octubre 31, 2010

Tesoros Ajenos - Parábolas, para bolas y para!! bolas!! - Tercera


Así como en la segunda parábola tengo miles de dudas sobre “el bicho” que mejor me aplica y mas bien creo que he paseado por diferentes especies en cada uno de mis fracasos, manteniendo un interior inconsciente muy cercano a la Gallina, excepto en mi última despedida; aquí tengo claro que soy uno más de estos maestros de la sabiduría.

Exento de “vaquitas” desde que nací, soy de los grandes “rompe-huevos” o mas bien, “mata-vaquitas” que anda por el mundo.

La vida me ha enseñado a tener una capacidad innata, inmediata e increíblemente certera para detectarlas y un pensamiento claro con línea directa a una lengua aguda, siempre lista para el ataque.

He aquí una de esas parábolas que si tengo bien aprendidas, esa, de la que seguramente muchos de ustedes me han escuchado hablar con cara curiosa, sin llegar a entender a que me refiero. Siempre se disfrutan mas y obtienen un carácter de verdad diferente, cuando las cuenta alguien mas…


Matar a la Vaquita

Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vió a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar.


Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de las visitas, también de conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias.


Llegando al lugar constataron la pobreza del sitio, los habitantes -una pareja y tres hijos-, tenían una humilde casa de madera y estaban vestidos con ropas sucias, rasgadas y sin calzado.


Entonces se aproximó el Maestro al padre de la familia y le preguntó:


- En este lugar no existen posibilidades de trabajo, ni puntos de comercio tampoco.
¿Cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?


El señor calmadamente respondió:


- Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina y con la otra producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo.


El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue.


En el medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y le ordenó:


-Busca la vaquita, llévatela al precipicio de allí en frente y empújala al barranco.


El joven espantado vio al maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Mas como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la orden.


Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vio morir...


Aquella escena quedó grabada en la memoria del joven durante años y nunca pudo sacarse un terrible cargo de conciencia por el crimen cometido a instancias de su Maestro.


Tanto impactó esto en su espíritu que con el tiempo, abandonó al maestro y prosiguió solo su camino.


Años después, el joven aprendiz debía pasar cerca de la casa y tomó la decisión de regresar al lugar, contarle todo a la familia, obtener su perdón y, de ser ello posible, repararles el daño causado.


Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, una huerta arreglada, un bella casa, niños saludables y adecuadamente vestidos y calzados. El joven se sintió más triste y desesperado aún imaginando que aquella humilde familia hubiese tenido que vender el terreno para sobrevivir.


Aceleró su paso y al llegar a la casa fue recibido por un hombre muy agradable y tranquilo.


El joven preguntó por la familia que vivió allí hacia unos cuantos años, pero el hombre le respondió que ellos vivían allí de toda su vida.


Sorprendido el joven revisó los rostros y descubrió que, efectivamente, se trataba de la misma familia y sólo atinó a preguntar:


- Yo pasé años atrás y éste era un lugar pobre…¿cómo logró esta prosperidad?


Y el hombre entusiasmado contestó:


- Mire joven…años atrás nosotros teníamos una vaquita, pero no sabemos cómo, se cayó a un precipicio y murió.


Al principio creíamos que sería nuestra ruina, sin embargo, obligados por las circunstancias debimos desarrollar otras habilidades y esfuerzos que ignorábamos que fuésemos capaces de lograr.


Mis hijos empezaron una huerta y sus productos nos alimentaron y nos permitieron abastecer el mercado local, yo aprendí las artes de la alfarería y me convertí en un afamado artesano, hoy vienen desde lejos a comprar mis piezas, mi esposa retomó sus trabajos de costura y sus prendas también son requeridas a kilómetros a la redonda. Prosperamos y las penurias de la pobreza acabaron para nosotros…

Dios nos ayudó matando nuestra vaquita!!”


Moraleja:


Todos nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica para nuestra supervivencia, la cual es una convivencia con la rutina, NOS HACE DEPENDIENTES, Y EL MUNDO SE REDUCE A LO QUE LA VAQUITA NOS BRINDA.


 Y tú, si tú,  que seguro crees no tener ninguna vaquita, ¿cuando vas a abrir los ojos?


MATA LA PINCHE VAQUITA!!! y evoluciona, como les dije a unas compañeras de trabajo de Tania en la Barra del Chuy allá por el ´97 (que historia esa, casi me matan mi vaquita!!)

5 comentarios:

  1. Que interesante el tema de las parábolas aplicadas a la diaria.
    Esopo y Rodó quitando trabajo a los modernos terapeutas.
    Tal vez sería oportuno revisarlas cuando empezamos a creer que "nos sabemos alguna"
    Beso grande, siempre "evolucionando", aunque no era ese el sentido que le dimos a la palabreja en Barra del Chuy.
    Cuídate.
    Patricia

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  2. Aqui podemos "evolucionar", aquellas soñadas "evoluciones" enjuagadas en alcohol del 97, no tuvier0n "andamiento", que se le va a hacer.
    Si no se puede con el acto, pasemos a la palabra :)
    Se adecuan mejor al avance de la edad!!!

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  3. Si es muy cierto que uno no tiene la capacidad de matar a su propia vaca.

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  4. Discrepo con eso.
    Todos tenemos capacidad de matar a nuestras Vaquitas, el problema recurrente suele estar en identificarlas.

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  5. Ahora entiendo porque estas en terapia!! POR DISCREPANTE !!! jaja

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