enero 13, 2011

Monte Carlo Four Party - Jack el Inescrupuloso

Su predilección por los paraísos cercanos al mar y su contínua búsqueda de construir hogares lo habían premiado con la oportunidad de escuchar los caprichos de un acaudalado cliente en la exclusiva Monte Carlo.

Los “mimos” reclamados originalmente por el prominente propietario y el control estricto de una obra que podría transformarse en uno de sus iconos creativos, lo llevo a pasar una temporada, por supuesto primaveral, en la vieja Europa.

Montó su estudio, contrato el equipo necesario y trabo sociedad de talento con una constructora local que se distinguía a la altura de seguir sus pasos.

Llegaba el verano y la obra estaba lista a estrenarse.
Los dueños soñaban con ojos abiertos su próxima vida y el lazo entre Jack y la empresa constructora había explorado los más íntimos y beneplácitos espacios.
Un par de semanas antes de abandonar su cuartel general en las tierras Monaguescas, decidió que no había mejor oportunidad para celebrar la magnifica obra y el esplendido relacionamiento que la había hecho posible.

Todos estuvieron invitados, unas 40 personas llegaron a rodear la piscina del pequeño palacete de turno, una tarde de Julio a pleno sol, con una vista afortunada del Mediterráneo que lucia casi transparente al influjo del sol del mediodía.
Como en todas sus fiestas, nada falto y los asistentes llegaron bajo insistencia del anfitrión, acompañados de sus familias, esposas, hijos y algunos, hasta amigos.

No había limitaciones para la celebración, dentro de las reglas sobreentendidas cuando se incluían niños y la limitación natural aunque difícil de entender en el ambiente, de jamás incluir drogas.
Jack no las necesitaba y aunque respetaba los gustos de quienes podían rodearlo eventualmente, delimitaba muy bien su ambiente.

La fiesta se extendió con sus etapas hasta la noche y de a poco, las personas fueron partiendo, como piezas de ajedrez movidas por algún maestro invisible.
Despidiéndo sonrisas, Jack empezó a notar las miradas inquisitivas y los movimientos esquivos y disimulados de algunos de sus invitados, que trataban de adivinar un plan nunca organizado.
Marie, Constant y Deborah, rondaban la casa, simulando distracción y acompañando a los asistentes desde diferentes puertas, como si ellas fueran las próximas en salir.

Las tres damas eran parte del equipo de la empresa constructora.
Las tres damas eran amigas muy cercanas.
Las tres damas habían compartido sendas tardes, noches y mañanas con Jack en aquella primavera.
Las tres damas ignoraban la condición de las otras.

Muchos pensaran que existía una confabulación natural entre las féminas, que se divertían a escondidas contándose sus andanzas con el extranjero que tenia fecha de caducidad (boleto de vuelta), muchos seguro imaginan que se trataba no mas de unas “canitas al aire” que habían coincidido en cabeza y tiempo.
Pero lo cierto y confirmado por acumulación, era que Jack era tan discreto y generaba tanta intimidad en sus vínculos, que este tipo de circunstancias, eran totalmente posibles.

Jack no tenia plan, las damas no tenían otro mas que su asunción natural de que el caballero querría que se quedaran y cada una por un buen rato, contuvo su asombro de ver como las otras dos no se marchaban, hasta que los 4 estuvieron juntos en el living.

Fue mas fácil para Jack adivinar como el universo había alineado tantas expectativas e improvisando la calma que no del todo sentía, con su habitual caballerosidad y algunas ideas que empezaban a latir en su mente y un poco mas abajo. Construyó un ambiente compartido, donde todo parecía empezar: la oportunidad de conquistar a tres damas bonitas que casualmente adornaban su living luego de una buena fiesta veraniega, mientras la luz del atardecer enjoyaba el Mediterráneo y cuando ya no habían niños.

Cada damicela entendió el mensaje nunca dicho y actuó en consecuencia. Un aire de romance endulzaba el ambiente y ahora que el alcohol podía acompañar el desafío y la música cambiar su armonía, Jack ensayaba sus capacidades y construía nuevas.
Era algo totalmente desconocido, “volver a enamorar” a alguien que ya había compartido su cama y mucho mas nuevo, hacerlo con tres personas al mismo tiempo, que además, vivían sus propias realidades y necesitaban de alguna forma, mantener intacta aquella discreción original.

Un espíritu lúdico logro misturar la participación, una risa continua se adueño de la habitación y desafíos enunciados como “por primera vez” marcaron la mecánica de un conocerse mas allá de lo profesional, para 4 almas que experimentaban y disfrutaban su intimidad desde hacía algún tiempo.

El gran jacuzzi de la tercer planta, preparado diabólicamente para cuatro personas por algún otro arquitecto visionario, sirvió de segundo capitulo para el juego y la amplia cama del dormitorio principal fue el campo de batalla que concreto un encuentro desvergonzado, envuelto en una magia inesperada, hechizo de bebidas espirituosas, burbujas y vapores, manipuladas vaya a saber si por hadas o por brujas.

Podría describirles con erotismo y detalle como disfrutaron su sexo, entre los cuatro. Como ni el alcohol ni el asombro pudieron minimizar el cúmulo de sensaciones inferidas por 40 dedos embarcados en un juego sudoroso. Podría detallarles como cuatro bocas no eran suficientes para saciar esa sed animal que los envolvía. Pero esto no era una noche profesional, no era una partuza buscada y planeada, solo era el escenario espontáneo de cuatro cuerpos libres.

Cuatro cuerpos naturales, cuatro almas mundanas, cuatro corazones privados por un rato de su moralidad, cuatro mentes comunes que abandonaban sus estereotipos y se dejaban llevar mano a mano, suspiro por suspiro, roce a roce en una danza desconocida.

Jack despertó a la mañana siguiente solo en su cama, entre los restos de sabanas revueltas y almohadas desperdigadas por toda la habitación.
Su cuerpo sin ropa despedía aún el aroma mezclado de la batalla.
Un silencio total inundaba la casa.

Vistió liviano y salio al living de la segunda planta, silenciando sus pies por la alfombra, sin saber que esperar.
El baño solo tenia su ropa aventada por los rincones, pero las señales de guerra aún mojaban las mamparas, la ventana espejada que daba al jardín y los pisos semi inundados.

Como si de un sequito se tratase, las damas fueron apareciendo de diferentes cuartos, con ojos dormidos y medias ropas, al influjo de los sonidos del desayuno, que el anfitrión preparaba, sin consciencia real de si tendría con quien compartirlo.
El café de Marie, el te de rosas de Constant y el capuchino de Deborah se bebieron sentados por la escalera, el piso y los sillones, sin normas, sin formatos, sin miradas culpables.
Charlaron del proyecto, de los buenos tiempos vividos aquella primavera en la concreción de aquel sueño, de lo bonita que era la casa de Jack, de lo bien que amanecía ese nuevo domingo y de cómo cada una volvería a su propio hogar. A su propia vida.

El sueño de la noche anterior, solo vivía en los restos que lo atestiguaban.
Nadie asumió culpas, nadie asumió victorias, nadie asumió nada.
Cada una marcho llevándose consigo el siempre bien recibido largo abrazo de Jack, que las acercaba a su corazón, que las hacia latir un par de veces mas por segundo.
Solo las sonrisas cómplices, y las yemas de los dedos que se apretan mas de lo habitual la espalda, transmitieron mas de lo nunca acordado, pero fielmente demostrado.

Jack las volvió a ver, por separado hasta su partida.
Nunca hubo comentario del momento.
Ellas siguieron trabajando juntas, por varios años más.
Cada una siguió su vida, con sus compañeros de ruta sociales, con sus hijos algunas, con sus aventuras otras.

Muchos pensaran que las orejas de Jack ardieron los días siguientes en charlas femeninas, llenas de frivolidad y sexo.
Jack, que conoce ese lenguaje por acumulación, lo vive diferente y sigue disfrutando del secreto y la complicidad que lo une a esas damas, por separado, cada vez que el aire de la primavera lo lleva al Principado.

Cuatro almas, son dueñas de una sonrisa única, cuando recuerdan casi dudando si fue realidad, una noche de Julio, cuando el Mediterráneo y varios Martinis, se llevaron sus moralidades y les dejaron vivir un momento irrepetible.

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