mayo 13, 2011

Montevideo - La Oscura Impronta

El otoño ha decidido llegar con sus hojas a rodear mi auto, poblando las orillas de las tan europeas calles Montevideanas, tras un laguísimo verano que aun mediando Mayo, se reúsa a abandonarnos.
La casa que nos abriga aquí,  es un reciclaje de excelente gusto, que un día hace 12 años, Nando encargo y Leo diseño con cariño.

Habitualmente somos tres, a veces cuatro cuando Gaby llega, por fortuna cada ve más seguido.
Nando, yo y Blacky, un Dogo Alemán tan negro y gigante como tierno, detrás de sus patotas y ladrido lleno de dientes.
Antenoche debía viajar y marché antes de probar una empanada gallega que Gaby inventaba en la antigua cocina a gas de cañería, adaptada de prepo a las modernas garrafas de 13 kg.

Salí resignado como tantas veces, a un viaje que no quería hacer y como nunca, algo me invadió tan fuerte antes de abordar, que rompiendo toda buena costumbre, huí de la terminal y volví a casa.

En mi rato de ausencia, la empanada había deleitado a mi amiga pareja, el alcohol excedido su cuota de compañía y un fuerte olor a gas inundaba la casa.

- ¿porqué tanto olor a gas? - pregunte.

Gaby aseguró haber apagado el artefacto y Nando esgrimió en un enredado español que las hornallas estaban perdiendo un poco del hediondo y venenoso combustible.
Aplicamos cierre a la válvula que conecta el armatoste con la garrafa y nos fuimos a la cama.

Ayer fue imprescindible calentar agua para el mate y repetimos la receta, cerramos la válvula,  con excepción del mate que empezada la tarde, Nando lo preparo para enfrentar sus pacientes vespertinos.
Cuatro horas después, mi dormitorio de la segunda planta que oficia de oficina preferida ya olía insoportable, a pesar tener ambas ventanas dejando entrar el aire primaveral.

Un intervalo obligado al trabajo coincidió con el pasaje de Nando por el living y nuestros ojos vestían la misma interrogante:

- ¿porqué tanto olor a gas?

La vieja estufa tiene una llave de paso individual para cada quemador del horno, el superior y el inferior, y Gaby solo había cerrado uno.
Imaginamos juntos lo que habría acontecido si hubiera quedado la noche anterior perdiendo gas,  con toda la cada cerrada.
En silencio volví a mi cuarto escritorio, entendiendo porque contra todo plan, había revocado mi viaje.

Se hizo la noche, y la inesperada noticia de dos terremotos en la lejana Murcia, obligó llamadas a hijos y amigos para saber si estaban bien. Tal vez frío como siempre tras haber chequeado las agencias noticiosas en la web, pero sorprendido sin remedio por algo tan inesperado como peligroso.
El mundo tiembla, la tierra avisa y también lo hace en el viejo continente.

Hoy desperté como me gusta, desperté cuando desperté.

Sin el repetitivo concierto de despertadores de Nando, sin los ladridos de Black a algún transeúnte furtivo con mala energía, sin la alarma innecesaria de algún coche en la vereda.
Para toda mi sorpresa, Nando nos estaba.
Se había levantado como "una gacela" (según le gusta decir) y su desodorante inundaba la casa en señal de huida.

Black no llego a buscarme a la salida del cuarto, ni de la ducha.
Termine de notar su aparente ausencia cuando baje a colgar las toallas y entonces comencé a buscarlo.
Estaba en un rincón no tan habitual.
Sus ojos me miraron diferente y su pecho temblaba provocando un inusual movimiento de sus patas delanteras.
Nunca me ladro como suele hacerlo en esa rara comunicación que tanto lo divierte.

Sentí la oscura impronta de la muerte una vez más, como la noche anterior con el gas, como con el terremoto inesperado;  y me arrodille frente a él.
No suelo acariciarlo, pero lo hice.
No suelo despedirme, pero sentí que tal vez no tendría otra oportunidad.

Salí a la calle de un otoño lleno de colores y un raro aroma a primavera hincho mi pecho y ventilo mis ojos húmedos.
Nando llegara tarde hoy, y yo espero que todo lo sentido solo sea fruto de esa enferma obsesión que ataco día a día.



EPíLOGO: Blacky estaba bien cuando volvi a la noche y sigue bien, la amenaza de la impronta reiterativa sigue latente en mi, pero estoy feliz de que hoy también somos tres en casa.

2 comentarios:

  1. son momentos especiales, fronteras de la vida.
    bendito que pudo tener tu compania...
    queda resonando, verdad?
    me alegra que hayas llevado el sentir a letras...
    dejarlo correr así: salud...paz hoy o mañana.
    te acompaño
    cler

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  2. Dice un proverbio chino, "el aleteo de las alas de una mariposa se pueden sentir al otro lado del mundo" Intuición? "The Butterfly Effect"? Como sea...., que bueno que hayas regresado! G.

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