marzo 15, 2012

Punta del Este - La sensibilidad de las cosas



-     Te amo, me fuí con vos porque sos lo mejor que me paso en mucho tiempo, pero creo que mi vida esta acá y siento que estoy complicando la tuya…
Cuando uno cree haber escuchado todo y haber leído todos los “post it” boludos que tan bien retratan la pobreza humana, llegan nuevos mensajes de limitación personal, de falta de sueños y de búsqueda autodestructiva, para mostrarte toda la creatividad que el ser humano puede ponerle a su lucha constante CONTRA la felicidad.
La primera impresión cuando pude cerrar los ojos a su tamaño normal, fue sonreír.
La sorpresa, buena o mala, siempre me hace sonreír.
Me recuerda que estoy vivo y que tanto hay para salvar, que tanto por cambiar, que tanto para esperar el Equinoccio.
Después me indigne un poco, solo un poquito, porque otra vez, el milagro de la comunicación se incumplía y lo que trate de decir, de mostrar y de compartir abiertamente, no se entendió.
Indignación conmigo, por mi incapacidad, mis múltiples incapacidades.
Entonces al caminar por la casa, llenándola de pasos perdidos y palabras al aire, me sentí observado.
Estaba tan solo como siempre, con el universo que me rodea y con el que me alineo, aunque a veces, obviamente se desincroniza…me desincronizo.
Entonces lo sorprendí!
El portarretratos que pinto aquel primer atardecer aquí,  gemía en el rincón de la cómoda.
El no había leído tu mensaje, pero escucho mis reiteradas preguntas.
Le pregunte qué opinaba, pero no podía hablar,  y giro sus ojos llenos de tu sonrisa y mi dicha hacia las almohadas indefensas de la cama.
-          Ustedes dos, ¿que opinan de esto?
-          La extrañamos igual que tú, solo nos resta esperar…
Al menos ya no hablaba solo, alguna que otra respuesta llegaba del mas acá, a falta de las del  más allá.
Increpé al cepillo que dejaste en el baño, con el recuerdo de tu pelo azabache.
-     Yo solo guardo el calor de su mano y la caricia de su cabello!  De aquí no me mueve nadie!! – me dijo.
Noté que tu ropa interior que estaba esparcida en la ducha, se escurrió por encima del bolso siempre listo para la partida en el sofá y se metió en los cajones de la cómoda.
Guiada tal vez por esos “conejitos” que encontraron madriguera.
Entonces la vi.
La crema de chocolate que masajeo mi espalda días atrás, luchaba por abrir el primer cajón de mi mesita.
-          ¿Que buscas?, le pregunte
-          Estoy muy triste, quiero guardarme con el gel de menta, el de frutilla y el de dulce de leche. Tal vez esta noche, cuando pase el dolor, podamos ahogar la duda en los buenos recuerdos compartidos.
La cama que espera a los chicos ya tiene sus tres manos de blanco, el mueble nuevo sus tiradores azules, la música suena suave y el mate tibio a la temperatura de tu caldera eléctrica, me mira como diciendo:
-          Querés otro?
-          Dale, el sol ya se fue, en una de esas, hoy sabemos algo más de ella.

1 comentario:

  1. Mientras leia, pensaba si alguien me ha extrañado de esa manera.

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