octubre 14, 2012

Barcelona - El Miedo Capital

Miró de reojo su maleta a medio armar y un escalofrío recorrío su espalda.
Por un momento se quedaba ensimismada en  la sensación.
Dudosa, desconcertada,  hasta que la sobresalto la voz de su madre.


- No puedes llevar ese miedo.

Su rostro pregunta, su cabeza se tambalea y su corazón se acelera.

- ¿A qué miedo te refieres, Mamá?.
-  Ese enorme que se escapa por cada poro de tu piel.  No puedes llevarlo, ni a este viaje,  ni al destino de ese amor que está por germinar.
- Pero... pero no tengo miedo,  explicó descreída con la voz temblorosa de quien no domina el alma.
Su madre cumplió su parte, la beso en la frente, la bendijo y salió de la habitación.

Allí quedó, sola.
Sola con su valija ansiosa por partir, sola consigo misma y aquel amor que le desbordaba el pecho, sola con su miedo.


¿Porque temía?
Tal vez él algún día se iría, tal vez aquel sueño terminaría alguna mañana al despertar.
Estaba segura de que eso dolería, pero no le provocaba miedo, no temía aquella posibilidad.


Él le había demostrado un mundo nuevo, aquel donde soñar es posible todo el tiempo y vivir un sueño es la realidad.
Él le había enseñado que la opción es infinitamente dichosa si se hace desde el alma.
Él, había despertado en ella,  cosas que en media vida ni siquiera había podido imaginar.
Él la amaba, ella amaba por primera vez y eso la hacía enormemente feliz.

Pero allí estaba sola, azotada por un persistente temblor y la duda venenosa del temor.

Si él estuviera allí, no sería así.
Los tiempos en sus brazos rebozaban de certezas, sin preguntas ni respuestas, certezas que se podían respirar, razones que alimentaban la mente desde el vientre, armonía que purga los pulmones, ensancha el pecho y late felicidad.

Pero ahora él no estaba y su temblor lastimaba.
Si solo tuviera sus brazos, si pudiera rendirse en una de sus caricias, si pudiera perder la consciencia en sus labios una vez más.

Pero ahora él no estaba allí y su temblor lastimaba.
Giró su cuerpo hacia el espejo, ese cuerpo que él hacia vibrar adolescente mientras ella suspiraba y pregunto:

- ¿Qué me pasa, a qué le temo, porque este miedo que me asalta?.

Su figura se desdibujo sobre el cristal y un susurro suave le trajo la respuesta que esperaba.


- Temes porque amas;  temes en la medida de tu felicidad. 
Así nos han inculcado este Miedo Capital. 
Este freno inconsciente y traicionero que se alimenta de lo mismo que hace nuestros sueños realidad.
Tememos en la medida exacta en que reconocemos nuestra felicidad, y a veces, un poco más.


¡ Y tu estas rebosante de miedo, exultante de un temor mortal !

Mírate al espejo, reconoce que no eres tú la que allí está.
Si pestañeas, si giras, si te vas.... esa imagen desaparecerá.
Ponle un nombre a ese espejo y llámale miedo, llámale Miedo Capital.
No lo ignores, no lo respetes, úsalo,  como medida exacta de tu realidad.
Échale un ojo cada tanto, algún guiño de complicidad y luego, gira, gira, danza para mostrarle cuanto brillas, antes de marcharte con tu inmensa felicidad.




 


4 comentarios:

  1. Y seguramente la madre contesto: "Alguien te espera para hacerte feliz, no lo pienses mas, solo ve y ama, que el amor lo unico que puede traer a tu vida, es felicidad"
    PM

    ResponderEliminar
  2. El amor verdadero no genera miedo, sólo felicidad

    ResponderEliminar