Amo las sorpresas que me prepara la vida, aquellas a las que no tengo plan para reaccionar y que no puedo más que vivir con pasión, el tiempo que duren, ignorando si volverán.
De a ratos te
odio; siento la hiel atrás de la lengua, todo ese lodo que baja, memorias airosas del fracaso, que rugen por desahogar un grito más.
…y tú también.
De a ratos te
extraño; la felicidad no compartida que se esfuma, el motivo de suspiro que no entibia, la piel que no se eriza y el solo
recuerdo, que lastima una historia irrepetible y lejana.
…y tú también.
De a ratos te
olvido; la mente sintoniza una armónica realidad, el rostro es sensible a la brisa
de paz, el futuro promete abundancia, y el viaje libre empuja mis alas
al infinito.
… y tú también.
Siempre te amo; como odiarte si existe el
nudo en la garganta, como extrañarte si mi piel me ruega, cómo olvidarte, si eres la
protagonista de todos estos ratos en que escribo y en los que acepto que con el tiempo pasará.
El tiempo me ha
llevado, sin querer, sin vocación especial, sin profesionalismo detrás más allá
de la propia experiencia, a observar las parejas a mi alrededor y confirmar,
cada día, en cada momento y en cada lugar, como hemos decaído, nosotros los
humanos.
Y no sé si es un
tema generacional, talvez siempre fue así; para mi hemos caído, de mis búsquedas y
expectativas, a esta realidad.
Como, estar con
el otro, esta tantas veces más asociado a defectos que a virtudes.
Como, se aceptan una cantidad de cosas y se resignan, a vivir en un estado mas
precario por estar acompañado.
Confirmado por
años, pero aun reincidente, yo, de los que buscan, de los que quieren…de los
que quisieron. De los que, siempre pensaron yo puedo revertir esto, por lo
menos en mi vida; y he fracasado, rotundamente, muchas veces.
Ayer en el
recital de Vanesa, escuche una canción que no conocía “INMUNES”, que habla de
como uno abandona sus vínculos, por motivos que nunca esta claro si son o no suficientes.
Pero, lo que hace que uno dude, es justamente eso, la existencia del pinche
amor, de eso que te une, que te vincula, que te hace sentir mejor, que genera hormonas
y enzimas de felicidad, y te hacen sentir diferente.
Lo cierto es, que
cuando vas a la absurda realidad, aunque mucha gente dice que “vemos la
realidad como somos, no como es”, yo tengo registros completos, muchos, de cómo
la realidad, en este caso, es como yo las veo y no como yo soy. Lo único
personal, esta en la mirada, en la capacidad y porque no, la búsqueda de ver.
Esta noche cene
en El Pesquero, un restaurante recomendado aquí en Mallorca.
Como muchas veces, era el único cenando solo.
A mi alrededor, cuatro parejas y una mesa de cuatro con dos más.
Inevitablemente les dedique tiempo. Por mucho rato me sorprendí y contuve mis
ganas de cachetearlos, viéndolos en silencio, sin mirarse, sin compartirse, cada
uno en su teléfono. ignorándose unos a otros.
Luego vi como las
damas pedían la cuenta y la pagaban, en ese juego de caras, que muchos creerán natural
y que acepto, es un defecto mío, no de los caballeros y las damas modernas.
Y vi también, como uno de los muchachos de la mesa de cuatro, hacia alarde de
todos sus vicios incomodando a las otras mesas, a los meseros, a su propia mesa
y por supuesto a la pequeña que lo acompañaba.
Poco antes de que
terminara mi vino, ella se levantó, detrás de ella salió su amiga y los dos
chicos quedaron en esa charla fácil de adivinar, que no necesito interpretar
para vosotros.
Fortuitamente, al emprender mi viaje de regreso, me encontré a ambas chicas en
la vereda. La acompañante a punto de llorar, explicando, gesticulando su dignidad,
rogando ayuda a su amiga y no pude evitarlo. Sin parar en mis pasos ni mirarlas
mas que para escuchar su respuesta pequeña, le dije:
- Lo
lamento, de verdad.
- ¡Si! ¿Verdad?
Me contesto, con ambas manos abiertas al final de sus brazos extendidos y
un rostro que sufría algo que yo sabía, seguiría sufriendo por mucho tiempo.
- ¡No
vale la pena!
Alcance
a balbucear mientras giraba mi rostro y continuaba mi camino.
Las cuadras siguientes quise imaginarme el instante después. Por ratos sonreí solo en medio de la noche pensando en el milagro de haber tocado
un alma a tiempo; en otros, adivinaba como esa niña, que podría ser mi hija,
talvez tomara una opción menos valiente desperdiciando su tiempo de vida, lo
mejor que tiene, en ese fracaso anunciado.
Tal vez no cambie nada, talvez si.
Dice Vanesa en Inmunes: “…la calle me devuelve, con violencia, las
parejas…como si se quisieran más”