octubre 15, 2010

Ficción – Asignaturas pendientes

El bao de las calles de Marrakech llenaba su nariz de olores y su mente de ideas.

Le gustaba caerse por allí de vez en cuando, a veces directo en vuelo, otras tantas más sufridas pero al mismo tiempo gustosas, manejando desde Sevilla.

El cruce de Gibraltar era un viaje tan reiterado como inevitable a las tantas batallas humanas que habían vivido en el pasado Ibéricos, Británicos, Turcos, Marroquies, Subsaharianos y tantos mas. Un istmo entre culturas y realidades; una apertura pequeña entre dos mundos tan distantes.

Internarse en el Sahara, vivir las caras sonrientes y los hogares abiertos de Fez en sus escalas obligadas y llegar a pararse allí, en el medio del mercado Djemaa el Fna solían ser el escape natural de su alma, hacia la esencia, lo inmaterial, lo salvaje, lo místico, lo mágico.

Se había prometido una y otra vez, que en esta oportunidad, volvería a verla.

Caminaba entre las tiendas donde acostumbraba negociar airadamente con los mercaderes, sin jamás hablar el mismo idioma, buscando llevarse a sus “paraísos temporales”, trozos de magia nativa africana, artesanía oriental o escandalosas piezas de arte local.

Los latidos de su corazón lo llevaban a alguna esquina de callejones, que no recordaba exactamente donde estaba, pero que tenía la certeza absoluta de poder encontrar.
Los gritos constantes, los fuertes inciensos mezclados con tabaco, las serpientes encantadas, el arco iris de colores y el polvo flotando en el aire no lograban distraerlo del repetido plan que maduraba en su cabeza.


Bajaría por la pequeña escala de dos niveles y allí estaría ella, menuda pero en perfecta armonía curvilínea. Con su cabello negro y un cerquillo exageradamente recto de lado a lado de su frente enmarcando sus ojos que todo lo decían.

Le daría las buenas tardes con un acento francés que complementaba perfectamente su delicadeza y lo acompañaría hasta algún cojín libre, en medio de gente simple que pululaba en grupos pequeños el lugar.

Una simple casa, sin mayores pretensiones, que solo generaba espacios arrinconados en sus habitaciones, para permitir que los visitantes construyeran pequeños palacios mentales, donde solo ellos, a centímetros de otros extraños, disfrutaran envueltos en suaves perfumes, la más variada selección de té y exquisitas tartas de antigua receta.

Todo preparado para una comunicación lo suficientemente íntima, como para sentirse tácitamente solos en medio de una muchedumbre.

- le parece bien aquí, le preguntaría mientas le señalaba un espacio a media altura, logrado artificialmente al medio de una de las habitaciones, con un enorme almohadón terracota.

- ¿desde aquí podré verte continuamente sin que ello te moleste?

Con una sonrisa vergonzosa esquivaría su pregunta mientras Jack se parapetaba sobre el prisma improvisado, y luego se perdería detrás de las cortinas que llevaban a la cocina.

El ya estaría con su libro abierto cuando ella volviera a tomar su orden.

- Por un momento pensé que nunca mas te volvería a ver; me llaman Jack

- Rishta - dirá mirándolo fijamente - ¿que le puedo servir monsieur?.

- No deseo molestarte, solo que desde que te ví aquí, hace ya algún tiempo, no he podido dejar de pensar en el momento de regresar a Marrakech para confirmar porque vibro así al recordarte.

- Su primer té aquí no lo tomo solo monsieur.

El sentiría desvanecerse el mundo en aquellos ojos, la sorpresa de que lo recordara, se sumaría a la euforia de su memoria.
Ella también lo había visto aquella vez!!!

Talvez ella temblara al menos la mitad de lo que el lo hacía en aquel momento.

Su espacio personal se había logrado mágicamente, sentado incomodo en un falso pedestal, con aquella niña portadora de los ojos de sus más repetidos sueños, mirándolo desde abajo y recordándolo en presente.

- Afortunadamente tengo amigas con muy buen gusto - dijo tratando de mantenerse equilibrado después de aquel shock que parecía haberlo arrastrado por siglos.

- Me alegra que volviera, personas como yo aprenden a jamás esperar este tipo de milagros.

- ¿podría quedarme hasta la noche bebiendo de tu té?

- Con el llamado a rezar del atardecer, deberá seguir su viaje, Jack.

Su nombre sonaba tan diferente en los labios de aquella mujer.
Había imaginado todo, pero nunca la había visto nombrarlo, así de cercana, mientras el seguía buscando inspiración en sus ojos.

- ¿crees que podrás guiarme a algún sitio a cenar después de la plegaria?

- la ciudad esta repleta de lugares mágicos y yo tengo mis preferidos.

Ella miraría por un momento a su alrededor y bastaría para que aquella burbuja entre ellos pidiera descanso, como el latido de su corazón.

- un té blanco por favor, elige tú la variedad Rishta, y una tarta de frutos rojos.

Maison Francaise de The - Caravaserai, se podía leer en el vidrio increíblemente pulcro de una esquina.
El aroma de la colección más selecta de té de Marruecos invadía su aliento y el corazón empezaba a redoblar en su pecho.

Saboreo el bajar cada escalón, la recepción estaba vacía.

Se sentó en el sofá improvisado con almohadones, a la izquierda de la entrada y sus ojos se perdieron en la exposición brillante y multicolor de teteras a la venta, que se acumulaban en la estantería de enfrente.

Los hilos de la cortina sonaron en su oído izquierdo, y giro la cabeza para encontrarla.

Un joven Marroquí de ojos oscuros le sonrió preguntando:

- Bienvenido a Caravanserai ¿lugar para uno?

Jack la busco en cada habitación, la espero mientras abría su libro en un rincón alejado, la soñó entrando o caminando por el pasillo, pero no se atrevió a preguntar por ella.
No sabía siquiera como se llamaba, su manejo del idioma no le permitiría describirla y después de tantos meses, talvez ninguno de los mozos homosexuales que atendían el lugar la hubiera conocido.

- un te blanco de naranjas por favor, y una tarta de frutos rojos.

- enseguida caballero.

2 comentarios:

  1. Simplemente dilicioso, al igual que Jack!!!
    ARF.

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  2. gracias por transladarnos!
    (realidad o ficcion, todo se saborea)

    CDM

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