En noviembre de 2004, mientas yo volvía de aquella
experiencia de vida en Acapulco y de mi segunda visita a los Grandes Lagos,
allá en Suecia, un desconocido se despedía de este mundo decadente que bien
había aprendido a sobrevivir y describir anónimamente.
Mientras Michel cumplía sus bellos y bronceados 5 años, en la fría Suecia, Stieg Larsson, abandonaba sus días de periodista y su último manuscrito en manos de un editor, al influjo de un corazón que ya no tenía mas por escribir.
De esos manuscritos brotó una trilogía que llamaron Millenium
y tres títulos tan peculiares, como el duro lenguaje en el que fueron escritos
y el inusual escenario donde se encuadraron: "Los hombres que no amaban a
las mujeres", "la chica que soñaba con una cerilla y un bidón de
gasolina" y "La reina en el palacio de las corrientes de aire".
Los tres se han convertido en best-seller y por mucho
tiempo, veremos "remakes" continuas en todos los formatos de cine que
se expanden por el planeta.
Anoche, tarde en la noche, y tarde por el tiempo que tiene
la película en público, me deje llevar por la versión hollywoodense del primer
libro, que por aquí se conoce como "La chica del dragón tatuado".
No soy crítico autorizado para ninguna expresión cultural.
Lo que sigue, viene desde mi posición humana y como reflexión resultante de la
exposición a una pantalla, a la que no suelo asomarme muy a menudo.
El film y por ende el libro, o si lo quieren de otra forma,
mejor al revés, el libro (que siempre se califica mejor que la película) y el
film, son un entretejido armonioso de las peores pobrezas humanas.
Me interesó, no lo niego o jamás lo hubiera mirado.
Acepto que lo prefiero por la calidad de producto a muchas otras expresiones similares y que a muchos puede haberle gustado.
Pero el mensaje, capricho mío porque seguramente solo debería resultarme entretenimiento (circo), es sino enfermizo, al menos desagradable.
Acepto que lo prefiero por la calidad de producto a muchas otras expresiones similares y que a muchos puede haberle gustado.
Pero el mensaje, capricho mío porque seguramente solo debería resultarme entretenimiento (circo), es sino enfermizo, al menos desagradable.
Salvo la violencia o abuso a menores que se insinúa pero se
muestra poco; el genocidio que no se
expone pero sirve de cuadro a todo el escenario y la hambruna que aparentemente
el estimado Stieg no encontró forma de hacer coexistir con la familia más
influyente de un país nórdico; todos los defectos humanos están expuestos a su
máxima potencia.
Corrupción, impotencia, injusticia, violación de libertad,
impunidad, abandono, adicción, locura, promiscuidad declarada, abuso de poder, explotación
sexual denigrante, tortura a humanos y animales, cinismo congénito, violencia generacional
y morbosa, persecusión,
premeditación con alevosía y placer en búsqueda de la muerte lenta, clasismo,
racismo, desagradecimiento, y al final,
expectación intrigante e indeterminada que abusa del lector-espectador.
Seguro me olvido de muchos pasajes, y seguro esto es solo una explosión de los
principios fundamentales que debe contener un libro o un firm para ser exitoso,
los tristemente celebres: Sexo, Violencia y Dinero.
Aplaudo a Larsson y a los tantos realizadores que se
llenaran de dinero y porque no de premios por las interpretaciones, en apología clara a todo cuando deberíamos rechazar.
Lo que me preocupa son los lectores, como siempre.
Lo que me preocupa es ese grupo grande que elije y sus elecciones.
Lo que me preocupa es que encontremos interesantes estos textos al punto de que lleguen a ser traducidos en tantas lenguas y a vender tantos ejemplares.
Lo que me preocupa, es como tanta gente se siente identificada con toda esa mierda que la raza destila aún en aquellos países tan admirados (y mucho más a la vuelta de su casa o tal vez dentro).
Lo que me preocupa es ese grupo grande que elije y sus elecciones.
Lo que me preocupa es que encontremos interesantes estos textos al punto de que lleguen a ser traducidos en tantas lenguas y a vender tantos ejemplares.
Lo que me preocupa, es como tanta gente se siente identificada con toda esa mierda que la raza destila aún en aquellos países tan admirados (y mucho más a la vuelta de su casa o tal vez dentro).
Textos que nos alejan continuamente de lo que podemos
ser y nos acercan cada vez más a que esto se repita a nuestro alrededor con celebrada
impunidad.
"Todo tiene que ver con todo", decía Pancho
Ibañez.