mayo 08, 2011

Río de Janeiro - Día de Furia

Allá por los 90, cuando Michael Douglas protagonizó aquella película sin pena ni gloria que estoy seguro muchos vivieron como muy propia, yo casi esperaba la llegada de un día así en mi vida. Ese día en que ya me hartara de la sucesión de eventos tan fortuitos como desafortunados y la intolerancia venciera mi resignación, para mandar al diablo al mundo.
Eran años en que la imagen que más me identificaba a mis propios ojos, era el personaje “mala suerte” de Los Picapiedras, caminando siempre con una exclusiva nube gris sobre su cabeza, propinándole el azote contínuo del destino.

Por suerte ya no son los 90.
Muchas de aquellas cosas han cambiado dentro de mi y unos días atrás, en la paradisíaca Río de Janeiro, tuve oportunidad, de confirmar con creces, que en algunas cosas, al menos en algunas cosas, he vencido a ese Ismael a veces oscuro, otras rojo y de tridente, que siempre acompaña mis días.
Sabia que no debía hacerlo, pero estaba tambíen convencido de que nada evitaría que lo hiciera.
Esto ha aplicado a tantas cosas en mi vida, que el resultado final esta total y tristemente confirmado.

Cuando haces algo que sabes no debes hacer, lo pagas y lo pagas caro.

Debía sentarme frente a un cliente que no merecía ni necesitaba mi visita, por al menos 30 minutos, allá en la lejana Macaé.
Lejana según lo confirmara esa misma mañana, cuando al pedir un taxi en la recepción, un atento botones me alerto de que no acunaba una buena idea.
- piensa ir en taxi a Macae?
- Sí – conteste, con un dejo de duda ante la mirada inquisidora del moreno.
- mmm, no se lo recomiendo, esta un poco lejos.
- ¿Como cuanto? - pregunté
- 200 kilometros….me dijo sin buscar ser exacto pero si siendo persuasivo.
Eran las 9 de la mañana, tenía reunión a las 10 y mi instinto desinformado me había jugado una mala pasada.
- le conviene ir a la rodoviaria y tomarse un bus. Salen continuamente para allá.

Tome el taxi, alerte al cliente por teléfono de mi confusión y quedamos en que para las 14hs, estaría con él.
El simple viaje a la rodoviaria fue suficientemente largo, aun con un experiente y anciano chofer al volante. Trate indirectamente de preguntar si el me llevaría hasta mi destino final, temiendo un costo tan loco como todos los de Brasil por estos días; pero el hombre, jamás se percato o talvez esquivo mi propuesta.

La rodoviaria de Río es como la mayoría de las estaciones de buses de las grandes ciudades. Llena de gente, no tan limpia y carentes de aire acondicionado.
Viajaba yo con mi buen traje azul, mi camisa a rayas y una brillante corbata roja que adoro ponerme y que genera una combinación fácil de malentender con mi maletín italiano de un blanco impecable, donde viaja mi computador.

Esperé la cola de 40 personas para llegar a la caja de los 1001 (empresa de ómnibus que realiza el tramo) hasta que conseguí pasaje para las 11.30AM.
Mi reloj marcaba las 10:12, así que busque aplicar esa técnica que me permite bajar los latidos del corazón, para hacer la espera menos sudorosa en uno de los pocos bancos disponibles, rodeado de gente que no iba a reuniones y niños inocentes a los que no impresionaba mi indumentaria.

Los buses salían cada 10 minutos y daban las 11.10 cuando ya intentaba subirme al primero que tuviera un lugar.Ninguno tenia espacio y ya había confirmado que serian 3,5 horas de viaje hasta la rodoviaria de aquella ciudad, que para entonces, ya tenia olor a petróleo para mi.

Volví a disculparme con el cliente por teléfono y combinar que para las 3PM, estimaba estar allí.
Macaé era un pueblo relajado, mi cliente era de Macaé:
- estaré toda la tarde en el hotel, tranquilo, llega cuando puedas….si quieres podemos dejarlo para mañana!
La sola idea de perder otro día mas se me hacia una locura, ya estaba en el baile, había dejado atrás momentos indeseables, había que seguir bailando.

Subí a mi bus de las 11:30 y un calor encerrado me abrazo, desconcertando la ansiada espera del fresco aire acondicionado que las gotas en mi espalda esperaban con indisumulada pasión.
Me senté y corrobore que las habituales salidas de AC, estaban bloqueadas, es mas, nunca habían sido horadadas en aquel moderno bus que debía acunar mi impaciencia por mas de tres horas.
Consulte a la voluminosa morena que acompaña mi asiento y ella respondió:
- no recuerdo si tienen aire – al tiempo que abría al máximo las ventanas, como el resto de los pasajeros.

Tome mi bolso blanco y baje a inquirir al chofer:
- ¿no tiene Aire acondicionado? Deje escapar con mi rostro sudoroso.
- No.

Subí al tercer piso de la rodoviaria nuevamente, para confirmar que la cola de pasajes acumulaba un centenar de personas.
- no puede devolver el pasaje, le servirá por un año en el mismo tramo y clase!! - Me informo con un aire de trabajo bien realizado personal de la compañía - Haga la cola y saque otro, pero aclare que quiere Aire, eh!!!.
Logre encontrar sin que valga la pena contar, otro mostrador que tenia solo 4 personas y tras soportar muy húmedo, el sermón de una cajera que me explicaba sus incapacidades de adivinar que yo pretendía, me dio un ticket para las 12:30, con aire acondicionado.
Me demostraron que yo era un perfecto demente; ¡como podía pretender que un viaje de casi 4 horas, a 35 grados centígrados, se hiciése con un bus con Aire!.

Por supuesto fui tan afortunado, que conseguí el último boleto para ese bus, el número 40, que quedaba (dijeran los españoles: “a dar por culo”) justo frente a la puerta del baño.
No creo necesario contar lo bien que pase esas 3 horas 36 minutos en el bendito bus, bien fresco por el aire que golpeaba mi nuca y bien desodorizado por el hedor tremendo de un baño brasilero.

Acomodé el nudo de mi corbata al llegar, deje que un atento taxista me llevara al Sheraton, dado que nunca pude convencerlo de que iba al Four Points y llegue para tener mi reunión del día, cuando ya rondaban las 4 de la tarde.

Los 20 minutos de charla, agua de por medio, fueron relajados y poco productivos.

Para las 16:40 ya buscaba entre burlas y miradas querendonas, que una cajera me vendiera un boleto de vuelta a Río, en un coche con Aire y si fuera posible, Internet.
Obviamente no fue posible y obviamente volví a conseguir el ultimo lugar en el bus de las 17.40.
Una hora de espera arrinconado entre un mar de gente, en una rodoviaria de pueblo, con olores a brasil, sin desayunar, almorzar ni merendar y realmente sin estomago para hacerlo.

La vuelta frente al baño fue vencida por la búsqueda de un sueño que me aislara de la realidad.
El motor rugía feroz justo detrás de mis riñones, el aire acondicionado que enfría todo el bus soplaba polar, a la altura de mi nuca, dejando pasar solamente el olor nauseabundo del inodoro químico.Pero solo el golpeteo de un chaparrón impresionante logro despertarme.

Hice como tantas veces ese viaje astral hacia fuera del ómnibus y regrese aterrorizado a mi asiento que se balanceaba de lado como columpio, en un bus dirigido por un pequeño individuo que dos metros mas abajo y allá, allá delante, luchaba contra la ruta brasileña, el tránsito, la lluvia implacable y la oscuridad de la noche.

Cuando bajé del autobús, con la inocente esperanza de “se acabo”, me di cuenta que mas pruebas estaban preparadas para mí aquel día.
Daban casi las 9 de la noche, llovía “a cantaros” y la cola del taxi se comió 45 minutos de mi tiempo en la espera de un vendito móvil que me llevara al hotel.

Cuando finalmente llego, subí, exalé 12 horas de frustración y me dispuse a descansar el viaje.

5 cuadras después, frenamos.
- ¡Sube rápido!! Dijo el chofer alarmado.
Frente a nosotros, una avenida de 4 vías, se había transformado en un arroyo y el agua dejaba parados ómnibus, motos, peatones y carros.
Hábil y atrevido, el hombre monto su coche nuevo sobre el boulevar del medio para ganar altura.

Allí pasaron las 5 siguientes horas.
Cinco hombres nos acompañaron subidos al asiento de una parada de bus, mojando sus pies y alli se quedaron cuando nosotros nos fuimos. Una enormidad de ómnibus y autos quedaron estacionados y en cada ventana, se veía la cara descolocada de los pasajeros viendo como el agua marrón y nauseabunda subía su nivel, hacía olas, arrastraba basura, cajones y hasta la casa de un perro que vino a dar detrás del taxi.
- hay que esperar que baje, no podemos meternos allí – me explicaba el chofer.
No era necesaria la explicación, solo en lancha podíamos pretender navegar aquel río que crecía minuto a minuto.

Dieron las 3 de la mañana para cuando la vejiga del taxista creció tanto que ocupo el espacio normal de su cerebro.
La lluvia había amainado un poco, la inundación no.
Puso marcha atrás, jugo la integridad de su auto y recorrió esquivando cadáveres de coches inundados los 200 metros que nos separaban de un lugar seco.
Bajo, corrió elécticamente de un lado a otro y me dijo:
- volveremos a la Rodoviaria.

Sin duda era muy hábil, a su paso, ómnibus, autos y hasta una ambulacia se fueron moviendo.
5 minutos después, estábamos en una estación de servicio, tomando café, entre varias docenas de taxistas que no habían querido aventurarse a las aguas.
Ya no importaba que la corbata no estuviera totalmente ajustada, el solo hecho de no estar de amarillo ya era suficiente distintivo para mi aquella noche en aquel lugar.

A las 5.30AM llegue al hotel, después de dos horas sentado en la estación, esperando que parara.
Me dio tiempo de dormir una hora hasta las 7, para estar listo en mi reunión de las 8AM de aquel martes que se presentaba a full.

Nunca me sentí “mala suerte”; no solo nunca me enojé, sino que además sonreí muchas veces. Agradecí el chofer hábil y responsable que había evitado que mi traje y mis zapatos se convirtieran en bañadores. Incluso bromeé con la morena que me vendió un preciado café mientras lavaba los pisos sucios de la estación, justo después de haber descargado tantas horas de espera en su fabuloso baño.
Distinguí al hombre que finalmente se atrevió a aventurarse a las 5AM hasta el hotel y felicite su grandeza por no robarme, aun cuando yo ya lo había aceptado.

Un día de furia, en el que agradecí no seguir siendo aquel que con rabia, miraba las andanzas de Michael en alguna lejana ciudad de Estados Unidos y quería imitarlas.

3 comentarios:

  1. @#%/(`ç!,.ç$(/+*`窺@#/(%#@
    Un dia de esos???
    ARF.

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  2. es que la vida prepara sorpresas de todo tipo...!
    me alegra poder ver que los años no pasan para nada en vano, (ya que alguna nana traen inevitablemente!), que no sea el unico indicio!
    abrazo,
    cler

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  3. Respecto a las 2 y tal vez 3 últimas historias de tu blog ( en orden cronológico a partir de esta) : Han pasado 5 años y tu vida como la de todos nosotros ha cambiado, pero a pesar del tiempo me da una alegría tan grande saber que eres el que eres :-). Y por eso te quiero tanto y te respeto como a pocos.

    Gaby

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