntan:
- Que te pasa, porque esa cara?
- Que decirte….
- Mm?
- Es que hace unas horas me hice una Vasectomía, tenía obvias dudas de cómo resultaría tener sexo y ahora veo que todo funciona tal cual antes.
No recuerdo exactamente la sarta de gritos e insultos, que me gane de aquella mujer que entre asombro y susto, se fue de la casa antes de que pudiera reaccionar a levantarme.
Tampoco recuerdo quien fue esa mujer…si ya se, soy un desgraciado.

Seguí sonriendo, di media vuelta en la cama y dormí tranquilo mi primera noche de impotencia procreativa.

septiembre 25, 2010

Montevideo – la propuesta de volar – 1418 horas

La tarde de ayer deje Punta del Este una vez más.
Con sus ballenas ahora retozando en las aguas de la parada 37.
Con la paz del departamento de Veramansa.
Con el mar calmado, la isla omnipresente arbolando la vista y el cielo luminoso.
Con la grata charla pre-adolescente que va creciendo en los labios inmaduros de Michel.

La noche de ayer misturamos escenarios nuevos y viejos con el amigo Fernando en la cercana Montevideo.
Repetir la vieja experiencia de un pool jugado con pasión a falta de sapiencia.
Probar “la muzza y el fainá” de un bar de barrio, con mozos extraídos del siglo pasado, de botón bien apretado y servicio aprendido en los 50 años de profesión.
Vivir la alegría del universitario desconocida para mi, nostálgica para el flaco, despreocupado de la ropa, la barba o las apariencias, en mesas llenas de charla y sonrisas, donde una cerveza dura un par de horas y las mochilas se amontonan con las bufandas multicolores y los 3 o 4 sacos que cada uno lleva encima.
La “uvita” infaltable de Fun Fun para que no me pongan la falta un mes más y el caminar sorprendido entre la fauna siempre cambiante de la ciudad vieja Montevideana.

El día de hoy me prepara para volver a Santiago.
Donde los amigos y un jeep averiado me esperan en el anhelo de llegar hasta casa.
En la búsqueda de emprender una semana llena de emociones cruzadas, para lo cual los caminos explorados con Ricardo estos días han tratado de prepararme.
Con el corazón expuesto por fuera del esternón, latiendo en mis pupilas donde aun vive la tristeza.
Esa tristeza pura y verdadera de quien sufre sanamente lo que debe ser sufrido.
Esa tristeza dijera Ricardo, tan difícil de encontrar hoy en día, porque resulta mas fácil ahogarla en alcohol, o esconderla en drogas o depresiones.
Esa tristeza que por auténtica te hace hasta sonreír, porque te recuerda que entre tantas preguntas sin respuestas, sigues sano en medio de tanta enfermedad, sigues expuesto y sensible, sigues vivo.

Aun brilla el “solsito” primaveral en Uruguay, aunque unas nubes grises invaden desde el suroeste. Nada tendrá que ver con mi partida, la lluvia que llegara posiblemente esta misma noche.

Atrás quedaran Michel; sus 10 pesos ganados con toda justicia y su primera práctica de futbol. También un par de almas dañadas por el desden del egoísmo de quien no tiene en este momento mas prioridad que su tiempo, su tiempo consigo, su tiempo abierto al encuentro de aquello que lo mal guía desde su pasado.
También quedan sonrisas, reencuentros, almas sincronizadas e iluminadas más allá de la distancia, sentimientos verdaderos que nunca mueren, que no cambian, que solo se alimentan una y otra vez sin límite.

Santiago me soltó recomponiéndome, o al menos en la búsqueda.
Triste trozo de rompecabezas que se sabía incompleto, con huecos demasiado grandes para seguir pistas de forma o contenido.
Creo, que Chile me recibirá más entero, sabedor de que muchos pedazos viejos aun buscan su forma para sumarse a la base de este trampolín firme del que acepto sin miedos ni cautela, la propuesta de volar.

septiembre 24, 2010

Anecdotario – Locuras adolescentes – Parte 2 – 2053 horas

Era talvez la quinta o séptima noche que cumplía el ritual necesario para hablar por teléfono. Con la repetición, algunas cosas se habían perfeccionado:

- Al entrar, volvía a colocar la llave por el lado de adentro y la giraba media vuelta, a fin de
que, o no pudiera entrarse desde fuera o costara algo de trabajo que me diera tiempo de
reaccionar.

- Había revisado todos los posibles sitios donde podría esconderme e imaginado todos los
posibles encuentros y accidentes.

- “Discar” era una actividad totalmente dominada, aunque muchas veces la ansiedad y el
obvio estado de nervios me jugaba malas pasadas y me comía algún click o perdía el
sincronismo en la acción de giro, con lo cual, terminaba recomenzando el discado o
hablando con un número equivocado.
Durante las charlas de niños, ella me describía su habitación, mientras supongo que sus padres se preguntaban como era que aquel chico del interior lograba llamar por tanto tiempo.

Yo hacia mis primeras armas en perspectivas frontales, así que dentro de los souvenirs que acompañaron luego a los TDK Metal 90, fueron vistas detalladas del dormitorio de Daniela, totalmente basadas en aquellas descripciones nocturnas.

Debo confesar que cuando años después, fui a cantar al Siglo XXI, Rabito y Nora se hicieron mis padres adoptivos y conocí la casa de Bvar.Artigas. El dormitorio de aquella niña ya más grande y comprometida, lucia muy, muy similar a mis dibujos.

Era viernes y las Jornadas Carolinas gozaban de su máxima efervescencia, la calle era un mar de gente, solo entrar, había sido especialmente complejo y el pasar de voces detrás de la cortina, era constante y ruidoso.

El teléfono estaba desarmado y yo gozaba de la charla con los pies sobre una silla.

Dos sombras con voz masculina se detuvieron frente a la puerta más pequeña.
El ruido de la llave introduciéndose coincidió con mi apuro en colgar y mi armado del pinche aparato.
Por un momento, todos mis planes y escenarios imaginados de escapatoria se bloquearon, pero afortunadamente mi estrategia de la llave por dentro, me dio tiempo para reaccionar.

Mientras intentaban abrir la puerta y escuchaba el desconcierto de los dos hombres fuera por la dificultad presentada, tuve que bajar la escalera, lo cual me ponía a un par de metros de ellos. De abrirse la puerta en ese momento, el lío seria monumental.

Se me ocurrió el baño, pero si estaban allí a esa hora, posiblemente sería por una urgencia sanitaria.
No había escritorios que llegaran hasta el piso y yo ya era un tipo de 1.70 mt, con lo cual, esconderse como un niño no funcionaría.
Opte por pasarme al garage oscuro y me parapete en una pequeña habitación que hacia de depósito. Inmediatamente pensé que si entraban, encontrando una llave por dentro, seria obvio que alguien allí debía estar y buscarían en cada rincón, con lo cual este escondrijo tampoco se veía seguro.

Mientras salía ya escuche la llave caer dentro y las voces entrando.

Pensé en meterme a la cabina de la Toyota, pero recordaba de cuando Papá trabaja allí, ese modelo tenía una bocina muy sonora y peculiar, que se activaba con una larga perilla (de cómo 10 cm, fuera de lo normal) que estaba debajo del volante, con lo cual, era muy posible que al introducirme, la accionara.

Los dos hombres ya estaban dentro y mientras uno pasaba al baño, comentaba con el otro lo raro de que la llave estuviese puesta, ensayaban opciones y buscaban al posible polizón.

Entonces recordé una película de cowboys que me había marcado hacia muchos años y me tire bajo la camioneta.
Si alguien entraba, me vería claramente, por lo cual, tome el tren trasero con mis manos, apoye los pies un poco mas adelante y me pegue al fondo del vehiculo, tan cerca como pude.
Tratándose de una 4x4, la altura era mayor a la de un coche convencional y si deseaba pasar desapercibido, tenia que ser parte del chasis. El piso del garage estaba como 15 centímetros mas abajo que las oficinas, en ese momento eso me jugo a favor.

Un segundo después la luz del garage se encendió, ambos tipos entraron y revisaron la camioneta y el depósito.
Sus pies estaban a escasos 30 centímetros de mi cabeza y sus voces resonaban en mi estomago.
- que raro, parece que no hay nadie aquí.
La luz se apago y la puerta se cerró.

Manteniendo las manos aferradas al eje trasero deje caer mi cuerpo sobre el piso.
Llevaba una camisa blanca y un jeans claro, que ya estaban engrasados de ambos lados.
La calle seguía con su bullicio y no podía saber si finalmente los dos visitantes se habían marchado.

Pasaron unos 15 minutos, en los cuales por debajo de la puerta de chapa, trataba de ver si algún pie cruzaba la oficina o algún ruido me indicaba presencia del otro lado.
Las conversaciones de la vereda, hacían muy difícil descifrar su origen real.
Cuando la vigilancia había sido ya desgastante, intente abrir la puerta.

Habían trancado por dentro!!

No había escuchado llaves y dudaba que las hubiera para una cerradura tan vieja, por lo cual, debía haber un pasador del otro lado.
Estaba frente a una puerta de chapa con marco de metal, a oscuras, con el pasador puesto, engrasado hasta la nariz y sin seguridad de que del otro lado hubiera alguien.

Antes de hacer nada, debía asegurarme que nadie estuviera esperando del otro lado.
La única salida era hacer ruido y esperar que volvieran a la búsqueda, confiando ciegamente en mi grasoso escondrijo.
Sacudía la puerta de forma que pudiera hacerlo eventualmente el viento y me tiraba al piso a vichar por debajo de la puerta a ver si alguien se acercaba.
Repetí la acción varias veces, cada vez mas exageradamente, ningún pie apareció del otro lado, a jugársela.

Si el pasador había sido puesto correctamente, no tenia forma alguna de liberarme sin romper la puerta; y romper la puerta de metal, representaba un desafío estimable.
Confié en el ser humano que nunca hace todo correctamente, confié en el viejo pasador que debía estar un poco agrandado, pero de todas formas, tenia que ver a que me enfrentaba.

Los 15 centímetros entre el garage y el piso de la oficina me jugaban en contra ahora.
La distancia de la cerradura al piso, era menor a la de la cerradura al dintel de la puerta.
Había que forzar la puerta desde la esquina, con cuidado de no doblarla, lo suficiente para poder mirar donde estaba el pasador, de que tipo era e imaginar como podía zafar.

A oscuras pero con los ojos ya acostumbrados a la penumbra, elegí una barreta de las herramientas de la pared e hice delicadamente palanca en la punta superior derecha de la puerta. Una vez que logre torcer levemente en metal, metí mi mano, bajando la barreta entre el marco y la puerta, para ir logrando una mejor apertura y asegurándome de que no se saliera. De pasar esto, mis dedos quedarían destrozados entre ambos metales.

Mi 1,70 mt ayudaba mas que en el momento de esconderme, pero la puerta tenia dos metros y había 15 cm de desnivel, por lo cual, mirar por la leve apertura superior, mientras sostenía la barreta con una mano y la puerta con la otra, era simplemente imposible.

Marcha atrás, a buscar en la oscuridad algún elemento donde pararse.
La distancia entre la puerta y la camioneta eran no mas de 30 centímetros, por lo cual, todo lo que hacia a oscuras, era complejo.
Afuera, las voces seguían pasando, las visitas podían volver y a mi cabeza solo pensaba en lo preocupada que estaría Dulce ante mi despedida despavorida.


Un balde ofició de escalera, repetí la receta y con una apertura máxima de 10 o 12 centímetros en la punta más alta de la puerta pude ver a que me enfrentaba.
Habían cerrado un pasador de metal como el que os muestro en la foto (mas fácil que explicárselos)La buena noticia, era que el vástago de seguridad, ese “palito” transversal que al girarse tranca la barra horizontal central, no estaba!!!

Mi confianza en el ser humano imperfecto y el mal mantenimiento de la vieja puerta sin importancia, se habían amasado con un poquitín de suerte y la hazaña era posible.

Sacudí la puerta en un movimiento rítmico, mientras imaginaba como el cilindro se iba deslizando del otro lado para liberarme.
Ningún ruido me anunciaría si finalmente el pasador zafaba; debía probar a abrir y ante la imposibilidad que se repetía, volver a subir, volver a doblar la puerta con cuidado de no dañarla y medir el efecto de mi vibración de escape.

Finalmente la puerta se abrió.

El barullo seguía fuera y cuando entre a la oficina, aun después de tanto ruido, tanto tiempo y tanto sudor, pensé que alguien estaría del otro lado, no necesariamente para aplaudirme.
Supongo que la urgencia de volver a la fiesta, algún trago encima y porque no, el no haber encontrado a nadie dentro, convenció a los visitantes de que nadie estaba allí, aunque la llave estuviese puesta del lado de adentro.
Efectivamente se habían marchado.

Estaba libre, pero aun en la oficina.
Siempre fui previsor, no es una cualidad adquirida sino innata, y emprendía mi aventura nocturna con ambas llaves.
Ya no tenía la de la puerta auxiliar, solo la de la grande que jamás había probado.
Confié en que podría salir por allí, aunque debía tener aun mas cuidado porque era mucha la gente fuera y mucho mas grande la puerta, por ende, mas difícil de obviar.

Les permito que por un momento, salgan de la historia y los invito a que traten de imaginarse saliendo de un banco o una oficina publica, por su puerta principal, a medianoche, sobre la calle principal del pueblo, un día festivo, a 50 metros de la celebración más grande de su ciudad….obvio, sin que nadie los vea.

Pero no podía irme así!!.
Subí al segundo piso tratando de no manchar nada con la grasa que cubría buena parte de mi ropa y obviamente mis manos.
Desarme el teléfono.
Volví a discar con exactitud relojera el número.

Dulce estaba muerta de nervios y miedo del otro lado.

Ella tenía solo 13, obviamente festejaba esta locura que era parte de aquella fantasía incomprensible impulsada por aquel chico del interior que apenas conocía, pero aun desconociendo el riesgo, había escuchado mi voz y sabia que estaba en problemas.
10 o 15 minutos bastaron para tranquilizarla y tranquilizarme, debía hacer que todo aquello valiera la pena.
El riesgo era parte de la magia.

Teléfono armado, lo que se pudo limpiar, limpio y tras vichar sigilosamente por detrás de la cortina, cuidando que mi sombra no se reflejara sobre ella, identifique el posible momento mas adecuado para salir y salí.
Reía como tonto al cruzar hacia la otra acera, era el único harapiento que caminaba por la calle, sudoroso a medianoche, imposibilitado de repeinar mi pelo con las manos llenas de grasa y barro, feliz por todo lo sucedido y por tener esta historia para contarles hoy.

Porque les aseguro, cada vez que he pasado por algo así, he pensado: mis nietos jamás se aburrirán de escuchar las historias de su abuelo y los varones, si me tocan, tendrán una variedad más picante, aun más infinita, para reír en mis brazos.

De camino a casa invente la historia que mi madre debió contar el lunes siguiente a fin de recuperar su llave.
Entre sonrisas cómplices y enojo fingido, escucho una parte de mis relatos, solo lo necesario para explicar el estado de mi ropa.

Un par de veces más hubo que regresar a desarmar el teléfono, arriesgando todo, para cumplir aquella misión de corazón.
Después vino el viaje incomodo, las grabaciones y todo lo que ustedes ya conocen.

Y colorin colorado…

septiembre 23, 2010

Anecdotario – Locuras adolescentes – Parte 1 – 1317 horas

Vivíamos en San Carlos, en nuestra segunda y última casa hacía 4 años ya.
La renta de la casita de Pedro Loustane ya no se pudo pagar y tras pasar un año duro de “agregados”, decidimos con mamá buscar un lugar “independiente”.

Eran dos piezas “del fondo” de una vieja casona que había sido atrapada por la periferia de la ciudad, a la que se le había adosado una pequeña cocina y un baño externo, modelados entre ladrillos y adobe.

En la casona, vivía el anciano mas tenebroso y desagradable a la vista que he conocido, un ciento de veces mas que el que me “chupo un ojo” años después.
Las hacia de Brujo, el típico curandero de pueblo y recibía clientes de mala calaña y mujeres sin alma.
Entre la casona y nuestra “casa”, alguna vez hubo un jardín con un pasadizo de rosas, que para ese entonces solo agregaba misterio y espinas al lúgubre lugar.

Mamá estaba de vuelta en la ciudad con nosotros, después de más de un año de vivir solos en el fondo de otra casa, donde otro viejo dueño, por ser menos desagradable a la vista, se gano el acercarse demasiado a mis hermanas y cuando lo supe, hice todo para sacarlas de allí.

Yo cursaba mi cuarto año de secundaria, trabajaba en la radio y terminaba mi segundo año de Administración de Empresas en la UTU (Universidad del Trabajo del Uruguay) donde me habían dejado entrar mas chico de lo normal por mis antecedentes escolares.
Mamá limpiaba los pisos de la una empresa estatal, en los ratos que su Lupus se lo permitía y Samanta trataba de sobrevivir el primer embarazo de su primer y único novio y esposo. Mientras, salvaba con seis (6=máximo) todos los exámenes obligatorios de sexto de secundaria, estudiando anémica en el hospital, a la espera de poder volver a su trabajo en “La Estudiantina”.

Mi hermana menor, Natacha, hacia lo que siempre había hecho, nada.

Mamá era la reina del crédito, así se encargaba de que nosotros tuviéramos ropa que ponernos, pero de todos sus acreedores, Gramajo, el dueño de “La Estudiantina” era el más comprensivo.
De niños, Samanta solía llegar a la tienda abarrotada de cosas e instintivamente ponerse a doblar y acomodar la ropa en los anaqueles a los que su altura aún no le permitía llegar.
A sus 12 años, lista y necesitada, Gramajo nos hizo otro favor y le dio trabajo, lo que alivianó nuestro parco presupuesto y ayudo en aquella mudanza. Yo trabajaba desde los seis, pero recién a los 11 conseguí mi primer trabajo serio con el cual colaborar eficientemente con el hogar. Algún día les contare de ello.

Para esos días, pocos tenían teléfono en la ciudad y obviamente nosotros éramos parte de los muchos que iban a Antel cuando necesitaban hablar con alguien.
Yo vivía la efervescencia de la adolescencia que les comentara en entradas anteriores, y debía encontrar la forma de mantener comunicación con Dulce en Montevideo.
Antel no estaba dentro de mis posibilidades financieras, Internet no existía y afortunadamente los celulares todavía no llegaban al país en aquellos años, todo lo cual hacia que 150 kmts fueran “otro planeta”, o así lo hacían sentir las tarifas telefónicas.

La empresa donde trabajaba mamá tenia sus oficinas en la calle principal (18 de Julio, obvio) a media cuadra de la segunda plaza del pueblo, donde por esos días, se celebraban las “Jornadas Carolinas”, una festividad poblerina que montaba una feria y un escenario en dicha plaza, oportunidad para que todo el pueblo se acercara a disfrutar de las mieles del folklore, la venta de artesanías, los “panchos”, churros, choripan y el algodón de azúcar y el jolgorio de un pueblo que salvo esa semana y durante el carnaval de febrero, yacía silencioso enterrado en la campaña uruguaya.

Mamá, en su titulo de “limpiadora” tenia llave de las dos puertas de la oficina, una normal aunque grande y pesada de metal y otra muy grande de dos hojas, por donde durante el día entraba el público, ambas tapadas por una alta cortina amarilla que apenas dejaban ver en la noche, las luces siempre encendidas dentro.
El edificio tenia a la izquierda un garage, donde se guardaban las herramientas y la camioneta Toyota Bandeirante pick up y a la derecha, las oficinas, en dos plantas. La de arriba en formato “balcón” sin paredes ni ventanas, abierta a la planta principal, ocupando la mitad del piso.
Una larga escalera que nacía frente a la puerta principal, comunicaba el área pública de abajo con el área gerencial arriba y una pequeña puerta de “lata” con marco metálico debajo de la escalera, hacia las suyas entre las oficinas y el garage.
Abajo al fondo, un pequeño baño.

En las oficinas gerenciales, había un teléfono.

Se trataba de un moderno aparato de plástico, rojo, con disco.
Para los mas jóvenes, antes, los teléfonos no tenían botones con los números sino un disco con agujeros, cada agujero correspondía a un número. Uno, al meter el dedo en un número y girarlo hasta un tope, “discaba” – de allí el término – el número al que quería llamar, en movimientos circulares sucesivos.

Antes de estos y por suerte no vienen al caso, se usaban unos con “manibela” que básicamente hacían sonar una campanilla en la telefónica para que una operadora te comunicara vía clavijas con otro número.

Si serian caras las llamadas en aquel entonces, que este “Ente Estatal”, había dispuesto un pequeño candado, como los que hoy se usan para las maletas, enganchado en el “agujero” del “1”, a fin de que nadie pudiera discar mas allá de ese numero, al choque del bendito candado con el tope de metal.
Seguramente no era necesario en aquella oficina una caja fuerte para la recaudación, pero si, ese dispositivo de alta seguridad en el único teléfono.

Para lograr hablar con Dulce, solo debía:
- Substraerle a Mamá las llaves de su trabajo, a fin de que no fuera consciente del problema en que la estaba metiendo.
- Entrar durante la noche a la oficina sin que nadie me viera desde la calle principal del pueblo.
- Subir la escalera, quedando totalmente imposibilitado de ocultarme o bajar si alguien más llegaba.
- Encontrar las llaves del candado, que pronto descubrí estaban obviamente en poder de la gerente del local o bajo llave en algún otro sitio muy seguro.
- Disfrutar de mi charla.
- Rogar que no notaran en la cuenta telefónica que habían llamadas a Montevideo durante la noche, algo muy inocente de mi parte.
- Dejar todo en su lugar, bajar, salir sin que me vieran y volver orondo a casa a devolverle las llaves a mamá sin que notara su falta.

Inmediatamente note que todo este plan maestro de aquella mente de 16 años ilusionada con una nena a larga distancia, seria aun muuuucho mas complicado de llevar a cabo.

Una vez sentado frente al teléfono y habiendo descubierto la imposibilidad de encontrar la llave del candadito, debí ingeníarmelas para usar el preciado instrumento.
Aprendí entonces, a prueba y error:
- Que debía destornillar el tornillo que sostenía el disco en su punto medio, con lo cual, lograba sacar el disco con su adosado candado.
- Ahora, tenia un “piripicho” al medio, donde originalmente se fijaba el tornillito recién sacado y un círculo de números alrededor.
- Si lograba tomar ese “piripicho” y adivinar, cuantos “click” correspondían al giro del disco para cada número hasta el tope, podría discar sin el bloqueado dispositivo.
- Así que me aprendí cuantos “click” había del 1 (uno) al tope, y descubrí que después de esos - creo que eran 5 - cada número eran dos clicks mas.
- Solo debía girar sin intermitencias y sin parar, aquel piripicho liso, 9 veces, el número exacto de “clicks” cada vez, para hablar con aquella niña.
Una papa!!! Solo para discar el primer numero, el 0 (cero) que daba salida a larga distancia, debía girar el piripicho sin parar, 25 clicks y dejar que volviera a su posición, para girar nuevamente sin parar otros 9 clicks para el 2 que señalaba Montevideo y así con los restantes 7 números.
Adquirí un tacto digno de un “ladrón de cajas fuertes”, prestando especial atención al ritmo constante de mi mano, brazo y cuerpo que debían contorsionarse eficiente y rítmicamente para lograr el objetivo, mientras mi oído contaba los clicks exactos.

Llegar a hablar podía llevarme en mis mejores días, conteniendo la adrenalina y la testosterona, unos 15 minutos; pero luego, con el paso de hacerlo varias veces, lograba hasta relajarme sin dar importancia a las sombras conversadoras que pasaban constantemente a unos metros de mí detrás de la cortina, por la vereda de 18 de Julio.

Cada noche ensayaba en mi cabeza la forma de escapar a un encuentro no deseado dentro de la oficina, una noche, me toco hacer realidad el plan.

CONTINUARA ...

septiembre 21, 2010

Intervencion en Tiempo Real - Es tan corto el amor y tan largo el olvido - 1643 horas

Gracias ARJ por traernos tan cerca de Cesar Vallejo, uno de los grandes de Perú y de America.
Nos toco estudiarlo en secundaria y no puedo negar que marco para siempre mi propia forma de escribir con sus Heraldos Negros.

Algún día compartiré otros poemas y en escala por mucho inferior, podrán notar esa intima influencia.

Hay expresiones que me sirven continuamente para definir situaciones de manera inmejorable:
Ismael Serrano: Le asalta la duda de estar viva y recuerda alguna huida cuando aun no sabia mentir,
- amor porque lloras, que es lo que te pasa
- sera que soy feliz.

Edgar Oceransky: No es necesario recordar, no puedes olvidar.

Y tantas otras de Benedetti o Galeano que pronto seran parte de este blog.
Una de las mas viejas y fuertes en mi, “como el pan, que en la puerta del horno se nos quema”



 
LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán talvez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

Punta del Este – Memorias, aceptación & disculpas – 0030 horas

PROLOGO: Pasó medianoche, acabo de ver “Dear Jhon” y me han entrado deseos de escribir, mucho, sobre muchas cosas. De nada vale tratar de dormir. Aún con el calientacamas listo en 1, he preparado una vieja bolsa de agua caliente para que mis pies inquietos y congelados por transitar de aquí a allá la casa vacía, dejen de distraerme.
No vale la pena arrepentirme de lo que escribiré, nunca me he arrepentido de lo hecho, solo de lo que talvez pude hacer y no hice. Esto va con un abrazo a Marcia, las disculpas por algo que tiene ya tantos años y que talvez, solo talvez, no supo.

Conocí a Marcia al entrar a primero de secundaria.
Ambos teníamos 12 años, yo la matricula 6 por ser Carlos y ella la 20 y pico por ser Rivas. Además de eso, ella sigue siendo un mes mas vieja que yo y casi un metro mas bajita… bueno no, solo 30 y algo de centímetros.

La primera vez que la acompañe a su casa desde el liceo, en una maratón increíble que repetí por años ya que ella vivía exactamente a una cuadra del final del pueblo, su padre abrió la puerta y yo no supe decir otra cosa que: “ - es que le dolía el bracito con los libros”.

Aun después de casados, Cesáreo (vaya nombre que lo bendijo) reía con sus dientes y cejas gallegas, tomándome el pelo, retorciendo su cuerpo flacuchento y fibroso mientras repetía mis palabras: “- es que le dolía el bracito…

Cuando era niño quería ser Arquitecto, Aviador o Carpintero. Me saque las ganas de la Arquitectura en la facultad, puedo considerarme aviador por mis muchísimas horas de vuelo aunque nunca he pilotado un aeroplano, pero jamás habría llegado a ser carpintero si “el gallego Rivas” no me hubiera enseñado el oficio.

Durante dos años pase de clavar camas a tallar la madera, pero un día, él mismo me dijo:
- ve! no tienes nada más que hacer aquí
… y entré a la Radio del pueblo, como Locutor Operador, de las 6 de la tarde a la medianoche.

Eran años en que cantaba, como siempre, como no, en coros de liceo y de mayor alcurnia, el Departamental de Maldonado con el maestro Kydie D´Elia.

De pocas cosas tengo mejores recuerdos, pero esta historia que os cuento, es uno de las más románticas de mi accidentada adolescencia.

Ese verano ya tenia 16 y no era como todos los de 16, aunque para esta historia, la inocencia y pureza de esa edad, vista en perspectiva, aplica.

Ese año conocí a Dulce Daniela y Marcia conoció a Daniel.


De la segunda parte de la historia (Marcia &Daniel), solo puedo contar que lo presentí, a tal punto que aquella noche en la Radio San Carlos, cuando Marcia volvió con rostro desconocido de su campamento en el Andresito, su cara se desfiguro al escucharme decir: - conociste a Daniel?

Creo aún, que ella jamás pudo imaginar como yo adivine aquella situación.
Yo tampoco tengo idea.

Daniel era un Montevideano totalmente desconocido, en aquellos años, lejanísimo. Pero no para Ismael, porque Daniel, era nada más ni nada menos que el novio de Dulce Daniela y la sincronicidad del universo (que yo ignoraba entonces) nos cruzo en diferentes lugares y de diferente forma aquel año a las dos jovenes parejas.
Nunca supe lo que paso, nunca pregunte demasiado y aun tengo guardada una carta que le escribí a Daniel por aquellos días en mi vieja maquina de escribir portátil.


Pero esta entrada es pieza de mi confesión, no de esa historia paralela, así que les contare una de locuras adolescentes y platónicas si las hay. Solo para que ustedes rememoren las suyas propias, sonrían con la inocencia de ese tipo de enamoramiento y algún día, se animen como yo, a contárselas a todo el mundo.


Era Noviembre y venían a la Sociedad Unión a cantar la Coral de Rocha y el Siglo XXI de Montevideo.
Lo haré corto, me flecho la hija del director del coro, Dulce; así se llamaba.
Era probablemente la niña más fea del grupo, cara no tan afortunada, pelo rizado bien recogido y estirado en una cola de caballo. Cuerpo de 13 o 14 sin gracia.



De alguna forma que no recuerdo se lo hice saber, pero Montevideo estaba muy muy lejos.
Contarles como hablé algunas veces con ella por teléfono, es propio de otra entrada completa o más, pero lo cierto, es que ocupaba buena parte de mi mente.
Terminadas las clases, me enteré que se iría a Yugoslavia por todo el verano (Si Yugoslavia, leyó bien).Eso parecía una inmensa distancia, aun cuando ella vivía tan lejos de mí. Por dentro, el joven Ismael, siempre más viejo que su edad, sabía que Europa devolvería a aquella niña muy cambiada.


Cometí la estupidez de llegar de sorpresa a su casa una mañana.
Espere frente a su puerta.
Desconcertada y niña, no pude mas que acompañarla a su clase de “algo” , en el viaje de ómnibus mas incómodo que haya vivido.
Ella no estaba lista para vivir eso y yo, no estaba listo para trasmitirlo.

Como tantas otras veces en mi vida, cambie un día completo de viaje, esfuerzo, costos, ansiedades y emociones, por 15 minutos de nervioso placer.

Cuando volví a mi San Carlos, a mi vida y a mi radio, decidí contarle cada noche, lo que vivía en su ausencia.


Hoy, aquí, 23 años después, estoy decidiendo lo mismo para con otro amor asumido imposible, incumpliendo eso de hacer las cosas diferentes para lograr otro resultado, fiel a mí y lo que siento, para algún día recordarlo con el mismo gusto que recuerdo esta aventura.
Mas allá, mucho mas allá de cómo sea recibido o valorado.
Porque amar, es entregar y yo soy de los que les cuesta recibir, pero que feliz me hace sorprender siempre.


Invertía buena parte de mi parco sueldo en comprar cassettes TDK Metal de 90 minutos; eran los mejores y mas largos que existían en ese momento.
Cada noche, terminada la transmisión a medianoche y dedicaba a veces 5, a veces 30 minutos, a grabar lo que había pasado ese día.
Lo que había pasado entre nosotros, aún cuando yo era el único allí : en la radio, en el pueblo, en el país, en aquel sentimiento de pareja.


“Love hurt” de Nazareth era el típico tema de fondo, pero algunos días, otras rolas se apropiaban de la escena al influjo de algún pensamiento, “Margarita” de Richard Cocciante era una de los recurrentes.


Un viejo almanaque de mano de “La Forchela”, un programa exitoso de la tarde en la radio, registraba indefectiblemente cada día grabado, mientras los cassetes se iban apilando en una caja de zapatos color rojo.


Un día de Abril, el Siglo XXI volvía a San Carlos a cantar con nosotros.
La cita seria en la Parroquia del pueblo, pegado a la radio.
Yo había cambiado al horario de la tarde para poder estar en la cita, obvio, la cita con el coro para cantar, la única acordada que tenía.
El ómnibus desde Montevideo llego durante mi horario, antes de las 18 y estacionó justo frente a la Iglesia.
Mis nervios eran incontenibles, estaba en el balcón del segundo piso sobre el Cine, viendo bajar de a uno, a cada miembro del coro, con tonto temor de que alguien me viera, hasta que ella bajó.



Tal como lo sospechaba, estaba irreconocible.
Su pelo había aceptado que corrían los ´80s, lucía suelto, crespo y muy armado.
Su cuerpo había crecido 3 años en 3 meses. El resto, a los ojos de mi corazón, continuaba igual.


Mi tiempo de grabar había acabado.
Puse el último cassette inconcluso en la caja y me dirigí a la casa parroquial.
Su madre, Nora, me vió primero y me saludo con ese cariño que las mamás le tienen a los nenes que quieren de “dragones” para sus niñas. Ella a diferencia de Daniela, sabía lo que pasaba dentro de mí.


No puedo recordar claramente el rostro de Dulce al recibir la caja con más de 20 cassettes indexados y otros souvenirs que esos meses me habían llevado a juntar para ella.
Jamás supe si escucho alguno, jamás acaricie o bese a esa pequeña, pero como tantas otras veces en mi vida, estaba feliz porque había hecho lo que sentía, eso me había ayudado a vivir aquellos meses y el resultado, era original e inesperado, aún, cuando solo tuviera valor para mí.


Hoy empiezo a escribir nuevamente, porque siento que es bueno para mí y porque finalmente, ya más viejo, tampoco me importa si tiene valor para otros.


Perdón Marcia otra vez, por contar esta historia.

septiembre 20, 2010

Punta del Este – ¿que tiene de malo Uruguay? – 2236 horas

Para los que no leen todos los comentarios, esta entrada del blog,  es fruto de la crítica recibida en la entrada “Ese lugar existe y se llama Uruguay” del dia de ayer.
Un gran amigo anónimo me pone a pensar y me hace ir mas allá de mis emociones y experiencias superficiales, de mi “Orientalidad” profunda aunque discreta (como la de todos los uruguayos) y de los indicadores que históricamente identifican a Uruguay.

Para poder contestar su “desafío” debo dar un salto (obviaré si adelante, atrás, arriba, abajo o al costado porque seguro hay todo un tema en ese detalle).
Debo calzarme los zapatos de los “Chicago Boys” y dejar de comparar a Uruguay con Latinoamérica, evitando el tan mentado slogan de “emparejar para abajo”;  midiendo a mi paisito con una regla global.
Si bien creo que los discípulos de Fierdman hicieron un excelente trabajo, lamento profundamente que la coyuntura política que los apoyara fuera militarista o derechista.

En la escuela me enseñaron que un país se compone de tres partes: el Territorio, la Nación y el Poder Etático.

Territorio: Yo creo que el mundo entero, lo cual incluye a todos los países (por las dudas), es un territorio hermoso, como la naturaleza misma y que si uno u otro és mejor para éste o aquel, es un tema de gustos, sobre lo cual es inútil discutir.

Nación: He redactado varias entradas controvertidas que hablan de la idiosincracia de los pueblos y de los estereotipos que cada uno va ganando, alimentando y utilizando a conveniencia. Esas son las naciones, protagonistas definitivas del largo plazo de un País. Abarcadas más allá de los límites de un territorio, durante tiempos extensos en escala humana, las naciones van construyendo diferentes países a través de la elección o soporte a grupos de poder (políticos, económicos o religiosos).
Ahí tenemos la vieja Europa, primer mundo, con mapas inimaginablemente dispares en los últimos 100 años.

El poder etático, o el poder en si;  porque tantas veces el gobierno de una nación es marioneta de poderes superiores; es para mi el gran responsable de los vaivenes de corto plazo.
Elegidos genuinamente, circunstancialmente, fraudulentamente o manipuladamente, aquellos que ostentan el poder, son los que guían, mas acá o mas allá, el futuro cortoplasista de los pueblos.

¿Cual es el defecto que le veo a mi país? No ser hoy, lo que su potencial como nación, lo pudo llevar a ser.

Definiendo obviedades, hay que reconocer que “la Suiza de America” y sus altísimos indicadores en alfabetismo, salud y calidad de producción, son obtención merecida de los años 50. Hoy, las seguimos festejando y usándolas como banderas; igual que festejamos el Maracanazo, porque fueron tan fuertes como difíciles de explicar para una nación tan pequeña.
Pero basta con revisar los números de los últimos 30 años, para darse cuenta que de aquellos indicadores extraordinarios, poco queda.

¿Que nos paso a los Uruguayos los últimos 50 años? ¿ Pudimos haber sido no “la suiza de America” sino un país del primer mundo en realidad, en lugar de un competidor de tercera clase en el continente con talante primermundista?

Yo creo, yo, creo, que la respuesta tiene por lo menos dos aristas, una que no podíamos evitar y otra, que a un grupo, le quedo cómodo instaurar.

Los últimos 50 años, nos pasó lo mismo que le pasó a todo el mundo.
La posguerra aparejo un nuevo balance de político y el fin de la guerra fría confirmó un nuevo balance económico; y Uruguay, estaba simplemente en el mundo.
Los embates de izquierda (con toda su amplitud) nos llegaron, tal cual nos tocaron las intervenciones imperialistas del capitalismo.
Podíamos evitarlo, definitivamente no.
Pudimos manejarlo diferente, definitivamente sí, pero ahí, es donde entran a tallar los grupos de poder que tomaron las decisiones y que usaron a la nación para cumplir sus intereses.

Cerrando mi visión a los cortos 40 años que me ha tocado vivir, encuentro como uno de los grandes factores del decaimiento uruguayo, la fuga de talento.

Los enfrentamientos internos de los 70 y la posterior dictadura, se llevaron más de un 10% de la población fuera del país, huyendo, en las peores condiciones.
Pero no se llevaron unos cientos de miles de uruguayos solamente, se llevaron un par de generaciones completas de uruguayos productivos, los uruguayos intelectuales, los uruguayos innovadores y los mentores de estas generaciones.
Y nos convertimos en un país de ancianos, donde otro 10% desafortunado y en opresión, debió pagar los impuestos mas altos del mundo para sostener apenas dignamente (por no decir indignamente) un 70% de pasivos y niños y un 20% de maquina estatal.

30 años más tarde, la crisis Argentina del 2002, se llevo otra vez ese 10% productivo, intelectual, talentoso, voluntarioso y emprendedor, fuera del país.

Cuando yo era chico, me resultaba raro no ver gente de 25 a 35 años por las calles; hoy, en idéntica situación, me alegra al menos sorprenderme con adolescentes por doquier. Si no nos llega otra onda, talvez ellos sean los que construyan el Uruguay que puede ser.

El aparado de poder, en todo este tiempo, se formaba por los “dinosaurios”, que se inmortalizaron, negociando como buena clase oligárquica, con los que oprimían al país al influjo de intereses externos.
Fueron los “constructores” del Uruguay posterior a la posguerra.
Fueron los que sobrevivían a todos los gobiernos, dirigiendo la actividad privada o atados a los sillones del poder legislativo para favor de los primeros.

Me encantaría que el lector pudiera no ver colores, manos izquierdas o derechas en mis letras, aunque se que es inevitable. Ojala pudiera proponer de mejor forma una mesa donde las cosas se vean desde mucho mas alto, con mirada mucho mas profunda.

La critica mas habitual al uruguayo es ser “gris”, “conformista”, “sobreviviente”, pero todos y al menos yo no conozco excepción, coincidimos en que los Uruguayos que viven en el mundo, los que no están dentro del territorio ni influenciados por el poder, son exactamente lo contrario: se muestran líderes en múltiples escenarios y conforman una nación extra territorial siempre bien identificada, de fuerte sentimiento nacionalista, reconocida y bien amada por sus vecinos.

¿No será señores, que tenemos que aceptar que lo que el poder proyecta en la sociedad Uruguaya, es lo que finalmente resulta y fruto conveniente de y para su propia critica?
¿No será que aplica para nosotros también aquello de que una mentira repetida cien veces es verdad?
¿No será que si no dejamos de ver con el vidrio brumoso a los uruguayos comunes y silvestres, no podremos llegar jamás a distinguir su brillo?

Esta entrada esta muy cargada de emociones y puede resultar no clara para quienes no viven la pasión de ser uruguayo.
También se puede decir que esto pasa en todas partes y es verdad, pero yo asumo mi parte, respondiendo al pedido de autocrítica, sin excusarme en la generalización.

Para hacerlo mas gráfico, les propongo invertir un poco mas de su valioso tiempo y revisar estos dos textos, de dos uruguayos, que a mi manera de ver, tienen dos visiones diferentes de un mismo pueblo.
Ojala hasta pudiéramos obviar los nombres.

Uno, es un importante ejecutivo de una firma global, que lo contrato para su experimento Latinoamericano en nuestro país, después de haber estado 40 años fuera del mismo.

 
El otro, es un importante dirigente político uruguayo, que nunca abandono Uruguay.


 
Que les puedo decir, yo le voy a los que se quedan, a los que la sufren y aun así, pueden mirar con ojo constructivo, esperanza fundada, optimismo patriótico y proyección generacional la capacidad de nuestra nación.
Yo me quedo con el que se queda, sin los beneficios del poder;  al que es elegido por la raza, por las mayorías y no con el que selecciona dentro de las minorías y aplica sus mejores talentos para explotar mercados emergentes.

¿Sabe porque? Porque yo me fui, no me arrepiento, pero yo me fui y egoístamente, vengo a vivir todo lo bueno de este país cada mes, esperando que los de adentro generen los cambios, para que tenga para mi sentido volver definitivamente.

Algunas pequeñas diferencias: yo me fui convencido del potencial de Latinoamérica para los latinoamericanos y especialmente para los Uruguayos y nunca abandone la región, cuando los números no daban, sin la espalda cubierta ni los padrinos que me dejaran operar tranquilo.
He peleado muchas batallas con mi mondadiente, y he tenido en ambos bandos a pobladores de distintos pueblos, si me da a elegir, póngame siempre a un uruguayo al lado.

Me pidieron que buscara lo malo de Uruguay, eso es, somos buenos, pero podríamos ser mejores, si los que manejan el poder, el del estado, el de las organizaciones, el del dinero, apostaran en serio, sin mezquindades, asumiendo riesgos reales, orgánicamente y con visión por nuestra nación que goza de competitiva materia prima natural y dejáramos de repetir que son grises, conservadores, conformistas y sobrevivientes.

Como cuesta ver que si están allí, es porque alguien aposto por ellos, aunque solo fuera el que les puso el apellido y con eso los salvo.
Para provocar un cambio al país, no alcanza con “bendecir” a los “hijos de”, hay que jugarse las bolas con coherencia y consistencia.

¿Porque no ser mejores puede ser una “mala medalla” para Uruguay?
¿Es porque solo nosotros podríamos mejorar? No, obviamente eso también es tan universal como lo es la mala aplicación del poder.
Es una mala medalla para Uruguay, porque para nosotros, seria mucho, pero mucho más simple que para muchos otros y generaría un brillo mucho más enceguecedor.