Hoy desperté soñando contigo.
De alguna forma un gran espectáculo se revelaba a mi
alrededor y yo te buscaba.
Como siempre te buscaba, aunque debo aceptar que solo te
encuentro cuando yo quiero y siempre que yo quiero.
Es tan difícil de aceptar ese "yo quiero".
Porque en realidad quiero siempre, pero de todas formas no siempre me tienes.
Porque en realidad quiero siempre, pero de todas formas no siempre me tienes.
Es tan difícil de aceptar ese "pero". Se carga
de culpa, de todo aquello que perdemos con la madurez y que indefectiblemente
nos lleva a perder más y más...cada día, irrecuperable, cada día más.
El escenario que me rodeaba se alejo y todo se volvió un
enorme teatro a mi alrededor; lleno de palcos casi infinitos de butacas, todas
del mismo color, todas llenas de cabezas iguales, todas mirando al espectáculo,
ni una sola reaccionando a mi sentir de búsqueda que no lograba salir por mi boca.
Y por supuesto...me encontraste tú.
De entre uno de los pasillos empecé a sentir tus gritos felices.
Seguí tu llamado y te vi venir desde lejos.
Sentí que otros ojos te cuidaban desde tu partida y
permanecí tranquilo.
La alegría de que me encontraras se confundía con el
asombro de tu instinto, la huella que tu corazón mas joven sabe seguir mejor,
sin cuestionamientos, para llegar a quien amas.
- ! Ismael, por acá Ismaell, me decías!
Y me sorprendía que me llamaras por mi nombre.
Yo era el adulto lleno de
limitaciones y tú, quien me buscaba rebozante de virtudes.
Me sorprendía mientras te acercabas. Tu carrera tropezaba
con la seguridad propia de los niños, que se doblan, se tuercen, dibujan
arabezcos con cada parte de su cuerpo al avanzar, pero de todas formas avanzan,
tal vez dejándose llevar por la felicidad más auténtica.
Leer esa felicidad en tu cuerpo que volvía a tus dos
años, ensanchó mi sonrisa y me puso a correr. Quise derrapar en el piso para abrazar tu cuerpo pequeño
y cosquilloso y ese solo deseo genuíno y vital, transformó el frío piso de
marrón madera en un prado verde, regado de flores multicolores.
Y te encontré, como tu quisiste.
Mi pecho se pego al tuyo y mis brazos rodearon tu cintura
al tiempo que los tuyos se tomaban de mi
cuello como antes y rodábamos uno sobre otro acompañando la brisa que mecia la hierva.
- !! hola papá!! , me dijiste y el mundo volvio a ser un paraíso.
Tu fuiste mi bebe otra vez, pero por un instante volví a
cometer el error de ser grande, volvi a traicionarme.
Mientras girábamos por la hierba tuve miedo de dañarte y
la colina se convirtió en un peligroso tobogán.
El segundo de alarma fue aquietado por los ojos que te
vigilaban, que de alguna forma seguían en aquel teatro donde me encontraste y
te busque, pero que como una voz en mi interior me decían ahora:
- solo disfruta.
Y desperté.
Un cuarto extraño en México me rodeaba.
Tu voz pequeña
aún sonaba en mí y mis brazos se esforzaban por volver a abrazarte.
¿Porqué nunca se vuelve a un sueño asi?
Traté, una y otra vez.
!Cómo nos equivocamos de grandes en buscar!.
!Qué difícil se nos hace encontrar!
Finalmente, y por fortuna, quienes nos aman nos
encuentran, de una forma tan fácil e instintiva, que no hacen otra cosa que
confirmar, cuanto erramos al pensar, cuanto perdemos al huir, cuanto ganamos al
sentir y aceptar.
EPÍLOGO: Pudo ser cualquiera de mis hijos, fué Michel, el que me encontró en sueños, el abandonó esa humanidad exuberante de sus 12 años actuales y llego con sus patas flacas y su espiritu juguetón de los 2 años, a buscarme, a encontrarme, a llenarme de paz y amor, aquel amanecer en México. Disfruto del misterio, de la universalidad de la palabra, esa que permite al leer, que cada uno tome un lugar e interprete según su mundo, su magia y su momento.
Era bueno esta vez aclarar, aunque podria haber sido cualquiera de los tres, para que la confusión se torne íntima y cada uno pueda sentirlo como yo lo viví, egoistamente, como yo lo viví.