julio 23, 2012

Punta del Este - La mala costumbre de enmendar mis buenas influencias


Yo me pregunto lo mismo...

Lo que uno quiere y le gusta, debe hacerlo a diario.
Soy el sponsor número uno de esa actitud, sin embargo, no.

Tantas otras cosas que aun necesitando de la participación de otras personas logro hacer diariamente o casi diariamente y esto, no!

Como puede ser que mis últimas letras se escribieran en la lejana tierra de Edgar Alan Poe, prácticamente veinte días atrás.
Imperdonable.

Y reviso el cajón de los motivos y las excusas, y no encuentro ni un solo papel que no esté manoseado y borroneado.
Achacoso ya, por el devenir del uso y la reiteración.
Porque al menos en mí las excusas suelen ser pocas y repetitivas;  cualquiera pensaría que fáciles de evadir o vencer, pero no, al contrario, son las más difíciles.

Son aquellas que hasta ahora no hemos podido derrotar.
El pesado lastre que queda del barrer contínuo.
Que se enreda en los dientes del escardillo que limpia el alma y que evade la hoguera de las pobrezas, aceptando simplemente quedarse allí.
Enganchada, abrazada, ahorcando el duro metal que la busca en su ir y venir, incapaz de verse a sí mismo.
Incapaz de ver más allá de su propia nariz.


Y ahora una lámina pequeña de vida llena de tiempo,  cae como pluma en mi cajón.
Tiene aire de asignatura pendiente.
Tiene el sabor de aquellos higos que de niño me quedaba viendo,  colgando de lo más alto de la higuera del vecino;  allí donde aunque era buen trepador, nunca lograba llegar.

Allí donde tal vez,  arriesgando la vida que no arriesgue, podría haber llegado.
Pero hoy,  más viejo, no se le teme al riesgo y por solo no temerle, el corazón rojizo y palpitante de la fruta más dulce, se abre ante nuestros labios para ser saboreado, sostenido y devorado.

Y me acuerdo que hace mucho tome la mala costumbre de querer enmendar mis buenas influencias.

Las buenas influencias de disfrutar el manjar y degustar suavemente el vino.
La buena influencia de no medir el placer y dejar la culpa que en las damicelas recae en calorías en manos del ejercicio matutino. Del que se despierta con los ojos cerrados, el aliento agitado, los labios sonrientes y la mente soñolienta, pero efervescentemente despierto.

¡Siempre tratando de enmendar mis buenas influencias!
Y eso es o que me ha ocupado estos tantos días.
Finalmente encuentro el motivo y el pretexto perfecto del silencio en mis cuentos.
Es que estoy ocupado.
Ocupado soñando como enmendar mis buenas influencias.

Porque un día me dijiste:  "ya no me hagas reir mas, me voy a arrugar mas todavía!"
... y desde entonces...busco el elixir alquímico que manteniendo la vibrante luz de tu sonrisa, logre acariciarte hasta que el tiempo no exista, ni en tu piel, ni entre nosotros.

3 comentarios:

  1. Seguramente ha sido el silencio del alma, "donde no existe tiempo, ni espacio, donde los miedos se desvanecen y los sueños se hacen realidad". PM

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  2. Y si nos invades con tu influencia para hacernos reir a hasta arrugarnos? o para hacernos llorar con emociones trabadas en el estómago? o simplemente con esos cuentos que nos recuerdan vivir y cómo vivir? No te alejes del sueño de escribir y no nos prives de leerte.
    Con el corazón.

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  3. Hubiese asegurado que Ismael " no tiene buen sentido del humor" ...

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