Mi escritura se esta volviendo vieja, con la misma celeridad innecesaria e inexplicable que yo
me acerco a mi naturaleza de Abuelo.
Para cada cosa que pasa, para cada momento que vivo y muy
especialmente que los demás viven; encuentro en mi manojo de entradas de blog y
algunas de las reflexiones de mis libros, la respuesta ya escrita.
Igual que un anciano de ojos vivaces que guarda en sus
bolsillos, anécdotas teñidas de leyenda, igual encuentro yo, solo
yo, en mis letras ya escritas, el verbo adecuado, la historia reveladora, el
diagnóstico universal o la explicación perfecta.
Pecaba ya del mismo defecto de sobervia antes de empezar
a escribir.
No es raro que, como todo lo que nos define, lo arrastre
también al papel o el limpio archivo de word.
Peor aún.
Porque el recuerdo que alimenta filosofía y la vivencia
que riega experiencia, vive en un mundo flexible, las letras escritas no. O al
menos no tan flexible.
La historia que la boca deleita, se enriquece con los
sabores de cada momento, la imaginación inquieta y el polígrafo improbable. Con el aroma que le agrega el suspiro del que escucha;
el brillo de los ojos que dejan de ver aquí, para ver allá mientras uno cuenta;
el escalofrío involuntario que deja nuestro relato en
la piel de
gallina del que escucha.
Y la historia crece, se enriquece, pasa de lo personal a
lo universal y de ser simple vivencia exagerada a ser ley de vida.
Si necesitaran "cajón" los libros para lograr
esto.
Si necesitaremos lectores los que escribimos para juntar a la distancia desconocida é inexpresiva, la energía formidable que al escucharnos, entrega una sonrisa, una lágrima furtiva, un guiño de complicidad o un beso arrebatado que busca llevarse por exceso todo lo que no entra por el oído.
Si necesitaremos lectores los que escribimos para juntar a la distancia desconocida é inexpresiva, la energía formidable que al escucharnos, entrega una sonrisa, una lágrima furtiva, un guiño de complicidad o un beso arrebatado que busca llevarse por exceso todo lo que no entra por el oído.
Si tendremos que escribir los que gustamos de contar,
para reunir la energía proveniente del que en un tren de horas perdidas,
frente a un fuego en noches de invierno o metido en sabanas de indiferencia o
soledad; nos entrega un rato de su vida, para vivir un rato de la nuestra.
Buena decisión nunca tomada esta de sentirse Abuelo,
porque mientras el tiempo sea parámetro, habrá que empezar antes para llegar mas lejos.