agosto 25, 2010

Punta del Este - La dolorosa aceptación de la muerte - 0708 horas

Mi santuario en Santiago me abrigó muy temprano cada noche y me puso en un nuevo vuelo muy temprano hoy para traerme a Uruguay.

Un vuelo sin novedades, que para corroborar el “Inocente Engaño” compartido, me despidió con lluvia y me recibió con sol.

Michel es uno de esos chicos especialmente afortunado.

A pesar de casi no tener familia por mi parte, su mamá, hija única, le ha legado una enorme, que incluye tres bisabuelas, una abuela envidiable y dos abuelitos. Nada tan normal para una sola mamá, pero posible en él.

Desde hace unos años, estamos trasladándole la necesidad de prepararnos para los momentos tristes que algún día se precipitaran, y como pasa habitualmente, nos sacudan sin remedio.
La noticia de que la Abuela China, bisabuela mayor de Michel agoniza, me llevo de Montevideo a Punta, en un santiamén.

Ahora descansamos en el paraíso, porque eso es Punta del Este, esperando lo inevitable.

En estas circunstancias, yo soy de los duros, pero no de los que tragan saliva y se desmoronan a oscuras para tratar de ser soporte de los demás.

Mi rudeza viene de la aceptación de la realidad, de la objetividad y del reconocimiento.

La Abuela China, que aun vive a sus 92 años y talvez nos sorprenda con muchos días más, es una mujer admirable. No por su brillantez, ni por sus ricas salsas, ni por haber criado una gran familia llena de felicidad; ella es admirable por su don de resistencia, de perseverancia, de aceptar las contrariedades inmerecidas con grandeza, sin reclamo, sin censura, sin rencores, sin venganza.

Muchas veces, vidas como la de Adelfa Toribia son tomadas como cobardes, pero cuan valientes hay que ser para soportarlas hasta los 90.

Conocí su nombre contra toda su voluntad cuando ya era bisabuela de mi hijo menor y jugaba a las madres (ella era la hija obvio) con Nicole.

Ella prefería ser "La China", apodo que su Padre le había otorgado en honor a una yegua (si a una yegua) que le había caído en gracia.

Su propio nombre y el apodo que la identificó desde siempre, podría ser fiel reflejo de lo que la vida le deparo a esta dulcísima mujer, que hasta sus 76 plantaba el jardín y su propia quinta en el patio trasero de una casa céntrica.

Una mujer llena de inocencia, rebosante de buenos sentimientos para entregar hasta a quienes no los mereciera. Extremadamente cuidadosa de su presencia, sus cejas pintadas, sus largas uñas de un rojo intenso, su dedos cargados de anillos de bodas pasadas, suyas y ajenas, sostenidos por bijouterie barata y su cabello acicalado con tesón cuando la naturaleza ya no le regalaba sedosidad.
¡¡Cuanto en su medida le entrego a mis niños!!, cuanto mas a la mujer que me regalo la vida de Michel y cuanto, dios que existe para tantos!!, cuanto dio por su hijo que hoy sin habla y con las capacidades menguadas por un infarto cerebral, la ve marcharse sin sabe que hacer.

Por eso, para es mi fácil ser fuerte.

¿Cuanto más tiene que arrastrarse con dos bastones que la sacan por cansados segundos de su impasible quietud un ser tan afable y querible?

Ojala su último suspiro me encuentre aquí, para poder tener brazos grandes abiertos a todos y evitando mirarla, a fin de recordarla siempre con su sonrisa y sus grandes lentes sesenteros; mire al cielo y agradezca la llegada de un nuevo ángel desde este paraíso que ella jamás conoció al otro que se merece por la eternidad.

4 comentarios:

  1. Simplemente muy bonito recordar así a una abuela.

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  2. Ella está alli, en ese lugar que siempre negó que existiera. Seguramente con su primer hijito en brazos, ese que perdió con solamente 1 añito y con Felipe, el único amor de su vida. Nosotros quedamos aqui, aceptando la realidad, como sabios mortales y con la tranquilidad de saber que vivió y se fue en PAZ.
    La abuela China, merece sin dudas solo bonitos recuerdos, por haber sido esa mujer que tan bien supiste describir.
    SIMPLEMENTE GRACIAS.
    Tania

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  3. Eres grande de sentimientos y extraterrestremente humano.
    Yo.

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