enero 07, 2011

La loba de Rómulo y Remo - Jack, el Inescrupuloso

Corrían los últimos años de la década prodigiosa, la música iba perdiendo su magia, la moda no terminaba de desvincularse de la personalidad de los ´80s y Jack elegía la orientación hacia las artes, la creación, la arquitectura, la belleza.

Sufriendo el típico desgarre adolescente, cuando las nenas de tu edad para abajo no aceptan sexo por sexo y las mas grandes te ven como “pendejo”, el pequeño Jack enjuagaba sus lagrimas en los temas de radio, ganándose la vida en una cabina nocturna, poniendo música ordenada por un director de mal gusto y tratando de seducir viejas con voz impostada de 10 a 12 de la noche.

La radio del pueblo estaba sobre el cine y a pocos metros de él estaba la cabina de proyección. Dos grandes proyectores de 35mm se sorteaban los “tachos” de película, que para ese entonces venían en varios rollos.

El operador de cine era un conocido diariero de cuando Jack era niño, hacia 10 años atrás. Un hombre bajo, semi-pelado, de dentadura poco poblada, que mezclaba aun su empleo matutino de reparto de periódicos, con el nocturno de proyección de películas de poca monta, en su mayoría pornográficas, desde una oscura y pequeña habitación con fuerte olor a algo similar a Ether, con lo cual pegaba desprolijamente las películas que se le cortaban en el giro de los viejos aparatos.

Jack no recordaba el nombre, pero tenia una novia de visita habitual.
Era una veinteañera mal mantenida, que algún día había sido una hermosa niña según lo que atestiguaban sus ojos azules y su cara bonita, pero que hoy cargaba mas kilos de los que merecía desde sus cachetes (los de la cara) hacia abajo.

Mantenía de todas formas su gracia y el oficio de los últimos años alegrando veteranos destartalados, era suficiente para que las noches de trasmisión fueran diferentes si ella llegaba a la compañía de su “noviecito” .

Jack vivía una adolescencia efervescente, como la de todos ustedes y su “novia formal” era intocable, por lo cual se ganaba sus ratos de sexo furtivo y siempre discreto, con señoritas de mayor edad, casadas o solteras; que importa eso cuando la urgencia es la que manda.

Además, casadas mejor pensaba Jack, molestaban menos y jugaban varias fantasías más en cada encuentro. No me vengan ustedes con que no saben de esto.!!!!

La “novia del proyectorista” llegaba a la noche, después de las 9, cuando ya el informativista de la noche se había ido y solo quedaban su novio en la cabina del cine, el pequeño Jack en la cabina de la radio y un par de pajeros (versión de español antiguo errónea de quienes viven masturbándose) en la sala del cine.

Su olfato libidinoso le hacia imposible no detectar aquella carne joven y querendona (la de Jack), un manjar en comparación con el exponente que corría tras las cajas de chapa circulares de las películas.
Fue y vino por semanas entre una y otra cabina, regodeona, con su sonrisa de malicia; mientras Jack se derretía en sus fantasías, pero se congelaba cuando la veía con los ojos de mirar.
Es que había que aceptar que sabia del arte de seducir, que su erotismo estaba intacto, pero su cuerpo, dios mío que había decaído en picada durante muchos años.

Una noche llego la propuesta.
Era tiempo de tener sexo de verdad, no pasando por sus mentes y sus ojos; del que se vive sin ropa y con los ojos cerrados.

Acordaron que a la salida, se encontrarían en la casa de una amiga de ella, para “arrancarse los dientes”.

Esa noche Jack cerro la radio a las 12 en punto, algo de color diferente al rojo movilizo rápidamente sus pies sobre los pedales de la vieja bicicleta Phoenix de doble caño que tenia y camino abajo, por la misma calle de la radio, se dirigió al lugar del encuentro.
Al llegar se encontró con un rancho de adobe (barro y paja) prácticamente abandonado en un barrio de la periferia, ausente al paso de los años.

Era medianoche, no había luz ni Luna, pero ardía por dentro y eso hacia que la luz necesaria saliera por sus propios ojos.
Se acerco a la puerta maltrecha, cruzando una cuneta con agua de baño amontonada a falta de saneamiento, y golpeó.

Una anciana que le hizo acordar a la bruja de Hansell y Gretel o Caperucita Roja, abrió la rechinoza puerta de madera con un candelabro en mano.
La vela chorreada solo iluminaba parte de su cara, lo cual a Jack le pareció aun mas tenebroso que encontrase con el espécimen por completo.

- vengo a ver a “Linda”.

La anciana dejo la puerta abierta y se volvió sobre sus pasos sin hablar, hasta acomodarse en la habitación contigua al lado de un viejo brasero, a unos 50 centímetros de la abertura que alguna vez había sido puerta.
Linda apareció y su sonrisa de entrega, casi hace olvidar a Jack del lugar donde estaba punto de entrar.

La pieza de entrada, que solo tenia aquella abertura ocupada en su totalidad por la anciana y su brasero, exponia una cortina de nylon verde, de quien sabe que año, que colgaba a la derecha de la puerta de entrada, de una caña que atravesaba toda la habitación.
Del otro lado de la cortina que generaba una especie de pasillo entre ambas puertas, había una mesita de luz y una cama de dos plazas. Era todo.

Sobre la mesita, se habían fundido una cantidad incalculable de velas por un espacio inadivinable de años y otras, permanecían prendidas, acompañando algunas estatuillas de santos.
Jack no quiso mirar mucho la cama, sabía que allí se produciría el esperado acto y agradeció que la oscuridad no permitiera ver nada que se moviera sobre ella.
Piojos, garrapatas o incluso insectos, batracios o arácnidos mayores, podían tener su habitat normal en aquella olla de cultivo, donde seguro, no sería su semen el primero en derramarse.
Talvez su semen, sería de lo mas inmaculado que habría recibido aquel camastro.

Jack olvidó todo al momento de recibir sin ropa sobre el no aséptico lugar, el riquísimo sexo oral.
Los ojos permanecían cerrados, y eso en combinación con las sensaciones superiores que subían estallando su ombligo, calentando su garganta y cegando su mente, lograban que el rancho pareciera un paraíso.

“Linda” camino cual animal ardiente sobre el camastro, para parapetarse sobre Jack y tomar control total de su sexo.

En ese momento, la silueta gateando de la mujer, se interpuso en la luz de las velas jadeantes, y la combinación de su estampa con la sombra proyectada sobre la cortina verde, hicieron que Jack recordara inefablemente la estatua de La Loba, aquella que con sus propias mamas, diera vida a Rómulo y Remo.

Es que fueron tantos los rollos colgantes de aquella doncella, que era difícil descifrar a que correspondían.

Bendita visión que exaltó la cultura profunda del estudiante de arte y trajo al presente el rancho, la espantosa cortina y la anciana que atenta desde el otro lado de la abertura, disfrutaba entre mate y mate el sexo con ellos, al calor seco de las brazas encendidas.

Linda se encargo de obtener una rápida eyaculación, Jack no tenia la experiencia suficiente para sostenerse firme ante aquella carne caliente, aunque era incapaz de adivinar que parte de todo aquello hacia contacto con su pene.

Feliz como adolescente que vive una noche de sexo brutal, aunque solo fuera por el ambiente, sus pies se apuraron en pedalear hasta la casa que habitaba con su madre. La consciencia había vuelto con el frío de la noche y un baño general mezclado con alcohol se hacia imprescindible.
Total, limpiaría la inmundicia y dejaría intacta su alma, su sexo logrado y su sonrisa de satisfacción, además de poblar su joven memoria de recuerdos a ser contados algún día por un escritor atrevido.

1 comentario:

  1. atrevido segurisimo!!!!!!!!
    gracias por compartir INTENSIDAD,
    por saber narrarla,
    por perder hace rato el "qué dirán".
    abrazo,
    cler

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