abril 23, 2012

Punta del Este - Una Cita con Guardaespaldas

Por misteriosas razones, despierto en la gente que me rodea, sentires tan dispares como disparatados.

Algunas personas me asignan la fama de Ron Jeremy con sus miles de films porno, aunque lejísimo estoy de sus records y del tamaño de su herramienta. Otros parecen creer que el mismísimo Ramses II me ha heredado su abrumador harem de 90000 mujeres.

Al mismo tiempo, esas mismas personas u otras contemporáneas,  parecen apiadarse de mi soledad y en actos de sincerísima camaradería han buscado incansablemente  presentarme "a alguien", que seguramente ostenta la misma dualidad en su percepción externa.

Algo así paso hace  muchos, muchos años atrás, allá por las tierras del tequila.

Alguien que podía arrodillar a los cincuenta millones de machos mexicanos a sus pies, estaba triste y recientemente separada en la ciudad y yo, pues yo solo estaba de paso en uno de aquellos últimos viajes frecuentes a la capital Azteca

- Cenemos esta noche - me dijo una amiga -  y te presento a..., pongámosle "Paquita", en alusión y honor a la memorable "Paquita la del Barrio" y su "Rata de dos patas"

Yo que nunca fui cholulo, ni Ron, ni Ramses.  Poco conocía de "paquita", pero con ese poco era más que suficiente;   y una cena empapada en margaritas gigantes, mariachis de buena cepa y "Huachinango en la Noche del Fandango" en mi restaurante preferido del DF, resultaba imperdible.

Ser extranjero, semi argentino y totalmente desconocido,  jugó enormemente a mi favor aquella noche, tal vez, la noche en que fuí mas envidiado en toda mi vida.
Noche que resultó por demás incómoda, porque no podíamos hablar más de unos segundos sin  atender una foto, un autógrafo o una felicitación.
¡¿Pero que importaba aquello?!  Paquita era hermosa de observar por fuera y mostraba un interior que enamoraba.

A la salida me toco taxi, una vez que ella se subió a su 4x4 negra y blindada, dirigida por un "guarura" de aspecto serio.
Por la ventanilla aún baja, dejo salir la opinión tal vez rumiada durante toda la noche sobre mi femenina bufanda celeste de diez dólares,  adquirida de apuro en mi reciente vuelta de Las Vegas. Con una sonrisa cerramos el trato de encontrarnos la noche siguiente en la inauguración de un antro "super fashion" en el comienzo del Paseo de las Palmas.

Eran épocas de pobreza disimulada.
Épocas trabajadas con la clase de siempre y vividas con las monedas que restaban de pagar el pasaje mensual para ver a mis hijos del otro lado del mundo.

Un amigo me prestó su Volskwagen Gol,  combiné una camisa blanca que en ese entonces podía usar bien pegada a mí torso y un jeans negro con zapatos al tono que siempre pasan desapercibidos.
Como diría más tarde la Cecilia Bolocco: "...belleza es 100% actitud";  y allá salí, a exponerme a las cámaras.

Tirados sobre un sofá y sin oportunidad alguna de acercarme a "mi cita" entre cámaras y reporteros, un resto interesante de babosos y babosas que nunca faltan en el ambiente, se mostraban interesados en el "recién llegado" y "posible candidato de Paquita".

Hoy en parte lamento haberme mantenido tan sobrio toda la noche.
Pero encontrarme con sus ojos y sus gestos de disculpa entre nota y nota, entre flash y pose;  y haberle robado un par de encuentros de camino al baño, premiaron mi nitidez mental y mi esperma urgente.

El hermano del mismísimo "Sol de México" (Luis Miguel), nos cantó una canción al grupito que compartía nuestro "living", antes de caer desmayado en el mas asqueroso coma etílico;  situación que según el resto de las "resplandecientes estrellas" que me acompañaban, se repetía diariamente.

La noche se hizo corta por fortuna y salimos del "antro", un par de horas después.
Previa discusión con su guardaespaldas, partimos en el modelo más barato de la firma alemana hacia la Colonia del Valle, que para entonces albergaba el hogar de ambos.
El de su madre y el de mi gran amigo.

Ni en mis épocas de adolescencia me había sentido tan vigilado.
Pero nada me quita haber vivido esa sensación de huir con "la chica de la película" y sentir la adrenalina de la persecución  (aun cuando sus guaruras no me harían daño...bueno, eso pensaba yo al menos).

Quedó como anécdota para los nietos.
Llegamos a planear un tiempo en Punta y hasta una semana en el Nordeste Brasilero, pero su vida y mi vida no tenían ningún punto en común.

Hoy, no pensaba escribir nada.
Pero la medianoche me agarro despierto como casi todas las noches, y el bendito facebook, el de ella mas impersonal que ninguno,  me aviso que hoy es el cumpleaños de Paquita.

Seguro ella no recuerda ni un segundo de lo que conté, seguro yo no recuerdo ni un segundo de lo que otros le contaran a sus nietos.



 

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