Un día, hace tanto y tan poco tiempo, alguien que vivía entonces
conmigo y por más de dos años, lanzó un comentario inesperado en una mesa de
amigos:
- ¡ A Ismael el teñido le queda muy natural !
Al tratar de dar respuesta a las caras asombradas de todos
los presente, agrego:
- ¿es increíble no? - Al tiempo que levantaba ambas manos
apuntando a mi rostro que se mantenía en la mas inmóvil sorpresa.
Aquello estuvo lejos de asombrarme, me desilusionó e hizo
que me planteara un número interminable de dudas, de dudas sobre mi y sobre
cómo me muestro a los demás, a los extraños, a los cercanos y a los que yo creo
ofrecer mi vida de par en par.
Por el medio feo y triste, el directo; debí aclarar aquella tarde que jamás me había
teñido el cabello y trate de guardarme para mí todo cuanto paso por mi mente,
resumiéndolo en una sonrisa.
Inevitablemente me recordó la billetera que me regalara para
navidad, alguien que compartió cinco años
de mi vida, con la cual terminé separándome tres días más tarde.
Yo jamás he usado billetera, pero obviamente ese no fue el motivo del final.
Yo jamás he usado billetera, pero obviamente ese no fue el motivo del final.
Los años te van dejando marcas, más allá de que en las fotos y los ojos
desconsolados de aquellos que sienten más la crueldad del tiempo, uno se siga
viéndose igual qué siempre.
Ayer, en uno de los tantos ascensores que uno toma en la
vida, espacios pequeños, íntimos y peligrosamente espejados que nos llevan de un piso a otro
verticalmente, mi instante de revisión se sorprendió con tres, tal vez cuatro
nuevas canas en la patilla.
Bellas, pero ausentes hasta hace una semana.
Más de cuarenta años envejeciendo, aprendiendo, viviendo
inexorablemente; pero las marcas sin
importar el tiempo que tomen en fraguarse, se muestran en un instante.
Instante en el que, dependiendo que tan en paz estés con tu
propia consciencia, sonreirás y aceptarás como siempre en el camino del orgullo,
o sufrirás profundamente y te sumergirás
aun mas en el barro que se tiñe con colores de terapia, de vacío o de drogas
que engañan las neuronas incapaces de sentir.
Baje del ascensor con la imagen de Richard Gere y su pelo
blanco.
Recordé que por años he dicho que cuando lleguen, serán bendición; y sea cual sea la cantidad o el lugar que invadan, las marcas del tiempo, todas ellas, serán aceptadas con la grandeza que nos llena de experiencia y lucidas con la elegancia que nos da el orgullo de haberlas sobrevivido.
Recordé que por años he dicho que cuando lleguen, serán bendición; y sea cual sea la cantidad o el lugar que invadan, las marcas del tiempo, todas ellas, serán aceptadas con la grandeza que nos llena de experiencia y lucidas con la elegancia que nos da el orgullo de haberlas sobrevivido.
Genial, me encanto, con orgullo a lucir esas canitas.
ResponderEliminarUn beso.
nunca mas bellas...
ResponderEliminarsimplemente perfectas...
y en el momento justo...