Afinas
tus sentidos, acallas tu mente,
desconectas el ruidoso exterior y sigues tu instinto hasta encontrar.
¿Lo
hiciste? ¿Encontraste al menos una pequeña nota de TU música?
Si
tu respuesta es SI, me estas mintiendo o te puedes saltar esta entrada y la que
sigue.
Si tu respuesta es NO, eres sincero pero irresponsable, porque como te dije: “Te va la vida en ello, en ello y en nada más”.
Si tu respuesta es NO, eres sincero pero irresponsable, porque como te dije: “Te va la vida en ello, en ello y en nada más”.
En
cualquier caso, este es el paso más complejo del camino, como siempre, el
primero.
Decidir empezar un camino y en especial uno nuevo, desconocido y opuesto a todo
lo que nos han enseñado, es difícil, al punto que la gran mayoría de la
humanidad se queda en la primer lectura, se mece en el idealismo onírico de la
posibilidad y es arrastrada inmediatamente o unos segundos después en pos de lo
que creen estar construyendo como vida.
Por
eso, como en cualquier primer paso, de cualquier proyecto, no se puede ser
débil, no se puede tener piedad, no se puede ser condescendiente y – muy a
pesar de aquellos que se repetirán como puede decir eso si antes de empezar un
proyecto debo planearlo, pensarlo muy bien, diagramarlo y asegurarme de todos
los recursos que necesitare en cada etapa – para empezar un nuevo proyecto, se
necesita no pensar.
Es el arrojo, la valentía, la inconsciencia a veces, esa cuota sana de locura, ese momento de rebelión, hasta el instante de envidia o de genuina gratitud o generosidad el que provoca esa chispa que mueve el primer pie, nunca una decisión tomada de forma racional.
Es el arrojo, la valentía, la inconsciencia a veces, esa cuota sana de locura, ese momento de rebelión, hasta el instante de envidia o de genuina gratitud o generosidad el que provoca esa chispa que mueve el primer pie, nunca una decisión tomada de forma racional.
Así
que sé cruel contigo, porque yo no seré condescendiente.
Tira por tierra todos los pretextos que tu cabecita ya empezó a trasmitirte para justificarte desde que pregunte “ ¿lo hiciste?”, no te molestes en comentarlos en voz alta, porque no solo no te escucho, sino que no me importan.
Tira por tierra todos los pretextos que tu cabecita ya empezó a trasmitirte para justificarte desde que pregunte “ ¿lo hiciste?”, no te molestes en comentarlos en voz alta, porque no solo no te escucho, sino que no me importan.
Si el oxígeno te llega a los pulmones y tu corazón late 76 veces por minuto, no necesitas nada más, todo lo demás son patrañas.
Así es, lo único que necesitas es estar vivo, porque lo único que te quita la oportunidad prodigiosa que nació contigo es la muerte y eso te puede pasar en este mismo instante, en el próximo renglón o mañana cuando estés viviendo tu pretexto, o lo que podría ser peor, en 50 u 80 años más, cuando estés más frustrado, más triste y más infeliz contigo mismo por no haber pasado por este tiempo de vida con dignidad.
Así es, lo único que necesitas es estar vivo, porque lo único que te quita la oportunidad prodigiosa que nació contigo es la muerte y eso te puede pasar en este mismo instante, en el próximo renglón o mañana cuando estés viviendo tu pretexto, o lo que podría ser peor, en 50 u 80 años más, cuando estés más frustrado, más triste y más infeliz contigo mismo por no haber pasado por este tiempo de vida con dignidad.
Si
logre despertar tu rebeldía, o al menos tu enojo conmigo (porque como cuesta
enojarse honestamente con uno mismo – aquello del problema siempre está afuera)
tal vez tengas la chispa necesaria para el primero paso, ¿pero primer paso a dónde?
¿A buscar mi música? ¿Y qué es eso? ¿Cómo busco algo que desconozco?
Por
eso hoy el título de esta entrada es “Música & Ruido”, porque tu vida, la vida
de todos, está repleta y cada vez más saturada de “ruido”. Distractores que
sobre-excitan tus sentidos, y que suman billones de “notas” innecesarias,
confusas y muchas veces contradictorias, a todo el propio ruido que tu cabecita
genera por sí sola, en la búsqueda de cumplir con tu misión en esta tierra, de
cabalgar la matriz como crees que nadie lo ha hecho para llegar al éxito.
Es
VITAL que logres reconocer el ruido, para poder extraer Tu música y como esto
se ha vuelto un manual que bien podría llamarse “espiritualidad para tontos” o
“Spirituality for Dummies” (mas marketinero y D-Mode), te voy a tratar de bajar
esto a “peras y manzanas”, para que no tengas pretexto alguno de aceptarlo.
He
allí el detalle, decidido a iniciar la búsqueda, con tus ser completo alerta
para dar el primer paso, no solo debes reconocer detrás de que iras, sino
ACEPTARLO.
De nada sirve reconocer la existencia de la codicia, los celos, los vicios, la
angustia, si no aceptamos que somos
Codiciosos, celosos, viciosos o estamos angustiados y luego, actuamos en
consecuencia. Pregúntense íntimamente si no les pasa a diario, pregúntenle a
otros, y verán como la línea virtuosa de reconocer, aceptar, trabajar y
disfrutar es tan inquebrantable como difícil de completar.
Si
estaremos lejos todavía, que no has reconocido siquiera tu música, perdido en
el ruido generado por esa herramienta mal utilizada que llamamos “mente” y el
bullicio enloquecedor de todo el exterior que casi siempre, opaca la paz que
nos transmite la naturaleza.
Vayamos
a su búsqueda.En la entrada previa, usaba el ejemplo de la búsqueda, de ese momento en que
nada de lo de siempre funciona y no tienes otra que “Afinar tus sentidos, acallar tu mente, desconectar el ruidoso
exterior y seguir tu instinto hasta encontrar”
Estoy seguro te ha pasado: ¡yo lo deje acá! ¡Yo siempre lo dejo allá! ¡Cualquiera
lo pondría en ese lugar! …pero la “cosa” no está, y una vez que agotaste la
sinapsis prodigiosa de tu cerebro, te rindes, cierras los ojos, abres los dedos
sin siquiera notarlo y dejas que algo te guie hacia un lugar diferente, un
lugar exacto.
Un momento, un instante, oscuro, silencioso,
vacío de todo lo de todos los días, lleno de ti, lleno de tu música, ese INSTINTO
con el que todo humano nació y que lo une a todo el universo.
Después,
cuando finalmente encuentras “la cosa” todo es explicable: “aaaaaaaaa claro, es
que estaba apurado por ir al baño y entonces la deje allí”, o “mi hermanito
chiquito lo agarro y lo cambio de lugar” y te olvidas, se te olvida, te
sumerges nuevamente en la vorágine de tu mente y dejas de lado ese poder
increíble que acabas de utilizar, o peor aún, se lo asignas a la suerte, a
alguna divinidad, algún Ángel, algún santo, una brujeria o cualquier otro ser
inexistente que “te guió” hacia lo que buscabas. Nunca a ti mismo, nunca a tu
mayor poder interior, ese que usas sin consultar y que olvidas sin investigar,
carente de toda curiosidad.
¡Es
tan triste!
Es como poder abrazar siempre y solo abrazar cuando el otro desfallece de frió,
de temor o de soledad. Es como poder tener sexo a diario y solo hacerlo una vez
al mes. Es como ser capaz de correr, pintar, cantar y dejarlo para cuando seas
grande o haberlo hecho por última vez cuando eras chico. Es como ser más rápido
que una cobra, más fuerte que el hormigón, más potente que cualquier camión y
más excitante que cualquier droga y morir sin jamás haberlo vivido.
Allí
está el instinto, ese poder que nos hace uno como parte del todo, el que
compartimos con toda la vida que nos rodea, que le da un poder muchas veces
increíble a los “animales inferiores” (cuando presienten un terremoto o saben
quién llega antes de que llegue, solo por citar ejemplos que no puedes obviar)
y que hemos tirado al desuso como “animales superiores” en pos de un
diferenciador sobre valorado (la mente) que creemos nos hace mejores y nos ha
transformado en el mayor depredador del planeta y la pieza más deshonesta y
falta de ética natural.
Cuando
buscas las llaves, cuando eres capaz de atrapar la copa luego de haberla
golpeado sin querer y mucho antes de que caiga al piso, cuando levantas la
vista en el momento justo en que algo te golpeará, cuando sales corriendo al
sentir un temblor o te agachas cubriendo tu cabeza al sentir una explosión,
cuando levantas algo increíblemente
pesado para que no aplaste la mano de tu hijo, cuando frenas el carro en el
momento justo y evitas un atropello, cuando cierras los ojos si algo viene
hacia tu cabeza, cuando te tapas los oídos al influjo de un ruido estridente,
cuando acompañas los labios y la lengua del otro al besar, cuando, cuando,
cuando…..todo el tiempo, siempre.
El
“cuando” que te hace más fuerte que nunca, más hábil que nunca, más rápido que
nunca, mas talentoso que nunca, el “cuando” que te hace superior. El “cuando tu música se encarga de ti y tu
no tienes opción de distraerte en pensar o escuchar lo de afuera”.
Eso
que se queda en la anécdota, en la librería de lo excepcional y lo increíble,
esa respuesta que siempre es la correcta y la más eficiente, eso es lo que
tenemos que encontrar, aceptar, aprender a usar y disfrutar.
Cuantas
veces te has dicho “si hubiera hecho esto” o “yo sabía que era así”, después de
haber cambiado tu reacción inicial por otra pensada, maquinada, planeada y por
tanto, plagada de vicio, de errores, de miedos, del calipso de limitaciones que
tu cabecita te impone. Vacía de ti, de lo que fluye de tu interior, de lo que
eres.
Eh
allí “tu música”, todo lo demás, es puro ruido.
¿Y
si cada humano bailara su propia música, mucho más a menudo?
¿Y si cada humano perfeccionara su danza?
La vida que compartimos en este planeta seria perfecta y la herramienta que usamos para romper esa perfección, esa cabecita tuya y de cada uno, sería utilizada solo al servicio de nuestro ser, mucho menos veces y con mucha mayor eficiencia.
¿Y si cada humano perfeccionara su danza?
La vida que compartimos en este planeta seria perfecta y la herramienta que usamos para romper esa perfección, esa cabecita tuya y de cada uno, sería utilizada solo al servicio de nuestro ser, mucho menos veces y con mucha mayor eficiencia.
¡No
sería fabuloso si la mayoría de tus respuestas y acciones fueran no solo las más
acertadas, sino las exactas, no solo para ti sino para todo el universo!.
Imagina que esto se repitiera por siete billones de seres en el planeta.
La armonía seria total, estaríamos en la exacta sintonía con TODO lo que nos rodea y la mayoría de las preguntas desaparecerían y con ellas todas las diferentes respuestas.
Con ese solo cambio en cada uno, el mundo entero cambiaría.
Imagina que esto se repitiera por siete billones de seres en el planeta.
La armonía seria total, estaríamos en la exacta sintonía con TODO lo que nos rodea y la mayoría de las preguntas desaparecerían y con ellas todas las diferentes respuestas.
Con ese solo cambio en cada uno, el mundo entero cambiaría.
Tal vez
tu no llegues ahí, pero si logras usar tu instinto, liberarlo a la acción,
sacarlo del caja de emergencias de la que no tienes llave, un poco más que las veces
excepcionales, tu vida, la tuya, será tan diferente, que el camino que leíste imposible
en el párrafo anterior, se abrirá vasto pero luminoso frente a tus ojos y el
prodigio te llevara en armonía, cada momento, cada día, un poco más allá.
Deja
de nadar contra la corriente, haz el esfuerzo supremo de girar tu cuerpo y
disfruta como te arrastra, siempre te llevara a tu momento y tu lugar.