febrero 27, 2011

Valizas - Ruido - 0400 horas



“Descubrieron que los besos no sabían a nada,
hubo una epidemia de tristeza en la ciudad.
Se borraron las pisadas,
se apagaron los latidos,
y con tanto ruido
no se oyó el ruido del mar…”


Una vela alcanzaba para iluminar la buena charla.
Estar allí en el segundo piso de la cabaña de Valizas que caprichosamente se incrusta en el primer medano, era una regresión de esas que se disfrutan, porque incluyen los mejores amigos.

En el pequeño reproductor de CD se destilaban los poemas de Joaquín en vivo, llenando el aire a través de dos pequeños parlantes que para Nando, representaban toda una joya tecnológica.
La regresión se hacia mas aguda al influjo de las guitarras y aquellas letras que a los 80 nos adivinaban el futuro y que para entonces, nosotros nos empeñábamos en pensar que solo eran descripción de algún presente pasajero.

Ruido platos rotos,
ruido años perdidos,
ruido viejas fotos,
ruido empedernido.

El día gris nos había llevado a la noche oscura y húmeda que se aprontaba para atormentarnos.

Cuando dieron las 4, el viejo rancho peleaba su integridad con hombría.
El viento lo abrazaba por cada rendíja y se metía estruendosamente entre el improvisado techo de chapas y el viejo quincho, lleno de agua viboreante.
Solo el azote desmedido e implacable de aquella que elegía golpear por encima y no rodear, humillaba sus gritos.

Tendido desnudo sobre el camastro multitudinario de historias ajenas, trataba de adivinar en la oscuridad solo quebrantada por algún que otro relámpago, cuanto mas resistiría.

Imaginaba mi cabaña de la montaña y era capaz de adivinar que no soportaría aquello.
Cuan inteligentes son los protectores o quizás, que tan adecuadamente punzantes los torturadores, que saben exactamente donde pegar, para asustar al límite, sin destruír.

Aquí, robustez agazapada, enterrada en arenas movedizas con carne y uña, inamovibles ante la violencia del cielo y el acecho del mar. Allá, flexibilidad expectante, capaz de adecuar sus vaivenes a los caprichos de la tierra y los bombardeos de la montaña.

Por un momento deje que mi alma y mis ojos huyeran de mi, un poco para salvarse, otro poco para que fueran testigos de tanta resistencia.
Se alzaron entre los vientos cruzados y encontraron un pequeño rincón entre las nubes grises que se plateaban por instantes con furia de trueno.

La visión era espeluznante.
Aquella aldea completa, privada de luz, agua o teléfono, voluntariamente tan lejos de los designios del hombre, parecía presa fácil para un Océano encrestado que masticaba la arena y las voluntades destructivas de Zeus.

Ni una sola vela resistía encendida.
Mis ojos y mi alma retornaron a mí.
Si era el final, querían compartirlo…y así nos quedamos hasta que la luz del sol iluminó una noche que no quiso terminar.

Un celular sonó abajo y Nando hablo por muchos minutos.
Yo seguí ensimismado en los travesaños verdes que se resistían a volar.
El segundo piso tenía mas de diez centímetros de agua empozando esperas y la planta baja se aprestaba a recibirlos sin más.

Daban las 10 para cuando Nando se asomo en la estrecha escalera.

- Un beso te manda Gaby!. No se si contarte esto, porque no quiero aguantarte luego…

Yo apreciaba tanto una voz enemiga de mi mente acosadora, que misturando sonrisa y curiosidad, abrí los ojos grandes y focalice mis oídos más allá de la tormenta.

- Gaby escucho que una explosión estelar, dejo sin comunicaciones a China y otros países por mas de 20 horas. Dicho esto, abandonó la escalera huyendo a mi cara de “te lo dije”.

Ambos habían recordado con la noticia, una charla que varias semanas atrás desencontramos con gesto serio y poco alcohol, sobre para qué debemos prepararnos y preparar a nuestros hijos.

Sonreí, por primera vez desde el “Ruido” de Sabina, agradeciendo estar allí, resistiendo una tormenta monumental en el mas básico entorno humano. Si éramos capaces de seguir respirando; esos troncos verdes, esa chapa clavada con desgano, esas puertas desencajadas y ese camastro humedecido por el agua, entonces las lecciones estaban bien tomadas.

Voltee mi vista al cielo invisible una vez mas, ahora sin esperar que apareciera para llevárselo todo, cerré los ojos y pensé sonriendo con picardía: “Vení flaca, vamos a darle que se acaba el mundo”!!!






 

1 comentario:

  1. Lo mismo digo, vienes o voy flaco!!! que se acaba el mundo.

    ResponderEliminar