mayo 14, 2012

Punta del Este - Un Buen Hombre!

El amigo Ismael Serrano, que no sabe que es mi amigo ni que lleva mi nombre  pero no dudo que algún día lo sabrá y lo valorará, dice por ahí en la introducción de su canción "Instrucciones para salvar el odio eternamente":
"Pero aun así decimos que es un tío que te cagas, o un buen hombre, que también jode lo suyo,  porque no se sabe lo que estás diciendo...¿un buen hombre? ¿Rintintin verdad?
No digais nunca de mi que soy un buen hombre por favor.
Decid que soy un troncaso, enrollado, un pringi de la vida, vale...un buen hombre, no
"
Es fácil suponer que a muchos, a diferencia de estos dos Ismael, les encantará escuchar de sí mismos:  ¡eres un buen hombre!.
Suena como un reconocimiento, como la exaltación de un conjunto de valores o virtudes que cierran una figura compacta, capaz de ser identificada con la magnitud de un par de palabras concretas: "buen" y "hombre".
Si bien en estos tiempos, los conceptos básicos escasean de valor, llegar a escuchar esas dos palabras juntas, parece una suma sólida de adjetivos que definen a un individuo bien plantado.
Un individuo consistente, comprometido.
Un hombre que "hace el bien sin mirar a quien", con una capa de humildad y un porte que lo mantiene firme ante todo mal que arrecie.
Suena como una figura impenetrable por los ingredientes nocivos del entorno;  suena como un ser inexpugnable que ha probado con los años, su elección por la bondad.
Suena como..., suena como una esfera, ¡sí como una esfera!;  una superficie contínua e infinita que no acepta distancias divergentes de un núcleo masculino dedicado al bien.
Si, como una esfera.
Estas últimas semanas, a diferencia de los últimos cuarenta y un años de mi vida, he escuchado y leído hablar de mí, como "un buen hombre".
Es gracioso.
Consciente de lo que la semántica significa y la fonética transmite; me he sentido raro al oírlo.
Igual que Ismael Serrano, porque que te definan como "un buen hombre",  también jode lo suyo...
A mí me ha recordado a mi época adolescente, cuando todos aceptámos cualquier apodo o definición, menos aquel "¡es tan bueno!" , que generalmente se le adosaba al más gordito y feo de la clase.
Me ha recordado la primera vez que ya he olvidado,  en que algún joven - no niño ni adolescente, joven -  me dijo: "Señor".
Me suena a golpecito en la espalda con un dejo de lástima;   y me quedo esperando un: "...ya pasara, algún día recibirás lo que mereces", que después se coronara con un nuevo "porque eres un buen hombre".
Pero debo aceptarlo, con orgullo y desencanto, parece que soy un buen hombre nomás.
Porque si trato de definirme en alguno de los antojadizos escaños que promueve mi tocayo en su canción, pues, no encajo tampoco.
¿Un troncaso?, pues no, pesao muchas veces, irónico otras, pero de troncaso nada.
¿Enrollado?, pues tampoco. Seguramente alguno o alguna por allí dirá "si varón, eres un rollo con patas", pero a mí me gusta pensar que la hago simple, que veo bien y que no se la pongo de figuritas a los demás. Conmigo mismo será otra cosa, pero los adjetivos vienen de fuera por lo que fuera se experimenta, así que no puedo cambiar al buen hombre por un enrollado.
 ¿un pringi de la vida?, pues habría que buscar que significa. Pero habiendo pasado por la Península Ibérica varias veces,  suena a muchas cosas que el Isma no ha sabido disfrutar lo suficiente o por suficiente tiempo como para ganarse el título.
Así que allá voy, como un buen hombre, cabalgando la mitad de mi vida.
Viendo como los hijos, los buenos amigos y mis ex mujeres se acercan cada vez más tras el viaje en busca de la aventura llamado vida, al confirmarse mi naturaleza de pura cepa.
Así que allá voy, como un buen hombre, cabalgando la mitad de mi vida.
Viendo como quienes aún necesitan más decepciones, prefieren arriesgarse un rato más, antes de elegir el puñado de personas con el que morirán cerca algún día.
Así que allá voy, y no puedo culpar ni agradecer, ni a unos ni a otros.
Porque al final, será que uno vive la primera media vida para elegir de qué lado quiere estar y cabalga la segunda mitad tratando de encontrar la adrenalina o la paz que resignó del otro.



mayo 11, 2012

Desde el Aire - "fue por cigarillos y nunca volvió"


Viví mi niñez escuchando y creyendo mientras crecía y perdía mi inocencia, decenas de expresiones e historias de pueblo que por repetición, se tornaban en verdad o leyenda.

"vayan a descular hormigas"
Nos decía mi madre cuando no nos quería dando vueltas en los espacios mínimos de la cocina.
Y fueron muchas las veces que en la inconsciente crueldad de niño, transformé hormigas negras en arañitas nerviosas, sentado en nuestro patio de tierra.

"si no les gusta, vayan a comer a la fonda"
Se repetía cada vez que con hambre pero sin poder ocultar el desgano, encarábamos un día más,  un plato repetidísimo de algún invento culinario hecho con "tajada de aire y rebañada de viento".
Pase treinta y cinco años para encontrar mi primera "fonda" del otro lado de los Andes, fonda que de niño busqué tantas veces en las calles del lejano San Carlos,  a ver si tenía algún resto para yo comer.

"Andá hasta la esquina a ver si llueve"
Clásica expresión busca tontos que insulta inconscientemente y que provocó muchas veces enojo en quienes la dijeran, porque seguramente mis ojos pequeños no ocultaban la ofensa, y mis nunca tan tontas piernas,  no los complacían salíendo siquiera a la puerta.

Inocentes y no tan inocentes costumbres que hicieron parte del zambullirse a la vida de algunas generaciones, ni mejores ni peores, simplemente diferentes.

"fue por cigarrillos y nunca volvió".
¡Tantas veces en las charlas de mayores se repetía esa expresión y fluía libremente a los oídos de los más pequeños!.

Era una gracia que explicaba el abandono mas indigno, el más insultante, el repentino, falto de justificación consciente, dañino, cobarde.
La daga profunda del desamor y la pobreza de espíritu que empujada por el desinterés egoísta, arranca del pecho el corazón de quien queda con las preguntas,  respirando inútilmente a falta  del  motor de su sangre.

Y siempre después de la expresión, venía la carcajada.

La incapacidad y el desencanto devenido en broma,  para poder masticarse, tal vez para dejar de masticarse ya que nunca se podrá tragar.
Enmascarar la resignación, el no haber tenido la charla que aunque no conforme explica y es replicable, el haber cambiado la opción de odio por un dar vuelta la página porque ni el odio le llegara allá lejos, donde fue a buscar su vicio, cualquiera sea.

De niño ocupaba mucho de aquel tiempo desculando hormigas, pensando como alguien podía desaparecer así. Que tan pobre o desdichado podría ser para seguir el camino que lo aleja con lo puesto; y que tan miserable serian sus ratos a solas, cuando mirar atrás fuera inevitable o el implacable destino pusiera el pasado en su camino.

Si habré vigilado a mi padre cuando iba al almacén del "chancho colorado" por tabaco.
Si hasta culpable me sentía,  cuando allá por mis cinco o seis años, repartiendo en mi primer bicicleta tabaco Cerrito de contrabando, visitábamos al cliente del almacén en la "Casa del Barco" en Avenida Rodo, peligrosa, amenazantemente ubicada en una esquina.

¿Será por eso que nunca fumé?

Tal vez por eso siempre escondía cajillas de Fiesta primero y Kent Menta 3 después, en mis diferentes casas, para evitar que toda falta, provocara una búsqueda indeseable.
Tal vez por eso hoy, a sabiendas de que mal le hace pero aceptando su opción, sigo comprando Nevada por cantidad para el amigo Nando en cada aeropuerto, a fin de que no se le ocurra salir a la esquina alguna noche y nunca más regresar a su hermosa realidad.

Con el tiempo hemos involucionado, y las equinas tomaron otros nombres y los cigarrillos mil significados.
Y con el tiempo también, más allá del inconsciente, he aprendido que no puedo comprarle los "cigarrillos" a todo el mundo y que no puedo evitar por más que haga,  que algo falte;  y que cualquier día,  en una esquina cualquiera, alguien respire hondo y hasta tal vez sonría, siguiendo el camino que se aleja de mi.

Así, como tú lo hiciste.

mayo 04, 2012

Desde el Baúl - Ni estrella, ni fugaz.


Hoy ha sido un día de compañía, de tu compañía.

Al llegar a casa alguien limpiaba mis ventanas y lavaba mi ropa. Me recibió con el asombro de lo inesperado y las disculpas dulces de las cosas hechas contra toda regla en el momento más inoportuno y con total desinterés.
Por fuera sonreí y agradecí, por dentro volví a recordar que en tus mejores tiempos, hacías el mismo trabajo que hace ella.
Como no sonreír y agradecer.

Cuando anunciaron tu película preferida en el cable, con restricción para menores de 14 años, Michel me miro como pidiendo autorización. Lo justifique contándole como aquella abuela que no llego a conocer,  adoraba ese film, ese actor y otras tantas cosas "modernas" que tan poco parecían tener que ver con ella.

Con tu recuerdo, menos presente de lo que desearía, saludé al mundo virtual que vivimos hoy y que nunca conociste;  y antes de dormir, salí a esta noche especialmente cálida, para ver si el mar me descubría la luna llena que estoy esperando desde hace tanto.

Un poema viejo me lleno los labios y cuando tarareaba en la musicalidad de aquellos años jóvenes mis letras sufridas y enamoradas, una estrella cruzo la mitad del cielo que me abriga.
Una estrella  demasiado cercana para ser estrella, y demasiado constante para ser fugaz.
Por cosas menores he escrito.

Tu, Mamá, y aquel sentir antiguo y apasionado que se movía efervescente en mis venas cuando todavía respirabas mi aire, me llevaron a prender de nuevo la computadora y compartir mi alegría por lo que soy, poco o mucho...por lo que hiciste de mi.



1989 - rescatado de mi memoria ya que no está en mis manos hoy, pero lo llevo siempre dentro

Hoy la noche me ata al recuerdo
de ese oscuro abismo en tus ojos,
que en mi vida, tenaz torbellino
desatara al estar tu y yo, solos.

Cuanto brillo enjoyaba esa noche,
tu mirada inocente e inquieta,
logrando atrapar en gestos salvajes,
toda la ternura que un ángel ostenta.

Ni sirio en su brillo, reinando en el cielo,
ni la luna clara, tornándose esbelta;
humillan el fuego encendido en tus ojos,
cántaros de ternura, sin fin y sin betas.

Pensar que una noche, mojé tus pupilas
¡Oh! pecado inmenso que mi mente aqueja.
Porque enciende dios, luces que a mis ojos
se avivan, se rinden, se apagan y alejan.

1977 - Rescatado del patio de tierra negra que servia de escape a aquella casa del Barrio de las Ranas donde aprendimos a pensar.