agosto 26, 2015

Desde el Aire - El duro Mundo de las cosas serias

Para ser justo diría que tiene unos 60.
La cadera obtusa, las uñas lo suficientemente abovedadas, pero por algún antepasado indio o indígena, su piel levemente oscura no‎ acusa su verdadera edad.

Mientras me pierdo en esa sueñera-meditación que me embarga cada vez que un avión despega, veo sus ojos detrás de los lentes finitos, guiando una mano experta sobre los cuadros de un sudoku.

Cierro los ojos y me vuelvo a ir, a ese lugar donde espero dejar el cansancio acumulado por conducir 600 kilómetros anoche y retorcerme en el pequeño auto esta madrugada buscando dormir.
Es mediodía y mi cuerpo no entiende de relojes, un desayuno en tiempo de almuerzo y una ducha pagada en el salón vip,  me regalaron un poco de energía extra.
Mi mente resiste, pero el cansancio del cuerpo y la inestabilidad del corazón estos últimos días, porque no semanas, o talvez meses, la marean.
‎Es mediodía y un nuevo vuelo me llevara 9000 kilómetros hasta una de mis camas, donde volveré a dormir poco para partir a México, mañana, antes de que sea el mediodía, otra vez.

Vuelvo a abrir los ojos y me señala algo, miro al bolsillo del asiento y mi teléfono espera este rato no anunciado de escritura junto a las revistas de vuelo.
Me señala nuevamente y me habla en inglés, pero no pide exactamente lo que quiere.
Amarrado a la esperanza tonta por el cinturón,  igual que ella,  me estiro señalando como a un niño.
Mi mente despierta y mareada se demuestra ‎asombrosamente sana.
Le paso la misma revista donde rellenaba cuadros con números, la misma pero la mía y con solo un gracias, la empieza a ojear.

- tiene uno diferente allí?
- sorry? Me contesta.
- tiene un sudoku diferente cada revista? 
- no, no.
- volverá a hacer el mismo otra vez?
- si!

Por espacio de unos 90 segundos el silencio que nos aislaba sin intención se hizo charla amena y me sorprendí volviendo a ver frente a mí,  una conocida y vieja realidad: no se jugar.

Fueron no más de 90 segundos en que las preguntas y las respuestas dejaron claro: que no tengo la menor idea de cómo se rellenan aquellos cuadros; de que jamás he rellenado unas palabras cruzadas siquiera; de que no juego juegos de mesa desde hace 17 años;  que como mucho juego cartas dos veces al año y más por la camaradería y la tarta de cebollla de Tatiana que por el juego en sí, y que además, nada de eso me importa un carajo.
Me obligo a recordar que alguna vez hace 10 años puse una moneda en una máquina del Bellagio,  para privarme de ‎decir "que nunca había jugado en Las Vegas";  que jamás jugué Poker y que no sabría que hacer frente a una Mesa de Ruleta.

Me comento que vivía en Dallas y solo tres imágenes llegaron a mí: la vieja serie "Dinastía",  testigo de los últimos tiempos en que mire televisión (aunque nunca vi la serie porque era muy tarde y para adultos según Mamá);  el Aeropuerto‎ y los Dallas Cowboys predilectos de Debby.
Por el propio sentido de la conversación, me hice consciente de que ni se las reglas del Football Americano y que por supuesto nunca lo jugué;  y que tampoco juego ningún otro juego o deporte  desde mis viejos 12 años.

- I understand, you are a busy man. Repetía mi ocasional conpañera de vuelo, y yo, descubría honestamente que no lo era, que no era un “hombre ocupado” y que mi imposibilidad de explicar el porqué, nada tenía que ver con mi limitado Ingles.

- solo no juego, le decía y la explicación en ningún lenguaje cobraba sentido.

Un momento después ya había empezado a escribir en mi mente despierta esta entrada de blog. Mi cuerpo se demoró un poco más en echar a andar los dedos.

No juego.
Para mí todo es en serio, sentenciaba mi juicio cuando la charla ya solo era “padentro”.
No juego.
...y podía ver las tardes enteras que pasaba cambiando de escondite sin ser encontrado mientras los demás jugaban a la escondida.
...y podía recordar esos mismos enojos que repudio de Anthony, que se apoderaban de mi interior sin agredir “pajuera”  cuando la impotencia o la injusticia me embargaban.
...y podía volver a detestar las alianzas sordas que automáticamente se formaban en mi contra, el que no sabe jugar, cuando había tiempo para una Canasta, un War, un Monopoly o excepcionalmente un Trivial Pursuit.
No juego, para mí todo es en serio.

¡Como me costó aceptar que lo lógico era que no me buscaran, que evitaran mis calenturas o se amotinaran en mi contra, cuando yo solo hacia lo que debía hacer y por una buena causa (además de con toda razón)!.
Cuando yo hacía lo que yo creía que debía hacerse y estaba respaldado por todas las reglas, aunque ello no fuera jugar.

¿Qué gracia tiene para cualquiera, para ti o para mí, si nunca me puedes encontrar? ¿Si nunca me puedes manchar? ¿Si no puedes saber más respuestas que yo, ni comprar más y mejores edificios o distribuir más estrategicamente los ejércitos negros, verdes o amarilllos en ese mar infranqueable de MI ejército Rojo?.
¿Que gracia tiene para cualquiera nunca poder ganar, que gracia tiene nunca tener la razón y que tiene de gracioso no poder siquiera ayudar al que no sabe jugar?.

No juego, para mí todo es en serio.
Lo lúdico, no es lo mío.
Si alguna vez lo tuve no lo recuerdo y por ende no sé cuando lo perdí.
Puedo ser simpático, hasta bromista. Puedo ser cariñoso y hasta kinestésico. Puedo plantarme solo o compartir más que nadie …pero nunca juego.
Nunca me dejo arrastrar, un poquito aunque sea, por la burla que provoca la risa, por la falla que deja que te descubran detrás de los ‎hinojos, por el segundo de desconcentración en que pierdes la mano, por el instante en que uno elije que no es necesario explicar.
No juego, para mí todo es en serio.

Los recuerdos se arremolinan al mismo ritmo que las letras llenan el espacio en blanco de la pantalla.
¡Cuántas cosas habrían sido menos pesadas si ‎hubiera sabido jugar!.
¡Cuánto de lo bueno habría sido mejor  y sobretodo, cuanto de lo malo ‎no hubiera existido o me habría dejado otras enseñanzas,  si tuviera un espíritu más lúdico!.

Pero sobre todo, muy por sobre todo, cuantas menos expectativas tendría de los demás,  cuanto más fácil sería pedir en lugar de esperar, cuanto más satisfactorio seria saber recibir sin presionarme a dar.

No juego.

...y es un duro Mundo el de las cosas serias.