julio 21, 2014

Miami - El ecosistema Oceanside Plaza

Con la llegada del sol a su cenit, las especies implantadas en Oceanside Plaza,  empiezan a cruzar las puertas que los sacan de sus intimidades y entre otras tantas cosas, los enfrentan  inconscientes e indefensos,  a mi ojo crítico, lengua venenosa y tiempo resignado al ocio de un nuevo fin de semana en mi nueva vida Miamense.
 
Hace unos minutos éramos cinco en la piscina, cinco representantes de un ecosistema más cosmopolita y en muchos casos auténticamente cruel, que el de Nueva York o Londres.
 
Inamovible del agua,  reposa lento un abuelo de raíces mexicanas, fácilmente detectables en su poblado bigote ya blanco y su "playera" blanca. Esa manía tan típica de tierras aztecas de meterse vestidos a la playa o la piscina.
Por fortuna, el buen hombre, no bajo con pantalones de vestir, musculosa de rejilla y los zapatos asignados para salir de fiesta, imagen habitual de los bañistas en  la rivera Acapulqueña.
Evolución seguramente norteamericana, donde se habrá partido el lomo sus últimos años de juventud,  que lo lleva a la cambiar la indumentaria autóctona por las "Wet T Shirt" .
 
Un sujeto con corte de Daddy Yanqui pero sin su fama ni su plata para disculparlo, arribó minutos atrás.
Complementaba su facha regetonera,  con una fina cadenita y medalla de oro al cuello, que imagino tiene grabado "handosme man".  Un tatuaje de una rara especie de cruz, desproporcionado e infeliz, encontró lugar en un momento de inconsciencia en la parte más gorda (léase gorda no musculosa) de su brazo y unos lentes que tal vez serían adecuados sobre una bicicleta de carrera, naranjas flúo y negros, cubren sus ojos para que todos nos preguntemos ansiosamente que estará mirando el terrible divo.
Nadaba cual si fuera la reencarnación regordeta de Michael Phelps, cambiando de estilo mientras se sostiene sus lentes naranjas que no lo abandonan en sus momentos exiguos de ejercicio.
 
A este escenario me sumo yo,  como el idiota ausente pegado a su teléfono (porque desde él les escribo), con el agravante de  parecer un Argentino soberbio pon mi mate a la izquierda mi mirada inquisidora y mi boca inmóvil como si se guardará todo su veneno “padentro”  (ni siquiera adivinan que el veneno me sale por los dedos!)
 
Completan la figura de los cinco, una pareja de costumbres bien arraigadas que llega sin poder pasar inadvertida a la piscina y desaparecerá luego sin que nadie  se dé cuenta.
Si tuviera que definirlos diría que son hermanos gemelos, que simplificando su vida y dándole valor a la elección genética que los puso en un mismo cigoto, han optado por hacer su vida juntos.
Son esa gente espigada y escurrida, sin bultos de ninguna naturaleza, como si hubiesen sido planchados por un demoniaco sastre cada mañana durante sus 50 años.
Visten siempre en tonalidades que van del negro al azul oscuro,  pasando por la gama del gris oscuro y el negro o el azul gastado y descolorido.
Solo se les puede ver alguna porción de sus pies, sus manos y una sonrisa tan blanca como su piel, que se prodigan continuamente.
Seguro estoy de que allá en su mundo,  ellos son muy felices y que hacer las compras, les resulta algo extremadamente simple.
Siempre calzan pantalones largos, ambos, que describiría como un viejo pijamas y unas playeras de estilo surfista añejadas, donde se logra distinguir, a veces, algún vivo azul brillante para él o fucsia para ella.
Sendos sombreros de pesca, de esos de lona y  ala ancha para evitar que les llegue el sol y sobre su rostro apenas visible y extremadamente blanco por algún protector grado 200 de origen natural, llevan lentes oscuros que jamás de quitan.
Flacos como quien trata de promover la vida naturista, escurridos por el planchado de cada mañana o por nunca haber tratado con ejercicio o cariño la poca carne que llevan en los huesos y vestidos de pies a cabeza en idéntico tono, se procuran sonrisas y mimos discretos por unos minutos dentro de la piscina, antes de desaparecer.
 
Mientras escribo, el panorama de agita.
Los gringos con sus mujeres extremadamente rubias empiezan a llenar el paisaje con sus panzas blancas y rosadas.
 
Los "centroamericanos caribeños" (como empiezo a llamarlos) llenan el aire del "l" con sus chillonas voces que nunca entenderé porque hablan ese español mezclado con chino, y sus panzas crónicamente bronceadas.
 
Al asiento de siempre muy cerca de mí, llega un gringo maduro que no fue parido, sino tejido por su madre,  dada la cantidad de pelo que tiene en su cuerpo.
 
Hoy, me saluda, aunque me mira con cara de no te entiendo, mientas después de ordenar su bolsito de siempre, extender obsesivamente su toalla y sacar el termo Aladin ochentero donde trae algo para tomar, se dirige a su rincón de siempre en la piscina.
 
Para cuando termine de escribir y me meta desesperado al agua para saciar el calor insoportable de este Sábado en Miami, él saldrá de la piscina a buscar su gorra, la de siempre, para evitar que el sol le achicharre la pelada.
 
Un cowboy australiano quiebra la monotonía, sin más indumentaria que un duro sobrero vaquero de alas dobladas y una zunga naranja con dos líneas, una roja y otra azul a los costados. Cuelga de su mano un bolso de playa que podría ser  Louis Vuitton y me cuesta no imaginármelo con botas mexicanas mientras avanza por el costado de la piscina.
Invirtió sus más de cincuenta años en comer sano, hacer ejercicios cardiovasculares y broncearse, con lo cual, la figura a la que solo le faltan las ansiadas botas y una tremenda cuchilla al estilo  Cocodrilo Dandee en la cintura para terminar de ser una estrella de Hollywood,  acapara la atención de todos antes de perderse por la escalera que da a la playa.
 
Empaco mi lengua bífida alejándola de mis dedos, enredo la toalla en mi cuello para disimular la panza, meto el termo en ese espacio especial que los uruguayos tenemos bajo el brazo izquierdo para cargarlo en toda ocasión y mate en mano, me vuelvo a mi piso, para cambiar la energía de esta piscina que tanto me divierte estos primeros días en tierras Norteamericanas.
 
 

5 comentarios:

  1. Jaja que anecdota tan divertida! Nos describiste tal cual a los habitantes de Miami! Que no somos ni de aqui ni de alla pero creemos que nadie lo nota. Ah y gracias por cubrirte con la toalla para no aportar ver mas barrigas en el ecosistema de Oceanside Plaza Ja! Suzanne

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  2. sin duda tienes una lengua muy venenosa! seria interesante verte en traje de banio exhibiendote con tu toalla al cuello para disimular tu panza...si claro narcisista! jajajajaja DMM

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  3. Me sigue gustando esa calidad con la cual dibujas en letras los lugares.
    Hace sentir q estamos compartiendo el mismo sitio a la distancia.
    Bueno volver a leer escrituras tuyas.
    Besos desde los bonitos atardeceres del Plata....

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  4. Este blog con un texto especialmente descriptivo me encantó sentí que yo también estaba juntito a ti tomando sol.
    Como siempre te digo, extrañaba leerte.........................bienvenido y no pares.

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  5. Qué alegría que vuelvas a escribir Ismael

    Gaby

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