Prólogo: Para gustos los colores y para
interpretaciones, los humanos.
Una vida aprendiendo, que cada uno vive los momentos según sus expectativas, su
percepción y sus valores, amasados en su historia y proyectados según sus
sueños.
Por eso, hoy, al volver a escribir,
comparto dos, solo dos interpretaciones para un mismo instante, sin que esto
prive a ninguno de vosotros de su rica, buscada y propia interpretación.
Que para eso se comparte.
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Pasa poco, pero pasa.
Que, al mirar la biblioteca de tu vida,
te detengas por azar en un libro polvoriento, y te encuentres con la aureola
indefinida e indeleble, que una rosa entregó a las palabras elegidas, al
momento de expirar.
Pasa poco, pero pasa.
Que el descifrar de ese mensaje, se
lleve tus ojos a un pasado que paso y que por cientos de razones atrapaste
entre esas páginas, condenándolas dulcemente a ser un libro y una historia que
nunca cerrara.
Porque hay cientos de historias en esos
pétalos mustios, cientos, únicas y especiales, que llevaron una vez su color,
su aroma y el amor de un instante de plenitud a tus manos.
Porque hay otras, no tan buenas que las
eclipsaron, para ser ahora, lo que son.
Testigos de lo efímero y lo eterno. Del aroma que se regala abandonado a la flor y hoy aun impulsa tus latidos. De los ojos que se abrieron humedecidos y chispeantes y los que se cerraron húmedos y apagados. De la vida exultante y prodigiosa, y de la lenta agonía que cuidadosamente abrigada entre esas páginas, transforma en huella perenne, los suspiros ocres que nos abandonan al llevarse un sueño.
Pasa poco, pero pasa.
Que elijamos ese final para el libro y
para la rosa. Una historia que debemos olvidar, una flor que no queremos
desechar, un recuerdo amargo que, con certeza inconsciente, perpetuamos para
que nos sorprenda, alguna vez, cuando llegue su tiempo.
Pasa poco, pero pasa.
Que por más ordenado y limpio que
tengamos nuestro librero, por más ahínco que le pongamos en alinear autores,
ediciones, cubiertas, temáticas y tamaños.
Del otro lado. Del otro lado de nuestra
biblioteca de vida, por aquí o por allá:
Una página sombría acuse una rosa, una historia
pida silenciosamente ser releída, una sonrisa de sentido a una mueca y una
lágrima sume un surco nuevo a un momento viejo, renovándolo como un instante
eterno.
Pasa poco, pero pasa.
Que, al mirar la biblioteca de tu vida,
te detengas en un libro polvoriento por azar o por milagro, y te encuentres con
la aureola indefinida e indeleble, que una rosa entregó a las palabras
elegidas, al momento de expirar.
Pasa poco, pero pasa.
Que el descifrar de ese mensaje, se
lleve tus ojos a un pasado y que por cientos de razones atrapaste entre esas
páginas, condenándolas dulcemente a ser una historia que nunca caducara.
Porque hay cientos de historias en esos
pétalos mustios, cientos, únicas y especiales, que llevaron una vez su color,
su aroma y el amor de un instante de plenitud a tus manos.
Testigos de lo efímero y lo eterno. Del
aroma que se regala abandonado la flor y hoy aún impulsa tus latidos. De los
ojos que se abrieron humedecidos y chispeantes. De la vida exultante y prodigiosa.
Del dulce instante en que abrigaste entre esas páginas, el tesoro sorprendente
del encuentro, la excepción que modela nuestra propia existencia.
Pasa poco, pero pasa.
Que elijamos ese final para el libro y
para la rosa. Una historia que no queremos olvidar, una flor que no queremos
desechar, un instante de existencia, que con certeza inconsciente, perpetuamos
para que nos sorprenda, otra vez, alguna vez, cuando llegue su tiempo.
Pasa poco, pero pasa.
Que por más ordenado y limpio que
tengamos nuestro librero, por más ahínco que le pongamos en alinear autores,
ediciones, cubiertas, temáticas y tamaños.
Del otro lado, del otro lado de nuestra
biblioteca de vida, por aquí o por allá:
Una página sublime acuse una rosa, una
historia pida silenciosamente ser revivida, una sonrisa de sentido a la
mueca de tus labios y una lágrima, perpleja de alegría, sume un surco nuevo a
un momento viejo, haciéndolo eterno por un instante.