diciembre 13, 2010

Orlando – El secreto peor guardado del Carnaval de Bahía – 2303 horas

Pululaba la gente por las calles estrechas y adoquinadas del Pelouriñho, agitada por una fiesta espontánea alrededor del Trio Electónico de Carliñhos Brown.

Parado enfrente les dije:
- A ella.
- ¿A ella? ¿Aquella que viene allá abajo con aquel grupo?
- Si, exacto, a ella voy a besar.

Entre risas descreídas, nuestras dos nuevas amigas bisexuales y divertidas, una alemana y otra australiana, trataban de encontrar complicidad en Nando para apostar en mi contra.
Pero Nando ya no se animaba a apostar que no lo haría.

La mire dos veces más y cuando estaba a unos diez metros y aprestándose a meterse al patio donde sonaba la fiesta, crucé la calle atestada de gente, me pare frente a ella, me sonrió con su carita hermosa, se colgó de mi cuello y nos besamos como si fuese la última vez.

Venía con su madre, hermanas y amigas y no sería el último beso que me diera en la noche, pero si el primero.

Volví mis pasos hacia los gritos de asombro de mis compañeros de noche y la carita de “la puta que lo par…” de mi gran amigo.

- Vieron, así es que sucede.
- Pero no lo podemos creer!! - Decían en un mal español, mezclado con risas nerviosas y movimientos kinestésicos.
- Esto es el carnaval de Bahía, de esto se trata, hay que besarse!!

Llevaba varios días en Salvador de Bahía y me había dejado llevar por la tradición comentada y ejercitada TACITAMENTE de “boca en boca”.

Había analizado rápidamente el comportamiento de los “Filios de Gandhi” y si bien carecía de collares de plástico azules y blancos para intercambiar por besos o frascos de perfume barato para identificar a mis víctimas, desarrollé una técnica muy practica para besar a la mayor cantidad de especímenes femeninos posible.

El primer día de carnaval, tras ser eficientemente ultrajado por cuanta damisela paso por el apretadísimo espacio donde pretendíamos todos “sambar” al costado de “la Barra” (rambla de Salvador sobre el Atlántico), había decidido ser protagonista.

Elegí un punto en el medio de la calle, donde podía aprovechar mejor los espacios entre uno y otro Trío Electrónico y asegurarme que ninguna “victima-victimaria” se escapara de mi vista.
Me asegure el stock necesario de “Skoll bein gelada” para desinfectar;  y simplemente intercambie babas, entrañas y otras tantas cosas con cuanta ávida participante del esplendoroso carnaval pasara por mi.

En un momento de la noche, el hambre empezaba a hacer mella, por lo cual invertí en un “millo con mantequilla” e improvise nuevas técnicas:

- Quer millo? daquí?– señalando el choclo hervido en mi mano izquierda – ou  daquí? - Señalando mi boca.

Por supuesto como buen samaritano, compartí toda mi comida, pero nadie toco mi choclo (el amarillo).

Imposible recordar las decenas de mujeres que besé por noche.
No eran piquitos. Ni el ritmo, ni el calor, ni el milo, ni la cerveza, ni el aire, ni la inmundicia de dos centímetros de espesor donde estábamos danzando, permitía cosas delicadas.
Eran besos “profundos” por decirlo de alguna forma descriptiva.

Recuerdo que una era muy grande para rodearla con mis brazos y tenia pocos dientes, sobretodo porque Nando, en su etílico estado provocado por la “Capeta”, me llamo la atención sobre mantener un mínimo de cordura en la selección.
También recuerdo que en un momento, sin tener idea como;  tuve enredadas dos piernas en mi cintura, dos brazos flacos en mi cabeza y una lengua viboreante en mis amígdalas. Para cuando paso, pude estimar que la niña no podía tener más de 10 años o era alguna especie pigmea.

A la mitad de la noche, cuando ya me había acostumbrado a los pellizcones en las nalgas, alguien hizo “toc toc” en la mitad de mi espalda.
Al girar, ví a una niña hermosa, deben creerme, que me miraba con su carita angelical y su cuerpo delicado y pequeño, como esperando el SI de nuestra boda.
Detrás, no más alta, pero mas madura, estaba parada su madre.
En ese momento, todo el bullicio de “La Barra”, se esfumo y me quede ensimismado en la imagen:

- Minha filha quer beijá-lo, senhor – expresaba con cuidado la madre.

Era talvez la quincuagésima de la noche, pero algo no me permitía simplemente comerle la boca.

- se você quiser, ela pode ficar com você toda a noite e se voce quiser levar o seu pais, sera uma excelente esposa e amante.

Al instante me vino a la mente el libro “Once minutos” de Paulo Coelho, que tan bien narra esta realidad Bahiana.
No pude evitar besarla y debo confesar que ella estuvo a mi lado, a mi servicio, los siguientes quince eternos minutos. Talvez esa noche equivoque la elección.

Con mi caballerosidad de siempre, salude a la madre, le di un beso en la frente a la niña que decía tener 18 años, me despedí de su hermosa cara suplicante y me fui a salvar a Nando del enésimo vaso de Capeta.


- Esa – les dije.
- ¿Otra? ¿Cuál? ¿ aquella?
- Si, una más para que vean que no es un tema de casualidad.
- ¿Seguro?

Volví a cruzar la calle, esta era morocha y alta, me beso allí por primera vez, lo repitió meses mas tarde en Punta del Este y jamás la volví a ver.



3 comentarios:

  1. Me la habías contado y la escuché con atención, ahora la leo y otra vez las carcajadas.
    Y se que hay mas............

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  2. llevarnos de viaje una vez más, gracias por la irrepetible gracia de cada cuento, de cada anecdota, gracias por tu simpleza descubriendote.

    besote,
    cdm

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  3. La verdad, sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas.....
    Sos el mismo del año 1983? jaja

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