enero 14, 2011

Santiago de Chile - Hijo de Oosaala - 1630 horas

Cuan difícil de adivinar son aquellas cosas a las que nos aferramos como verdades axiomáticas de nuestro existir. Cuándo y de dónde llegaran, porque las captaremos con especial atención y porque las guardaremos mas allá de nuestra consciencia.

Hambriento de probar todos los sabores del infinito universo, he viajado física y espiritualmente por todos los caminos que he podido, seguro de no haber sido el más intrépido, encontrando regocijo en que aún queda tiempo y la búsqueda se mantiene intacta, animada y frontal.

Sin embargo, muchas trivialidades, vividas al pasar, se han empozado en lo mas oscuro y a su vez lo mas claro de mí, dándole sentido a tantas cosas que nos cuesta explicar del descuerdo constante entre lo que uno es, lo que piensa que es, lo que quiere ser y lo que muestra que es.

- “La diferencia entre lo que eres y lo que quieres ser, esta en leer” diagnosticaba cabalmente un test del tipo “Cosmopolitan” que pululaba en la web naciente hace muchos años.

Obviamente no me lo creí, pero me hizo reconocer mis ansias encadenadas de encontrar en la lectura el tiempo y el tiempo para la lectura, sin lo cual hoy sería menos sabio de lo que soy (si es posible) y seguramente menos “escribidor”.

- “ Para ti, todas las mujeres son iguales, todas entran en un mismo lugar del catálogo, es igual una madre, una hija, una amiga, una amante o una extraña” parecía determinar claramente, la posición en que los astros se encontraban al momento de mi nacimiento en aquella carta astral que alguna vez diagramaron para mi.

Por loco que parezca, ese dios en el que muchos creen y yo no paro de buscar dentro y fuera de mi, sin arriesgarme a las cosas mas simples como el “aceptar”, es fiel testigo de que este designio astral, ha demostrado con creces ser muy cierto. En las buenas, y en las malas.

- ¿Cuándo fue la ultima vez que te sentiste “protegido”? me pregunto Adrián una tarde de terapia.

Inmediatamente sentí dos cosas; que el había estado pensando mucho en esa pregunta para armarla de la manera más clara y sencilla aquella sección y que jamás había sentido y talvez siga virgen en ello, la sensación de protección.
Desconocida emoción base de la vida de tanta gente, sobretodo aquella que busca la “seguridad”, otro concepto totalmente inexistente para mí.

Sentirse protegido, se fue de la mano de muchas sesiones con la “imposibilidad de pedir”, con la “necesidad de empujar”, con la “no aceptación de reglas mas allá del sentido común” y con la búsqueda innata y por ende inevitable de “romper paradigmas”.
Únicas explicaciones válidas para esta vida poco lineal, en la que sigue costando relacionar al Ismael de hoy, con el niño que fuí.

- “Tu eres hijo de ÒÒṣáàlà” (Oxalá, Obatalá y Ochalá) me decía entre velas y bucios una devota Yoruba, “ el orishá (orichá, orisá) mas viejo, el que marcha encorbado apoyandose en un bastón. A ti las cosas te cuestan más que a otros, pero nada impedirá que las hagas”.

En mi falta de fé y mi apetito voraz por conocer como encuentran ese camino otras almas, hace muchos años ya, la magia del Candomblé supo atraparme entre libros y danzas, como fiel espectador analítico y emocional.

Nunca me he permitido entregarme a ninguna doctrina. Lucha muy mía que enfrenta una posible incapacidad con esa explicación que para todo aplica, de que nada me ha seducido lo suficiente como para dejar de buscar.

Mi pasado era testigo de que el designio era mas que cierto, y que aunque siempre me había preocupado especialmente por la rectitud de mi espalda y el bastón aun no era protagonista de mi vida, yo acostumbraba tomar caminos mas escabrosos.
Hoy la aceptación es tal, que capitalizo esos tiempos de asumida lentitud, en la organización total de mi camino, logrando esperar menos y aceptando mas.

Di por sentado entonces que costar, siempre va a costar y que esperar milagros no es camino para este agnóstico buscador de fé.
Entonces definí una vida de muchos mundos, cada uno habitado por muchas personas diferentes y pocos repetidos, donde la diferencia fundamental la marca el piso, el piso al que puedes caer y donde la única similitud soy yo, el puñado de almas que amo y un techo indefinido donde no hay que llegar.
Y como trapecista que mueve su red insistentemente - no puedo decir sube porque seria asumir algo que desconozco – he ido pasando de un mundo a otro, arrimando un piso cada vez mas cómodo sin mirar para abajo.

Ahora que lo escribo, en esa riqueza que solo agrega el poner en papel lo que revolotea en nuestro ser, encuentro una increíble similitud con el “Super Mario”, que salta de escalón en escalón, de tubo en tubo, de flor en flor, en un universo sin arriba ni abajo, donde solo un camino lo lleva a pasar al siguiente nivel si es tan hábil como para esquivar todos los obstáculos y donde los niveles significan “logros”, a tal punto infinitos, que si agotas el juego, siempre puedes optar por comprar mas o empezar de nuevo a enfrentar los retos, con algo mas de experiencia.

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