octubre 27, 2010

Montevideo - Anthony - 0254 horas

Hace unos días encontré en mi “maletín de los recuerdos” esta foto y la subí a ese espacio en la web, creado para compartir mis ausencias con los chicos desde que se mudaron a España y porque no, saciar la curiosidad de “amigas vichonas”.

Uno se emperra en pensar que con los años se ve mas guapo y las amistades de hoy, de la misma edad que uno o mayores en su mayoría, aplauden y consuelan diciendo lo mismo. Pero lo cierto, es que si bien no hecho nada de menos esos tiempos, fuimos jóvenes y bellos (como se dice).

Yo tenía escasos 21 años en esa foto y Anthony estaba arriba mío con menos de dos años, como acostumbraba hacerlo continuamente por aquellos días.

Vivíamos apretados en Montevideo, con Marcia, Mamá y Natacha y a pesar de trabajar 18 horas al día, nuestros tiempos de padre e hijo eran muy cercanos.

Imposible olvidar lo que costaba llevarlo a la guardería-jardín donde pasaba la tarde mientras Marcia comenzaba sus armas en la enseñanza preescolar en el Saint Patrick College de la calle Ferrari en Carrasco.

Alguien le había regalado al nacer, un perro de peluche que con el tiempo, fue equiparando su tamaño. Era de “tela avión”, tristemente celebre por aquellos años en equipos deportivos de colores fulminantes (violetas, morados y fucsias), por ser tan liviana.

El perro, que a su año y medio ya carecía de ojos, nariz o boca, era bicolor, rojo y amarillo, brillante también en sus inicios, opacado por el uso con el paso de los meses.

Anthony no dormía sin él, era una “bendición” siempre que estaba, y un terrible castigo si por casualidad se extraviaba entre pañales y ropa.

Una tarde en casa de Nair, por entonces mi suegra, la cual contaba con un avanzadísimo lavarropas horizontal, los de puerta de vidrio cóncava, tan comunes hoy día, pero una modernidad en esos tiempos, la abuela incauta oso lavarlo.

El estaba en su siesta, abrazado del pedazo de tela con escasa huata anudada dentro y con un color grisáceo general que se oscurecía en las costuras.

Plan mediante, marchó el guau-guau al lavarropas, con tan mala suerte, que a medio programa, Anthy despertó.

El reclamo fue inmediato, ningún mimo alcanzo para frenar la búsqueda y aún recuerdo el enternecedor momento en que mi niño, con cara soñolienta y ojos llorosos, se hincaba delante del ojo de vidrio del lavarropas y al ver pasar su preciado compañero de sueños, señalaba con su dedito girando al mismo ritmo que el tambor, diciendo... el guau-guau…el guau guau….el guau guauuuu, cada vez que completaba un giro.

Aun nos reclama que digamos que es inteligente, para él esto ha resultado mas un castigo que una bendición con el paso de los años.

Cuando apenas tenia 18 meses, le gustaba mucho Xuxa (igual que al padre!!) y era audiencia obligada todos los días en el viejo televisor Hitachi a color que teníamos como tesoro.

Para cuando la preciosa rubia no estaba con sus “hot pans” y sus “paquitas” alegrando niños y calentando padres, teníamos un cassete de audio con sus canciones.

Mi mayor adquisición por esos años era un minicomponente AIWA NSX 990, de 900 watts PMPO con el que manteníamos una relación amorosa de alto calibre.
A mi me envolvía en mis primeras experiencias con el New Age y el disco demoledor de Albert Hammond y para Anthony era su acercamiento musical a la blonda brasileña.

No pudimos sacarlo del “modular” de lo que quería ser un living, hasta que él creció.
Nos maravillaba todos los días, con su capacidad para manejar aquel equipo.

Una de las bondades del AIWA, era que, apretando el PLAY y el FFWW o el REW al mismo tiempo, el desgraciado corría la cinta hasta encontrar el comienzo de la siguiente canción; alucinante capacidad para esos tiempos!!!

Y Anthony lo tenía muy claro. A él le gustaban solo algunos temas, o al menos algunos mas que otros, así que diestramente, cambiaba de rolas a su gusto, mientras bailaba frenéticamente los pasos aprendidos frente al NSX.

El año pasado, cuando me decía que quería ir a la Universidad para ser DJ (si, leyó bien, DJ, Disc Jockey, Dish que son los que ponen la música en los boliches, viste!!), al mismo tiempo que se me retorcía silenciosamente esa parte que a todos los padres se nos retuerce cuando escuchamos algo así, recordaba esos tiempos de Xuxa y también, que ahora cuando voy a Elche, es él quien me da la última música del verano Ibizenco. Seguro podría ser un buen DJ, un buen lo que quiera, que es lo importante.

El próximo 22 de Diciembre cumplirá 19 y lo tendré conmigo pasando 5 semanas en Sudamérica. Pronto yo tendré 40 y el 20, y será muy muy parecido, a como me lo imaginaba cuando tan precozmente, tuve el orgullo de ser su padre, hace tantos años atrás.

6 comentarios:

  1. jajajajajajaa me RE acuerdo del perrito ese!espero verlos pronto :)
    P.D: Claro que podrá ser lo mejor en lo q se proponga!Los quiero mucho

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  2. Ah!Y NO sabia que el pobre perris habia tenido un final tan desafortunado, si te consuela Anthy Pupi (no se si se acuerdan de el...el macaco gigante que yo llevaba para tooodos lados) tmb murio tragicamente :( jajaja besitos!

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  3. puedo llorar imaginandome el desconsuelo del enano frente a las vueltas de la espantosa maquina come compas!!!!!
    cdm

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  4. ¡que tiernos recuerdos!al leerlo fue como vivirlo otra vez, tambien como ahora a Anthy le gustaba dormir por el día y estar despierto por la noche entonces recuerdo que no solo manejaba a la pefrfección el equipo de música sino que el video también. Por la noche se quedaba mirando el programa de xuxa que se lo habiamos grabado por la mañana y cuando se terminaba lo retrocedia y lo volvia a mirar así hasta que el sueño lo vencía.Es cierto que también lloró tres días por el perro y así se aferró mas a sus chupetes que no dejó hasta los 5 años.
    gracias.
    un beso

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  5. WOOOOOWWW que linda foto!!!!!
    ARQ

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