Para ser justo diría que tiene unos 60.
La cadera obtusa, las uñas lo suficientemente
abovedadas, pero por algún antepasado indio o indígena, su piel levemente
oscura no acusa su verdadera edad.
Mientras me pierdo en esa sueñera-meditación
que me embarga cada vez que un avión despega, veo sus ojos detrás de los lentes
finitos, guiando una mano experta sobre los cuadros de un sudoku.
Cierro los ojos y me vuelvo a ir, a ese lugar
donde espero dejar el cansancio acumulado por conducir 600 kilómetros anoche y
retorcerme en el pequeño auto esta madrugada buscando dormir.
Es mediodía y mi cuerpo no entiende de
relojes, un desayuno en tiempo de almuerzo y una ducha pagada en el salón vip, me regalaron un poco de energía extra.
Mi mente resiste, pero el cansancio del cuerpo
y la inestabilidad del corazón estos últimos días, porque no semanas, o talvez
meses, la marean.
Es mediodía y un nuevo vuelo me llevara 9000
kilómetros hasta una de mis camas, donde volveré a dormir poco para partir a México,
mañana, antes de que sea el mediodía, otra vez.
Vuelvo a abrir los ojos y me señala algo, miro
al bolsillo del asiento y mi teléfono espera este rato no anunciado de
escritura junto a las revistas de vuelo.
Me señala nuevamente y me habla en inglés,
pero no pide exactamente lo que quiere.
Amarrado a la esperanza tonta por el cinturón,
igual que ella, me estiro señalando como a un niño.
Mi mente despierta y mareada se demuestra
asombrosamente sana.
Le paso la misma revista donde rellenaba
cuadros con números, la misma pero la mía y con solo un gracias, la empieza a
ojear.
- tiene uno diferente allí?
- sorry? Me contesta.
- tiene un sudoku diferente cada
revista?
- no, no.
- volverá a hacer el mismo otra vez?
- si!
Por espacio de unos 90 segundos el silencio
que nos aislaba sin intención se hizo charla amena y me sorprendí volviendo a
ver frente a mí, una conocida y vieja
realidad: no se jugar.
Fueron no más de 90 segundos en que las
preguntas y las respuestas dejaron claro: que no tengo la menor idea de cómo se
rellenan aquellos cuadros; de que jamás he rellenado unas palabras cruzadas
siquiera; de que no juego juegos de mesa desde hace 17 años; que como mucho juego cartas dos veces al año y
más por la camaradería y la tarta de cebollla de Tatiana que por el juego en sí,
y que además, nada de eso me importa un carajo.
Me obligo a recordar que alguna vez hace 10
años puse una moneda en una máquina del Bellagio, para privarme de decir "que nunca había
jugado en Las Vegas"; que jamás jugué Poker y que no sabría que
hacer frente a una Mesa de Ruleta.
Me comento que vivía en Dallas y solo tres
imágenes llegaron a mí: la vieja serie "Dinastía", testigo de los últimos tiempos en que mire
televisión (aunque nunca vi la serie porque era muy tarde y para adultos según
Mamá); el Aeropuerto y los Dallas Cowboys
predilectos de Debby.
Por el propio sentido de la conversación, me
hice consciente de que ni se las reglas del Football Americano y que por
supuesto nunca lo jugué; y que tampoco
juego ningún otro juego o deporte desde mis viejos 12 años.
-
I understand, you are a busy man. Repetía mi ocasional
conpañera de vuelo, y yo, descubría honestamente que no lo era, que no era un “hombre
ocupado” y que mi imposibilidad de explicar el porqué, nada tenía que ver con
mi limitado Ingles.
- solo no juego, le decía y la explicación en
ningún lenguaje cobraba sentido.
Un momento después ya había empezado a
escribir en mi mente despierta esta entrada de blog. Mi cuerpo se demoró un
poco más en echar a andar los dedos.
No juego.
Para mí todo es en serio, sentenciaba mi
juicio cuando la charla ya solo era “padentro”.
No juego.
...y podía ver las tardes enteras que pasaba
cambiando de escondite sin ser encontrado mientras los demás jugaban a la
escondida.
...y podía recordar esos mismos enojos que
repudio de Anthony, que se apoderaban de mi interior sin agredir “pajuera” cuando la impotencia o la injusticia me
embargaban.
...y podía volver a detestar las alianzas
sordas que automáticamente se formaban en mi contra, el que no sabe jugar,
cuando había tiempo para una Canasta, un War, un Monopoly o excepcionalmente un
Trivial Pursuit.
No juego, para mí todo es en serio.
¡Como me costó aceptar que lo lógico era que
no me buscaran, que evitaran mis calenturas o se amotinaran en mi contra,
cuando yo solo hacia lo que debía hacer y por una buena causa (además de con
toda razón)!.
Cuando yo hacía lo que yo creía que debía
hacerse y estaba respaldado por todas las reglas, aunque ello no fuera jugar.
¿Qué gracia tiene para cualquiera, para ti o
para mí, si nunca me puedes encontrar? ¿Si nunca me puedes manchar? ¿Si no
puedes saber más respuestas que yo, ni comprar más y mejores edificios o
distribuir más estrategicamente los ejércitos negros, verdes o amarilllos en
ese mar infranqueable de MI ejército Rojo?.
¿Que gracia tiene para cualquiera nunca poder
ganar, que gracia tiene nunca tener la razón y que tiene de gracioso no poder
siquiera ayudar al que no sabe jugar?.
No juego, para mí todo es en serio.
Lo lúdico, no es lo mío.
Si alguna vez lo tuve no lo recuerdo y por
ende no sé cuando lo perdí.
Puedo ser simpático, hasta bromista. Puedo ser
cariñoso y hasta kinestésico. Puedo plantarme solo o compartir más que nadie …pero
nunca juego.
Nunca me dejo arrastrar, un poquito aunque
sea, por la burla que provoca la risa, por la falla que deja que te descubran
detrás de los hinojos, por el segundo de desconcentración en que pierdes la mano,
por el instante en que uno elije que no es necesario explicar.
No juego, para mí todo es en serio.
Los recuerdos se arremolinan al mismo ritmo
que las letras llenan el espacio en blanco de la pantalla.
¡Cuántas cosas habrían sido menos pesadas si
hubiera sabido jugar!.
¡Cuánto de lo bueno habría sido mejor y
sobretodo, cuanto de lo malo no hubiera existido o me habría dejado otras
enseñanzas, si tuviera un espíritu más
lúdico!.
Pero sobre todo, muy por sobre todo, cuantas
menos expectativas tendría de los demás, cuanto más fácil sería pedir en
lugar de esperar, cuanto más satisfactorio seria saber recibir sin presionarme
a dar.
No juego.
...y es un duro Mundo el de las cosas
serias.