octubre 13, 2010

Ciudad de México – Llegar a viejo – 0110 horas

Tres cosas me faltan para llegar a viejo, ese límite al que mi cabeza le otorga pocos años más. Pero no las 3 convencionales que he cumplido con creces a muy temprana edad, y que si no lo hubiera hecho, con solo haber parido, tan hermosos hijos como los que he traído al mundo, toda página y todo bosque, se sabría satisfecho.

Debo aprender a tocar mi guitarra, hacerla llorar y reír en mis brazos, arrancarle las melodías conocidas y las mías que aún estoy por crear.
Cualquiera de las 3 que he tenido.
La que Emma me regalo a los 18, donde se habían compuesto las primeras canciones del “Cuarteto de Nos”.
La que Tania me obsequió a mis casi 30 años y que se fue, barata, como parte del desmantelamiento de nuestro amor en mi segundo divorcio.
O la que Debbie seleccionó de las manos de un artesano en Ecuador, para llevarla a Estados Unidos y mandarla a México, a mi encuentro; Guitarra que resiste hoy la corta pasión y el abandono de Michel en algún rincón de su casa.

Debo construir mi hogar.
Aquel que soñé cuando aun no sabia dibujar. El que tenía en mi retina en cada clase de facultad, el que deje grabado en la caprichosa carpintería de la casa de Edison, el único amigo que me permitió el atrevimiento de ser el arquitecto de su hogar.
La que se dibujo en mi alma el primer día que entre a la casa de Yobino en “La Pataía”.
Una estufa gigante dominando una sala desproporcionada, donde la solidez de la piedra rústica, provea los brazos grandes de un corazón abierto a quienes ama.

Y por último, debo reconocer mi mensaje.
Aún no se que aportare con mi tiempo en esta vida, aún no tengo claro que será lo que al sonar de mis labios o leerse en mis palabras, provocará un cambio en la gente.
No importa cuantos, sino lo importante que sea ese cambio.

Todo para que?

Todo para cumplir con el sueño egoísta, simple y efímero que guía mi vida.
Vivir alejado del mundo, en medio del verde y de los seres que quieran acercarse y salir, una vez cada tanto, solo un par de noches, emprendiendo el vuelo que me lleve más allá de toda frontera, con mi ropa original y mi guitarra, a emitir mi mensaje.

De día, donde el mensaje directo sea mejor escuchado, de noche, entrando furtivamente al primer bar que se cruce en mi camino, para pedir permiso y disculpas, y si recibo una sonrisa, desenfundar mi guitarra y cantar. Cantar cualquiera de las canciones que amo y he atesorado desde hace tanto tiempo. Cantar y charlar con la gente, en otra forma de entregar el mismo mensaje, sin programación y sin pancarta.

Salir, contagiar, cantar y volver.
A la casa de brazos grandes y abiertos, cerca del agua, donde todos me puedan encontrar, donde nadie me espere.

3 comentarios:

  1. la musica mueve las entrañas, tanto mas alla de lo razonable...
    CDM

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  2. Sí siempre tienes una flor que recoger, un algo que dejar, un incienso que encender, una ventana que abrir, un pájaro que cante, un asombro en los ojos, una canción que cantar, una sonrisa en los labios, un amor que late y un niño en el corazón.....siempre seras joven.
    ARF

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