noviembre 12, 2010

Anécdotas – La bella inconsciencia – 0932 horas

De chico, miraba con asombro como su padre cruzaba las piernas, mientras se sentaba sobre su pie y jugaba “caballito”.

De joven, lo intento un centenar de veces, sin éxito.

Es que Jack, afortunado en general de salud y físico, carecía de una flexibilidad básica, y pruebas como sentarse en el piso o cruzar las piernas a la altura de las rodillas, eran simplemente….imposibles.

Pasados los 30, cuando sorpresivamente sus capacidades con una pelota de futbol mostraban un tardío retoño, su cuerpo se amoldó mejor a esas proésas y era habitual encontrarlo tranquilamente sentado de piernas cruzadas, en el asiento pasillo de la salida de emergencia de sus acostumbrados vuelos, leyendo la revista de “a bordo” o el diario que aprovechaba esos momentos de espera, para capturarlo.

Ella pasó y lo vió, el vió que ella lo había visto.
Era la clásica rubia del “tipo de todos”, que solo por eso ya no era “del tipo” de Jack.
Pero ella lo vió, y el se dió cuenta.

Su distracción momentánea fue mas notable porque venía de charla - con su acento y forma de hablar tan “chilensis - con un grupo de lo que claramente se veía eran compañeros de trabajo.
La capacidad de seguir la charla en forma normal cuando algo te llama mucho la atención, no era una de las virtudes de la rubia y la capacidad de captar esas cosas eran parte innata de Jack.

El vivía días tranquilos, donde “dejar pasar” esos eventos, era natural, así que solo sonrió recordando las calzas negras, llenas de cortes horizontales “cuasi flaytes” que habían pasado a centímetros de sus ojos y una camiseta larga para camiseta y corta para vestido que permitía que uno se perdiera en sus curvas.

El asiento siempre solicitado, había sido mal asignado.
Jack viajaba siempre en línea de emergencia, pero odiaba la que esta detrás de los baños, porque resultaba por varios motivos muy incomoda. Esa le había tocado y ya había alertado a la azafata sobre su afán de cambiarse a otro pasillo, donde fuera.

El vuelo terminó su abordaje trabajoso, como todos, y la azafata, bien dispuesta, acudió a la fila de Jack:

- caballero, tiene la fila 23 libre, puede cambiarse cuando guste.
- Ok, muchisimas gracias!!

Tomo sus pocas “cacharpas” y partió unas 5 filas atrás, para acomodarse lo mejor posible ante un vuelo de casi 9 horas.

Instintivamente, eligió el pasillo de la línea de 3 del medio, puso el equipaje en su lugar y al sentarse, recién se percato que en la fila 24, pasillo de la línea de dos a su derecha, viajaba la niña que 15 minutos atrás había interrumpido su lectura.

Jack era bueno reaccionando automáticamente a toda situación, pero esos días tranquilos frenaron su lengua del pensamiento arrebatador que llenaba su boca.

- Este viaje será insano, no puedo viajar con “eso” en el asiento de enfrente y peor, atrás – Pensó.

Así que asumiendo sus genes femeninos, actuó como nena indecisa, tomó nuevamente sus cosas y se cambio para el 23J, justo enfrente, pasillo de la línea de dos, exactamente delante de la nena rubia.
Los asientos son gruesos, pero Jack sentía que los ojos de atrás le comían la nuca y por entremedio de ambas butacas flotaba un “aire especial” que se tornaba insoportable.
Trato de relajarse, asumir que no podía enfrentar el viaje largo con esta sensación y buscar el sueño, que hasta en situaciones normales le era esquivo.

La rubia “sabia jugar o improvisaba muy bien”, así que pronto switcheo su asiento de pasillo por el de ventanilla, lo cual hizo la situación aún mas intolerable.
Tenerla “respirando en la nuca” era incomodo, sentirla en el rabillo del ojo todo el tiempo, mucho peor.

Hay tres tiempos para decir las cosas correctas y lograr los resultados correctos.
Primero, el instintivo, inmediato y auténtico, que deja salir los pensamientos sin filtro. En boca de un experto, receta segura para el suceso.
Segundo, unos minutos después, cuando no hayas mirado más de dos veces a tu interlocutor. Pierde el poder inmenso de la sorpresa y ese carácter inesperado que siempre despierta sonrisa; asume un valor de “repensado” y puede abrir una charla con buenas posibilidades.
Tercero, la boludez dicha una vez que la otra persona ya asumió que eres un pelotudo incapaz de decidirte a encararla. Boludez que tiene que remontar un sin número de muros internos ya levantados y que solo si eres muy talentoso, te deja alguna opción de acercamiento. Generalmente, confirma que eres un boludo monumental.

Jack era experto en el “primero”, pero ya había dejado pasar la opción.
Los minutos corrían en su contra, porque era ineludible que en algún momento de las próximas 9 horas, la niña o su propio interior, quebrarían su voluntad inapetente.

En el tercer giro de su cabeza hacia atrás, encontró sus ojos aun ávidos.

- Jack, …realmente va a ser muy difícil viajar contigo ahí atrás!!.
- Alison - contesto ella con una sonrisa.

La magia estaba en el aire, pero como la comunicación fue en “segundo tiempo” y ella no podía ocultar un cierto nerviosismo, se limitaron a miradas y gestos hasta la llegada de la cena.

- ¿Cenamos juntos?
- Si poh, pero tengo un lío de cosas aquí atrás!!

Mientras Jack tomaba su bandeja y pasaba a la fila trasera, Alison tiro nerviosamente al piso, todo lo que (como buena mujer y “rucia”) llevaba en el asiento de acompañante.

Mediaron en la cena, las típicas presentaciones, donde todos se aprestan a “encantar” al otro y Jack siempre se esforzaba por “desencantar” de entrada, en especial por aquellos días.

La comunicación seguía dura, pero era fácil notar que no era así porque lo quisieran, Jack no era natural y algo no permitía que ella lo fuera.
Terminada la cena, él volvió a sus aposentos delante y el avión se preparo para dormir el vuelo.
Ella dijo algo así como:

- No se como me acomodare en estos dos asientos, soy gigante!

De verdad lo era, 1.80 de altura y mucho cuerpo para manejar.

Sus palabras sonaban a “necesito mimos” y Jack siempre podía aportar lo necesario para “un buen dormir”

- párate que te daré tu abrazo y beso de buenas noches, así puedes dormir mejor.

Supongo que ella aún se pregunta como fue que levanto toda su humanidad del asiento y exponiéndose en aquel pasillo semi-oscuro, abrazo a aquel extraño, con uno de esos abrazos cerrados donde se comparte el pecho, y recibió un beso tierno en la mejilla acompañando el deseo de “que sueñes con ángeles”.
Volvió a enredarse nuevamente en los dos asientos y él la arropo con las mantas que se dan abordo.

Habría que preguntarle a Alison que pensó o sintió, dejo a vuestra imaginación la emoción compartida.

Los momentos siguientes los invadió el silencio.
Jack sin girar la cabeza, pasó su brazo derecho entre los asientos, para que ella pudiera tomar su mano y dormir en paz.

Nada de aquello se habló al desayuno, esas cosas son parte de la bella inconsciencia de la vida y de esa libertad inexplicable que se siente frente a algunos extraños.

El no podía, ella no sabia como, ambo querían.
Partieron en transfer separados, con no más que un número de celular cada uno, guardado talvez, para cuando ambos pudieran, supieran y quisieran otra vez.

2 comentarios:

  1. Gracias por cambiar la fantasia por la realidad! Ayer lei lo mas triste publicado hasta ahora por ti y para mi consideracion. Yo tampoco miro informativo ni leo periodicos, como bien dices la ignorancia es la base de la felicidad, o al menos parte de ella.

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  2. Gracias.
    Da dulzura, da de vos, da un aire de paz encantadora para encarar un ameno descanso.
    (Da placer leer tu facilidad para poner en letras ciertas verdades del comportamiento humano!)
    CDM

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