Hace unos días les contaba como mágicamente las nubes inundaron mi jardín en Chile y como pude vivirlo segundo a segundo.
Hoy, una ballena y dos lobos marinos, llegaron a pasar el día conmigo en Uruguay.
Y no hablo de una vecina gorda con sus dos críos.
Hablo de una Ballena Franca de unos 6 a 8 metros y dos buenos Bobos Marinos de metro y medio, que han pasado el día frente a casa.
Terminaba de escribir mi entrada sobre este paraíso, cuando la ví llegar, enorme, inquieta, a no mas de 10 o 12 metros de la costa, allí, donde nado cada verano.
El viento frío de este Agosto que se va, un sol brillante sobre el cielo despejado y el rumor dulce de las ondas del Río rompiendo en la arena, acompañan el espectáculo.
Todos aquí sabemos que llegaran, que las tendremos hasta Octubre danzando y cantando en nuestras aguas.
Afortunados como yo, frente a su ventana, donde el hombre a creado además un mirador especial para observarlas.
Tan cerca, que podemos estremecernos al pensar en nadar con ellas y hasta nos cuidamos inconscientes de que sus chorros no nos vayan a empapar.
Falto de cámara, excepción imperdonable, trate de registrarla con mi teléfono que también oficia de lápiz, sobre esta alfombra de arena y conchas de caracol y mejillón que me sirve de asiento de primera línea para el show.
Hoy, una ballena y dos lobos marinos, llegaron a pasar el día conmigo en Uruguay.
Y no hablo de una vecina gorda con sus dos críos.
Hablo de una Ballena Franca de unos 6 a 8 metros y dos buenos Bobos Marinos de metro y medio, que han pasado el día frente a casa.
Terminaba de escribir mi entrada sobre este paraíso, cuando la ví llegar, enorme, inquieta, a no mas de 10 o 12 metros de la costa, allí, donde nado cada verano.
El viento frío de este Agosto que se va, un sol brillante sobre el cielo despejado y el rumor dulce de las ondas del Río rompiendo en la arena, acompañan el espectáculo.
Todos aquí sabemos que llegaran, que las tendremos hasta Octubre danzando y cantando en nuestras aguas.
Afortunados como yo, frente a su ventana, donde el hombre a creado además un mirador especial para observarlas.
Tan cerca, que podemos estremecernos al pensar en nadar con ellas y hasta nos cuidamos inconscientes de que sus chorros no nos vayan a empapar.
Falto de cámara, excepción imperdonable, trate de registrarla con mi teléfono que también oficia de lápiz, sobre esta alfombra de arena y conchas de caracol y mejillón que me sirve de asiento de primera línea para el show.
Envidia sanísima te tengo, de poder disfrutar de ese espectáculo.
ResponderEliminarLa magia de la naturaleza te persigue, dichosos tus ojos.
Yo.
Que recuerdos trae verlas todas las primaveras.
ResponderEliminar