PROLOGO - Una de las claves para entender mi vida - aunque a esta
altura es mucho más fácil simplemente aceptarla - es reconocer que muchas cosas, terminaron para
mí cuando para el resto de mi generación aún no empezaban y por ende , la mayoría de esas situaciones de vida fueron
realidad en mí, mucho antes de que mi
generación siquiera las soñara.
Contaba unos envejecidos 14 años cuando decidí abandonar
el vicio del café.
Llevaba desde hacía algunos años, un ritmo tan arduo de trabajo, estudio y vida
(exactamente en ese orden por aquel entonces) que me había volcado al negro
elixir de la insomnia, en busca de
mantenerme despierto.
Mi pueblo y mi gente no sabía de vicios mayores, así que
solía beberme a toda hora, múltiples vasos del buen café negro bien caliente y
bien fuerte. Con eso procuraba evitar parcialmente, dormirme parado en los ómnibus de ONDA donde
para esos tiempos trabajaba, perder un brazo en la Garlopa o la Sierra Circular
de la "Carpintería del Gallego Rivas" donde también desarrollaba
oficio, roncar en las aulas de mi mejor año de Secundaria donde lucía como
estrella de las Matemáticas o desparramarme sobre los pupitres de las clases
para adultos en Administración de Empresa que tomaba por la noche en la UTU.
Seguramente le debo a aquellos "tragos largos" de
café que acompañaba con biscochos, la gastritis que luego acentuarán mis
casamientos o los "michelines" que aferrados a mi cintura, me han
sacado a flote más de una vez.
Así fue que con las primeras agruras y reflujos y sin
lograr mantenerme del todo despierto, abandoné el café negro allá por el año
85.
Pero no puede negarse que és rico el Café, y si bien
siempre he sido estrictamente respetuoso de mis propias elecciones (no TV desde
los 17, no hermana menor desde los 21, nunca más hijos desde los 30 y jamás
oponerme a la sincronicidad del universo desde los 40), he debido aceptar la
presencia global, necesaria y deseable de la tan popular bebida.
No quiere decir ello que haya vuelto a tomar, por
supuesto qué no!
Pero me permito cierta nostalgia que no causa agruras,
con respecto al delicioso grano en su estado líquido.
Esa nostalgia del café, tiene para mí un aroma y un sabor
característico, cargado de emociones, como lo tienen las cosas importantes de
esta vida.
Y es que ese aroma y ese sabor, tengo tiempo ya de identificarlo
intacto en cualquier pequeña taza servida con exquisito "Café Turco Dulce".
Para reforzar lo emotivo del vívido recuerdo, este
clásico exponente del medio oriente, le agrega esa magia de las mil y una
noches, al momento de terminar cuidadosamente el último trago y dejar intacta
la borra que volcada en el platillo, adivinará mi futuro próximo con certeza
abrumadora.
La pregunta es porqué, habiendo dejado de beberlo a los
14 años, el Café Turco despierta en mi tantas ricas sensaciones, aún antes de
flotar en su aroma o besar la taza.
Corría el año 78, que siempre recordare irónicamente como
"El año Internacional del Niño" ( así nos obligaban a escribirlo cada
día antes de la fecha en el cuaderno de Segundo Año en la Escuela 53), cuando
mis hombros que el verano anterior solo podían cargar bolsos "vagayeros"
llenos de Bombones Garoto; se atrevieron
a pasear todo el verano por la Playa Brava,
6 termos de Café, al tiempo que mis labios voceaban : "Hay Café, Café...dulce,
semidulce, amargooooel Café, Café!".
Yo hacía mis segundas armas vendiendo en la playa, a la
par de mi padre, que como todo lo que hizo en su vida, pasaba de una mejor
etapa a una peor, al menos aún digna por aquellos días.
Eran tiempos de Argentinos orgullosos.
El trío Videla, Massera & Agosti, les había regalado una Copa del Mundo
(Argentina 78) y al mejor estilo del Cesar, se ganaba con el Circo futbolero, 7 años más de gobierno "defacto" y el
derecho de embarcarlos en una guerra incomprensible 4 años más tarde contra el
Imperio Británico.
...Y los Argentinos orgullosos eran el mejor cliente para
"el cafecito en la playa". Les quitaba la sed decían, y les permitía
hacer de Punta del Este "su provincia" al trasladar a las sombrillas
el clásico "Cafetín de Buenos Aires".
El ambiente a la medida!!, donde todos eran unos macanudos y taitas de
primera! (...además de Campeones del Mundo, obvio!).
Pero volviendo al Café, fue en aquellos últimos meses de
mis 7 años, donde tomo identidad. El tiempo en el que se forjó ese halo mágico
que identifica hoy al Café Turco, como MI Café.
Un par de vagos amigotes de mi viejo (Carlos Carlos, así
se llamaba mi Papá), se habían "ganado" de intrusos en un clásico
chalet de la península, con tal nivel de habilidad que solo usufructuaban el
garaje, mientras otros igual de vagos, pero más "vivos", disfrutaban
el verano de Punta en los ambientes superiores entre sus mugres rejuntadas.
Porque no sé, si lo vago lleva a lo inculto y mugriento,
o es al revés, o es un himno de un solo tiempo.
Allá en el garaje, sin luz y a escondidas; ayudé a preparar durante aquel verano, el
delicioso brebaje que vendíamos "a rolete" (mucho) y que debo aceptar
en forma consciente, también bebía yo con encanto.
Es que comerse los Garoto el año anterior, tomarse un Helado
de los que vendí el siguiente, beberse una Coca Cola para cuando contaba viejos
9 años y ya podía cargar con ellas por la arena, o simplemente limpiarse el culo con los
diarios que vendí entre los 8 y los 12 años por las calles de San Carlos; representaba un tremendo impacto contra las Ganancias,
afectando directamente el Forecast y el ROÍ (retorno de inversión) del negocio.
Pero tomarse 4 o 5 vasitos plásticos de nuestro café durante todo el día en la
playa, era un costo aceptable, mucho menor que una Coca Cola o lo que valía ya
para aquel entonces mi tiempo de "Desarrollo del Mercado" (o sea
aquel rato que perdía saliendo de la playa para chupar agua de alguna canilla).
Y algunos se preguntan de dónde sale mi cultura
empresarial!!
Pero volviendo al café y a esa emoción profunda a la que
me transporta el aroma y el sabor del Café Turco, los invito a violar conmigo
mi discreción y develar 35 años más tarde, el secreto de nuestro éxito aquella
temporada.
Teníamos como medio de generación de calor un sucio y
varias veces soldado "Primus" (antigüedad de bronce que utilizaba kerosene
inyectado a bomba a través de un "oído" para generar ignición a
través de una boquilla y un sombrero - más datos, hablad con sus abuelos).
Junto al "Primus" se desperdigaban sendas
agujas retorcidas, que resultaban una herramienta imprescindible tras las
consecutivas y constantes "tapadas de oído". (volver a preguntar a
los abuelos).
Lo cierto era que allá por las 8 de la mañana, el muy
preciado aparato avivaba su hedionda llama azul y amarilla, para calentar por
debajo, múltiples latas de aceite de 5 litros, bien tiznadas, que habiendo sido
abiertas y posiblemente limpiadas, se
habían perfeccionado funcionalmente con arandelas y haza de alambre dulce, para
poder ser sujetas una vez calientes.
La técnica, que vine a reconocer muchos años mas tarde en
Asia Menor, era hervir el agua en aquellas latas y agregar Café molido del más
barato en su justa medida (unos puñados), acompañando la receta con o sin azúcar (también
en su justa medida) dependiendo de que la "línea de producción"
estuviese generando Café para los termos de amargo, semidulce o dulce (estos últimos
siempre reconocibles por lo pegajoso).
Y así tal cual, como el Café Turco, el nuestro estaba
listo al volver a hervir, con la única y perdonable diferencia de que la
prontitud con la que era bebido (el café turco se bebe inmediatamente) dependía
de la hora en la que se nos antojara salir a venderlo y a los Argentinos
campeones del mundo comprárnoslo.
Pero el aroma y el gusto, eran exactamente iguales que el
que disfrutara en la Avenida Istiklal camino a la plaza Taksim en Estambul poco
tiempo atrás.
Tal vez por vagos, tal vez porque yo solo tenía 7 años o
tal vez porque los cabrones ni siquiera se culeaban una gitana; desperdiciábamos por aquel entonces la mejor
parte del negocio, la que explotaría aun más la "grandeza porteña" de
aquellos dias!
Desperdiciamos la borra.
Perdíamos la oportunidad de mercado de cobrarles por "adivinarles el
futuro".
Es que la economía del conocimiento estaba en pañales allá
en Norteamérica. Tal vez fue por eso.
El burbujeante Café de la lata de aceite de 5 litros, una
vez que hervía, debía ser filtrado para pasar a lo termos y salir a mercado.
Esto gatillaba un nuevo proceso en la "línea de
producción" que involucraba un recipiente menor, un embudo y un filtro. Dicho así suena muy obvio y natural, y la verdad que si
era natural.
En la misma Estación de Gasolina donde conseguimos al
principio del verano las latas de 5 litros de aceite para camiones; nos proveyeron sin costo alguno de un par de
latas de 1 litro de aceite para auto y un viejo embudo plástico de combustible
que habían descartado.
Por el diámetro de salida, aquel embudo mucho mas grande que los caseros
convencionales, se hacía ideal para
cargar tanto los ternos de boca grande como los de boca chica (volver a los
abuelos), sin tupirse al momento del filtrado.
Y de filtro, pues de filtro usábamos unos restos
rotativos de viejas cortinas.
Si, cortinas.
Entre las tantas mugres que convivieron en aquel Garage
usurpado, habían tiradas sobre una esquina (la que paso a ser el centro de
filtrado), unos cuantos retazos de gruesos cortinados descoloridos, que alguna
vez habían sido carísimo accesorio de aquel distinguido chalet.
El proceso documentaba que al momento del filtrado, había
que escoger - en el mejor orden posible para facilitar la tarea diaria - algún pedazo de la sucia lona, para ponerla
dentro del embudo de combustible y volcar sobre él, la cantidad exacta de café
que era tomada con la lata de 1 litro especialmente acondicionada con alambre,
desde la hirviente lata de 5 litros (recomiendo que vuelvan a leer el proceso)
Por fortuna por aquellas épocas, no se registraban en Uruguay
las recetas originales o los secretos industriales, como se hacía en el Norte con la súper
secreta receta de la Coca Cola; porque
de otra forma debimos registrar la de nuestro Café.
Yo aún no puedo imaginar si eran los restos de kerosene y
tizne en las manos y demás utensilios; la
lata de 1 litro de aceite de auto al sumergirse en la de 5litros para cargar
cada termo; la mugre añejada de aquellos
cortinados que filtraban el Café o la buena costra avejentada del embudo de
combustible, lo que le daba ese exquisito y adictivo sabor a nuestro Café Turco,
"Made in Punta".
Me gustaría contarles que omití algunos detalles de mal
gusto que podrían resultar asquerosos. Me encantaría asegurarles que la borra
filtrada no se amontonaba al costado de los cortinados y que algunos días, los
expertos baristas no se ponían creativos y reutilizan la misma porción de
cortinado, explorando nuevos mix de
sabores viejos. Realmente me gustaría asegurarles
también, que alguna vez lavamos las latas
y los termos en aquel Garage donde no había una canilla.
No puedo hacerlo.
Pero lo que sí les aseguro, es que aún hoy, miro con una complicidad que ellos no
entienden, a los Vendedores de Café que
en su derrotero por las playas de Punta, entonan el mismo cantito de aquellos mis años
mozos, en qué el "café turco"
se gano un lugarcito en mi corazón: " Hay café, cafeeeeeé...dulce,
semidulce y amsargoooooel Café, Cafeeeeé".