El 10 de Junio de 2002 cuando me subí a esta nueva vida,
algo dentro de mi masticaba y olía sin poder saborear, la exageración anónima
de éstos, mis tiempos de ahora, que ni siquiera muestran luz de ser los más
extremos a los que podré llegar.
En la presunción, recuerdo haber escrito el mejor epitafio de lo
que quedaba atrás y “adivinaciones pavorosas” con un toque de esperanza sobre
las horas por enfrentar, en lo que se sentía como el resto de mi vida.
En aquel tiempo mis letras ya malformadas pero aún
legibles se perdían en una hoja con renglones, que recuerdo querer guardar con
tanto cuidado, que jamás logré recuperar.
A veces pienso que no fue real, que nunca lo escribí, que
los retazos que recuerdo y la visión de la hoja arrancada a una cuadernola, fueron solo parte de algún momento de sueño
impaciente, robado al trecho entre
Santiago y México. Pero me sonríe el ataque de realidad, cada vez que miro a
través de una ventanilla y vuelvo a imaginarme, como aquel día, parado allá
afuera sobre el ala, con los brazos y los ojos abiertos mirando al frente.
Mi relato era cuando no, una metáfora muy vívida, entre
lo que sentía mí ser por dentro y lo que imaginaba podía sentir mi cuerpo
expuesto a la inmensidad, la presión, el frío y el viento que creía poder
dominar a diez mil metros de altura rozando la velocidad del sonido.
En 2009, cuando forjado veterano en las lides de aviador,
sobrevolaba los cielos de Centromerica con un arete en mi oreja, noté que era
tiempo de vivir.
Que debía dejar de amontonar sellos en los pasaportes sin
más recuerdo que los vidrios aburridos de los aeropuertos o las camas, todas
iguales de los hoteles de turno.
Yo que a todas luces vivía más intensamente que la media del Universo, sentía
un apetito voraz por hacer realidad mi premisa de que siempre estaba trabajando
y siempre de vacaciones.
Así que me decidí a vivir, a vivir más.
Me miraba en el espejo imaginario que todos los
conscientes llevamos enfrente y aparentemente distraídos no perdemos de vista
en nuestro estado de alerta; y me decía:
vive más!...algún día este momento pasará, tu vida caerá en la modorra cómoda
de lo normal y debes rescatar de este tiempo todas las historias que puedas
contar.
Sin esperar espero aún la llegada de ese momento,
planificándolo en mi obsesión omnipotente de elegir y saboreando mi
controvertida soberbia que ilumina mis ojos y da alas a mi convencimiento de
que nunca llegará.
Es en esta vorágine que me encuentra mi fiel BlackBerry,
en este 2014, en pleno descenso a la ciudad
de Miami, replantéandome nuevamente donde estoy; con total certeza de donde voy pero...sonriendo
porque dentro de mi siento que nada está dicho, que lo que en 2002 era un
sueño, en 2009 hacía rato era corriente y habitual y lo que en 2009 fue
decisión, hace un par de años fue excedido por mi realidad.
Así que hoy, como todos estos últimos meses largos desde
2012, desembarco con total naturalidad, cada 3 días en un nuevo país, y no tengo plan más allá del próximo período
mensual.
Volviendo hoy a la que oficialmente es mi casa desde
Junio, desde un Perú no programado que me recibió tres días atrás, desde un
Miami que solo me tuvo unas horas en mi viaje desde Guatemala, donde supe
abrazar por tres días mi libertad.
Solo la semana pasada departía negocios en México, después
de haber empacado mi lucha adolescente con Michel en Uruguay.
Cumpliendo como siempre con mi vuelta al paisito una vez
al mes, cambié maleta en Miami, luego de dejar el glamour de Las Vegas y lograr
acomodar los recuerdos de la Europa que para inicios de Octubre había quedado
atrás.
Madrid en dos ocasiones, Miami en tres más, Las Vegas por
tres días, Montevideo por dos y Punta del este por la exageración de cinco más;
México por cuatro jornadas , Guatemala
de fin de semana y Lima tres inesperados días más.
Seis países en estos primeros 24 días de este octubre que
ya se va, no sin que tenga un pasaje más
para utilizar, que me llevará a Miami y Guatemala nuevamente, para completar un
mes normal.
Una repetición conscientemente descontrolada de cada mes
vivido, que se proyecta con la única búsqueda de la más pura paz, a la vista de
la Laguna del Sauce, en menos de dos años más.
Setiembre, resuena leve en la memoria como la vivencia de
una era pasada siglos atrás.
Otros 6 países sellaron mi pasaporte en más de una
oportunidad: México, Brasil, Estados Unidos, España, Turquía, Malta…y quedaron
en el tintero del descuido Líbano y Jordania.
Un mes, decenas de vuelos y ciudades, centenas de miles
de kilómetros volados, docenas de personas rozadas por esta vida que atenta; escucha, huele y mastica saboreando sin cesar,
la incertidumbre dichosa de lo que vendrá.