enero 11, 2011

Santiago de Chile – El misterio de la libélula – 0011 horas


Un sonido muy similar a un goteo invadía el baño, pero ninguna llave estaba perdiendo.
La búsqueda terminó en el aletear agónico de una libélula, que recostada sobre el piso frío y oscuro, se desprendía de su capacidad de volar.

Vivir en la montaña me ha enseñado, lenta, involuntaria e inexorablemente, a entender mejor las diferentes vidas de lo que me rodea y por ende, a aceptarlas y acostumbrarme a verlas pasar a mi alrededor.
Todo tipo de insectos, lagartijas, culebras, pájaros y arañas, son parte constante del escenario; y solo cuando alguien extraño llega abanicando sus manos o sorprendiéndose con su paso, soy capaz de distinguir como se han hecho también, parte de mi vida.

Comprender que muchos de esos seres tienen vidas tan efímeras en tiempo, sin que ello les quite la magia de la existencia; me permite sorprenderme continuamente en el cuidado de no ser un intruso a su paso, aún cuando invadan mis espacios m
ás íntimos.

Ignorante de la esencia de su ser, absorto en el batir nervioso y aparentemente sin ritmo de sus seis patas y cuatro alas, me deje llevar en la búsqueda de adivinar que sienten si sintieran, que piensan si pensaran, que buscan si buscaran, las libélulas en su momento de agonía.
Sin encontrar respuestas dentro de mi sentir, pensar y buscar, cerré los ojos para concentrar mis otros sentidos detrás de aquellos sonidos que mi mente veía como desesperados manotazos a la vida que se esfumaba.
 
Entonces, la conexión etérea del ser que nos hace universo,  se manifestó.

Un pavor desconcertante me invadió al tratar de descifrar los miles de cuadros que mis ojos podían ver. Un quiebre indoloro pero desesperante dio vuelta mis hombros hacia atrás. Mis brazos se encogieron hasta los codos y de ellos, dos nuevas manos abiertas en nervaduras surgían a la vida, al tiempo que mis dedos, los viejos y los nuevos,  comenzaron a estirarse.
Mis clavículas se proyectaron adelante en lungos brazos articulados y en medio de una metamorfosis que mis ojos me impedían focalizar, cuatro extremidades más se abrían paso desde mi abdomen.
Inmerso en un pánico claustrofóbico mis piernas se fundían inmovilizadas en una especie de escamada cola.

No era capaz de sentir dolor alguno, pero un terror incontrolable se apoderaba de mí ante tal transformación, mientras el sonido omnipresente del goteo,  obligaba a mis pupilas multiplicadas a ver como una piel ámbar y brillante recubría lo que habían sido mis dedos y le regalaba dos grandes alas y dos mas pequeñas a mi espalda.

Mi mente aún humana luchaba por entender lo que ocurría, maravillosamente sorprendida por la capacidad desconocida de tan vivida posesión, tenebrosamente dispuesta a empezar a vivir el momento de agonía que suponía tomar aquel cuerpo.

Cuando dejé de luchar con la caparazón que me envolvía y las extensiones que me proyectaban, todo aquello que asignamos emocionalmente al estómago, el corazón y la cabeza, se conjugo en un punto de luz exactamente al centro de mis nuevas patas superiores y una calma inmensa inundo mi nuevo ser, incapaz de sentir ya con los cinco sentidos.

Entonces solo me sentí ella, una libélula.

Gocé del movimiento rítmico casi incontrolado de mis extremidades, mientras una corriente de energía clara y liberadora fluía desde mi cabeza hacia la punta de lo que en algún momento habían sido mis pies;  empujada por las ondas que mis nuevas alas generaban a mi alrededor.

Una paz increíble recorría el cuerpo extraño al cual ya me había acostumbrado y todo parecía un festejo, una danza perfectamente orquestada, que solo se alimentaba del brillante aire exterior para acrecentar el flujo interno que las alas impulsaban.

A mi alrededor todo era desconocido.
Mis nuevos ojos jamás habrían podido encontrar el baño que mi mente tampoco buscaba. Mi nuevo cuerpo era incapaz de sentir el frío del oscuro piso.
Todo yo, parecía ser sostenido por vientos cruzados iluminados por pequeñas estelas blancas y azules, que seguían mi pataleo vibrante o tal vez, le ponían ritmo.
Liviano, volátil, un simple conductor de lo que todo rodea; una parte mas del universo, gobernando todo cuanto pasaba a mi alrededor al ser totalmente poseído por ello.

Cortos años bajo el agua como ninfa y larva, eran devueltos al cosmos,  pocos meses después de haber aprendido a volar, en una vida tan excitante como pocos humanos podríamos vivir.

Una punzada corrió de mi hombro izquierdo hasta mi mano recordándome esa tendinitis que me castiga hace dos años; un retorcijón doblo mi abdomen y la luz de la ventana daño mis pupilas que se resistían a volver a la realidad.
Volví a ver mi ropa interior en los tobillos, delante del retrete.
Mis oídos escuchaban gotear.
Una libélula que se había salvado de mi pie y nuestros insecticidas, experimentaba otra etapa de su metamorfosis en la esquina de mi baño,  frío y oscuro.
 
 

5 comentarios:

  1. Alguien dijo "La libélula es la esencia de los vientos de cambio, de los mensajes de sabiduría y deslumbramiento, y de las comunicaciones mas allá del mundo elemental"
    arf.

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  2. Aprender de ti y confirmar que las casualidades no existen.

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  3. gracias por "Rayarnos" un poco!!!
    abrazo,
    cler

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  4. cada libélula que revolotea cerca, acerca un nuevo sentido, (antes no me simpatizaban demasiado), me asemeja una pequeña hada, GRACIAS ARF!
    cler

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  5. RECIBIDO, COMPARTIDO, INMORTALIZADO

    Tu metamorfosis me hace pensar en Kafka. Inevitablemente.
    Pero pienso en tu viaje interior especialmente que te lleva a tomar conciencia vivencial de ser parte del todo. Sólo eso. Nada menos.
    Y entonces valorar tu adentro y tu afuera, y simplemente ser.
    LT

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